Volvemos de nuevo con una nueva entrega de los ensayos en los que un leal servidor analiza a los personajes de Canción de Hielo y Fuego desde la óptica de una de las grandes influencias de GRRM: la famosa obra de Nicolás Maquiavelo, El Príncipe. Como ya he venido contando, en este ensayo, el diplomático florentino separa radicalmente las visiones idealistas y hasta utópicas que venían rigiendo la filosofía política hasta el Renacimiento, acercando el pensamiento político de aquel entonces a situaciones reales con hombres y pueblos reales; cuyas conductas, decisiones y acciones, generalmente no responden necesariamente a la moral sino a las leyes del poder.
Si la anterior ocasión fue especial por hablar sobre nada menos que Stannis Baratheon, (como algunos no dudaron en recalcar, llamándome traidor), en esta ocasión la particularidad no viene por quién hablaremos en esta edición, sino más bien de quienes. Esta vez no hablaré de uno, sino de dos reyes cuya concepción es diametralmente opuesta: Daeron Targaryen (apodado «el Bueno») y Daemon Fuegoscuro (apodado «el Dragón Negro» o «el Rey que esgrimió la Espada»).
Maquiavelo en Poniente
— Jar Jae III —
La importancia de las «orejas largas»
Quizá haya entre los leales que lean esto afortunados que no sean como aquel que escribe, y tengan buena memoria. Y quizá algunos de esos afortunados recuerden que en la segunda edición de ésta serie de ensayos, ya me referí a «las orejas largas» a las que aludo en el título.
Tras la toma de Meereen, Dany quiso prohibir el tokar, pero el Consejo la disuadió.
—La Madre de Dragones tiene que vestir el tokar, o se granjeará el odio eterno de sus súbditos —le advirtió Galazza Galare, la gracia verde—. Con las prendas de lana de Poniente o con una túnica de encaje myriense, vuestro esplendor será siempre una forastera entre nosotros, una extranjera grotesca, una bárbara conquistadora. La reina de Meereen tiene que ser una dama del Antiguo Ghis.
Ben Plumm el Moreno, el capitán de los Segundos Hijos, lo había expresado de manera más sucinta.
—Para ser el rey de los conejos hay que ponerse unas orejas largas.
danza de dragones, daenerys i
El curioso término «orejas largas» se refiere algo muy importante para un gobernante: la capacidad para integrarse en la cultura, o, si se prefiere, en la concepción cultural de aquellos a los que gobierna. Es importante para aquellos que pretenden ganar el respeto y el afecto de sus súbditos que éstos no le vean como un extraño, alguien ajeno a su propio pueblo, o, como bien dice la Gracia Verde, «una forastera entre nosotros, una extranjera grotesca, una bárbara conquistadora». La expresión «primus inter pares» (el primero entre iguales) cobra un nuevo significado (sobre todo porque se lo estoy dando yo), para dar a cualquier rey el mandato de demostrar (o al menos aparentar) que comprende las costumbres y definiciones culturales de aquellos a los que gobierna, y más importante aún, no despreciarlas. De lo contrario, es fácil que se gane su apatía, o incluso su desprecio, tal y como le ocurrió en su momento tanto a Aenys como a Maegor.
Paso ahora a hablaros de esos pobres diablos a los que la vida les pone una corona sobre sus cabezas.
Daeron II: imprudente arrogancia
Antes de seguir, he de aclarar que Daeron II es, para mi, un gran rey que hizo grandes cosas por los Siete Reinos, pero sí puede criticarsele ciertos aspectos de su reinado de los que hablaré más tarde. Antes debemos comenzar repasando la vida del buen Daeron.
