Maquiavelo en Poniente
— Jar Jae III —
Canción de Hielo y Fuego tiene una gran variedad de inspiraciones literarias: en varias ocasiones ha citado entre ellas a la inmensa obra de J.R.R. Tolkien, o Los Reyes Malditos de Frances Maurice Dranosuon, asi como la historia universal, y la europea en particular, sobre todo de la Europa Medieval. Pero todos sabemos que tanto la saga como sus personajes tienen varias inspiraciones culturales y filosóficas. A veces son más directas (las semejanzas entre la Fe de Rhllor y el cristianismo y el mazdeísmo persa, sin ir más lejos), a veces lo son menos (Tyrion Lannister y «el rey sabio» de Platón). Pero al releer la saga vi varios reflejos de la obra de un famoso político y pensador florentino: Nicolás Maquiavelo.
Un radical frente al idealismo
Que Maquiavelo se deje pasar por la obra de Martin no debería sorprendernos. Poniente es un reino en el que la guerra, las conspiraciones y traiciones son lo cotidiano, y la paz la excepción. Algo así podría decirse de la Italia renacentista en la que vivió Maquiavelo. éste nació en el siglo XV, a caballo entre la Edad Media y la Moderna. Italia estaba fragmentada en varias ciudades-repúblicas(Venecia, Florencia, Pisa, Génova…), con gran semejanza a las Nueve Ciudades Libres de Essos. A estas se sumaban varias monarquías mucho más poderosas (Milán, Napolés e incluso Francia y España, así como los Estados Pontificios) que bien intervenían en los conflictos entre esas ciudades, o bien intentaban conquistarlas directamente. Más que el país que conocemos ahora, era más que un gran escenario de batalla.
En este escenario es donde aparece Maquiavelo. Fue testigo de los sucesivos cambios y la gran inestabilidad en que se sumía su ciudad natal, la ilustre Florencia, a la vez que desarrolló una labor de diplomático encomiable. En representación del gobierno florentino, tuvo que entrevistarse y conocer personalmente a todos los grades personajes de aquel tiempo: el Papa Alejandro VI y su hijo, Cesar Borgia; a los reyes Carlos VIII y Luis XII de Francia; al emperador Maximiliano de Alemania y al rey Fernando II de Aragón.
Tras el retorno al poder de la Casa Medici, Maquiavelo, acusado de conspiración, fue desterrado del poder, y además, torturado. Para intentar reconciliarse con Lorenzo II, le dedicó su obra más famosa: El Príncipe. En ella, partiendo de sus experiencias y su gran conocimiento histórico, o, como decía él: «un largo conocimiento de los asuntos contemporáneos y un estudio continuo del mundo antiguo», Maquiavelo daba una serie de consejos a todo gobernante sobre como actuar a la hora de regir su país, ya fuera reino o república.
El Príncipe ha pasado a la posteridad por inaugurar la modernidad en el pensamiento político. Durante la Edad Media, la filosofía política se inspiraba, por un lado, en las obras de Aristóteles, del siglo III A.C. (Antes de Cristo, no Antes de la Conquista), y por otro, en el pensamiento cristiano, concretamente la escolástica, cuyo mayor representante era Santo Tomás de Aquino. En lineas generales, puede decirse que la guía para el gobernante eran la virtud cristiana.
Maquiavelo cogió esa concepción y la tiró por la ventana como Jaime Lannister a Bran Stark. Él había visto como varios Estados entraban en guerra por las razones mas inverosímiles, sin importarle poco o nada las consecuencias a aquellos que los gobernasen. Había visto como los poderosos se derrocaban continuamente, sin más razón que su ambición personal. No había reyes que buscasen el Bien y evitasen el Mal a la hora de gobernar. Y lo que es más, había estudiado en profundidad la historia (sobre todo la historia de la Antigua Roma), y vio con claridad como en la inmensa mayoría de veces, ninguna de las reglas imperantes en la filosofía política de su época se cumplía. A la hora de gobernar, no podía diferenciarse nitidamente entre el bien y el mal. Desde esta visión Maquiavelo mostró la verdadera índole de la política, despojándola del utopismo que le había adjudicado la tradición cristiana medieval.
«Si un príncipe quiere mantener su dominio, debe estar preparado para no ser virtuoso, y hacerlo o no de acuerdo con la necesidad».
