Los recuerdos de Ned Stark sobre Rickard y Brandon

Normalmente, el chat de La Compañía Libre de Braavos es un lugar tranquilo. Hablamos de las programaciones, de ensayos o artículos que vamos encontrando por ahí, de ideas de @Brianna Storm… A veces, nos vemos obligados a agradecerle a @Noe Aranda su trabajo en todo aquello que no se ve de la parte técnica de las redes, la web o los especiales que preparamos; o de repente nos encontramos a @Edu Baratheon y @Wilma Deering disertando sobre mitología; a veces, hablamos de Star Wars. Por horarios de trabajo y de vida, a veces no podemos coincidir muchos; pero, también a veces, se juntan los astros —y nosotros con ellos— y hablamos de algo concreto sobre la saga.

Poco es lo que solemos sacar en claro, y es por eso que forjamos hoy una Consulta a los Fuegos algo distinta. Como ya sabéis, en esta sección tratamos de resolver los misterios de Canción de Hielo y Fuego colaborando entre todos. Porque, como decimos siempre:

¡¡¡TODOS SOMOS EXPERTOS EN MAYOR O MENOR MEDIDA!!!

Los recuerdos de Ned Stark

Es habitual que los lectores nos cuestionemos acerca de los recuerdos de determinados personajes y, especialmente, solemos indagar en los recuerdos de Ned Stark. Ahí se encuentra enterrado, de hecho, uno de los grandes misterios de la saga, sobre el que hemos discutido largo y tendido en diversas entradas. Efectivamente, hablamos de la paternidad de Jon Nieve, sobre lo que podéis leer aquí y aquí, así como también aquí e incluso aquí.

Pero hay más cosas que llaman la atención, o al menos así se lo pareció a @Edu Baratheon. Reproducimos sus palabras textuales, porque son en esencia la clave de esta consulta:

¿No os parece raro que Ned, en Juego de Tronos, defienda tanto a los Targaryen? No aprueba la muerte de Aerys, se le revuelven las tripas con la muerte de Elia y sus hijos, no quiere que envenenen a Daenerys…

Pero, por otro lado, apenas recuerda cómo murieron su padre y su hermano. Lo omite descaradamente, como si no fuera con él. Puedo entender que lo haga por defender a Jon pero… no sé, como que hay algo que no sabemos entre Ned y ellos.

 

Como es costumbre, a partir de aquí la cosa se fue desmadrando, y salieron una serie de posibles respuestas no excluyentes entre sí, así como otros temas tangenciales no por ello menos interesantes. Pero centrémonos en aquello a lo que hemos venido, aunque nosotros no lo hicimos con respecto a la pregunta. En realidad, en vez de centrarnos en los recuerdos de Ned Stark sobre su padre y su hermano, hablamos sobre todo de por qué Ned recuerda la rebelión como la recuerda.

Lo primero que hicimos al pensar sobre la actitud de Ned hacia los recuerdos de la Rebelión de Robert era replantearnos hasta qué punto se trató de una rebelión contra la tiranía. Es incuestionable que Aerys estaba loco y que su gobierno era en cierto modo injusto (el proceso de detención y asesinato de Rickard y Brandon es injustificable), pero lo que importa aquí es lo que Ned pensaba de su guerra. Es posible que los recuerdos de Ned se encuentren mediatizados por lo rápido que se desmadraron las cosas, porque estaba convencido de que la guerra podía finalizarse sin la necesidad de deponer a toda la dinastía o porque él sabía el posible peso que las ambiciones sureñas jugaron en todo el conflicto.

Ned, por supuesto, tuvo que tomar parte en la guerra desde el momento en el que Aerys II pidió su cabeza, pero en cierto modo es como si a la hora de acceder a formar parte del bando rebelde pesara más en él la obligación que tenía para con el Norte, del que ahora era el líder, que el hecho de salvar su propia cabeza. Lo que sí queda fuera de toda duda es que Ned creía que el saqueo de Desembarco del Rey y el asesinato de los herederos de Rhaegar fueron dos grandes errores. Es posible que, incluso, la reconciliación con Robert tras estos sucesos fuera más un autoengaño por parte de Ned que verdadera amistad.

El último hombre de honor, por Magaly Villeneuve

Al calor de esta visión de Ned hicimos hincapié en una de sus principales señas de identidad: su ingenuidad o inocencia con respecto a algunos temas, que pudieron influenciar sus recuerdos de la Rebelión de Robert. Es posible que Ned desarrollara ciertos remordimientos ante la deriva de realpolitik que asumió su bando en la rebelión, es decir, por dejar de lado toda moralidad o consideración ética durante la guerra. Viendo cómo se comportó durante su estancia en Desembarco del Rey y cómo trató a Cersei cuando descubrió la verdadera paternidad de Joffrey, Myrcella y Tommen, quizá en su imaginación creía que el bando rebelde podía alcanzar el poder sin derramar sangre de inocentes. Su actitud hacia Daenerys y el pupilaje de Theon hacen pensar, incluso, que Ned creía que la dinastía Targaryen podía sobrevivir apartada del poder en el exilio o incluso mediante este tipo de vasallaje.

