Volvemos de nuevo con una nueva entrega de los ensayos en los que un leal servidor analiza a los personajes de Canción de Hielo y Fuego desde la óptica de una de las grandes influencias de GRRM: la famosa obra de Nicolás Maquiavelo, El Príncipe. Como ya he venido contando, en este ensayo, el diplomático florentino separa radicalmente las visiones idealistas y hasta utópicas que venían rigiendo la filosofía política hasta el Renacimiento, acercando el pensamiento político de aquel entonces a situaciones reales con hombres y pueblos reales; cuyas conductas, decisiones y acciones, generalmente no responden necesariamente a la moral sino a las leyes del poder.

En esta ocasión he de decir que para mí se trata de una edición especial de estos ensayos. Hoy vengo a hablaros de nada menos que del mismísimo Stannis. Stannis Baratheon es, en mi opinión, uno de los personajes más interesantes de Canción de Hielo y Fuego. En su concepción se encuentran trazas de personajes históricos y ficticios de lo más variopintos: desde el emperador Tiberio por su gran apatía, el emperador Domiciano por su personalidad despótica, hasta el  implacable Javert de Los miserables  o incluso Rorschach de Watchmen  por su profundo sentido de la justicia a la vez que su inflexibilidad. No obstante, tampoco es que despierte muchas simpatías ni a los demás personajes ni a demasiados lectores (o al menos entre estos genera gran división). Como luego iré desarrollando, viene a ser la encarnación de la justicia en un mundo en el que la injusticia campa a sus anchas, y eso le hace parecer un hombre blanco e inmaculado. Pero en realidad él no es así. Defiende la justicia por encima de todo; no porque entre dentro de sus ideales, sino porque es su manera de ver el mundo. El mundo será justo o no será, podría oírsele decir. Sin embargo, ya veremos ocasiones en las que el pragmatismo se cruza ante sus ojos, y ahí no podrá decirse que siga siendo un personaje intachable.


Maquiavelo en Poniente

— Jar Jae III —


Stannis Baratheon, puño de hierro, (sin) guante de seda

Stannis Baratheon como Azor Ahai

Stannis Baratheon, por Kazuo Miyahara

La persona

Stannis nace en el año 264 D.C. como el hermano mediano de los tres hijos de Lord Steffon Baratheon y Cassana Estermont. Debido a la temprana muerte de sus padres en un accidente marítimo (que él mismo vio y le marcó para toda su vida), Stannis ha crecido solo, sin confianza en ninguna otra persona (ni siquiera su familia) con la sola excepción de Ser Davos Seaworth, ni fe en ningún dios. Eso le convierte en una persona extremadamente distante hacia los demás e incapaz de apreciar las consecuencias de tal falta de empatía. De hecho, es algo que ni siquiera parece importarle demasiado. La única persona que ejerce influencia sobre él durante esos años fue el maestre Cressen, que servía en Rocadragón. Es de su parte de quien recibimos la primera impresión directa de Stannis.

—Stannis jamás había aprendido a suavizar las palabras para fingir o adular. Decía lo que pensaba, sin que le importara lo más mínimo cómo afectaba aquello a los demás—.

choque de reyes, prólogo

 

Además, la relación con sus hermanos no es que fuera le mejor. Viendo cómo sus hermanos Robert y Renly hacían amigos y gozaban de una popularidad arrolladora con la más mínima facilidad, Stannis desarrolló un complejo de inferioridad hacía su hermano Robert y un hondo desprecio hacia su hermano Renly por el talento de ambos para ganarse el amor de cualquier persona.

—Alteza, vuestro hermano…
—Todos sabemos qué habría hecho mi hermano —interrumpió el rey—. Robert habría galopado él solo hasta las puertas de Invernalia, las habría derribado con su martillo y luego habría avanzado a caballo entre los cascotes para matar a Roose Bolton con la mano izquierda y a su bastardo con la derecha. —Stannis se puso en pie—. Yo no soy Robert, pero marcharemos y liberaremos Invernalia…, o moriremos en el intento.