El Príncipe
Además, el contexto cultural en el que se movía Maquiavelo contribuyó mucho a la fama de su obra. Durante el Renacimiento (como todos sabréis), las ideas de la Iglesia (el «teocentrismo») perdieron terreno frente al retorno de los valores de la cultura grecolatina (la cual conocía de sobra el florentino), con una nueva forma de ver tanto al mundo como al ser humano (el «antropocentrismo»), en toda clase de ámbitos: las artes, la filosofía, las ciencias y, empezando gracias a Maquiavelo, la política. Una ruptura que nos puede recordar (o al menos me recuerda a mi) a la brutal diferencia entre la idílica fantasía de Tolkien y el brutal realismo de G.R.R.M. Él mismo lo explicará de la siguiente manera:
Quiero mostrar algo de la dureza de la historia real. Quiero reflejar algunas de las cosas que ocurrieron ahí también. Creo que la fantasía que ha habido antes que la mía tiene esa suposición no dicha de que si eres un buen hombre, serás un buen rey, o un buen príncipe. Esto se ve en la obra de Tolkien, donde al final Aragorn es el rey y solamente se dice que gobernó sabiamente durante cien años. Porque él es un buen hombre… Él es Aragorn, un buen tipo.Pero si te fijas en el mundo real, en la historia real, ser un buen tipo no es suficiente. ¿Cual era la política de impuestos de Aragorn?¿Cómo lidiaba cuando había una sequía y la gente se moría de hambre?¿Confiscaba la comida a los ricos y se la daba a los pobres?
No lo sé; nunca escuchamos sobre decisiones de gobierno que Aragorn tuviera que tomar. Y lo que quiero mostrar es que si te fijas en la historia real, algunos reyes son buena gente, pero se meten en problemas tratando de hacer buenas acciones, pues hacer buenas acciones aliena a grupos poderosos para quienes esas acciones no son particularmente buenas. Así que se alzan y se rebelan. Es difícil ser un gobernante, sea en la Edad Media o ahora. Quiero mostrar alguna de estas realidades y enseñar a la gente que hay elecciones muy difíciles en las que no es suficiente con decir «seré bueno y sabio y haré lo correcto». ¿Qué es lo correcto? Esa es la cuestión.
entrevista a g.r.r.m por alan yentob
Soy un gran admirador de Tolkien. Pero él era un hombre de una época distinta.
entrevista en el periódico, 09/05/2012
Ned Stark: una declaración de intenciones con patas
Ned Stark es uno de los personajes más identificables con la saga de Canción de Hielo y Fuego. No solo él mismo como personaje, sino también su trágico destino, que nos partió el corazón a todos y dio a la saga (y a la serie) el puesto que ocupa en la cultura popular (junto con muchos otros, como por ejemplo la Boda Roja). Pero igual de memorable de su historia es el camino que le llevó a las celdas de la Fortaleza Roja y, finalmente, a morir ejecutado por su propia espada.
Vaya ironía. La primera vez que vemos a Ned es a ojos de su hijo Bran, mientras decapita a un desertor de la Guardia de la Noche. Es decir, le vemos impartiendo justicia en nombre del Rey Robert, su amigo de juventud, para terminar muriendo por esa misma justicia del Rey (aunque un rey diferente). De hecho, en este momento ya tenemos una pista que ya nos revela el carácter de Lord Eddard y su pensamiento:
—El rey Robert tiene verdugos —dijo Bran, inseguro. No sabía la respuesta.
—Cierto —admitió su padre—. Igual que los Targaryen, que reinaron antes que él. Pero nuestras costumbres son las antiguas. La sangre de los primeros hombres corre todavía por las venas de los Stark, y creemos que el hombre que dicta la sentencia debe blandir la espada. Si le vas a quitar la vida a un hombre, tienes un deber para con él, y es mirarlo a los ojos y escuchar sus últimas palabras. Si no soportas eso, quizá es que ese hombre no merece morir.
juego de tronos, bran i
En la primera lectura es fácil pasarlo por alto, pero después de haber leído Juego de Tronos, y especialmente, después de haber conocido la corte de Desembarco del Rey, vemos un evidente contraste entre Ned y el resto del reino. Poniente (o, más bien, su gobierno) se está moviendo a pasos agigantados hacia una especie de Edad Moderna en la que ya no tienen cabida los antiguos valores ni aquellos que lo predican, ni mucho menos para las estrecheces morales. De hecho tenemos más pistas más adelante.
—Las únicas verdades que entiendo están aquí. El sur es un nido de víboras. Lo mejor es que ni me acerque1.
juego de tronos, catelyn ii
—Yo creía que el ardor no se correspondía con la personalidad de los Stark — siguió Meñique—. Aquí, en el sur, se dice que estáis hechos de hielo, y que os derretís si bajáis del Cuello.
juego de tronos, eddard iv
Nada peor para gobernar que venir desde el Norte cargado de prejuicios. Y pronto veremos como la personalidad de Ned Stark le ocasionará más de un problema. De hecho, no tardará demasiado a enfrentarse aun serio dilema:
—Te lo suplico, Robert —rogó Ned—, piensa bien qué dices. ¡Hablas de asesinar a una niña!