Daeron nació como hijo del rey Aegon IV, el Indigno y su hermana y esposa Naerys, a quien en realidad despreciaba por amar más a su otro hermano, Aemon el Caballero Dragón. Tal era su desprecio que el mismo rey llegó a extender el rumor de que Daeron no era su hijo legítimo, sino un bastardo engendrado por sus hermanos. Vemos como, obviamente, Daeron, pese a ser el príncipe de los Siete Reinos, crece muy alejado del trono y la corte. A ese desprecio se añadía la oposición del príncipe Daeron a los planes de Aegon para invadir Dorne. Daeron no solo se opuso a esa guerra por ser innecesaria, sino también por estar casado con la princesa Mariah Martell de Dorne.
Durante el reinado de Aegon va apareciendo un clima belicista y militarista, en gran medida a causa del asesinato del rey Daeron I a manos de los dornienses, que se canaliza en un desprecio continuo hacia Dorne y todo lo relacionado con los dornienses. No es extraño que los principales partidarios del rey Aegon fueran los nobles cercanos a Dorne, del Dominio, las Tierras de la Tormenta y las Marcas de Dorne, los primeros en recordar las incursiones dornienses durante los últimos siglos. El rey Aegon, aquejado por un gran narcisismo, deseaba emular al rey Daeron y conquistar Dorne, coincidiendo con los deseos de esa nobleza, cuyos odios no dudó en incrementar para asegurar su apoyo. Incluso al elaborar un plan suicida, como fue crear una especie de dragones de madera carísimos, equipados con fuego valyrio, que podrían explotar fácilmente, como luego ocurrió, esos nobles le apoyaron.
Aegon se había ganado a pulso el apodo de «el Indigno»: era un rey sumamente corrupto cuya única prioridad era acostarse con todas las mujeres con las que podía, ya fueran nobles o plebeyas, llegando a utilizar a la Guardia Real o a la Guardia de la Ciudad para coaccionar tanto a esas mujeres como a sus maridos. Muchos nobles buscaban el favor del rey entregándole a sus hijas, como hicieron Lord Bracken y Lord Butterwell. Aegon llegaba a prometer tierras, honores y puestos a quien le prometiera placeres. De todas estas amantes salieron los «Grandes Bastardos»: Daemon Fuegoscuro, Aegor Ríos «Aceroamargo», Brynden Ríos «Cuervo de Sangre», y Shiera Estrellademar. Aegon legitimó a todos estos bastardos en su lecho de muerte, lo que ocasionó grandes desgracias posteriormente. A Daemon llegó a entregarle la espada ancestral de la Casa Targaryen, Fuegoscuro, que fue empuñada por Aegon el Conquistador, en lugar de dársela a Daeron, a quien hubiera correspondido por ser su heredero. Daemon tomó el nombre de Fuegoscuro para su casa.
Frente a los partidarios del rey, otros prefirieron fijarse en el príncipe Daeron. Ya fuera porque le veían como alguien distinto a su padre, ya fuera porque Aegon les había humillado mancillando a sus hijas, o porque reconocían su talento. Daeron ya por entonces había creado su propia corte en Rocadragón, radicalmente opuesta a la de su padre. Daeron no tenía nada de guerrero, por lo que siempre se interesó más por la cultura y el conocimiento, creciendo rodeado de maestres, septones y bardos.
Finalmente, en el año 184 D.C., el rey Aegon fallece y, pese a las dudas sobre su legitimidad y que Aegon legitimó a sus bastardos, es sucedido por Daeron. Daeron no tardó en emprender todas las reformas que fueran necesarias para eliminar la corrupción y la decadencia que había dejado su padre al reino. Sustituyó a los aduladores del Consejo Privado por gente sabia y capaz; reemplazó a los miembros corruptos de la Guardia de la Ciudad y, para prevenir cualquier amenaza, trató de cuidar y llevarse bien con sus hermanastros, los Grandes Bastardos, y sobre todo con el más popular de ellos, Daemon. Pagó la dote que su padre le había prometido al Arconte de Tyrosh, y mandó a su medio hermano Daemon Fuegoscuro a contraer matrimonio con Rohanne de Tyrosh, como Aegon había deseado. En el día de su boda, le otorgó a Daemon tierras cerca del Aguasnegras, con el derecho de levantar un castillo.
