Confirmado: los presuntos Reyes Magos no existen. Los leales con los leales, sin embargo, sí. Decimos esto porque, si hacemos memoria, el año pasado propusimos un concurso para que nuestra comunidad contara con la teoría de la saga por excelencia: el origen de Jon Nieve. Este enigma es, sin duda, una de las primeras puertas que el lector «casual» atraviesa cuando se convierte en un verdadero fanático de la obra y por eso mismo no podíamos dejar pasar la oportunidad de dar espacio a una posible resolución aquí. Nos alegra compartir con todos que tal ocasión no se nos ha escapado. Tenemos una ganadora.
Las gracias se las debemos a @Cristina Dayne, quien respondió a nuestra llamada contándonos las claves que encuentra para defender el R+L=J. Allá vamos.
La loba y el dragón. El origen de Jon Nieve
— Cristina Dayne —
Mucho se ha especulado sobre la identidad de los padres de Jon Nieve desde el inicio de la saga, y lo primero que uno podría preguntarse es ¿por qué? Aparentemente, no tendría que haber motivo alguno, desde el momento en que Ned Stark afirma que es hijo suyo, un bastardo fruto de una relación extramatrimonial con una mujer llamada Wylla.
Pero aun así, lo primero que uno es capaz de detectar es como Ned no se refiere a Jon como hijo suyo en ninguna de las ocasiones en las que piensa en él o en sus hijos.
No vuelvas a preguntarme nunca acerca de Jon —dijo con voz fría como el hielo—. Es sangre de mi sangre, no tienes por qué saber más.
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Ned se quedó pensativo un instante. «Si hubiera que llegar a eso, la vida de algún niño que no conozca contra la de Robb, Sansa o Arya, o la de Bran, o la de Rickon, ¿qué haría yo? Más aún, ¿qué haría Catelyn si se tratara de la vida de Jon contra la de alguno de los hijos de su vientre?» No sabía la respuesta. Rezó para no tener que averiguarla jamás.
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Puede verse que ni siquiera piensa en él como en un hijo, cuando nombra, uno por uno, los nombres de todos los suyos. Eso podría ser un detalle sin importancia, dado que Jon es un bastardo, y en aquella sociedad, Jon no podía disfrutar de los mismos derechos que los hijos legítimos de Ned con Catelyn. De modo que la pequeña sospecha podría desvanecerse ahí, si no fuera por otro pequeño detalle: la culpabilidad de Ned, sus obsesiones y pesadillas.
Ya desde los primeros capítulos de Juego de Tronos, empiezan a aparecer sutiles pistas que hacen sospechar que, en realidad, Eddard Stark es capaz de mentir…
A él sí le había quitado el sueño. Llevaba viviendo con aquellas mentiras catorce años, y todavía le provocaban pesadillas.
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… y, al parecer, guardar secretos.
Hay secretos que es mejor desconocer. Hay secretos demasiado peligrosos para compartirlos, incluso con aquellos a quienes se ama y en los que se confía.
juego de tronos, eddard viii
Ned lleva catorce años (qué curioso, la edad de Jon a principio de la saga) haciendo algo que va en contra de su naturaleza y que le está cobrando un alto precio. De modo que si Ned miente, es por alguien muy amado y por un motivo de suma importancia. Y además, parece ser que el secreto que guarda es tan importante, tan peligroso, que nadie más lo conoce. Está claro que dicho secreto, sea el que sea, no lo ha compartido ni con Catelyn, su esposa.
A lo largo de la historia, se nos repite que Ned vive atormentado por ese secreto, y este está claramente relacionado con su hermana Lyanna y algo que le hizo prometer antes de morir.
«Prométemelo —le había suplicado en una habitación que olía a sangre y a rosas— Prométemelo, Ned.» La fiebre le había arrebatado las fuerzas, y su voz era débil como un susurro, pero cuando Ned le dio su palabra el miedo desapareció de los ojos de su hermana.
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Lyanna, su hermana moribunda, le pide a Ned que le haga una importante promesa. ¿Podría estar relacionada con un hijo suyo, y además, recién nacido? Tras la descripción de su lecho ensangrentado, parecería probable. Además, esa promesa es tan importante, que en cuanto él accede y le da su palabra de cumplirla, ella descansa al fin sin miedo. ¿Qué podía ser tan importante para que ella tuviera miedo? ¿Podría estar rogando por su hijo? Pero ¿Por qué habría de temer por la vida del niño? Sin duda, conociendo a Ned, sabría que él no iba a abandonarlo ni deshacerse de él. Entonces, ¿por qué?
Recordó al hijito de Rhaegar con el cráneo destrozado y cómo el rey había mirado hacia otro lado, igual que había desviado la mirada en la audiencia de Darry, no hacía tanto. Aún le resonaban en los oídos las súplicas de Sansa, y recordaba las súplicas lejanas de Lyanna.
