Regresamos una semana más con otra edición de «Piedra, piedra, piedra», ya la sexta. Después de ver las consecuencias de la revuelta, continuamos con esta serie de ensayos que, a pesar de la gran epidemia primaveral que nos ha tocado vivir, esperamos os sirva de distracción en estos días de duro confinamiento. Ahora más que nunca, con un estruendoso aplauso, decimos: ¡Leal con los leales!
En esta parte, con la que iniciamos el tercer bloque, en primer lugar analizaremos, desde la vertiente del juego de tronos, las repercusiones políticas que representa Sansa para luego, en segundo lugar, observar los intereses de Meñique en ella desde un prisma más personal y romántico, culminando todo ello en su rapto tras la Boda Púrpura. Se trata de una edición de transición entre Choque de Reyes y Tormenta de Espadas que supondrá el preludio del final de esta serie.
La vida (no) es una canción
— Eduardo Baratheon —
Las espinas de las rosas
En Choque de Reyes, cuando Tyrion planteó la posibilidad de casar a Joffrey con Margaery tras la muerte de Renly, Meñique vio su oportunidad y no dudó en apoyar la propuesta del Gnomo.
—Los contratos matrimoniales se pueden romper. ¿En qué nos beneficia casar al rey con la hija de un traidor muerto?
—Podéis decirle a Su Alteza que los Tyrell son mucho más ricos que los Stark —intervino Meñique—. Y tengo entendido que Margaery es bellísima… y está en edad de compartir su lecho.
[…]
—No me cabe duda de que conoces a tu hijo mejor que yo —se forzó a responder a Cersei—. Pero una alianza matrimonial con una Tyrell supondría grandes ventajas. Puede ser la única manera de garantizar que Joffrey llegue vivo a su noche de bodas.
—La pequeña Stark no le aporta a Joffrey nada más que su cuerpo — dijo Meñique mostrando su acuerdo—, por hermoso que sea. Con el de Margaery Tyrell van incluidas cincuenta mil espadas y todo el poder de Altojardín.
choque de reyes, tyrion viii
En ambos extractos queda patente el interés de Meñique por ensalzar los valores de Margaery en detrimento de los de Sansa, de la que resalta tanto su cuerpo hermoso como la pobreza de su familia. Sin embargo, como vimos en la revuelta, la hija de Catelyn no era la única prioridad de Meñique, sino que, entre otras cosas, también debía conseguir un título lo suficientemente importante que le permitiese contraer matrimonio con la señora del Nido de Águilas, que ya tenía previsto casarse con él desde que aceleró su viudedad. Ahora bien, si Lysa rechazaba a pretendientes de alta cuna, después no podría justificar por qué contraía segundas nupcias con una persona de orígenes tan humildes. Por eso, después del engaño del «uno, dos, tres», tener un papel protagonista en la forja de la alianza del león con la rosa le brindaba a Meñique otra oportunidad de ascender socialmente.
—Alteza, mi señor Mano —intervino Meñique—, el rey os necesita a los dos aquí. Dejad que vaya yo en vuestro lugar.
«¿Tú? ¿Qué ganas tú con esto?», se preguntó Tyrion.
choque de reyes, tyrion viii
Además de Harrenhal con sus tierras y rentas, los Lannister recompensan a Meñique con el título de Señor Supremo del Tridente por sus fieles servicios a la corona, convirtiéndole de un plumazo en uno de los principales señores feudales del Reino. Y ello gracias al acuerdo que había alcanzado con los Tyrell y por la victoria conseguida en el Aguasnegras, donde tuvo la idea de vestir a Garlan con la armadura de Renly. Sin embargo, cuando Meñique negociaba con los señores de Altojardín, llegó a otro acuerdo subrepticio que él mismo propició gracias a sus dotes de negociador.
—Apuesto cualquier cosa a que en algún momento de la noche alguien os dijo que teníais la redecilla del pelo mal puesta y os la enderezó. —Petyr sonrió.
