Continuo aquí lo que no pensaba que fuera a continuar: el ensayo sobre la influencia de Maquiavelo en G.R.R.M. y en Canción de Hielo y Fuego. Como ya dije en el anterior, resulta obvio que George plasmó en su obra la influencia de Maquiavelo y su obra más famosa: El Príncipe.
En éste ensayo, el diplomático florentino enumeraba una serie de consejos para todo gobernante que desee mantenerse en el cargo, y que no tenga que abandonar éste más que por su muerte, por condenables que fueran sus acciones para continuar en el poder. Para eso, aconsejaba a todo aquel que quisiera escucharle que debía estar dispuesto a hacer lo que fuera necesario para evitar cualquier mal a su patria (y más aún a su persona). Por esa razón, Maquiavelo pasó a la historia como un pensador amoral, (nada menos que El Príncipe se incluyó en el Índice de libros prohibidos de 1559), que legitimaba a cualquier estadista en todas sus acciones. Nada más lejos de la verdad.
Maquiavelo encomienda no solo consejos, sino también deberes y advertencias a todos los príncipes sobre como actuar y como comportarse cada día que sientan. Y es sobre eso sobre lo que procedo a contaros: sobre «los Príncipes» que aparecen en Poniente, y de como cumplen o incumplen esos deberes para, si os he ilustrado suficientemente, decidir quien de ellos es el mejor de todos los que que han gobernado o podría haber gobernado Poniente. Y no solo acudiré a Canción de Hielo y Fuego, sino a los escritos del Archimaestre Gildayn: El Mundo de Hielo y Fuego.
Maquiavelo en Poniente
— Jar Jae III —
En el punto medio está la virtud: Aegon, Aenys y Maegor.
Aegon I: un modelo a seguir.
Empecemos por el principio. Aegon había conquistado los antaño separados reinos de Poniente (salvo un traspiés llamado Dorne) a base de «sangre y fuego». él mismo era visto por sus vasallos como un hombre dotado con creces de visión y determinación, y así es como fue recordado. Aegon hizo frecuentes viajes por su nuevo reino, para que tanto los grandes señores como los humildes pueblerinos conocieran a su Rey. Para aquellos sitios a los que su persona no llegó, su hermana Rhaenys hizo llegar las canciones de bardos y trovadores que engrandecían las hazañas de los Targaryen.
Además, procuró mantener el reino unido organizando él mismo matrimonios entre las grandes Casas (como por ejemplo los Stark y los Arryn). Para un mayor respeto a su persona y a la figura del Rey de Poniente, Aegon comenzó a construir una nueva capital para todo el reino, ubicandola nada más y nada menos que en el lugar en el que su ejército desembarcó en Poniente al comienzo de la Conquista, identificando la fundación tanto del reino como la capital con su propia dinastía. En esa capital, Aegon también planeó la construcción de un magnífico castillo para demostrar al reino su grandeza: la Fortaleza Roja. Y en ese magnífico castillo, hizo un magnífico trono dotado de todo simbolismo: con el fuego de su gigantesco dragón Balerion, fundió las espadas de sus enemigos derrotados, moldeando con su voluntad las armas de un continente entero, hasta crear una silla en la que poder plantar su monárquico culo.
En cuanto a las relaciones entre Aegon y su reino, uno de sus aciertos fue adoptar durante la Conquista un blasón, según la costumbre ponienti, que mostraba a él y sus hermanas personificados en un dragón de tres cabezas (que recordaba a todos lo poderosa que eran la Casa Targaryen y sus dragones), y un lema a juego: Sangre y Fuego.
Lord Vickon permitió el regreso de septones a las islas una vez más para predicar la Fe.Esto enfureció a muchos de los hijos del hierro más piadosos y a los sacerdotes del Dios Ahogado, como siempre lo había hecho antes. ‘‘Que prediquen’’, dijo lord Vickon cuando se quejaron ante él, ‘‘Necesitamos vientos que llenen nuestras velas’’. Era el hombre de Aegon, y se lo recordó a su hijo Goren, y ningún hombre menos un idiota se atrevería a levantarse contra Aegon Targaryen y sus dragones.
el mundo de hielo y fuego
Aun con todo lo que hizo Aegon para demostrar su poder, no fue irrespetuoso con sus vasallos. Fue compasivo con aquellos que se rindieron a tiempo (perdonó la vida a los Lannister y los Arryn), recompensó a aquellos que se ganaron su favor (nombró Mano a Edmyn Tully, el primer señor ribereño que se le unió), y se mostró respetuoso con otros (permitió a los hijos del hierro elegir a su Lord Supremo). Pero donde más inteligencia demostró fue con la Fe de los Siete.