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Según los recuerdos de Ned, asocia las súplicas de Lyanna con el recuerdo del pequeño hijo de Rhaegar, muerto brutalmente por orden de Robert, el día que tomaron Desembarco del Rey. Así que es muy posible que el miedo de Lyanna esté relacionado con la identidad del padre del niño, y que el niño sea vástago de un Targaryen.
Aquí es donde empieza la historia que introduce al posible padre de Jon: Rhaegar Targaryen. Y esa historia empieza aproximadamente dos años antes de que Ned encontrara a su hermana moribunda.
Todo empezaría en el famoso torneo de Harrenhal, un evento que se produjo en el año 281 DC, organizado por Lord Walder Whent, supuestamente en honor a su hija y por ostentación de su casa, aunque hubo quienes creyeron que había otros motivos ocultos. En dicho evento, Rhaegar Targaryen fue proclamado campeón del torneo y se produjo un gran escándalo cuando el mismo coronó a Lyanna Stark como Reina del Amor y la Belleza, depositando sobre su regazo una corona de rosas invernales (las preferidas de Lyanna), a pesar de que su esposa, Elia Martell, estaba presente en el evento.
Ned recordó claramente el momento en que todas las sonrisas murieron, cuando el príncipe Rhaegar Targaryen espoleó su caballo, pasó de largo por donde estaba su esposa, la princesa de Dorne, Elia Martell, para poner el laurel de reina de la belleza en el regazo de Lyanna. Aún era capaz de visualizarlo: una corona de rosas invernales, azules como la escarcha. Ned Stark extendió la mano para coger la corona de flores, pero bajo los pétalos azules había espinas escondidas.
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De hecho, las rosas siempre han estado vinculadas al recuerdo de la muchacha desde entonces.
«Prométemelo, Ned», susurró la estatua de Lyanna. Llevaba una guirnalda de rosas color azul celeste, y sus ojos lloraban sangre.
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Incluso en su lecho de muerte, podía sentirse el aroma de las rosas entremezclado con el olor de su propia sangre.
Prométemelo —le había suplicado en una habitación que olía a sangre y a rosas—.
Recordaba cómo le había sonreído, con cuánta fuerza le había aferrado la mano mientras dejaba de resistirse a la muerte, cómo se le habían caído de entre los dedos los pétalos de rosa, negros y marchitos.
—Le traigo flores siempre que puedo —dijo—. A Lyanna… le gustaban las flores.
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Fue un año después del torneo, aproximadamente, cuando Lyanna y Rhaegar desparecieron, por lo visto en un viaje del príncipe en las Tierras de los Ríos. Muchos lo achacaron a un secuestro, especialmente Robert. Sin embargo, otros no creyeron que fuera posible. No tomaban a Rhaegar como un salvaje depredador y violador de jovencitas. Incluso Ned recuerda a Rhaegar sin resquemor. En realidad, Rhaegar parecía amar a Lyanna desde que se conocieron en el torneo de Harrenhall.
Pero su hermano le había contado tantas veces aquellas historias que, en ocasiones, Dany llegaba a imaginar cómo había sido todo. La huida a medianoche hacia Rocadragón, con la luz de la luna reflejada en las velas negras del barco. Su hermano Rhaegar luchando contra el Usurpador en las aguas ensangrentadas del Tridente y muriendo por la mujer a la que amaba.
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Aunque también hay otro posible motivo más allá del amor que Rhaegar pudiera sentir por la muchacha. Estaba convencido de que de su linaje nacería «El Príncipe que fue Prometido», una figura legendaria ligada a los Targaryen.
Y algo más:
«Viserys», fue lo primero que pensó cuando volvió a detenerse, pero al mirarlo con más atención cambió de idea. Aquel hombre tenía el mismo cabello que su hermano, pero era más alto, y sus ojos eran color índigo oscuro, no liliáceos.
—Aegon — le dijo el hombre del trono a una mujer que amamantaba a un recién nacido en una gran cama de madera—. ¿Qué mejor nombre para un rey?
—¿Compondrás una canción para él?
—Ya tiene una canción — replicó el hombre—. Es el príncipe que nos fue prometido; suya es la canción de hielo y fuego.— Al decir aquello alzó la vista, sus ojos se encontraron con los de Dany, y fue como si la viera al otro lado de la puerta—.Tiene que haber uno más— dijo, aunque no se sabía si hablaba con ella o con la mujer de la cama—. El dragón tiene tres cabezas.
choque de reyes, daenerys iv
Si Raeghar creía en dicha profecía, necesitaba un tercer hijo, y Elia Martell no podría ser la madre. Había quedado tremendamente debilitada tras el parto de Aegon.
La historia cambió en ese mismo momento en que ambos desaparecieron. Rickard Stark y su primogénito, Brandon, acudieron al rey Aerys para reclamar la devolución de su hija, y no obtuvieron más que una cruel muerte por orden del Rey. Y ahí se inició la gran revuelta y la guerra que acabaría con la dinastía Targaryen en el trono de Hierro. Pero esa es otra historia.