—Habéis cometido un error, mi señora —le dijo—. No le mencionéis nunca a Robert.
« Tendría que habérmelo imaginado. —Asha sabía muy bien cómo funcionaban las cosas con los hermanos pequeños. Recordó a Theon de niño: un chiquillo tímido que se debatía entre el terror y la admiración que sentía hacia Rodrik y Maron—. Nunca lo superan. El hermano pequeño puede vivir cien años, pero toda su vida continuará siendo el hermano pequeño»

danza de dragones, el trofeo del rey

—Las elecciones de R’hllor son extrañas. —El rey hizo una mueca, como si hubiera probado algo desagradable—. ¿Por qué yo y no mis hermanos? Renly y su melocotón… En mis sueños veo como le corre el jugo por la boca y la sangre por la garganta. Si hubiera cumplido con su deber como hermano, habríamos aplastado a lord Tywin. Una victoria de la que hasta Robert habría estado orgulloso. Robert… —Rechinó los dientes de un lado al otro—. También sueño con él. Lo veo riendo, bebiendo y fanfarroneando. Eran las cosas que mejor se le daban. Bueno, también pelear. Nunca lo pude superar en nada. El Señor de Luz tendría que haber elegido como campeón a Robert. ¿Por qué a mí?

tormenta de espadas, davos iv

—Sigue siendo un niño. —La furia de Stannis resonaba en la estancia vacía—. Un niño ladrón que quiere robarme la corona. ¿Qué ha hecho Renly en su vida para ganarse un trono? Se sienta en el Consejo y bromea con Meñique, y en los torneos luce una armadura espléndida y deja que cualquiera más fuerte lo derribe del caballo. A eso se reduce mi hermano Renly, que se cree digno de ser rey. ¿Por qué me castigaron los dioses con estos hermanos?

choque de reyes, prólogo

 

Todo ese resentimiento que Stannis acumula hacia sus hermanos le impide ver que lo que les echa en cara no es sino un gran talento del que él carece y que le sería de gran ayuda a la hora de ganar apoyos, tanto en la guerra que ha de librar contra prácticamente todo el reino como durante su reinado. Pero, dado su aislamiento personal, es incapaz de la necesidad que tiene de emular a sus hermanos a la hora de ganarse el amor de sus súbditos, pese a que ellos (o al menos Robert, porque lo que es Renly…) han hecho sus méritos para ganarse el afecto del reino.

Y aunque no es posible seguir exactamente el mismo camino ni alcanzar la perfección del modelo, todo hombre prudente debe entrar en el camino seguido por los grandes e imitar a los que han sido excelsos, para que, si no los iguala en virtud, por lo menos que se les acerque.

el príncipe

 

No se queda ahí la cosa, sino que Stannis despliega el mismo desprecio hacia los vasallos sobre los que pretende reinar: sus propios súbditos. Y es por ello que ni siquiera llega a considerar ganarse su amor, para su desgracia.

—Los reyes no tienen amigos —replicó Stannis con aspereza—. Solo súbditos y enemigos.

choque de reyes, catelyn iii

—Charláis como urracas, y decís las mismas tonterías que ellas. Guardad silencio de una vez. —El rey miró a Davos—. Cabalgad conmigo, ser Davos.

Davos advirtió las miradas de los demás al pasar entre los señores menores para ir a reunirse con el rey. No eran caballeros de la cebolla, sino hombres orgullosos, de casas con nombres de rancio abolengo. Se imaginaba que Renly jamás los habría amonestado de aquella manera. El más joven de los Baratheon tenía un talento innato para la cortesía, talento del que su hermano Stannis, por desgracia, carecía

choque de reyes, davos ii

—Vos me dais un lugar de honor en vuestra mesa. Y, a cambio, y o os doy la verdad. Vuestro pueblo no os amará si le arrebatáis los dioses que ha adorado desde siempre, y a cambio le dais a este, cuyo nombre casi ni puede pronunciar.