La Fe era la religión mayoritaria en Poniente. Salvo en el lejano Norte y las ásperas Islas del Hierro, tanto pueblerinos como los poderosos señores de todo Poniente escuchaban y obedecían al Septón Supremo de Antigua, el padre de los fieles, voz en la tierra de los nuevos dioses. No solo le obedecían sus fieles, sino que el Septón tenía a sus ordenes dos ordenes de militantes desplegadas por todo el continente: los Hijos del Guerrero y los Clérigos Humildes.
Aegon fue inteligente. Supo que no ganaría nada enfrentándose a una de las personas más poderosas de Poniente cuando en realidad podía utilizar su poder para poder implantar eficazmente el suyo, y a la vez demostrar que, pese a ser de una familia que provenía de la misma Valyria, no solo respetaba sino que predicaba las costumbres ponientis. Una situación similar a la que se encontraría su descendiente Daenerys al conquistar Meereen.
Tras la toma de Meereen, Dany quiso prohibir el tokar, pero el Consejo la disuadió.
—La Madre de Dragones tiene que vestir el tokar, o se granjeará el odio eterno de sus súbditos —le advirtió Galazza Galare, la gracia verde—. Con las prendas de lana de Poniente o con una túnica de encaje myriense, vuestro esplendor será siempre una forastera entre nosotros, una extranjera grotesca, una bárbara conquistadora. La reina de Meereen tiene que ser una dama del Antiguo Ghis.
Ben Plumm el Moreno, el capitán de los Segundos Hijos, lo había expresado de manera más sucinta.
—Para ser el rey de los conejos hay que ponerse unas orejas largas.
danza de dragones, daenerys i
No hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de manejar que el introducir nuevas leyes. El innovador se transforma en enemigo de todos los que se beneficiaban con las leyes antiguas, y no se granjea sino la amistad tibia de los que se beneficiarán de las nuevas
el príncipe
Por ello, durante la Conquista, Aegon respetó la ciudad de Antigua, en la que estaba el Septo Estrellado, sede de la Fe, y fue ungido por el propio Septón Supremo, consiguiendo legitimar así su reinado.
Los Espadas y Estrellas fueron un problema hasta para los Targaryen. El propio Conquistador cogía la Fe con pinzas para que no se enfrentaran a él.
festín de cuervos, jaime iv
Y a la vez, la Fe pasó por alto el asuntillo de que los Targaryen le dieran al incesto como cosa mala.
Aun así la cuestión del matrimonio incestuoso continuó hirviendo como un veneno por debajo de la capa de cortesía. Si bien los Altos Septones del reinado de Aegon nunca hablaron en contra del matrimonio del Rey con sus hermanas, tampoco lo declararon legítimo. Los más humildes miembros de la Fe – septones de pueblo, hermanas silenciosas, hermanos mendicantes, Clérigos Humildes – aún creían que era pecaminoso que un hermano se acueste con su hermana o que un hombre tome dos esposas.
los hijos del dragón
A su muerte, Aegon dejó un reino prospero y cohesionado. Sin embargo, lo que no dejó fue un heredero capaz. Aegon, siguiendo la costumbre de su Casa, se había casado con sus hermanas Rhaenys y Visenya, y había tenido dos hijos tan distintos como la noche y el día, y ninguno de ellos poseía el talento para gobernar de Aegon. Ninguno de los dos era apto para el Trono de Hierro. Una desgracia de la que Maquiavelo advirtió en su obra.
Aenys, su primogénito y heredero, había crecido tan débil de cuerpo como de voluntad. Aunque hacía amigos con facilidad, a la vez era influenciable y carecía de todo talento para las armas. En su lugar, le gustaba la compañía de bardos y artistas, y rodearse de todo tipo de lujos y extravagancias, lo que hacia destacar aun más su personalidad ingenua, soñadora e irresoluta. Algo que en una sociedad feudal como la de Poniente era un defecto gigantesco. Fue por eso que Aenys nunca pudo ganarse el respeto de sus súbditos de la misma manera que hizo su padre.