—No es posible… —Sansa se llevó una mano a la boca—. Si ella quería llevarme a Altojardín, si me iba a casar con su propio nieto…
—Sí, con el amable, piadoso y bondadoso Willas Tyrell. Dad gracias, de menuda os habéis salvado, os habríais muerto de aburrimiento. En cambio la vieja no tiene nada de aburrida, eso seguro. Esa bruja es temible, y no es ni mucho menos tan frágil como aparenta. Cuando llegué a Altojardín para regatear por la mano de Margaery dejó la fanfarria a su señor hijo mientras que ella hacía preguntas inteligentes sobre la naturaleza de Joffrey. Yo lo puse por las nubes, claro… mientras mis hombres hacían correr historias muy preocupantes entre los sirvientes de Lord Tyrell. Así se juega a este juego.
»También sembré la semilla de la idea de que Ser Loras vistiera el blanco. No lo sugerí yo, claro, habría sido demasiado directo, pero algunos hombres de mi partida esparcieron relatos aterradores de cómo la turba había asesinado a Ser Preston Greenfield y violado a Lady Lollys, y se repartieron unas cuantas monedas de plata entre el ejército de bardos de Lord Tyrell para que cantaran las hazañas de Ryam Redwine, Serwyn del Escudo Espejo y el príncipe Aemon, el Caballero Dragón. En las manos adecuadas un arpa puede ser tan peligrosa como una espada.
»Mace Tyrell llegó a pensar que la idea de nombrar miembro de la Guardia Real a Ser Loras como parte del contrato matrimonial había sido suya. ¿Quién mejor para proteger a su hija que su espléndido hermano caballero? Y de paso se libraba de la dura tarea de buscar tierras y esposa para un tercer hijo, cosa que nunca es sencilla y en el caso de Ser Loras resulta doblemente difícil.
»El caso es que Lady Olenna no tenía la menor intención de permitir que Joff hiciera daño a su adorada nieta, pero a diferencia de su hijo también se daba cuenta de que, por debajo de las flores y las ropas exquisitas, Ser Loras es tan impulsivo como Jaime Lannister. Pones a Joffrey, a Margaery y a Loras en una olla y ahí tienes, la receta del guiso de Matarreyes. La anciana también comprendió otra cosa. Su hijo estaba decidido a que Margaery fuera reina, y para eso le hacía falta un rey… Pero no tenía por qué ser Joffrey. Esperad y veréis cómo pronto tenemos otra boda real. Margaery se casará con Tommen. Conservará la corona y la virginidad, dos cosas que no quiere, pero en fin, ¿qué importa? La gran alianza occidental estará a salvo… al menos durante un tiempo.
tormenta de espadas, sansa vi
En la negociación con los Tyrell, Meñique juega con dos elementos para promover un acuerdo afín a sus intereses: en primer lugar, esparce relatos preocupantes sobre Joffrey para crear un catalizador; y, en segundo lugar, promueve la candidatura de Loras como guardia real de Joffrey para precisamente dar impulso a ese catalizador, lo que hizo aumentar la preocupación de Olenna Tyrell. Cuando Meñique consigue convencer a Mace Tyrell de la alianza con los Lannister, a la Reinas de las Espinas no le queda otro remedio que mover ficha para procurar, al menos, la supervivencia de su nieta y, por ello, acuerda en secreto asesinar a Joffrey. Olenna era consciente de que la impulsividad de Loras unida a la brutalidad de Joffrey podrían destruir a los Tyrell, que ya se encontraban al borde del precipicio por aquel entonces. Por eso el pacto secreto trazaba un plan que consistía en perpetrar el asesinato de Joffrey como condición sine qua non para forjar la alianza con los Lannister. Los planes particulares de Meñique también dependían del éxito de las negociaciones con los guardianes del sur, de modo que colaboró activamente en dicho plan.
Sus ojos, acostumbrados a la luz de la mañana, tardaron en habituarse a la penumbra de la estancia. El anciano encendió una vela con manos temblorosas y la llevó al taller que había bajo las escaleras de la pajarera, donde tenía los ungüentos, pócimas y medicinas bien ordenados en estantes. En el más bajo, entre una hilera de remedios en frascos cuadrados de barro, encontró una pequeña redoma de cristal color índigo, no más grande que su dedo meñique. El contenido resonó cuando la agitó. Cressen sopló para quitar una espesa capa de polvo y se la llevó a la mesa. Se dejó caer en la silla, quitó el tapón y vertió el contenido de la redoma. Una docena de cristales del tamaño de semillas cayó sobre el pergamino que había estado leyendo. A la luz de la vela, brillaban como piedras preciosas, de un color tan púrpura que el maestre pensó que jamás había visto nada igual.