—R’hllor. —Stannis se levantó bruscamente—. ¿Por qué les parece tan difícil? ¿Dices que no me amarán? ¿Y cuándo me han amado? ¿Cómo puedo perder algo que nunca he tenido? 

choque de reyes, davos i

 

Por su peculiar personalidad, no advierte el daño que esa actitud hace hacia su causa. Cosa que, para su desgracia, sí advierten sus enemigos.

—Stannis exige las espadas y la plata de Puerto Blanco, y a cambio ofrece… La verdad, nada. —Algún día tendría que encenderle una vela al Desconocido por llevarse a Renly y dejar a Stannis. De haber sido al revés, la vida se le habría complicado mucho—.

festín de cuervos, cersei iv

 

Ilustración de Stannis Baratheon por Joshua Cairos

Stannis Baratheon, por Joshua Cairos en ArtStation

De manera que con Stannis tenemos un rey que, claramente, desprecia a la gran mayoría de las demás personas, siendo casi indiferente a sus opiniones, sus circunstancias, sus necesidades. Un rey al que no le importan en  aquellos sobre los que reina: solo pretende hacer justicia, o mejor dicho, imponerla. En mi opinión, eso no solo le resta apoyos, sino que le convierte en un mal candidato al Trono de Hierro 1.

¿Que podrían pensar de él sus súbditos (siempre tan dispuestos a pensar lo peor de sus señores) pasados los años? Lo más natural sería devolverle el mismo desprecio que él demuestra. Veamos qué nos dice Maquiavelo acerca del desprecio de aquellos a los que gobierna el príncipe:

Trate el príncipe de huir de las cosas que lo hagan odioso o despreciable…

[…]

No obstante, el príncipe debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio

el príncipe

 

Procedamos a compararle con su hermano Renly. Ya dejé claro (bueno, o eso creo) que a Renly no le importa lo más mínimo el reino, pero tiene el talento necesario para demostrar lo contrario a todos aquellos que le siguen (y precisamente es por eso por lo que consigue que le sigan). En cambio, Stannis no pretende esforzarse, ni siquiera  planteárselo. Él es el rey por derecho, y los demás no pueden reprocharle nada. Y si pudieran, no importa nada en absoluto.

Sin embargo, una cosa es obvia: Stannis gana seguidores. Pocos, pero los tiene. ¿Cómo puede ser que una persona así tenga apoyo? En primer lugar, cuenta con los escasos vasallos de Rocadragón, que solo le apoyan por ser su señor feudal. Después, consigue el apoyo de parte de aquellos que siguieron a su hermano (a los que no tardará en perder tras la derrota en el Aguasnegras), para después recuperar un nuevo ejército en el Norte 2. Él mismo nos lo explica:

Tienes un padre bastante listo, Devan —le dijo el rey al muchachito que estaba de pie junto a él—. Me dan ganas de tener a mi servicio más contrabandistas y menos señores. Aunque en una cosa te equivocas, Davos. Sí es necesario tomar la fortaleza. Si dejo a mis espaldas Bastión de Tormentas sin tomarlo, se dirá que he sufrido una derrota. Y no lo puedo permitir. Los hombres no me aman como amaban a mis hermanos. Me siguen porque me tienen miedo… y la derrota acabaría con el miedo. El castillo debe caer. —Le rechinaron los dientes—.

choque de reyes, davos ii

 

Stannis se gana a sus hombres no por amor, sino por temor a que resulte el vencedor en la Guerra de los Cinco Reyes. No es para menos, pues Stannis tiene una gran reputación como líder militar, pues con poco más de veinte años ya demostró no solo un gran talento en la batalla sino también una determinación férrea que se la reconocen incluso sus enemigos:

Por muchas dudas que albergaran los señores, los soldados parecían tener fe en su rey. Stannis había derrotado a los salvajes de Mance Rayder en el Muro y había desterrado de Bosquespeso a Asha y los hijos del hierro. Era hermano de Robert, el vencedor de la famosa batalla marítima de isla Bella, el hombre que había defendido Bastión de Tormentas durante toda la rebelión de Robert. Y esgrimía un arma de héroe, la espada encantada Dueña de Luz, cuyo brillo iluminaba la noche.

