Por fin, una pequeña —aunque grata— noticia sobre el mundo literario creado por George R. R. Martin. No, no es Vientos de Invierno. No, tampoco es Sangre y Fuego. Pero algo es algo.
La editorial valenciana Llibres de l’Encorbet ha adquirido los derechos para traducir Rogues, una antología editada por el propio Martin y Gardner Dozois en 2014. Es su intención publicarla en catalán en las próximas navidades y, posteriormente, en castellano. El título será El príncep canalla.
En ella, además de relatos de autores de la talla de Patrick Rothfuss (famoso por su Crónica del Asesino de Reyes), Neil Gainman (a quien debemos la serie de cómics The Sandman) o Joe Abercrombie (autor de las trilogías La Primera Ley y El Mar Quebrado), encontramos uno relativo a la saga que más nos apasiona: The Rogue Prince or the King’s Brother.
La narración, que queda a cargo del Archimaestre Gyldyan, se centra en la vida de Daemon Targaryen durante el reinado de su hermano, Viserys I. En nuestro idioma, lo conocemos como el príncipe pícaro. Recordamos a los más olvidadizos que ya dedicamos un especial en su día para contar las andanzas del príncipe. El relato funciona como un preludio de la Danza de Dragones que asoló Poniente y marcó el inicio de la decadencia de la Casa Targaryen, la cual también tuvimos ocasión de tratar.
George R. R. Martin da una entrevista para Meduza en Rusia
Tras finalizar la Worldcon, que este año tuvo lugar en Helsinki, George R. R. Martin realizó una pequeña gira por Rusia. Allí dejó una entrevista para el periódico digital Meduza. Estuvo hablando sobre las diferencias entre la serie y los libros, sobre sus personajes, sobre lo que su obra es y sobre lo que no es, y sobre el estado de la fantasía. No es nada que no haya dicho muchas veces, pero nunca está de más escuchar sus palabras.
De la serie y los libros
Martin comienza el diálogo pronunciándose sobre la serie, señalando que si los libros son 100% suyos, «la serie de televisión solo es mía en parte; es mi mundo, con mis personajes y he escrito guiones para ella». Sin embargo, remarca que los guionistas «son independientes. Pueden hacer lo que quieran. No tengo ningún poder… Ningún derecho contractual [para impedírselo]». El escritor norteamericano considera después el increíble número de personas que hacen grande el show, señalando que «David Benioff y Dan Weiss, los dos showrunners, han hecho un trabajo fenomenal. Y asimismo lo han hecho todos nuestros directores, el increíble elenco y la gente tras los créditos», deteniéndose sobre todo en estos últimos al ponderar los aspectos más técnicos de la serie: el diseño de vestuario, el casting, el trabajo de los especialistas, la cinematografía y los efectos especiales. «Hemos ganado más Emmys que cualquier otra serie porque la gente en estos puestos hace su trabajo superlativamente bien. Así que estoy muy orgulloso de trabajar con ellos».
La entrevista se detiene luego en las divergencias entre los libros y la serie. Por supuesto, el autor reconocía haber mantenido largas charlas con los showrunners, en las que les había contado los grandes giros y los caminos a desarrollar en los últimos libros, pero repetía para los más despistados que Daniel y Dan «han tocado algunos de estos puntos y han hecho algunas revelaciones, pero también han ido alejándose de varias maneras» de las aventuras que quedan por narrar en los libros. El ejemplo más claro para el escritor, como de costumbre, son los personajes que en el show están ya muertos mientras en los libros siguen vivos y aquellos que ni siquiera han llegado a aparecer en pantalla, a pesar de la importancia —aspecto que enfatiza— que van a tener en sus respectivas tramas.
De la construcción de sus personajes
A continuación, Anton Dolin rescata lo que para él era una de las principales diferencias entre la serie y los libros: el tratamiento de los personajes. Para ilustrar esa diferencia, pregunta a Martin sobre el uso de la polifonía en su ficción. Este término, acuñado por el teórico literario ruso Mijaíl Bajtín, hace referencia a la posibilidad de leer en algunas novelas voces diferentes; es decir, a la plasmación de distintos puntos de vista de la realidad a través de cada uno de los personajes. Un ejemplo muy claro de esto es la caracterización del dúo protagonista de El Quijote, con un Alonso Quijano perdidamente idealista y un Sancho Panza pragmático y realista. Dolin, de hecho, afirma que todos los personajes de Canción de Hielo y Fuego son iguales, lo que dificulta que el lector se identifique con uno solo de ellos, algo que la serie jamás podría lograr. Martin, al respecto, puntualizaba que «no diría que todos mis personajes son iguales, pero todos tienen (o eso espero) rasgos humanos, especialmente los personajes con punto de vista».