Todas estas acciones eran estrictamente necesarias y obviamente nada puede objetarse sobre las acciones de Daeron (aunque aquellos a los que apartó de sus cargos tendrán otra opinión). Pero hubo otra gran obra que empalideció todas las demás. Mientras que Aegon el Conquistador arrasó Dorne a base de sangre y fuego y el Joven Dragón causó dos guerras inútiles que causó la muerte a decenas de miles de ponientis (incluido el mismo rey), y Aegon el Indigno amenazó con comenzar una nueva invasión, Daeron consiguió lo que todos ellos no consiguieron, mediante la inteligencia y la diplomacia. Daeron pactó con su cuñado, Maron Martell la integración pacífica de Dorne en los Siete Reinos. Ello es algo que sin duda a nuestros ojos engrandece la figura de Daeron y le pone al nivel de otros grandes reyes, como Jaehaerys el Sabio, el abuelo de Daeron, Viserys II, o su nieto Aegon V. De hecho, me atrevo a aventurar que Daeron tuvo como referente a su abuelo Viserys, quien dedicó su reinado a fomentar el comercio y reformar las estructuras e instituciones de Poniente, haciéndolas mucho más competentes.
Como ya he dicho, es indudable que Daeron era un gran rey. O al menos es indudable para nosotros, porque los antiguos partidarios del rey Aegon no lo tenían muy claro. Ellos no podían amar a un rey culto y refinado, más entregado a hacer fuerte el reino gobernándolo desde la Fortaleza Roja y no dirigiendo un ejército. Esto no es nada nuevo. Ya he hablado en las anteriores entregas lo importante que es para un rey medieval ganarse el respeto de sus súbditos, y especialmente, que lo haga en el campo de batalla, pues Poniente es una sociedad feudal y militarizada, en la que la autoridad solo se justifica en el poder militar, no por el cómo gobierne quien porta la corona, y que entiende la virtud marcial como una función tradicional del liderazgo. El heredero del Conquistador, Aenys, tuvo grandes problemas porque el reino no le veía como el guerrero que fue su padre. Algo parecido fue lo que le ocurrió a Daeron.
Era obvio que Daeron no era un guerrero: era débil físicamente, largo y delgaducho, lo que dificultaba que destacase en el oficio de las armas, lo cual obviamente contribuyó a su personalidad pacífica. También era obvio que era más inclinado a escuchar a los maestres y septones que a cualquier otro, lo que le alejaba aun más de aquel sector. Pero no fue eso «lo peor»: Daeron no solo había introducido a Dorne de vía pacífica, también había introducido dornienses en la corte, en el lugar privilegiado que antes habían ocupado los caballeros de Aegon IV que tanto odiaban a esos mismos dornienses. Estos pronto se resintieron del rey que había «entregado» su hermana al príncipe de Dorne al que todos deseaban hacer la guerra. Por muy inteligente que fuera su rey, no era un líder; a su juicio era un hombre débil. Algo que podría parecer absurdo para otros, pero fundamental por aquel entonces.
Esa necesidad de demostrar la capacidad militar para todo monarca no es algo de lo que Maquiavelo no advirtiera en su obra. Cosa de la que Martin se encargará de reflejar fielmente en su obra, poniéndolo en la boca de sus personajes (concretamente, en la desfigurada boca de Sandor Clegane).
Un príncipe no debe tener otro objeto ni pensamiento ni preocuparse de cosa alguna fuera del arte de la guerra.
[…]
Un príncipe que, aparte de otras desgracias, no entienda de cosas militares, no puede ser estimado por sus soldados ni puede confiar en ellos.
el príncipe
Este mundo lo rigen el acero afilado y los brazos fuertes. No creas a quien te diga lo contrario.
choque de reyes, sansa iv
Y bien, como ya sabemos por lo que he venido apuntando en otras entregas, podemos saber que advertirá Maquiavelo en El Príncipe sobre los gobernantes y el desprecio de los gobernados:
Trate el príncipe de huir de las cosas que le hagan odioso o despreciable, y una vez logrado, habrá cumplido con su deber y no tendrá nada que temer de otros vicios.
