Análisis de Theon VI con la entrada de Ramsay en Invernalia y encuesta de Daenerys
Es jueves y, como tal, toca buscar cuál es el capítulo más valorado de Canción de Hielo y Fuego. Para ello recurrimos a una nueva edición de El Campeón del Torneo ofreciendo el último punto de vista del segundo libro de la saga, Choque de Reyes. Como siempre, agradecemos vuestra participación. Recuerda que si estás consultando la entrada desde la versión AMP de la web, no podrás votar por tu candidato (si no sabes lo que es el modo AMP, acude a este enlace donde lo explicamos). Para poder votar por tu capítulo favorito tienes dos opciones:
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Pero antes de llegar a una encuesta que parece decidida de antemano, arrancamos con el capítulo ganador de la edición anterior. Aunque viene siendo costumbre en esta sección, hoy más que nunca vamos a dejarnos llevar por unas recientes palabras de Virginia Pérez de la Puente: «creo que todos los autores sabemos que la mitad de una obra la hacen los lectores: uno puede controlar lo que escribe, pero una vez que sale de sus manos ya no tiene ningún control sobre ello y pasa a pertenecer al lector».
Theon VI, Choque de Reyes
Al desarrollar el arco de Theon en su entrega correspondiente, aludimos directamente a las palabras que Martin dedicó al personaje en una entrevista para el medio digital ruso Meduza. En ellas, el autor destacaba que el joven kraken había tomado las peores decisiones posibles dados su egoísmo y su envidia pero que, a pesar de todo, Theon intentaba ser un héroe. No cabe duda de que no lo consigue, y theon vi lo deja en evidencia. Theon traspasa así barreras morales para convertirse en un personaje gris: es un traidor, pero no es un villano al uso. No hace el mal por hacerlo, no disfruta extendiendo el caos ni tampoco infligiendo sufrimiento. Más bien al contrario. El capítulo está narrado de tal modo que nos permite ver hasta qué punto es cierto que Theon aspira a ser algo —o cree ser algo— que es incapaz de ser —o que no es. La técnica del punto de vista ofrece aquí uno de sus mayores réditos y es hacer partícipe al lector de hasta qué punto el personaje vive alejado del mundo real y de su propia proyección personal.
Pero theon vi no es solo eso. Es también una nueva subversión de algunos de los clichés a los que estamos acostumbrados. Martin utiliza todos sus mimbres como guionista para describirnos una escena que podría estar cargada de música épica, grandilocuentes discursos y tomas a contraluz para mostrarnos la magnificencia del protagonista. Pero no es el caso, y su narración lo subraya de forma grotesca: Theon aparece como un mal actor que ha malinterpretado su papel. Tiene ante sí un escenario y una hazaña que remiten en su mente al mundo de las canciones, por lo que intenta actuar como el héroe que cree ser. Todo es, sin embargo, una farsa; y la cosa es todavía más triste porque todos lo saben y son conscientes de ello menos el propio Príncipe de Invernalia. Se cree el protagonista de una canción de su mundo, mientras el lector puede convertirlo fácilmente en villano por su traición a los Stark. Pero ni siquiera lo es, pues ese papel está reservado para otro personaje, el que cierra la escena. Así las cosas, si Theon no es ni Stark ni Greyjoy, tampoco es ni héroe ni villano. Es simplemente un traidor, porque traiciona todos y cada uno de los arquetipos y lugares comunes más básicos de la literatura.
El esperpento comienza con un Theon apesadumbrado y dubitativo, con el vientre removido. Ni tiene la valentía del héroe ni la determinación del villano. La conciencia le juega una mala pasada, y de ahí que apenas haya podido dormir durante varias noches. Bajo sus malos actos y sus peores consecuencias, Theon se muestra humano:
El maestre Luwin fue a verlo tras enviar a los primeros exploradores al otro lado de las murallas.
—Mi señor príncipe, debéis rendiros —dijo.
Theon le echó una mirada a la bandeja de tortas de avena, miel y morcillas que le habían llevado para desayunar. Otra noche de insomnio le había dejado destrozados los nervios, y la vista de los alimentos era suficiente para revolverle las tripas.