—¡Esa puta está preñada! —El rey descargó un puñetazo que resonó como un trueno sobre la mesa del Consejo—. Te avisé, Ned, te dije qué iba a pasar. Te lo dije durante el viaje, pero no me hiciste caso. Pues ahí lo tienes. Los quiero ver muertos, a la madre y al bebé, y al imbécil de Viserys también. ¿Te ha quedado claro? ¡Los quiero ver muertos!
[…]
—Entiendo vuestros escrúpulos, lord Eddard, os lo aseguro. No me satisface en absoluto traer ante el Consejo una noticia tan grave. Lo que estamos planeando es algo espantoso, repugnante. Pero los que dominan el mundo deben hacer a veces cosas así por el bien del reino… por mucho dolor que nos cause.
—A mí no me parece que sea tan complicado —dijo lord Renly encogiéndose de hombros—. Debimos matar a Viserys y a su hermana hace años, pero su alteza, mi querido hermano, cometió el error de hacerle caso a Jon Arryn.
—La misericordia no es nunca un error, lord Renly —replicó Ned—2
[…]
—En el pasado fui consejero del rey Aerys, y desempeñé mi cargo con la misma lealtad con la que ahora sirvo al rey Robert. No tengo nada contra esa niña, pero pregunto una cosa: si la guerra estallara de nuevo, ¿cuántos soldados morirían? ¿Cuántas ciudades arderían? ¿Cuántos niños se verían arrancados de los brazos de sus madres y perecerían en las puntas de las lanzas? —Se acarició la espesa barba blanca con un gesto de tristeza infinita, de infinito desánimo—. ¿No es más sabio, más bondadoso incluso, que muera Daenerys Targaryen para que puedan vivir decenas de miles de personas?
—No tomaré parte en un asesinato, Robert. Haz lo que quieras, pero no me pidas que le ponga mi sello.
juego de tronos, eddard v
Una escena que seguro que muchos recordamos. Si se lee detenidamente, vemos como Varys y Pycelle (a Renly le da pereza) tratan de fundar su decisión con argumentos utilitaristas: la muerte de una inocente salvará a miles. Es decir: el asesinato de Daenerys es un hecho vil, pero necesario para el bienestar de la mayoría, y tal y como dice Varys, los que gobiernan deben actuar tal y como exija el bien del reino, aunque sus actos puedan ser horribles a los ojos de otros. En cambio Ned ni siquiera se esfuerza en dar argumento alguno: su moral es absoluta, taxativa, maniqueista y no admite ningún debate ni excepción.
Sobre este aspecto, Maquiavelo afirmó lo siguiente:
Pues un hombre que en todas partes quiera hacer profesión de bueno, es inevitable que se pierda entre tantos que no lo son. Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo con la necesidad.
el príncipe
La misericordia fue, sin duda, el error fatal de Ned. Pues, tras saber que los hijos de Robert no son en verdad suyos, sino fruto de la relación incestuosa de la reina Cersei y su hermano Jaime Lannister, y por tanto, el legítimo heredero del trono no es Joffrey, sino Stannis (alguien con una moral semejante a la de Ned, aunque irónicamente mucho más inmisericorde al aplicarla). Antes de ponerlo en conocimiento del Rey Robert, su clemencia le hace decírselo a Cersei.
—Para empezar —dijo Ned—, yo no mato niños. Sería mejor que me escucharais, mi señora. Solo os lo diré una vez. Cuando el rey vuelva de la cacería, voy a decirle toda la verdad. Para entonces ya deberéis estar lejos con vuestros hijos. Y no en Roca Casterly. Yo que vos tomaría un barco hacia las Ciudades Libres, o más lejos aún, hasta las islas del Verano o el Puerto de Ibben. Tan lejos como os pueda llevar el viento.
[…]
—¿No contáis con mi ira, lord Stark? —preguntó la reina con tono suave mientras se levantaba.
juego de tronos, eddard xii
Por muy honorables que puedan parecernos sus intenciones, hay que pararse a pensar en sus acciones. ¿Podría alguien explicarme que sentido tiene decirle a un enemigo, con antelación, no solo que pretendes alzarte en rebelión y arrebatarle todo su poder, sino también obligarle al exilio y poner en riesgo su vida y la de sus hijos? Mas aún cuando ese enemigo, Cersei, tiene mucho más poder e influencia en Desembarco del Rey (y en Poniente, por ser hija de Tywin Lannister) que el propio Eddard. Cosa que le reprochará Varys más adelante.
—¿Qué ataque de locura os hizo decirle a la reina que sabíais la verdad sobre el origen de Joffrey?
—La locura de la piedad —admitió Ned.