Aerys y Rhaegar ya habían muerto cuando Ned llegó a la Torre de la Alegría, en Dorne, con otros seis banderizos norteños, en busca de su hermana. Sin embargo, allí hallaron a tres miembros de la guardia real (¿qué harían tres guardias reales custodiando a Lyanna Stark?): Ser Arthur Dayne, el mejor amigo de Raeghar, Ser Gerold Hightower y Ser Oswell Whent. Se produjo una lucha encarnizada de la que solo sobrevivieron Eddard Stark y Howland Reed.
Se dice que Ned halló a su hermana en un lecho de sangre, agonizando, y que ella apenas tuvo tiempo de arrancarle a su hermano una promesa. «Prométemelo Ned». Esa promesa supondría para Ned poner en entredicho su honor y crear suspicacia entorno a la identidad de la madre (varias teorías circulaban por Poniente, incluyendo la posibilidad de que fuera Ashara Dayne, que había muerto suicidándose saltando desde una torre, y que, aparentemente, había estado enamorada del norteño, y él de ella, según se dijo).
Ned nunca quiso hablar del tema. Crió a Jon como a su hijo bastardo y solo sus pesadillas le recordaban que llevaba años mintiendo, para salvaguardar un secreto que le habría costado la vida al niño, su sobrino, a manos de Robert Baratheon, de haber sabido cual era su origen.
Pero no solo en los recuerdos de Ned hay pistas de la identidad de los padres de Jon.
Una flor azul crecía en una grieta de un muro de hielo, e impregnaba el aire de un olor dulce.
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Daenerys tiene esta visión entre otras muchas tras entrar en la casa de los Eternos. La flor invernal, azul y fría que representa a Lyanna, en el muro donde está Jon.
—Anoche volví a soñar con el cuervo. —La mención de los sueños se lo había recordado—. El de los tres ojos. Entró volando en mi dormitorio y me dijo que fuera con él, y lo hice. Bajamos a las criptas. Mi padre estaba allí, y hablamos. Parecía triste.
—Y eso ¿por qué? —preguntó Luwin mientras miraba por el catalejo.
—Creo que por algo relacionado con Jon. —El sueño había sido muy inquietante, más que ninguno de los otros sueños del cuervo.
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Bran tiene sueños de su padre preocupado y entristecido por Jon. ¿Por no poder contarle la verdad sobre su madre?
El castillo está siempre desierto. —Nunca había hablado a nadie de aquel sueño, y no entendía por qué se lo contaba a Sam, pero se sentía bien al hacerlo—. Hasta los cuervos de la pajarera han desaparecido, y en los establos solo quedan huesos. Es lo que más miedo me da siempre. Echo a correr, abro todas las puertas, subo los escalones de la torre de tres en tres, llamo a gritos a alguien, a cualquiera. Y por fin me encuentro ante la puerta que lleva a las criptas. Dentro todo es oscuridad, pero veo la escalera de caracol que desciende. Y sé que tengo que bajar, pero no quiero. Me da miedo lo que sea que me espera abajo. Los antiguos Reyes del Invierno están en las criptas, sentados en sus tronos, con lobos de piedra a los pies y espadas de hierro sobre el regazo, pero no son ellos los que me dan miedo. Grito que yo no soy un Stark, que aquel lugar no me corresponde, pero no sirve de nada, tengo que bajar, y empiezo a descender por las escaleras, tanteando las paredes porque no llevo ninguna antorcha y no hay luz. Todo está cada vez más oscuro, y empiezo a tener ganas de gritar. —Se detuvo, algo avergonzado—. En ese punto es donde siempre me despierto.
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Incluso Jon sueña con algo que le impulsa a entrar en las criptas de Invernalia, un lugar en el que él no se considera digno de entrar, algo le llama desde sus profundidades.
A estas alturas, a nadie extraña que Bran o Jon puedan tener sueños premonitorios o clarividentes. Ambos han tenido otros a lo largo de la saga, aunque estén relacionados con otros hechos o secretos.
Por supuesto, hay muchas otras posibilidades acerca de quiénes son los padres de Jon Nieve, entre ellas, que efectivamente, fuera hijo de Ned y Wylla. En ese caso, Lyanna le habría hecho prometer alguna otra cosa: ¿que sus restos fueran llevados a Invernalia, tal como Ned le dijo a Robert? ¿Que se casara y tuviera cinco hijos y fuera señor del norte? No parece probable que ninguna otra promesa que pudiera exigir Lyanna pudiera ser tan importante como para inquietar a Ned desde entonces, hasta el punto de producirle pesadillas y obsesionarle. Tenía que ser algo realmente significativo, incluso trascendental, cosa que no sería si no estuviera relacionada con un hijo. Un niño oculto, rehén de su propia estirpe maldita, y descendiente de reyes grandes y locos.
Hijo del lobo y del dragón. Hijo del hielo y del fuego.
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