danza de dragones, el trofeo del rey

—Siempre he tenido la sensación de que Stannis era más peligroso que todos los demás juntos —contestó su padre con el ceño fruncido—…

juego de tronos, tyrion ix

Lo cierto era que Renly Baratheon no preocupaba a Tyrion ni la mitad que su hermano Stannis. El pueblo quería a Renly, pero jamás había guiado un ejército a la guerra. Stannis era diferente: duro, frío, inexorable.

choque de reyes, tyrion iv

—¿Acaso perdisteis también el cerebro cuando Tyrion os afeitó la barba? Estamos hablando de Stannis Baratheon. Ese hombre luchará hasta el final, y ni siquiera entonces se detendrá.

tormenta de espadas, jaime ix

 

Como ya sabemos (o eso espero), Maquiavelo concede un importante papel, tanto al miedo hacia un gobernante como a la habilidad militar.

Los hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer, porque amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse, pero el temor es miedo al castigo que no se pierde nunca.

Un príncipe no debe tener otro objeto ni pensamiento ni preocuparse de cosa alguna fuera del arte de la guerra.

Un príncipe que, aparte de otras desgracias, no entienda de cosas militares, no puede ser estimado por sus soldados ni puede confiar en ellos.

el príncipe

 

Stannis Baratheon, por Alexandre Dainche para Fantasy Flight Games

Sin embargo, el temor a Stannis es un arma de doble filo, ya que es la única razón por la que le apoyan la mayoría de sus seguidores. Tras la estrepitosa derrota en la batalla del Aguasnegras (gracias a una «alianza de traidores» de los Lannister y los Tyrell, como las que él mismo rechaza), sus banderizos no se lo piensan dos veces y deciden abandonarle a su suerte, jurando lealtad a los victoriosos Lannister. Quizá si Stannis hubiera hecho algo por consolidar su apoyo, hubiera podido salvar los muebles. Pero eso era demasiado pedir para él.

Me atrevo a decir que algo parecido podría decirse de sus partidarios norteños: ellos no se han unido a él en su reclamo al Trono de Hierro, sino que no hacen más que utilizarle para derrocar a los Bolton en Invernalia; pero en realidad Stannis no es nadie para ellos. Y es más: en mi opinión, los Hombres de la Reina le siguen no en apoyo a su pretensión al trono. Ellos solo siguen a la batalla a Azor Ahai, y por tanto son más adeptos a la fe de R’hllor que al rey cuyos estandartes ondean. Diría que los Hombres del Rey (la facción contraria a los fanáticos de R’hllor en la corte de Rocadragón) son los únicos que realmente apoyan a Stannis considerándole su auténtico rey. Para los demás no es un rey, solo una pieza más a utilizar.

Entre la justicia y el pragmatismo

Stannis puede ser inflexible, pero eso no hace que sea estúpido. Sabe que no le es fácil ganar adeptos con su especial forma de ser, pero eso no le hará cambiar ni siquiera un ápice. Él es la justicia. Es ese, y no otro motivo el que le lleva a ir a la guerra reclamando el Trono de Hierro.

—No se trata de que lo quiera o no. El trono me corresponde como heredero de Robert. Es la ley. Después de mí deberá pasar a mi hija, a menos que Selyse me dé por fin un hijo varón. —Pasó tres dedos por la superficie de la mesa, por las capas de barniz liso y duro oscurecido por los años—. Soy el rey. No tiene nada que ver con lo que quiera. Tengo un deber para con mi hija. Para con el reino. Hasta para con Robert.