Y, sopesando que Ned sea tan cándido o, dicho de otro modo, tan honorable, caballeroso, justo y, en esencia, bueno, surgió otro punto interesante: lo necesario que era para Martin que Ned fuera así. Porque es innegable que a Martin le viene como anillo al dedo la forma de ser de Ned. Desde un punto de vista narrativo, su escaso «gris» resalta el de los demás, lo que permite establecer con su muerte el tono general de la saga y la ambivalencia de sus personajes o, en otras palabras, permite que sepamos fácilmente entender lo que es el juego de tronos. Además, Martin puede utilizarlo prácticamente como un falso narrador: su verdadero dilema, su auténtica mancha, el bastardo, ni siquiera es suyo, pero se vincula convenientemente con el suceso pasado que forjó el mundo que conocemos en la saga y, debido a que se trata de un secreto, genera en el lector la intriga necesaria para que tanto Jon Nieve como lo que sucedió durante la Rebelión de Robert se conviertan en un potente atractivo por descubrir. Ned no solo tenía que morir para acabar de disparar la trama, sino que tenía que morir porque es imposible gestionar desde la perspectiva del punto de vista un personaje que sabe tanto sobre los secretos de la saga como él.

En este sentido, entonces, Martin necesitaba un Ned con las dosis justas de frialdad y melancolía como para no estar todo el día recordando lo sucedido. Así, tenía que ser lo suficientemente frío para llegar a sentirse a gusto ocupando el lugar de su padre (y de Brandon) como señor de Invernalia. No hay que ser un desalmado tampoco para llegar a sentirse bien en su viejo castillo, pues ya ha pasado un tiempo más que prudencial desde la Rebelión de Robert y, además, Ned apenas convivió con Rickard y Brandon (se fue al Valle con ocho años). Sea como fuere, y aunque no lo parezca por lo poco que vemos a Ned en Invernalia, Ned ha encontrado su lugar en el Norte: Bran nos habla de sus dos caras, la de Eddard Stark y la de su padre, una dualidad que no podríamos encontrar en un Ned completamente amargado por el rol que se ha visto obligado a asumir.

Pero Ned tenía que ser también lo suficientemente melancólico para recordar a sus familiares muertos y, sobre todo, uno de los enigmas de Canción de Hielo y Fuego. Sabemos que es un recuerdo amargo el que le mencionen a Brandon. De las pocas (si no la única) veces que sucede, Ned se tensa al pensar que su lugar debería ser ocupado por Brandon. Pero este sentimiento no parece pesarle en el día a día; más bien al contrario, Ned solo piensa en él cuando Catelyn le hace ver que no puede renunciar al cargo de Mano del Rey tan fácilmente, es decir, lo recuerda solo cuando se ve fuera de su zona de confort, Invernalia. Sus pensamientos, sin embargo, son más recurrentes en torno a su hermana Lyanna: necesidades del guión, sí, pero explicables tanto por el hecho de que su hermana fue una «víctima inocente» de la guerra, que además murió en sus brazos, como por la existencia de Jon, cuyo secreto es el único trauma que Ned no puede superar de su pasado.

En resumen, Martin necesitaba que Ned hubiese pasado página con respecto al pasado prácticamente en todo aquello que no resultaba adecuado para la trama para que, una vez sumido en la vorágine de acontecimientos que suceden a la visita de Robert a Invernalia, en él pesase más el presente que lo sucedido durante la Rebelión. Ya fuera porque todavía no estaba completamente perfilada en la mente de Martin, ya porque era mejor ir desvelándola poco a poco para sorprender al lector al modificar ciertas apariencias (como en el caso de Jaime) o por su trascendental significado (Rhaegar y las profecías), que después de cinco libros Martin no haya desvelado sus cartas no puede ser casualidad.

Y, por supuesto, si era necesario un Ned a su medida, lo era también un propio Robert Baratheon: el rey debía decepcionar tanto a Ned como para que el pasado, por malo que fuese, permaneciese casi olvidado. En contraposición a Robert, cuya transformación es patente para Ned, Aerys simplemente sería recordado como un loco rodeado de chupópteros, alguien que no distingue la justicia de la injusticia y a quien continuamente lo alimentan en su propia paranoia, una causa perdida a la que es probable que, además, solo viera una vez en su vida: en Harrenhal, ya decrépito y completamente fuera de sus cabales. Pero con Robert todo es distinto. Como le dice Catelyn, a quien Ned conocía era a Robert, no al rey, y lo que le preocupa desde ese momento es su actitud para con el reino. Porque… ¿de qué sirvió la guerra si apenas mejoró lo que había? Ned, idealista como él solo, no puede dejar de ver la rebelión como la oportunidad perdida de instaurar lo que Martin llama «el reinado de Aragorn». Así pues, por nefasto que fuese el pasado, en su mente es más dolorosa la decepción que supone el presente.

Y ahora, vuestro turno: ¿qué pensáis vosotros sobre los recuerdos de Ned Stark sobre su padre y su hermano? ¿Por qué creéis que ambos son tan poco visibles durante sus capítulos? ¿Es posible que Ned escondiera algo más en su relación con ellos?