Eso no es óbice, sin embargo, para que Theon continúe con sus delirios y sus fantasías, con sus justificaciones inventadas sobre la marcha y con una impulsividad que le hace incapaz de reconocer y valorar cuáles son las mejores opciones que puede tomar, como veremos en algunos ejemplos. Consciente de lo mermada que está su posición, Theon busca coartadas para convencerse de que debe seguir adelante, persiguiendo esa escena memorable que ansía. Y lo hace por partida doble.
Por un lado, trata de hacer encajar su aventura en los planes generales de Pyke, destacando así la importancia que tiene continuar en Invernalia para que las posiciones en Foso Cailin no se vean atacadas por el norte. Y, aunque en cierto modo no le falta razón, la verdad es que los planes de Balon no incluían tal maniobra. Esa función se reservaba para el hostigamiento que precisamente Theon debía realizar en la costa, donde los Greyjoy son fuertes. A pesar del argumento, Theon no tomó Invernalia por semejante interés estratégico. Como Asha le hace ver en su visita, más bien al contrario: el feudo de los Stark supone una trampa para los krakens.
Por el otro, culpa de nuevo a los demás de sus decisiones erróneas. Serán constantes durante todo el capítulo diferentes alusiones a que su situación es injusta, lamentándose de que no se le haya dejado tomar otra opción que la que ha elegido. Su proceder, en su opinión, en absoluto se debe a su impulsividad y su egoísmo, a tener que llevar a cabo una parte de la estrategia indigna para alguien de su valía. Desde la perspectiva de Theon, sin embargo, no ha sido él solo quien ha llegado hasta aquí.
—No tenéis ninguna posibilidad de manteneros aquí —prosiguió el maestre—. Si vuestro señor padre hubiera tenido la intención de mandaros ayuda, ya lo habría hecho. Lo que lo preocupa es el Cuello. La batalla por el Norte se librará entre las ruinas de Foso Cailin.
—Puede que sí —dijo Theon—. Y mientras yo conserve Invernalia, los señores vasallos de Ser Rodrik y Stark no pueden marchar hacia el sur para atacar a mi tío por la retaguardia. —«No soy tan ignorante en lo relativo a la guerra como crees, anciano»—. Tengo comida suficiente para resistir un año de asedio, si fuera necesario.
—No habrá asedio. Quizá pasen uno o dos días armando escaleras y atando arpeos a las cuerdas. Pero en muy poco tiempo treparán por vuestras murallas por cien sitios a la vez. Quizá podáis defender un tiempo el torreón principal, pero el castillo caerá en menos de una hora. Lo mejor sería que abrierais las puertas y pidieras…
—¿Clemencia? Ya sé qué tipo de clemencia guardan para mí.
—Hay una posibilidad.
—Soy hijo del hierro —le recordó Theon—. Las posibilidades mes las labro yo. ¿Qué opciones me han dejado? No, no me respondas, ya he oído demasiados consejos tuyos. Ve y manda esos pájaros, como te he ordenado, y dile a Lorren que quiero verlo. Y también a Wex. Quiero que limpien bien mi cota de malla, y que la guarnición forme en el patio.
El escenario está preparado, el elenco está en sus posiciones y Theon quiere llevar a cabo una gran actuación. Ahora es el momento de infundir valor con su arenga y de que todos rujan dispuestos a morir por su príncipe en la más maravillosa de las hazañas. Ahora es cuando el héroe debe mostrarse lo suficientemente convencido como para hacer creer a los demás que lo imposible es posible; ahora es cuando el villano debe infundir el suficiente terror como para que nadie ose no seguirle.
¿El resultado? De nuevo, el esperpento. Lo que debería ser épico se torna ridículo. Y Theon ocupa su posición, con la espada en la mano, y lee sus líneas. Pero no son sus cabellos los que se mecen al viento mientras, poco a poco, los graves de la canción van dejando paso al clímax. Ni siquiera eso es justo, pues esta es la historia de Theon, no la de los demás, a quienes ha utilizado como meras comparsas para llegar hasta aquí.
El grupo era ridículamente reducido; los hombres del hierro eran pocos, y el patio, muy grande.
—Tendremos encima a los norteños antes de que caiga la noche —les dijo—. Ser Rodrik Cassel y todos los señores que han acudido a su llamada. No huiré de ellos. He tomado este castillo y tengo la intención de defenderlo, de vivir o morir como príncipe de Invernalia. Pero no le voy a ordenar a ningún hombre que muera por mí. Si os vais ahora, antes de que las fuerzas principales de Ser Rodrik caigan sobre nosotros, todavía tendréis una oportunidad de ser libres. —Desenvainó su espada larga y trazó una línea en el fango—. Los que quieran combatir, que den un paso al frente.