[…]

—Yo llevaré la justicia a Poniente. […]

tormenta de espadas, davos iv

Los hermanos del rey son los que quitan el sueño a Cersei, sobre todo Lord Stannis. Es él quien tiene derecho al trono, sus proezas como comandante en el campo de batalla son de todos conocidas, y no conoce la piedad. No hay criatura en la tierra tan aterradora como un hombre justo…

juego de tronos, eddard xv

 

Es por eso por lo que no se plantea hacer nada que sea del agrado del resto de señores. él cumple con su deber, igual que debe hacer el resto del reino, sin que quepa ninguna excusa que les redima de responsabilidad. Stannis impone su propia concepción de la justicia absoluta acerca de la justicia al resto de Poniente, lo cual no hace sino aislarle más del resto del reino en una especie de auto-exilio involuntario. No solo le aísla, sino que le obliga a emprender la guerra contra todos aquellos que no le han apoyado (osea, casi todo el reino).

—Si tenéis intención de haceros a la mar, es imprescindible que hagáis causa común con lord Stark y lady Arryn…
—No voy a hacer causa común con nadie —replicó Stannis Baratheon.

choque de reyes, prólogo.

 

Esa es la gran cuestión a resolver sobre la conveniencia de Stannis como Rey de los Siete Reinos. Prácticamente nadie le ha apoyado en su pretensión al trono inicialmente. Los demás reyes de la guerra (Joffrey, Robb Stark, Renly e incluso Balon Greyjoy) han contado con muchos más partidarios entre las grandes y menores Casas de Poniente. Por esa razón, si Stannis llegase al trono, su imperturbable sentido de la justicia le llevaría a hacer pagar a todas y cada una de las Casas que decidieron no apoyarle el precio de la traición.

—Yo llevaré la justicia a Poniente. De la justicia, ser Axell entiende tan poco como de la guerra. Con isla Zarpa no ganaría nada… y, como vos habéis dicho, sería una canallada. Celtigar tiene que pagar el precio de la traición en su persona, y así será cuando yo reine. Todo hombre cosechará lo que haya sembrado, desde el más alto señor hasta la más ínfima rata de cloaca. Os garantizo que algunos perderán mucho más que la punta de los dedos. Han hecho sangrar a mi reino; eso no lo voy a olvidar.

tormenta de espadas, davos iv

 

No hace falta que os diga lo que nos dice Maquiavelo lo que le conviene a un monarca enfrentarse a todo su reino.

Por lo tanto, un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos, porque con pocos castigos ejemplares, será más clemente que aquellos que, por excesiva clemencia, dejan multiplicar los desórdenes, causa de matanzas y saqueos que perjudican a toda una población, mientras que las medidas extremas adoptadas por el príncipe sólo van en contra de uno.

el príncipe

 

Sin embargo, Stannis también demuestra pragmatismo en otros aspectos. Mientras que la justicia y no olvidar las afrentas de los señores rebeldes es un límite insuperable para su pretensión al trono, el rey en Rocadragón sí que demuestra una astucia al dejarse ayudar por la misteriosa Melisandre de Asshai.

—Si no creéis en ningún dios…
—¿… por qué me molesto con este nuevo? —Stannis terminó la frase por él —. Yo también me lo he estado preguntando. Sé poco acerca de los dioses, y me interesan aún menos, pero la sacerdotisa roja tiene poder.
«Sí, pero ¿qué clase de poder?».
—Cressen tenía sabiduría.
—Confié en su sabiduría y en tus artimañas, contrabandista, ¿y de qué me sirvieron? Los señores de la tormenta te devolvieron con las manos vacías. Acudí a ellos suplicando y se burlaron de mí. Pues se acabaron las súplicas y también las burlas. El Trono de Hierro me corresponde por derecho, pero ¿cómo lo voy a tomar? Hay cuatro reyes en el reino, y tres de ellos tienen más hombres y más oro que yo. Yo, en cambio, tengo naves… y la tengo a ella. A la mujer roja. ¿Sabías que muchos de mis caballeros tienen miedo hasta de pronunciar su nombre? Aunque no pudiera hacer otra cosa, no se puede desdeñar a una hechicera capaz de inspirar semejante temor en los hombres. Un hombre asustado es un hombre vencido. Y quizá pueda hacer más cosas. Pienso averiguarlo.

choque de reyes, davos i

 