La cadena que llevaba en torno al cuello le parecía muy pesada. Rozó uno de los cristales con la punta del dedo meñique. «Que una cosa tan diminuta contenga el poder de la vida y la muerte…» Estaban hechos a partir de una planta que sólo crecía en las islas del mar de Jade, a medio mundo de distancia. Había que dejar secar las hojas y macerarlas en agua de limas, azúcar y unas raras especias de las Islas del Verano. Luego se tiraban, y la poción se espesaba con ceniza y se dejaba reposar hasta que cristalizaba. El proceso era lento y dificultoso; y los ingredientes, caros y casi imposibles de encontrar. Pero los alquimistas de Lys conocían sus secretos, así como los Hombres sin Rostro de Braavos… y los maestres de su orden, aunque no era cosa que se comentara más allá de los muros de la Ciudadela. Todo el mundo sabía que un maestre forjaba su eslabón de plata cuando aprendía el arte de la curación… pero preferían olvidar que un hombre que sabe curar también sabe cómo matar.
Cressen no recordaba ya el nombre que daban los de Asshai a la hoja, ni cómo llamaban los envenenadores lysenos al cristal. En la Ciudadela lo llamaban sencillamente «estrangulador». Se disolvía en vino y hacía que los músculos de la garganta se apretaran más que los de un puño, cerrando la tráquea. Según se contaba, el rostro de la víctima se ponía tan púrpura como la pequeña semilla de cristal de la que nacía su muerte, pero lo mismo le pasaba a quien se ahogaba con un bocado de comida.
choque de reyes, prólogo (cressen)
La semilla de la involucración de Baelish en el complot para asesinar a Joffrey fue sembrada en el comienzo de Choque de Reyes, cuando en dos ocasiones vemos relacionado el estrangulador con el dedo meñique y, además, se establece el contexto de su muerte. De un modo sutil, inserta en la historia el fundamento del arco narrativo de Meñique en el segundo libro, que consistió en llevar a cabo la negociación con los Tyrell. Entretanto, durante su ausencia en la capital, organizó la revuelta para secuestrar a Sansa, pero el plan no surtió efecto en este sentido. Como resultó ser un fracaso, era necesario encontrar otra vía de escape que empezó a vislumbrarse en la víspera de la batalla del Aguasnegras, solo cuando el trato con los Tyrell estuvo totalmente cerrado.
—Os enviaron a mí, pero ¿de qué me habéis servido? Prometisteis que me llevaríais a mi hogar, y todavía estoy aquí.
—He hablado con un hombre al que conozco —dijo Dontos dándole unas palmaditas en el brazo—, es un buen amigo mío… y vuestro, mi señora. Cuando llegue el momento adecuado alquilará un barco rápido para ponernos a salvo.
—El momento adecuado es ahora —insistió Sansa—, antes de que empiece la batalla. Se han olvidado de mí. Podríamos escabullirnos, estoy segura.
—Ay, niña, niña, niña. —Dontos sacudió la cabeza—. Sí, podríamos salir del castillo, pero las puertas de la ciudad están más vigiladas que nunca, y el Gnomo ha cerrado todas las salidas por el río.
[…]
—Su flota se encuentra muy lejos, en Bastión de Tormentas. Tendría que subir por Garfio de Massey y el Gaznate, y cruzar la Bahía Aguasnegras. Quizá los dioses envíen una tormenta que los barra de los mares. —Dontos le dirigió una sonrisa esperanzadora—. Ya sé que no es fácil para vos. Debéis tener paciencia, niña. Cuando mi amigo regrese a la ciudad tendremos un barco. Tened fe en vuestro Florian, y no temáis nada.