Nadie dijo nada. Los hombres se mantenían allí de pie, con sus cotas, sus pieles y sus corazas de cuero endurecido, inmóviles como si los hubieran esculpido en piedra. Unos pocos intercambiaron miradas. Urzen levantó y volvió a apoyar los pies alternativamente. Dykk Harlaw carraspeó y escupió. Una leve brisa hizo oscilar los largos cabellos de Endehar.
Theon se sintió como si se estuviera ahogando. «¿Por qué me sorprendo?», pensó, sombrío. Su padre lo había abandonado, sus tíos, su hermana, hasta Hediondo, aquella criatura vil. ¿Por qué sus hombres iban a mostrar más lealtad? No había nada que hacer, nada que decir. Sólo podía permanecer allí, bajo las grandes paredes grises y el duro cielo blanquecino, con la espada en la mano, esperando, esperando…
Theon aguanta estoicamente, pero sabemos que él esperaba un resultado mucho más heroico porque se sorprende de que su discurso no haya funcionado. Aquí tenemos otra vez una nueva muestra del elevado concepto que tiene de sí mismo y de su egoísmo. Theon ve una realidad paralela, en la que nada parece suceder por su culpa ni ser él el responsable en modo alguno. De hecho, si solo pudiéramos leer la estrategia de los Greyjoy en este capítulo de Theon, no parecería ser él quien traiciona a su familia al saltarse el plan. Más bien, toda ella le habría abandonado a él, desde el momento en el que se rechaza su brillante sugerencia de atacar Lannisport. Y aunque esto no es cierto, es así como él lo considera, sintiéndose lógicamente incomprendido y abandonado. En efecto, hasta los hombres que le siguen lo hacen porque buscan morir, no porque se crean su papel. No es su príncipe, aunque Theon se haga llamar así.
Lorren el Negro se quedó cuando los demás se marcharon.
—Tan pronto como comience la batalla, los del castillo se volverán contra nosotros.
—Lo sé. ¿Qué queréis que haga?
—Que los eliminéis —dijo Lorren—. A todos.
Theon hizo un gesto de asentimiento.
—¿Está lista la horca?
—Lo está. ¿Vais a utilizarla?
—¿Se os ocurre algo mejor?
—Sí. Puedo coger mi pica y ponerme en ese puente levadizo. Que vengan a por mí. De uno en uno, dos, tres a la vez, no tiene importancia. Mientras me quede un aliento, ninguno cruzará el foso.
«Quiere morir —pensó Theon—. No quiere una victoria, sino un final digno de una canción».
[…]
Al poco tiempo, el niño Cley Cerwyn apareció ante las puertas con una bandera de paz en una larga asta, para anunciar que Ser Rodrik Cassel quería parlamentar con Theon el Renegado.
Renegado. El nombre era amargo como la bilis. Recordó que había ido a Pyke para guiar a los barcos de su padre contra Lannisport.
—Saldré enseguida —gritó hacia abajo—. Solo.
Lorren el Negro lo desaprobó.
—La sangre sólo se lava con sangre —declaró—. Los caballeros pueden respetar los armisticios con otros caballeros, pero no cuidan tanto su honor cuando tratan con aquellos a los que consideran bandoleros.
—Soy el Príncipe de Invernalia y el heredero de las Islas del Hierro —replicó Theon, airado—. Ve a buscar a la chica y haz lo que te dije.
—Como ordenéis, príncipe —respondió Lorren el Negro, con una mirada asesina.
«Él también se ha vuelto contra mí —constató Theon. Últimamente le parecía que hasta las mismas piedras de Invernalia se habían vuelto en su contra—. Si muero, moriré sin amigos, abandonado». ¿Qué opción le dejaba aquello que no fuera vivir?
Pero Theon decide continuar y parlamentar con Rodrik Cassel. De nuevo, la escena épica está ahí: el puente levadizo cae y por él debería pasar con la cabeza bien alta, erguido, sin dudar. Una nueva oportunidad para ser un héroe o, cuando menos, para dejar una actuación digna de una canción. Pone de su parte partiendo solo, pero Theon tiembla y pasa miedo y, además, necesita convencerse a sí mismo de que está cumpliendo bien su rol. No solo sus hombres no creen en él, sino que ni siquiera sus enemigos pueden dar crédito a lo que está sucediendo.