Melisandre y Stannis quemando las estatuas de Los Siete en Rocadragón, por Magaly Villeneuve

Stannis comprende el poder que alberga Melisandre y la fe de R’hllor y decide utilizarla en beneficio de su causa, pese a que él no cree en R’hllor. Decide hacer un pacto con fuerzas que él en realidad no comprende ni le interesan. Sin embargo, para su desgracia, Melisandre acabará creando una serie de adeptos dentro de la corte en Rocadragón: los fanáticos conocidos como «hombres de la reina» (pues entre ellos se encuentra la misma reina, Selyse Florent). Stannis no se percata de que Melisandre, ya sea voluntariamente o no, ha creado una especie de «contrapoder» que le sigue más a ella que a su mismo rey. Ya que él no cree en dios alguno, y pese a que advierte el poder de Melisandre, no parece importarle demasiado lo que ocurra  entre sus señores y sus dioses; pese a que los Hombres de la Reina se han atrevido incluso a quemar vivos a nobles que han retirado su apoyo a Stannis. Sin embargo, parece que no tolera los fanatismos durante la campaña. Parece que Stannis da preferencia a no quemar a aquellos que luchan por él, sin importarle lo que ocurra con aquellos que no lo hacen, y pese a lo que aquello pueda parecer a ojos de aquellos sobre los que reina. 

—Eres un contrabandista de cebollas; ¿qué sabes de acechar y apuñalar? Y enfermo como estás, ni siquiera puedes sostener el puñal. ¿Sabes qué te ocurrirá si te atrapan? Mientras nosotros ardíamos en el río, la reina quemaba traidores. Los llamó sirvientes de las tinieblas, pobrecillos, y la mujer roja cantaba mientras encendían las hogueras.
«Lo sabía —pensó Davos sin sorprenderse—, lo sabía antes de que me lo contara».
—Sacó de las mazmorras a lord Sunglass —aventuró Davos—, y a los hijos de Hubard Rambton.

tormenta de espadas, davos ii

—Los antiguos dioses del norte han enviado esta tormenta —añadió Godry el Masacragigantes—. Solo R’hllor puede ponerle fin. Tenemos que sacrificarle un infiel.
—La mitad de mi ejército se compone de infieles —fue la réplica de Stannis—. Aquí no se quemará a nadie. Rezad con más ahínco

danza de dragones, el trofeo del rey.

 

Stannis demuestra de nuevo su utilitarismo en otra ocasión relacionada con el poder de R’hllor. Si volvemos a la primera entrega de ésta serie, vemos como Ned Stark y el Consejo Privado del rey Robert se enfrentan al siguiente dilema: ¿deben (y si deben, ¿pueden?) ordenar el asesinato de Daenerys Targaryen para prevenir una nueva guerra antes de que comience? Mientras que Ned Stark lo niega rotundamente,  el resto argumentan que es lo mejor para el reino, porque su deber no es para con ellos mismos, sino para con los Siete Reinos (aunque después hagan todo lo contrario, pero eso no quita fuerza a su argumento). Están obligados a hacer lo que sea necesario para el bien de Poniente, sin importar lo horrible que pueda ser.

Un dilema parecido se le presenta a Stannis con su sobrino bastardo, Edric Tormenta, cuando Melisandre le asegura que sacrificándole a R’hllor, su sangre de rey hará que despierten los dragones de piedra de Rocadragón; algo que podría asegurar la victoria de Stannis. De esta forma, Stannis conseguiría al fin cumplir con su deber y unificar Poniente bajo su corona, aunque ello deba ser subiendo a un trono manchado con la sangre de un niño inocente gracias a magia de sangre. 

—Edric… —empezó.