Martin incidía en estos últimos, alegando que es en ellos en los cuales puede «meterse en su piel, así que tú [como lector] estás viendo el mundo a través de sus ojos. Estás oyendo sus pensamientos. Estás sintiendo sus emociones. Y yo trato de describir sobre esos puntos de vista; y algunos de ellos son nobles y justos, y algunos de ellos son egoístas, y algunos de ellos son muy inteligentes, y algunos de ellos son menos inteligentes o, incluso, estúpidos. Pero todos son humanos, y yo quiero retratar su humanidad». Esto es lo que el escritor de New Jersey define como personajes grises y lo que, en su opinión, diferencia su escritura de la fantasía tradicional o, mejor dicho, de aquella que ha convertido la idea central de Tolkien en un cliché. «Un montón de novelas fantásticas retratan el choque entre el bien y el mal como el corazón de la novela, como su núcleo temático. Y, sinceramente, creo que es un punto de vista válido para un libro; pero desde mi punto de vista, la lucha entre el bien y el mal no se libra en un campo de batalla, donde en un bando se viste de blanco y en el otro de negro, y los tipos que visten de negro son realmente feos y comen carne humana, tienen cuernos y todo eso». Por el contrario, Martin vuelve a dejar claro que, en su opinión, «la batalla entre el bien y el mal se libra en todo el mundo, cada día, en el corazón de cada ser humano, ya que todos nos debatimos con unas decisiones que nos definen y que definen nuestras vidas. Y tenemos que elegir qué vamos a ser y, a veces, la elección no es sencilla; no es solo una absoluta yuxtaposición de chicos buenos frente a chicos malos. Y yo quería lograr todo esto en mis personajes y mostrar algunas de las dificultades que tienen que afrontar».
La entrevista llega entonces a los personajes concretos. Martin volvió a señalar que Tyrion es quien le gustaría ser, dados su ingenio y su inteligencia. No obstante, también subrayó el tiempo que le cuesta dar con las frases geniales tan típicas del enano, y que a veces son necesarias hasta cuatro reescrituras para quedar satisfecho. Sam, como todos sabemos, es la elección de Martin para definirse a sí mismo. «Y, ¿el personaje que me gustaría ser? Bueno, a quién no le gustaría ser Jon Nieve —el taciturno, el héroe byroniano y romántico al que todas las chicas aman».
Por último, es interesante apuntar en qué personaje temería convertirse el escritor, puesto que la elección ilustra fácilmente ese tono gris que impera en su obra y la intimidad personal en la que se fraguan tanto el bien como el mal. Ese es Theon Greyjoy, quien «quiere ser Jon Nieve, pero no puede. Sigue tomando las decisiones equivocadas. Sigue dejándose llevar por sus peores y egoístas impulsos. En cierto sentido, Theon está luchando por ser un héroe. Ambos provienen de la misma situación: fueron criados en Invernalia por Eddard Stark, pero no fueron una parte real del núcleo familiar. Theon es un pupilo y Jon Nieve es un bastardo. Así que han estado algo apartados, pero Jon ha conseguido afrontarlo satisfactoriamente y Theon fracasa a la hora de hacerlo. Está envenenado por su propia envidia y su sensación de no pertenencia».
De lo que Canción de Hielo y Fuego es, y de lo que no es
También se detienen en otra de las diferencias entre la serie y los libros, al calor de la reducción del contenido sexual y violento en el show de HBO. Martin, que encuentra esta decisión acertada, vuelve a repetir que «la serie es la serie. David y Dan la están haciendo y ellos tienen que tomar decisiones con unos parámetros con los cuales yo no tengo que lidiar: preguntas sobre qué aceptará la audiencia y qué no, preguntas sobre los tiempos de ejecución, preguntas sobre lo que ellos realmente pueden hacer». Así, por ejemplo, Martin cuenta que él no se vio atado por las limitaciones presupuestarias en la batalla del Forca Verde. «Los libros son mi visión absoluta de la historia, y presento en ellos lo que quiero, incluyendo el sexo y la violencia. Esto es esencialmente una historia de guerra, como muchas historias fantásticas, como la de Tolkien».
Y, para Martin, este último punto es muy importante. Sin duda alguna, la lectura política es inevitable en su obra, pero quiere evitar cualquier malentendido. Al respecto comenta que «Canción de Hielo y Fuego es una reflexión sobre el poder —los usos y abusos, las cosas que la gente hace por lograrlo tener y lo que se hace con él una vez se ha conseguido. Es una meditación sobre la gobernanza y, por supuesto, una historia de guerra». Pero, aunque reconoce que teniendo en cuenta ambos factores con todas sus consecuencias es posible encontrar plasmadas algunas de sus inquietudes políticas en su obra, el escritor tiene muy claro que «lo que [la saga] no es, sin embargo, es una alegoría sobre la política del siglo XXI y el año 2017». Por eso, analizarla así es tan erróneo como concluir que El Señor de los Anillos trataba sobre la Segunda Guerra Mundial. «Si hay algo de política en mis libros, es de la política de la Guerra de los Cien Años, de las Cruzadas y de la Guerra de las Dos Rosas, no de algo que ha ocurrido en 2017».