Cuando bajó el puente levadizo, un viento gélido llegó del otro lado del foso. Le produjo un estremecimiento. «Es el frío, nada más —se dijo Theon—, sólo estoy tiritando, no temblando. Hasta los valientes tiritan».
[…]
—Estas son mis condiciones —dijo Theon sin prestar atención al insulto—.Tenéis hasta la caída de la noche para dispersaros. Los que juren lealtad a Balon Greyjoy como su rey, y a mí como príncipe de Invernalia, serán ratificados en sus derechos y propiedades, y no sufrirán daño alguno. Los que nos desafíen serán destruidos.
—¿Estáis loco, Greyjoy?— intervino el joven Cerwyn, que no daba crédito a sus oídos.
—Es sólo soberbia, hijo —le dijo Ser Rodrik sacudiendo la cabeza—. Me temo que Theon siempre ha tenido una opinión demasiado elevada de sí mismo.
Y si no se puede ser el héroe, siempre quedará la posibilidad de ser el villano. Pero Theon ni siquiera es capaz de mostrarse así de forma convincente. El joven Greyjoy, que —de nuevo— se siente empujado a tomar esta medida, planea utilizar a los rehenes de Invernalia para que Cassel no se lance a atacar su posición. Así, mientras los norteños sigan frente a sus puertas, el Príncipe de Invernalia mandará ahorcar en cada aurora y en cada ocaso a uno de los rehenes, empezando por la propia y única hija de Ser Rodrik. Pero a la conclusión del parlamento, el miedo vuelve a apoderarse de él cuando se percata del absurdo que supone su amenaza. El as en la manga es cruel, pero en absoluto efectivo. No es el gesto propio del villano que paraliza por completo al héroe. Es, otra vez, una parodia de ese recurso.
No esperó una respuesta. Hizo que Sonrisas se diera vuelta y cabalgó de regreso al castillo. Al principio iba lento, pero pensar en todos aquellos arqueros a sus espaldas lo obligó a ir al trote. Las pequeñas cabezas lo veían aproximarse desde sus picas, sus rostros desollados y cubiertos de alquitrán crecían a cada paso; entre ellos se encontraba la pequeña Beth Cassel, llorando, con un lazo corredizo al cuello. Theon clavó las espuelas y puso el caballo al galope. Los cascos de Sonrisas resonaban en el puente levadizo como un repique de tambores.
[…]
En caso contrario, si el anciano daba la orden de atacar el castillo a pesar de todo, Invernalia caería; Theon no se engañaba al respecto. Sus diecisiete hombres matarían cada uno a cuatro o cinco enemigos, pero al final serían aplastados.
Theon contempló las llamas por encima del borde de su copa de vino, rabioso por la injusticia de todo aquello.
—Cabalgué junto con Robb Stark en el Bosque Susurrante —masculló. Había sentido miedo aquella noche, pero nada semejante al que tenía en aquel momento. Una cosa es ir al combate rodeado de amigos, y otra muy diferente, perecer solo y despreciado.
«Clemencia», pensó con tristeza.
[…]
«Si cuelgo a la chica, los norteños atacarán de inmediato —pensó mientras arrancaba una flecha—. Si no la cuelgo, sabrán que mis amenazas son en vano. —Colocó otra flecha en el arco—. No hay manera de salir de esto, ninguna.»
Pero Martin no parece haberse cansado de destruir clichés y sigue deconstruyendo otros. El esperpento alcanza su clímax al recurrir a esa ayuda inesperada que aparece siempre cuando todo parecía perdido. En esta ocasión, tal ayuda no es la llegada de un ejército que le dé la vuelta a la batalla, sino la sugerencia de vestir el negro que ofrece el maestre Luwin. Aquí es donde vemos otra vez al Theon impulsivo, que borra de un plumazo esa intención de vivir o morir como Príncipe de Invernalia y se deja seducir por sus propias fantasías sobre su posible ascenso en la Guardia de la Noche. Al respecto no solo importan los pensamientos de Theon, sino también sus reacciones. Estamos ante un cretino de primera.