—¡No es más que un chico! Podría ser el mejor muchacho que jamás haya pisado la tierra, y tampoco tendría importancia. Mi deber es para con el reino. — Barrió con la mano la Mesa Pintada—. ¿Cuántos muchachos viven en Poniente? ¿Cuántas niñas? ¿Cuántos hombres, cuántas mujeres? Ella dice que la oscuridad los devorará a todos, que caerá la noche que no acaba jamás. Habla de profecías… un héroe renacido en el mar, dragones vivos que nacen de la piedra muerta… Habla de señales y jura que todas apuntan hacia mí. Yo no pedí esto, igual que no pedí ser rey. Pero ¿puedo echar en saco roto lo que me dice? — Rechinó los dientes—. Nosotros no elegimos nuestro destino, pero tenemos… tenemos que cumplir con nuestro deber, ¿no? Grandes o pequeños, tenemos que cumplir con nuestro deber.  […] Si Joffrey muriera… ¿qué importaría la vida de un chico bastardo comparada con la de un reino?

tormenta de espadas, davos v

—Yo no pedí esta corona. —Stannis volvió a apretar los dientes—. El oro es frío y me pesa en la cabeza, pero mientras sea el rey tengo un deber. Si he de sacrificar a un niño en las llamas para salvar a un millón de la oscuridad… El sacrificio… nunca es fácil, Davos. De lo contrario no sería verdadero sacrificio. Decídselo, mi señora.

tormenta de espadas, davos vi

 

Diría que Stannis es el personaje que mejor responde desde un punto de vista moral a la evidencia de que «el fin justifica los medios» con la que se suele explicar el pensamiento de Maquiavelo3. Mientras que a otros como Renly o Meñique no le importan en absoluto las consecuencias de los actos que han de hacerse «por el bien del reino», la ética de Stannis le hace aborrecer lo que debe hacer. Pero Stannis no es Ned Stark: por reprobable que sea,  no significa que no deba hacerlo. Y como bien dice él, «grandes o pequeños, tenemos que cumplir con nuestro deber.» Por mucho que las artes de Melisandre puedan entrar en conflicto con sus principios:

—Un hombre justo. —Stannis tocó con un dedo la bandeja de plata tapada—.Con sanguijuelas.

tormenta de espadas, davos iv

—Edric Tormenta —dijo Davos.

—Sé cómo se llama. —Stannis se volvió hacia él, gélido de ira—. No quiero oír vuestros reproches. Esto me gusta tan poco como a vos, pero tengo un deber para con el reino. Y mi deber… —Se volvió hacia Melisandre—. ¿Me juráis que no hay otra manera de hacerlo? Jurádmelo por vuestra vida, porque os prometo que, si mentís, moriréis muy lentamente.

tormenta de espadas, davos vi

 

Por suerte para Edric Tormenta (aunque quizá por desgracia para el reino, como dice Melisandre), Stannis no es Ned Stark; pero su Mano, Davos Seaworth, sí. Y antes de que Stannis decida entregar a su sobrino a las llamas, lo secuestra y lo envía a las Ciudades Libres, lejos de la influencia de Melisandre. A juicio de Davos, el deber de un rey es proteger a su pueblo, y Edric forma parte de ese pueblo. Su sacrificio sería anteponer los derechos de Stannis a su deber en lugar de cumplir éste. Una visión que, al parecer, termina convenciendo al mismo Stannis:

Yo estaba tratando de ganar el trono para salvar el reino, cuando debería intentar salvar el reino para ganar el trono.

tormenta de espadas, jon xi

 

Por eso, Stannis finalmente se aleja del monarca cuya conducta se recoge en El Príncipe:

Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo con la necesidad.

el príncipe

 

Conclusiones

He comenzado diciendo que Stannis genera división entre los lectores, pues para muchos, dado su inflexible sentido de la justicia, es el mejor candidato al Trono de Hierro. Es el momento de decir que no lo es. No lo es en absoluto. 

Los «medios» que Stannis utiliza para alcanzar su fin pueden volverse fácilmente en su contra: ¿Que podría esperarse del reino si Stannis llegase al trono? Los Hombres de la Reina, pese a su carácter minoritario, podrían extender su fe a placer por todo Poniente a fuego y hierro entre los enemigos que el rey deberá derrotar, quemando a los infieles que no adopten su fe mientras que Stannis quizá haga oídos sordos. Y si eso no ocurre con Stannis, ocurriría a su muerte con su hija Shireen en el trono, o quien quiera que sea su heredero si tuviera un hijo varón. Como bien apunta Davos más arriba, el pueblo (ni el pueblo llano ni los grandes señores) no le amarán si les arrebata sus dioses (cosa que no parece importarle demasiado a Stannis, cuya prioridad es hacer justicia).