Sansa se clavó las uñas en la palma de la mano. Sentía cómo el miedo le atenazaba la boca del estómago, cada día más. Todavía la asediaban las pesadillas con recuerdos del día de la partida de la princesa Myrcella, eran sueños oscuros y asfixiantes de los que despertaba a media noche sin respiración. Oía los gritos furiosos del gentío, gritos sin palabras, como de animales. La habían rodeado, le habían tirado porquerías, trataron de derribarla de su caballo, y todo habría sido mucho peor si el Perro no se hubiera abierto camino hasta ella a golpes de espada. Habían despedazado al Septon Supremo, le habían aplastado la cabeza a Ser Aron con una roca… Y Dontos le decía que no temiera nada.
choque de reyes, sansa iv
Aparte de lo curioso que resulta que Sansa piense en la revuelta justo después de que Dontos mencione a «su amigo», en esta segunda reunión por fin se ve un plan en ciernes por parte del caballero bufón, que consiste en esperar la llegada de Meñique; pero aún faltaban por pulir ciertos detalles. Cuando Meñique llegó a Desembarco del Rey, le entregó a Dontos el arma del crimen que Sansa llevaría puesta durante la boda: una redecilla de plata para el pelo con amatistas negras de Asshai.
Al oscurecer, se puso una capa y se dirigió hacia el bosque de dioses. Ser Osmund Kettleblack, embutido en su armadura blanca, vigilaba el puente levadizo. Sansa intentó que la voz con la que le dio las buenas noches sonara triste. Por la mirada que le dirigió el hombre, supuso que no había resultado muy convincente.
Dontos aguardaba entre el follaje, a la luz de la luna.
—¿A qué viene esa cara tan triste? —le preguntó Sansa con alegría—. Estabais allí, ¿no? ¿No os habéis enterado? Joff me ha rechazado, ha terminado conmigo, va a…
—Oh, Jonquil, mi pobre Jonquil, no lo comprendéis —dijo tomándola de la mano—. ¿Que ha terminado con vos? No ha hecho más que empezar.
—¿Qué queréis decir? —A Sansa se le encogió el corazón.
—La reina no os liberará jamás, sois un rehén demasiado valioso. En cuanto a Joffrey… sigue siendo el rey, hermosa mía. Si quiere llevaros a su cama, lo hará, sólo que ahora lo que sembrará en vuestro vientre serán bastardos, no hijos legítimos.
—No —respondió Sansa, conmocionada—. Me ha rechazado, ha dicho…
—Sed valiente. —Ser Dontos le dio un beso baboso en la oreja—. Os juré que os llevaría a casa, y ahora puedo hacerlo. Ya he elegido el día.
—¿Cuándo? —preguntó Sansa—. ¿Cuándo nos marcharemos?
—La noche de la boda de Joffrey. Después del banquete. Ya he hecho todos los preparativos necesarios. El Torreón Rojo estará lleno de desconocidos. La mitad de los cortesanos estarán borrachos, y la otra mitad ayudando a Joffrey a acostarse con su esposa. Durante un tiempo se olvidarán de vos, y la confusión será nuestra aliada.
—El matrimonio no se celebrará hasta dentro de una luna. Margaery Tyrell está en Altojardín, acaban de enviar a buscarla.
—Habéis esperado mucho, sed paciente un poco más. Tomad, tengo algo para vos. —Ser Dontos rebuscó en su bolsa y sacó una red plateada, que se le enredó entre los gruesos dedos.
Era una redecilla para el pelo, de plata finísima, con las hebras tan delicadas que no parecía pesar más que una brisa de aire cuando Sansa la cogió entre sus manos. Allí donde se cruzaban dos hebras había una gema diminuta, todas tan oscuras que era como si se bebieran la luz de la luna.
—¿Qué piedras son?
—Amatistas negras de Asshai. De las más raras que existen; a la luz del día son de color púrpura oscuro.
—Es preciosa —dijo Sansa. «Pero lo que necesito es un barco, no una redecilla para el pelo», pensaba.