En cambio Maegor era todo lo contrario. Con una constitución parecida a la de un buey, inspiraba más respeto y temor con una mirada que su medio-hermano sentado en su trono. En el combate no tenía ningún rival ya desde su juventud, y quizá ese exceso de éxito tan temprano hizo que no pensase nunca en limitarse. Disfrutaba con el arte de la guerra y estar en batalla, pero amaba sobre todo la violencia, la muerte y el dominio absoluto sobre todo lo que consideraba suyo. Para completar el cuadro, era sumamente desconfiado e introvertido, rozando la psicopatía ya desde su juventud. Despreciaba a todo el mundo (salvo a su madre, Visenya), y eso hacía que a la vez todo el mundo le despreciase a él. Los señores le seguían, pero más por temor o ambición que por respeto.
Aenys I: cuando a Bambi le dan una corona
El reinado de Aenys, cabía esperar, estuvo lleno de problemas. Aunque Aegon se había ganado el respeto de sus vasallos, muchos de ellos pensaban aún en sus antepasados muertos en las guerras de la Conquista, y de la libertad con las que regían las tierras y reinos de Poniente. Los Targaryen no dejaban de ser unos extranjeros que habían sojuzgado los Siete Reinos. No escapaba a la vista de nadie que el nuevo rey no era como Aegon. Pronto aparecieron rebeliones y los aspirantes a reyes por todo el reino: las Tierras de los Ríos, la frontera con Dorne, las Islas del Hierro y el Valle, y Aenys no supo ni como actuar contra los rebeldes. Llegó incluso a mandarles cartas, preguntándoles en que les había ofendido y requiriéndoles para debatir sus «propuestas» en la corte.
Por suerte para el reino, Aenys tenía a su hermano. Maegor montó en el dragón de Aegon, y ejecutó al nuevo Rey de las Montañas y el Valle, recordando al reino lo que era la sangre y el fuego. Otros señores terminaron con las demás rebeliones. Aenys cometió un gran error, y para agradar a Lord Goren Greyjoy, le concedió como favor poder expulsar a la Fe de las Islas del Hierro, lo que enfureció a la Fe y sus devotos contra los extranjeros Targaryen, y tampoco es que se les hubiera olvidado que tanto Aenys como Maegor eran abominaciones nacidas del incesto entre hermanos.
Aenys se había puesto en ridículo ante su reino. En primer lugar, por no mostrar su fortaleza contra los rebeldes, y en segundo lugar, por demostrar a ojos de todos que era incompetente en materia de guerra. Algo así era, como he dicho, imperdonable, en una sociedad feudal, en la que la autoridad se justificaba en el poder militar.
Un príncipe no debe tener otro objeto ni pensamiento ni preocuparse de cosa alguna fuera del arte de la guerra.
[…]
El amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse, pero el temor es miedo al castigo que no se pierde nunca.
Un príncipe que, aparte de otras desgracias, no entienda de cosas militares, no puede ser estimado por sus soldados ni puede confiar en ellos.
el principe
Este mundo lo rigen el acero afilado y los brazos fuertes. No creas a quien te diga lo contrario.
choque de reyes, sansa iv
Y si lo de Aenys con la Fe fue una negligencia, lo de Maegor fue directamente una estupidez. Maegor fue nombrado nueva Mano del Rey por su actuación. Después de haber contraído matrimonio con la sobrina del mismo Septón Supremo, Lady Cerise Hightower, y engrandecido por su nuevo cargo y su reputación, decidió emular a su padre y tomar un segundo matrimonio con Alys Harroway. La protesta de la Fe se extendió por todo el reino, y Aenys se vio obligado a exiliarle, pero eso no fue suficiente para reconciliar a la Fe y al Trono de Hierro.
Y si Maegor fue estúpido, Aenys fue directamente gilipollas. No hay otra palabra para éste hombre. Después de todos estos tumultos, Aenys anunció el matrimonio de su heredero Aegon con su hermana Rhaena. Esta vez la Fe se rebeló abiertamente contra los Targaryen que tanto desprecio habían demostrado hacia ellos. Y con ella, una cadena de señores se unió a la rebelión. Aenys, débil como era, pronto enfermó, y se encomendó a los cuidados de su tía Visenya, la madre de Maegor. Ese fue su último error, pues Visenya, viendo como Aenys había dejado de importarle a nadie, aseguró que muriera rápido para que Maegor volviera y usurpase su corona.