Ya vemos en Festín de Cuervos  cómo aparecen millares de fanáticos por todo Poniente que ponen en grave aprieto a los Lannister y a los Tyrell.  Mientras que ellos optan por la diplomacia, dudo que Stannis respondiera de la misma manera, lo cual podría ser su fin. El «Rey de R’hllor» causaría una gigantesca rebelión en todo el reino a la que sin duda se unirían todos aquellos que deban temer por las represalias de no haberle apoyado o, simplemente, teman morir en las hogueras de Melisandre. En definitiva, la llegada de Stannis al Trono de Hierro uniría a todo el reino… en su contra; y todo Poniente se pondrá en pie de guerra, sin que casi nadie tenga motivos para querer a Stannis en el trono.

Mucho me temo que si Stannis alcanza el Trono de Hierro, se repetiría una historia parecida a la que ocurrió con Maegor. Aunque no aplicaría los mismos métodos, hasta el más despistado puede estar seguro de que Stannis será despreciado y odiado «desde Dorne hasta el Muro», como dice su hermano. No solo despreciará a sus propios súbditos, sino que, a ojos de ellos, desprecia sus creencias por haberse apoyado en los fanáticos de R’hllor que, antes o después, emprenderán una guerra de religión que volverá  a asolar Poniente. Será un rey decidido a ejecutar a unos súbditos que no tienen absolutamente ninguna razón para amarlo, solo para temer su implacable puño de hierro, y en cambio tienen muchas más razones para verle muerto.4. Hay que darle la razón a Meñique cuando le dice a Ned Stark que, si Stannis es coronado, «el reino sangrará».

Stannis Baratheon, a ojos de su reino.Por Kazuo Miyahara

Igual que Stannis no tiene reparos en decir lo que piensa, no ha de tenerlo quien dice lo que piensa del mismo Stannis. Y lo que digo es que hay que dar la razón a Renly cuando dice que sería un rey desastroso5. Opino que Stannis es un hombre recto y duro, extremadamente leal a aquello que considera su deber, pero del que no puede depender el destino de un reino. Su papel ideal sería el de miembro del Consejo Privado, o incluso el de Mano del Rey en momentos de crisis, pero su lugar no es el trono. Podrá comandar los ejércitos del rey maravillosamente, podrá dictar decretos en nombre del rey como su consejero, podrá hablar con la voz del rey como su Mano; pero quieran los dioses que no sea el Rey de los Siete Reinos.

Jon se acordó de algo que Donal Noye le había dicho en una ocasión con respecto a los hermanos Baratheon. « Robert era el auténtico acero. Stannis es puro hierro: negro, duro y fuerte, pero quebradizo como suele ser el hierro. Se partirá antes de doblarse» .

tormenta de espadas, jon xi

—¿Os referís a sus aspiraciones al trono? —Renly se echó a reír—. Os hablaré con franqueza, mi señora. Stannis sería un rey espantoso. Aunque no tendrá la corona, claro. La gente respeta a Stannis, incluso lo teme, pero muy pocos lo han amado jamás.

choque de reyes, catelyn ii

 

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  1. Los dioses me perdonen. Sé que muchos leales no podrán.
  2. Aunque los hombres de los clanes aparecen casi por generación espontánea, todo hay que decirlo.
  3. Aunque en realidad esa frase no es suya, sino de Napoleón Bonaparte, que la apuntó en su ejemplar de El Príncipe. Sobra decir que esa obra fue una gran influencia para él.
  4. Porque Stannis en el Muro, tras renunciar al trono que le corresponde por derecho, solo es un chiste malo.
  5. Si duele leerlo, imaginad escribirlo.