[…]
Hace despreciable el ser considerado voluble, frívolo, afeminado, pusilánime e irresoluto, defectos de los cuales debe alejarse como una nave de un escollo, e ingeniarse para que en sus actos se reconozca grandeza, valentía, seriedad y fuerza.
[…]
El príncipe que conquista semejante autoridad es siempre respetado, pues difícilmente se conspira contra quien, por ser espetado, tiene necesariamente que ser bueno y querido por los suyos.
[…]
En lo que se refiere a los súbditos, y a pesar de que no exista amenaza extranjera alguna, ha de cuidar que no conspiren secretamente, pero de este peligro puede asegurarse evitando que lo odien o lo desprecien y, como ya antes he repetido, empeñándose por todos los medios en tener contento al pueblo. (entendiendo aqui por «pueblo» todos los súbditos del rey, caballeros incluidos)
el príncipe
Veamos ahora como define al rey Daeron uno de sus contemporáneos:
—Sí, mi señor, pero… el rey Daeron era un buen hombre. ¿Por qué eligió a Daemon?
—Daeron… —la lengua de ser Eustace casi se trabó al pronunciarlo. Dunk se dio cuenta de que estaba medio borracho—. Daeron era un hombre esmirriado, de hombros caídos, con una barriguita que se balanceaba al caminar. Daemon tenía porte, orgullo y una barriga lisa y dura como un escudo de roble. Además sabía combatir. Con el hacha o la lanza o el mangual, no cedía ante ningún caballero que hayan visto mis ojos; con la espada, sin embargo, era el Guerrero personificado. Cuando el príncipe Daemon tenía en sus manos Fuego Oscuro, no había quién lo igualara. Ni Ulrick Dayne con Albor ni tan siquiera el Caballero Dragón con Hermana Oscura.
A un hombre lo conocerás por sus amigos, Egg. Daeron se rodeaba de maestres, septones y bardos. Siempre le susurraban mujeres al oído y su corte estaba llena de dornienses. ¿Cómo no iba a ser así, si había metido en su lecho a mujeres de Dorne y vendido a su propia y dulce hermana al príncipe de Dorne, aunque ella estuviera enamorada de Daemon? Daeron llevaba el mismo nombre que el Joven Dragón, pero cuando su esposa dorniense le dio un hijo, él puso al niño el nombre de Baelor, en honor al rey más débil que se haya sentado jamás en el Trono de Hierro.
la espada leal
Sin embargo, es fácil sospechar que quizá no se trate de simples coincidencias entre la filosofía de El Príncipe el universo creado por G.R.R.M. Ya sabemos que Martin no da puntada sin hilo, y por eso, en mi humilde opinión, el tremendo contraste entre el gobierno de Daeron II y los partidarios de los Fuegoscuro no es una simple anécdota en el complejo mundo de Canción de Hielo y Fuego o Los Cuentos de Dunk y Egg. Creo que G.R.R.M. utiliza este choque de concepciones para demostrar la contradicción entre lo que una persona de nuestro tiempo identificaría como un gran rey (y ahora me doy cuenta de que he empezado diciendo que Daeron es un gran rey), con lo que aquellos que vivieron en la Edad Media considerarían un rey modélico.
Como de reyes modélicos va el asunto, veamos ahora como pensaba el que es sin duda el mejor rey que ha existido en Poniente: Jaehaerys el Conciliador.
El maestre Culiper se acercó a Jaehaerys una noche, después de una jornada que había supuesto un duro esfuerzo y lo había dejado hecho polvo.
—¿Por qué os castigáis de esta manera, alteza? —preguntó—. El reino está en paz.