«Un hermano de la Guardia de la Noche.» Eso significaba que no habría corona, ni hijos, ni esposa… pero significaba la vida, y una vida con honor. El propio hermano de Ned Stark había elegido la Guardia, al igual que Jon Nieve… Tengo mucha ropa negra; sólo habría que arrancarle los krakens. Hasta mi caballo es negro. Podría ascender en la Guardia, a capitán de los exploradores, incluso a Lord Comandante. Que Asha se quede con las malditas islas; son tan lúgubres como ella. Si sirviera en Guardiaoriente, podría capitanear mi propia nave, y más allá del Muro hay muy buena caza. Y, en lo tocante a mujeres, ¿qué hembra salvaje no querría un príncipe en su cama? —Su rostro se distendió en una lenta sonrisa—. No es posible cambiar una capa negra. Allí seré tan bueno como cualquiera…».
Pero lo interesante del asunto, lo que nos permite ver hasta qué punto Martin juega con su narración, es que el ejército sí llega. Y, de hecho, es el que pone la puntilla a la esperpéntica aventura del Príncipe de Invernalia. Porque esa guarnición sí está liderada por un verdadero villano, Ramsay Bolton, el único que va a conseguir arrancarle al joven Greyjoy su insolente sonrisa de los labios, como bien simboliza Martin en la última línea del arco de Theon.
Lo último que vio Theon Greyjoy fue a Sonrisas, que había escapado a coces de los establos incendiados con las crines en llamas, relinchando, encabritado…
Daenerys, Choque de Reyes
Nuestra siguiente candidata viene acompañada con una cohorte de codiciosos comerciantes orientales y va dejando las bocas abiertas allá por donde pasa. No es por ir completamente rapada, sino por las tres bestias que la acompañan, unos pequeños dragones que escupen fuego al grito de dracarys. Son lo único que tiene, y en vez de arriesgar a su plata, ha escogido al dragón negro para que luche junto a ella en el torneo. Y, por lo que parece, no hay arena ni espina. Sus seguidores están montando una serie de puertas y hay gente disfrazándose de los más extraños seres. En cualquier caso, con nosotros está La que No Arde, Madre de Dragones y khaleesi de los dothrakis, Daenerys Targaryen, la primera de su nombre.
A pesar de contar con tres dragones, la joven Targaryen no tiene todo resuelto, ni mucho menos; parece ser que la magia no es una panacea. De hecho, durante Choque de Reyes sus bestias casi van a suponer antes un problema que un remedio. El arco de Daenerys la lleva a superar dos durísimas pruebas. La primera es sacar adelante a su pueblo, que se desangra en la marcha por el desierto rojo. La segunda, más personal, es conseguir sobreponerse a su condición de reina mendiga. Daenerys buscará en Qarth la ansiada ayuda para tomar los Siete Reinos. Esta no solo no llegará, sino que la joven khaleesi deberá lidiar con la codicia que despiertan sus dragones.
Y es que en Choque de Reyes, como en ningún otro libro, Daenerys se da cuenta de que lo único que interesa de ella son sus «hijos». Gracias a ellos es admitida en Qarth y gracias a ellos —y al interés de Illyrio en la chica que hace dragones— también consigue salir de la ciudad. Allí descubrirá junto a Quaithe que el nacimiento de sus bestias ha despertado poderes complicados de entender. Y, como si fuera la elegida, el Cometa Rojo trazará su camino hasta llevarla frente a complicadas profecías y visiones de las que aprender. Gracias a Dany, el príncipe que fue prometido, la canción de hielo y fuego y el dragón de tres cabezas entran en escena. Y, al menos por el momento, todavía no han salido de ella.
A continuación, como es costumbre, encontraréis un breve resumen de los capítulos de Daenerys en Choque de Reyes. Si no fueran suficiente, contáis con las extensas sinopsis de la Hielo y Fuego Wiki, aunque lo más interesante sería releer los capítulos durante esta semana. Para los fans de la serie, recordamos que las visiones en la Casa de los Eternos apenas guardan relación entre la serie y los libros.