—Ah —dijo Varys—. Claro. Sois un hombre sincero y honorable, lord Eddard. A veces se me olvida. He conocido a tan pocos en mi vida… —Echó un vistazo a la celda—. Al ver adónde os han traído la sinceridad y el honor, lo comprendo.
juego de tronos, eddard xv
Cuando, obligado por las circunstancias, decide conspirar contra los Lannister en defensa de la legalidad (y, obviamente, de la moral), vemos de nuevo como rechaza una decisión mucho más beneficiosa y pragmática del siempre pragmático Petyr Baelish (que, obviamente, tiene su propio interés oculto en todo ello).
—Stannis no puede llegar al trono sin vuestra ayuda. Si sois listo, os cercioraréis de que Joffrey sea el sucesor.
—¿Es que no tenéis ni un ápice de honor? —Ned se quedó mirándolo.
—Un ápice sí, claro —replicó Meñique en tono ligero—. Pero prestad atención. Stannis no es amigo mío, y tampoco vuestro. Ni siquiera sus hermanos lo soportan. Ese hombre es de hierro, duro e implacable. Elegirá una nueva mano
y un nuevo Consejo, no os quepa la menor duda. Oh, desde luego os dará las gracias por entregarle la corona, pero no por ello os tendrá aprecio. Y su ascenso al trono nos llevará a la guerra. Stannis no podrá estar seguro de su reino mientras vivan Cersei y los bastardos. ¿Y pensáis que lord Tywin se quedará tan tranquilo mientras le toman las medidas a la cabeza de su hija para clavarla en una pica? Roca Casterly se alzará en armas, y no serán ellos solos. Robert supo perdonar a los que le juraron lealtad de entre los que sirvieron al rey Aerys. Stannis no es tan
generoso. No habrá olvidado el asedio de Bastión de Tormentas, y lord Tyrell y lord Redwyne no se atreverán. Cada uno de los hombres que luchó bajo el estandarte del dragón, o se alzó con Balon Greyjoy, tendrá motivos para temerlo. Sentad a Stannis en el Trono de Hierro, y os aseguro que el reino sangrará
»Y ahora, pensad en la alternativa. Joffrey no tiene más que doce años, y Robert ha puesto la regencia en vuestras manos, mi señor. Sois la mano del rey y el Protector del Reino. Tenéis el poder, lord Stark. Solo hace falta que estiréis la mano para cogerlo.
[…]
—No se trata de una opción. Stannis es el heredero
juego de tronos, eddard xiii
Finalmente, como todos conocemos, Ned confía en Meñique para que le provea de la Guardia de la Ciudad mediante un soborno (aunque a tal acto él le parezca repulsivo), y, llegado el momento… Meñique le traiciona. Pero eso no debería de sorprendernos, pues tanto nosotros como el propio Ned tenemos razones de sobra para no confiar ni por un segundo en cualquier palabra que salga de la boca de Petyr Baelish:
—Lord Petyr —empezó Ned—. Os… os agradezco vuestra ayuda. Quizá me equivocaba al desconfiar de vos.
—Tardáis mucho en aprender, lord Eddard. —Meñique se pasó los dedos por la barbita puntiaguda—. Desconfiar de mí ha sido lo más inteligente que habéis hecho desde que desmontasteis al llegar.
juego de tronos, eddard v
Mientras sus hombres morían en torno a él, Meñique sacó el puñal de Ned de la funda y se lo puso bajo la barbilla. Esbozó una sonrisa de disculpa.
—Os lo advertí. Os advertí que no confiarais en mí.
juego de tronos, eddard xiv
De nuevo, Maquiavelo le hubiera reprendido por sus actos (o, más bien, le habría golpeado con una vara hasta meterle algo de sentido común en esa cabeza norteña tan honorable), pues, según él:
Sin embargo, debe ser cauto en el creer y en el obrar, y no tener miedo de sí mismo, y proceder con moderación y prudencia, de modo que una excesiva confianza no le vuelva imprudente, y una desconfianza exagerada, intolerable.
el principe
Y, finalmente, para cuando Ned termina en el Septo de Baelor traicionando su honor, su palabra y a su difunto amigo Robert reconociendo a Joffrey como rey legítimo de Poniente para salvar la vida de su familia, Joffrey decide arbitrariamente hacer «justicia» y ejecutar a Lord Eddard Stark para demostrar al reino su autoridad. Así es como termina el último hombre honorable de Poniente. Porque en Poniente, el honor caduca rápido -o se derrite- debajo del Cuello.
Y como conclusión, no hay nada mejor que la siguiente frase de, precisamente, el responsable de la muerte de Ned, Petyr Baelish:
—¿Es ciego o solamente estúpido?
—Es honorable. Algunas veces significa lo mismo.
vientos de invierno, alayne i
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