Maegor I: Cuando Poniente conoció a Vlad Tepes
El reinado de Maegor fue una maldición para Poniente. Con la corona en sus manos, pudo dar rienda suelta a su ansia de sangre contra todo aquel que osare contradecirle (de hecho empezó nada más volver a Poniente, por el Gran Maestre Gawen), y para su suerte, su reino estaba lleno de rebeldes. Su corto reinado de tres años fue una sucesión de horrores hasta que un alma caritativa hizo lo que había que hacer para librar a Poniente de su Rey, que pronto pasó a ser conocido como «el Cruel».
A los pocos días (tras regresar del coma al que le había enviado un Hijo del Guerrero en combate singular), Maegor montó en Balerion y arrasó el Septo de la Conmemoración hasta convertirlo en cenizas, demostrando el destino que le deparaba a quien pensase rebelarse contra él. Las crueldades siguieron en la Batalla de Puentepiedra (que cambió su nombre a Puenteamargo), en la Batalla del Aguasnegras y varias más. Llegó a traer a Desembarco del Rey carros con dos mil cráneos de sus enemigos muertos. Viendo que él solo no podía con la rebelión, ofreció un dragón de oro y un venado de plata, respectivamente, por las cabezas de Hijos del Guerrero y Clérigos Humildes, convirtiendo Poniente en un gigantesco coto de caza para los rebeldes. La muerte se escondía en cada rincón del reino.
El horror no se dió solo contra la Fe. Maegor también masacró al príncipe Aegon, el hijo de Aenys y legítimo heredero del trono, así como a los nobles que le apoyaron en su reclamo de la corona. También erradicó a la Casa de su esposa Alys, los Harroway de Harrenhall (siendo Lord Lucas Harroway su misma Mano), por pensar que le engañaba con varios amantes. Incluso asesinó en un fastuoso banquete a los peones y arquitectos que habían terminado de construir la Fortaleza Roja, para impedir que se divulgasen sus secretos.
Mientras, Maegor, desesperado por tener un heredero, contrajo matrimonio con varias esposas al mismo tiempo, lo cual obviamente lo distanció más aún de la Fe y no contribuiría en ningún aspecto a solucionar el conflicto. Más tarde asesinaría a varias de ellas, e incluso a su sobrino Viserys, hermano de Aegon, pese a lo querido que era en el reino (por ser la alternativa a tanta matanza, debemos suponer).
Poniente no soportaba semejante baño de sangre. Tras la muerte de la reina-madre Visenya, Maegor ve como le traicionan quienes hasta hacia poco le eran leales, incluso miembros de su Consejo Privado (aunque tras la muerte de Lord Harroway, lo raro era que le sorprendiera: la ambición que les llevaba a servir al rey no compensaba una muerte segura). Muchos se unieron a su otro sobrino, Jaehaerys, que con el apoyo de Lord Robar Baratheon, y las Tierras de la Tormenta y las de los Ríos, reclamaba el Trono de Hierro. Maegor convocó a aquellos que aun le siguieran, y viendo los pocos que eran, ordenó que le dejaran solo en la sala del trono. Horas más tarde, apareció con las venas cortadas, y, dado que nadie se ofreció a llevar ese honor, desde entonces se dijo que el mismo trono fue quien mató a Maegor.
Jaehaerys demostró un enorme talento para gobernar. Consiguió reunificar a la Corona con la Fe y con sus vasallos de forma pacífica. Escogió, como aconsejaba Maquiavelo, utilizar como modelo a su abuelo Aegon, demostrando a Poniente tenía un rey que era capaz de protegerles (no como Aenys), y que no estaba dispuesto a seguir el camino de Maegor y su extremada crueldad, sino que pretendía mostrarse clemente, escuchar a sus súbditos.
Y aunque no es posible seguir exactamente el mismo camino ni alcanzar la perfección del modelo, todo hombre prudente debe entrar en el camino seguido por los grandes e imitar a los que han sido excelsos, para que, si no los iguala en virtud, por lo menos que se les acerque.
el príncipe
El error de Aenys y Maegor: el «buen uso de la crueldad».
Ya es evidente para todos que Aenys y Maegor fueron dos reyes completamente opuestos e igualmente funestos. Uno rehuía desesperadamente de todo lo que pudiera hacerle perder el amor de aquellos a los que gobernaba. Otro ignoraba por completo lo importante que es para cualquier gobernante evitar el odio de su pueblo. Dos extremos de dos vicios, como en su día decía Aristóteles. Pero, ¿debe ser, o mejor dicho, cuanto de cruel debería ser un rey para reprimir una revuelta?. De nuevo, la respuesta está en El Príncipe:
Por lo tanto, un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos, porque con pocos castigos ejemplares, será más clemente que aquellos que, por excesiva clemencia, dejan multiplicar los desórdenes, causa de matanzas y saqueos que perjudican a toda una población, mientras que las medidas extremas adoptadas por el príncipe sólo van en contra de uno. Y es sobre todo un príncipe nuevo el que no debe evitar actos de crueldad.