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daenerys i: la khaleesi marcha junto con su pueblo por el Desierto Rojo siguiendo a la shierak qiya, la estrella sangrante. El khalasar llega al borde de la muerte a Vaes Tolorro, una ciudad abandonada en la que reponen fuerzas. Desde allí, los jinetes de sangre de Dany parten en distintas direcciones para llegar hasta alguna ciudad. Solo Jhogo la encuentra, siguiendo la dirección marcada por el cometa rojo. Con él vuelve a Vaes Tolorro una comitiva formada por Pyat Pree, un brujo; Xaro Xhoan Daxos, un rico mercader; y Quaithe de la Sombra, una sacerdotisa de Asshai.
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daenerys ii: Daenerys entra en la majestuosa Qarth a lomos de su plata, mientras siente la ovación de la gente ante sus dragones. Xaro Xhoan Daxos le ofrece una parte de su inmenso palacio para habitarlo durante su estancia y aunque Daenerys accede, pronto entiende que toda la atención que recibe se debe a la codicia de los qarthienses por sus dragones. Ser Jorah, mientras estudiaba a fondo el puerto de Qarth, se entera de que Robert Baratheon ha muerto y de que Ned Stark se encuentra encarcelado. Daenerys se muestra esperanzada para conquistar Poniente, pero Mormont trata de hacerle ver que las cosas siguen siendo todavía muy complicadas.
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daenerys iii: Los Sangrepura, los descendientes de los reyes de Qarth que controlan el poder político de la ciudad, se niegan a financiar hombres y barcos para Daenerys, quien se lamenta por todo el dinero que ha perdido en sobornos para conseguir la audiencia. Visto que Daxos solo quiere casarse con ella y que el gremio de los mercaderes tampoco está dispuesto a darle lo que necesita, Dany comienza a barajar la posibilidad de acudir a los Eternos para recibir ayuda. En la vuelta a su palacio, Dany se encuentra con un mago de fuego haciendo trucos inverosímiles. Quaithe aparece para señalar que son sus dragones los que los posibilitan y que debe acudir a Asshai para descubrir la verdad.
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daenerys iv: Daenerys visita la Casa de los Eternos junto con Drogon. Tras beber color-del-ocaso, entra dentro y sigue los consejos dados por Pyat Pree: siempre debe pasar por la puerta de la derecha. Conforme avanza, algunas de las puertas le muestran visiones reales y fantásticas, pasadas y futuras, hasta encontrarse con los Eternos y un palpitante corazón azul. Estos extraños seres fantasmagóricos le dicen que es hija de tres y que debe encender tres fuegos, que debe cabalgar sobre tres monturas y que sufrirá tres traiciones. A continuación, se producen tríadas de visiones: tres que la señalan como hija de la muerte, otras tres lo hacen como exterminadora de mentiras y las tres últimas, como esposa del fuego. Cuando los Eternos intentan consumirla, Drogon reacciona destruyendo el corazón azul que los mantiene en esa especie de vida.
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daenerys v: Daxos avisa a Daenerys de que los Eternos están preparando un nuevo ataque y que dos de las tres asociaciones de comerciantes la querían ver muerta o exiliada. El rico comerciante le sugiere de nuevo el matrimonio, pero Jorah le informa a Dany de una peculiar costumbre qarthiense: marido y mujer pueden pedirle al otro el regalo que deseen. Daenerys se convence así de que Xaro Xhoan Daxos solo quiere un dragón y decide buscar una salida de la ciudad. En el puerto, mientras hablan de las visiones de los Eternos, Ser Jorah se percata de que un anciano y un tipo lleno de cicatrices les siguen. Ambos entran en acción cuando un hombre pesaroso le entrega a Dany una caja con una mantícora. Arstan Barbablanca acaba con ella con su bastón e informa a Daenerys de que vienen de parte de Illyrio, que quiere en Pentos a la chica que hace dragones. Para ello ofrece tres barcos que Dany renombra con los nombres de los tres dragones de Aegon y sus hermanas.
La encuesta permanecerá abierta durante una semana, así que podéis tomaros vuestro tiempo para madurar la decisión. En catorce días sabremos qué capítulo ha sido el ganador y continuaremos con el torneo de Daenerys.
¿Qué opináis del capítulo ganador de Theon? ¿Fue impactante para vosotros descubrir que Hediondo era en realidad Ramsay? ¿Qué pensáis de Theon al leer el capítulo? ¿Qué destacaríais vosotros de este capítulo? Y que no se nos olvide… ¿Tienes ya claro cuál es tu capítulo favorito de Daenerys en Choque de Reyes?
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