En realidad, teniendo en cuenta la humanidad de sus personajes y el background que ha conseguido forjar para su mundo, la única diferencia que encontramos en el mundo ficticio de Poniente con la realidad es la existencia de la magia. Esta dicotomía establecida entre el realismo brutal de su obra y el fuerte componente mágico de fondo lleva a Dolin a cuestionar hasta qué punto eran necesarios los dragones y los Caminantes Blancos, así como qué motivó su introducción en Canción de Hielo y Fuego. Martin nos recuerda, como ya sabemos, que no había dragones en las fases iniciales de su novela y que su introducción se debió a la sugerencia de su amiga Phyllis Eisenstein, también escritora de fantasía. No obstante, no suele ser tan habitual leerle decir que siempre quiso que fueran el símbolo de los Targaryen, y que estos siempre fueron especiales en su imaginación. De hecho, señala enfáticamente que, en vez de dragones, jugó bastante con la idea de que el don de la familia valyria fuera otro. «Un poder psíquico, como la piroquinesis —que pudieran conjurar llamas con sus mentes».
Ahora bien, ¿cuál es la razón por la que introdujo todos estos elementos? Es tan simple como que, en opinión de Martin, «la fantasía necesita magia». No obstante, a su propio estilo: «trato de controlarla de forma muy estricta. Puedes tener demasiada magia muy fácilmente en la fantasía, y entonces te abruma por completo y pierdes toda sensación de realismo. Trato de mantener lo mágico de la magia: [presentarla como] algo misterioso y oscuro y peligroso, y algo que nunca va a ser completamente entendido». Frente a una magia que, como en Hogwarts, siempre funciona de la misma forma y es replicable, la magia del mundo de Martin «no funciona de ese modo. La magia juega con unas fuerzas que no se pueden entender por completo. Y quizá también lo hace con seres o deidades que tampoco se entienden por completo. Debería tenerse una sensación de peligro sobre ella».
Del estado del género en la actualidad
Por último, Martin dedica unas cuantas palabras al estado de la fantasía en la actualidad. Para ello se retrotrae hasta sus inicios. Entonces era plenamente consciente de que apostar por el género le acarrearía críticas. «La ciencia ficción y la fantasía no eran consideradas literatura real y no formaban parte del canon. He tenido profesores que me decían «¿por qué estás leyendo esa basura? Sacas muy buenas notas y escribes bien, así que deberías estar leyendo a los grandes maestros, y no estar escribiendo sobre esas cosas»».
Pero la situación está cambiando, lentamente. «Al menos en Estados Unidos, lo que ha cambiado es que ahora hay cursos de ciencia ficción y fantasía siendo enseñados en las facultades y universidades de todo el país. En algunos de ellos incluso se enseñan mis libros. En los últimos años, hemos visto a Michael Chabon ganar el Pulitzer y a Stephen King ganar el National Book Award. Son premios muy, muy prestigiosos que nunca hubieran sido dados a un escritor de fantasía hace treinta o incluso diez años. De repente, estas barreras se están empezando a venir abajo y ahora puedes ver a escritores canónicos tomando técnicas y composiciones propias de los escritores de ciencia ficción y fantasía».
Sin embargo, Martin cree que todavía queda mucho por hacer, ya que la situación sigue siendo injusta. «Por ejemplo, aunque cientos de facultades y universidades enseñan cursos de ciencia ficción y fantasía, todavía no incluyen sus libros en la enseñanza de la literatura americana del siglo XX y el canon. El canon seguirá siendo Fitzgerald, Hemingway y John Updike. No incluirá a Ursula K. Le Guin o Robert A. Heinlein, como debería». Más todavía si tenemos en cuenta que, en su opinión, «la prueba real de cualquier libro, por supuesto, es si sobrevivirá a su propio tiempo y si seguirá siendo leído después de que su autor muera. ¿Será leído veinte años más tarde? ¿Y cien años más tarde? Creo que la ciencia ficción y la fantasía están haciéndolo muy bien en este aspecto. La gente sigue leyendo a H. G. Wells y Julio Verne, y todavía sigue leyendo a Tolkien. Cuando The Guardian realizó una encuesta con las mejores novelas del siglo XX, El Señor de los Anillos finalizó como primera, por encima de toda la denominada gran literatura de habla inglesa que fue escrita en el siglo XX. Creo que las cosas están cambiando».
Y, ahora, vuestro turno:
¿Qué os parece la traducción de la antología? ¿Qué leéis para matar la espera, canon o fantasía; los clásicos del siglo XX o ciencia ficción? ¿Qué os parecen las palabras de Martin con respecto de la saga, la serie y del mundo literario?
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