—El reino estaba en paz cuando murió mi abuelo —respondió el joven rey con una sonrisa—, pero mi padre no acababa de ascender al trono cuando se alzaron enemigos por doquier. Lo ponían a prueba para saber si era fuerte o débil, y a mí también me tantearán.
fuego y sangre, exceso de gobernantes
Pese a que no podía decirse que fuera un guerrero nato ni tuviera esa vocación por naturaleza, Jaehaerys entendió lo que significaba ser el rey de Poniente. Entendió que el rey de los Siete Reinos ha de ser rey de los maestres, rey de los septones, y también rey de los guerreros, sin que ninguna faceta pueda excluir a las otras. Jaehaerys entendió la importancia de las orejas largas de Ben Plumm. Daeron, desgraciadamente, no. Daeron se crió rodeado e interesado solo en la cultura y el conocimiento, aislándose de la concepción beligerante y marcial, imperante en los Siete Reinos. Fue eso lo que de alguna manera definió su personalidad, tanto de joven como una vez adulto. Fue eso lo que impuso a Poniente. Daeron no se puso las orejas largas. Daeron no dejó de ser él hasta su muerte.
Es posible (he de reconocer que no lo se todo) que Daeron identificase esa concepción con la corrupción del reinado de su padre. Y por ello, Daeron decidió refrescar su corte y su Consejo Privado únicamente por ellos que se correspondieran con su forma de gobernar: los maestres y septones. Nadie que empuñase espadas, sino que empuñase ideas, argumentos, gran capacidad y buenas intenciones. La intención de Daeron era sustituir la estructura feudal-militar de Poniente por una especie de sofocracia (el gobierno ejercido por los sabios). Por desgracia (porque la idea es buena), es que esa intención es exclusiva de Daeron. Creo que ninguno de los leales podremos dar por buenos los argumentos de Ser Eustace Osgrey, pero hay algo que no puede negarse: al ponerse la corona, Daeron decidió gobernar solo de una manera acorde consigo mismo, sin pararse a pensar en que podrían opinar aquellos que fueran contrarios a su carácter (o, si lo hizo, no lo tuvo nada en cuenta). Ya se ha hablado acerca de como a la hora de gobernar, el que toma el poder ha de saber renunciar a sus propias convicciones…
Todo hay que decirlo: nadie es «ferpecto». Quizá pueda disculparsele el que él no tuviera ni el físico ni el carácter de un guerrero…o quizá no. Daeron era un hombre sumamente inteligente, de eso no cabe duda. No creo que ignorase el «que dirán» de los caballeros de Poniente, pues era algo fácil de aventurar.Tampoco creo que no previera que pudiera surgir una rebelión por la facción contraria a su política, y por ello les ignoró. Algo que creo que era fácil de suponer, pues desde antes de ascender al trono ya se rumoreaba que era un bastardo.
Me atengo a la «navaja de Ockham», y pensaré que la opción más sencilla es la más probable: Daeron quizá pensó que podría contar sin más con la fidelidad de ese sector reaccionario a él mismo, o quizá ignoró el poder que podían tener, tanto en su propia corte como en todo el reino. Y aún hay que decir más: sabiendo que había quien pensaba que Daeron era un bastardo, sin ningún derecho al Trono de Hierro, no solo era muy ingenio, sino también muy irresponsable pensar que podía contar con su fidelidad:
Sin embargo, debe ser cauto en el creer y en el obrar, y no tener miedo de sí mismo, y proceder con moderación y prudencia, de modo que una excesiva confianza no le vuelva imprudente, y una desconfianza exagerada, intolerable.
el príncipe
¿Que habría sido lo más responsable que hubiera podido hacer? Tampoco es que Daeron se quedase mano sobre mano en éste sentido. Llevó a cabo una política matrimonial ingeniosa y eficiente. En lugar de seguir ligando a la dinastía Targaryen consigo misma en enlaces incestuosos, o seguir enlazando con los Martell u otras casas dornienses, trató de unir a todo el reino: casó a sus dos primeros hijos Baelor y Aerys, con dos Casas de las Marcas de Dorne (los Dondarrion y los Penrose), asegurando dividir una de las «áreas de influencia» del sector reaccionario, algo muy inteligente; a su tercer hijo, Rhaegel, con la Casa Arryn, y solo casó a su cuarto hijo, Maekar, con la Casa Dayne de Dorne. Quien sabe si hubiera podido funcionar esta política si hubiera casado también a sus nietos con otras casas, como los Lannister, Baratheon, Hightower, Lothson, Royce, Tarbeck… Nombres ilustres de Casas poderosas que hubieran infundido aun más respeto hacia la dinastía reinante y mayor temor a quienes se considerasen sus enemigos.