[…]
Sin embargo, debe ser cauto en el creer y en el obrar, y no tener miedo de sí mismo, y proceder con moderación y prudencia, de modo que una excesiva confianza no le vuelva imprudente, y una desconfianza exagerada, intolerable.
el príncipe
No teniendo problema para ahorrarme en comentar los errores de Aenys, he de decir que aquí está el gran error de Maegor. En primer lugar, demostró que por muchas matanzas que cometiera (y eso que se empeñó), no era capaz de terminar con la rebelión de la Fe, por lo que no tenía ninguna justificación para causar semejante pavor.
En segundo lugar, su barbarie no solo se extendió contra sus enemigos, sino que se volvió completamente arbitraria, pudiendo asesinar sin clemencia alguna a cualquier aliado noble (como ocurre con el espantoso crimen contra los Harroway). ésto empeoró mucho más respecto al pueblo llano, pues con la recompensa que ofreció no hizo más que extender el horror por todo su reino. De forma que, incumpliendo el consejo del florentino, no dirigió esas «medias extremas» en contra de uno, sino en contra de todos. De manera que al final, gracias a él, todos se unieron… contra él.
No solo ha de compararse a Maegor con Maquiavelo. Ejemplos de crueldad no es algo que nos falte en Canción de Hielo y Fuego, y entre todos ellos he de destacar a uno de ellos:
Explícame por qué es más noble matar a diez mil hombres en una batalla que a una docena en un banquete.
tormenta de espadas, tyrion vi
Lord Tywin Lannister, sinónimo de la «realpolitik» en Poniente. Creo que Lord Tywin es el personaje que más se acerca al soberano que definió Maquiavelo, pero ya habrá tiempo para hablar de él. El suyo es un buen ejemplo de «buen uso de la crueldad». De joven erradicó a aquellos que se rebelaron contra su Casa, los Reyne y los Tarbeck con los métodos más cruentos, demostrando que podía ser lo cruel y despiadado que hiciera falta si las circunstancias le obligaban a serlo. Tal y como hizo Aegon durante la Conquista, y como debió hacer Aenys.
Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo con la necesidad.
el príncipe
Los bardos debieron encontrar muy poética su acción, de manera que compusieron una canción: «Las lluvias de Castamere«. De esta manera, Tywin recobró el respeto para su Casa y una reputación que inspiraría temor a cualquiera, lo cual le vino que ni pintado.
Surge de esto una cuestión: si vale más ser amado que temido, o temido que amado. Nada mejor que ambas cosas a la vez; pero puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es más seguro ser temido que amado.
[…]
No obstante, el príncipe debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio, y para ello bastará que se abstenga de apoderarse de los bienes y de las mujeres de sus súbditos, y que no proceda contra la vida de alguien sino cuando hay justificación conveniente y motivo manifiesto.
el príncipe
Pero parece que Tywin aprendió del error de Maegor, y tenía cuidado a la hora de aplicar la crueldad, pues del miedo al odio no hay demasiada distancia. Sabía que actos de crueldad puntuales podían ser comprendidos e incluso agradecidos por sus vasallos, por lo que relegaba su uso para aquellos casos en que no hubiera más remedio.
Años más tarde, cuando Lord Farman de Castibello se puso beligerante, Lord Tywin le envió un emisario que en vez de una carta, llevaba un laúd. Después de oír en sus salones «Las lluvias de Castamere», Lord Farman no volvió a causar problemas. Y por si no bastara con la canción, los derruidos castillos de los Reyne y los Tarbeck se alzaban aún como testimonio mudo del destino que les esperaba a los que osaran despreciar el poderío de Roca Casterly.
tormenta de espadas, tyrion iii
Se dice que, el primer día de su reinado los zares de Rusia realizaban un acto de bondad y otro de crueldad, para demostrar al pueblo ruso su aptitud. Parece que en Rusia aprendieron que, si desea conservar su reino (y su vida) todo príncipe deberá buscar el equilibrio entre el amor y el temor, pues el exceso de una u otra lo más seguro es que le lleve a la perdición. Tal y como le ocurrió a los Hijos del Dragón.
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