Pero aun así, era algo insuficiente: los matrimonios pueden ayudar a conservar un reino, pero no hacen que tus enemigos desaparezcan. ¿Que más debería haber hecho? Ya que la política de Daeron no era excluyente de ello, podría haber llenado su corte de caballeros fieles al trono, dando un mensaje en toda regla a sus enemigos, que además entenderían perfectamente. Obviamente eso no haría del rey un guerrero, pero al menos podría servir para fingir que comprende la esa ideología. Recordemos:
No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes, pero es indispensable que aparente tenerlas. Y hasta me atreveré a decir esto: que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas, útil.
el príncipe
Gormon Peake reconoce a los hijos de Daeron como guerreros que protegían al trono y la Casa Targaryen. ¿Porque no seguir con ésta práctica?. Quizá eso fuera lo único que hubiera podido ganarse el respeto de esa facción reaccionaria: ver a un rey dispuesto a ir a la guerra contra sus enemigos. Pero algo así era contrario a la concepción que Daeron
Los hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer, porque amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse, pero el temor es miedo al castigo que no se pierde nunca.
el príncipe
Aerys es débil. No es un guerrero, sino un hombre de libros. El pueblo llano apenas lo conoce y lo que sabe no le gusta. Sus señores todavía lo aman menos. Es verdad que su padre también era débil, pero cuando su trono peligró, tuvo hijos que salieron por él al campo de batalla. Baelor y Maekar, el martillo y el yunque…
el caballero misterioso
Creo que Daeron, pese a lo buen rey que fue (eso no lo pongo en duda, ojo), fue un hombre en cierta medida arrogante, que desde sus comienzos ya contaba con partidarios afines a su visión reformista. Por ello no se apartó del resto del reino, y fue por ello por lo que al llegar al trono ni comprendía a aquellos contrarios a su forma de gobernar ni comprendía lo que podían llegar a hacer aquellos que podían sentirse amenazados por sus reformas. Tampoco llegó a comprender que todas sus acciones serían enjuiciadas por todo el reino, como puede deducirse de los comentarios de Ser Eustace. Y si llegó a comprenderlo, no parece que le importase demasiado. Algo que en tiempos actuales puede parecernos en cierta medida lógico y natural (de hecho me recuerda a algunos gobernantes actuales…), pero no puede considerarse como algo responsable cuando eres un rey sin experiencia, capacidad o siquiera interés militar, en un Estado en el que los vasallos pueden reunir un ejército propio y varios dicen abiertamente que su rey es un bastardo sin derecho al trono. Si Aenys cometió el error de mostrarse débil ante su reino, Daeron cometió el mismo error por su arrogancia. Ese es su pecado capital, y no sus ambiciosas reformas.
Y al final acabó lo que tenía que pasar: todos los descontentos, enemigos del progreso que quería introducir Daeron, se unieron y coronaron a Daemon Fuegoscuro, para recuperar el poder del que tan bruscamente se habían visto desplazados, y asi comenzó una larga guerra que duró décadas. Muchos culpan de ello, y es obvio, que lo que determinó las Rebeliones Fuegoscuro fueron los errores de Aegon IV y la ambición de sus partidarios, pero quien sabe si no hubiera habido tales rebeliones y pudieran haberse ahorrado tantos derramamientos de sangre si Daeron hubiera tendido la mano hacia sus opuestos e intentar ganárselos, sin haber tenido que frenar por ello su transformación del reino.
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