—Más preciosa de lo que imagináis, dulce niña. Es mágica. Lo que tenéis entre las manos es justicia. Es venganza por vuestro padre. —Dontos se inclinó más hacia ella y la volvió a besar—. Es el camino a casa.
choque de reyes, sansa viii
Antes de comenzar con los pormenores del plan para asesinar a Joffrey, fijémonos en el profundo simbolismo que esconde la descripción de la redecilla de plata que contiene el estrangulador. Del mismo modo que con las Lágrimas de Lys, en esta ocasión la descripción del veneno oculto en las gemas de la redecilla evoca claramente a la metáfora del Valle que analizamos en su momento. Martin vuelve a utilizar exactamente los mismos términos para describir el veneno: una redecilla de hebras de plata para el pelo –como la hebra plateada de Meñique metaforizada en las Lágrimas de Alyssa– con amatistas negras de Asshai –piedras oscuras como la piedra negra de la Lanza del Gigante y el pelo de Meñique–.
Por lo tanto, comprobamos una vez más que Martin recicla los mismos adjetivos que empleó en la metáfora del Valle y lo hace para involucrar a Meñique en el asesinato de Joffrey. Ya son dos referencias claras (esta y la del prólogo) las que avanzaban que Meñique planearía la muerte del rey.
Llegados a este punto, es preciso determinar los asuntos que Meñique y Olenna no pactaron durante las negociaciones secretas en Altojardín, principalmente dos.
En primer lugar, debemos tener claro que tanto Petyr como Olenna obviaron a Sansa en la negociación, ya que poco después ambos intentarían, cada uno por su lado, hacerse con la llave del Norte: por un lado, Meñique, tras el fracaso de la revuelta, se apresuró a pedir su mano antes que los Tyrell, con el consiguiente rechazo de Cersei; por otro, Wyllas casi logró comprometerse con ella, aunque luego el plan se desmantelara.
—¡No lo hagáis! —exclamó con la voz ronca por el espanto y el vino—. Os lo digo yo, estos Tyrell no son más que Lannisters con flores. Os lo suplico, olvidad esta locura, dad un beso a vuestro Florian y prometedme que seguiréis el plan que habíamos trazado. La noche de la boda de Joffrey, ya no falta mucho, poneos la redecilla de plata en el pelo y haced lo que os dije, y después escaparemos.
Trató de darle un beso en la mejilla. Sansa se liberó de su presa y se apartó de él.
—No quiero. No puedo. Seguro que algo saldría mal. Cuando yo quería escapar no me ayudasteis, y ahora ya no me hace falta.
—Pero pequeña, ya está todo acordado. —Dontos clavó en ella una mirada estúpida—. El barco que os llevará a casa, el bote que os llevará al barco… Vuestro Florian lo ha hecho todo por su dulce Jonquil.
—Siento que os hayáis tomado tantas molestias —dijo—, pero ya no tengo ninguna necesidad de botes ni de barcos.
—Pero si todo es para poneros a salvo…
—Estaré a salvo en Altojardín. Willas me protegerá.
—Él no os conoce —insistió Dontos— y no os amará. Jonquil, Jonquil, abrid esos dulces ojos, para esos Tyrell no sois nada. Se quieren casar con vos por vuestros derechos.
—¿Mis derechos? —Sansa no comprendía nada.
—Pequeña —siguió él—, sois la heredera de Invernalia.
tormenta de espadas, sansa ii
Es por esto mismo que, en el momento de la negociación, Petyr no reveló que utilizaría a Sansa en el regicidio, ya que aún no lo había planeado. Solo cuando Sansa, ya repudiada, adquirió su soltería y Cersei rechazó darle su mano, Meñique planeó involucrarla en la Boda Púrpura del modo en que lo hizo. La boda real le brindaba la oportunidad perfecta para llevársela. Una vez planificado el complot, Olenna tuvo que aceptar sin más remedio usar a Sansa, puesto que una vez casada con un Lannister y no con su nieto, se anteponía la seguridad de Margaery y, sobre todo, evitar que las zarpas del león llegaran a Invernalia.
En segundo lugar, debemos tener claro que Tyrion tampoco entraba dentro del plan inicial, ya que debía morir en el Aguasnegras a manos de Ser Mandon. Aunque seguía siendo una de las preocupaciones de Meñique, que no conseguía deshacerse de él, después del segundo intento de asesinato las posibilidades de acometer nuevamente su asesinato disminuyeron por la ausencia del factor sorpresa, pues Tyrion ya sabía que alguien quería verlo muerto. De este modo, luego se incluye otra variable en el plan: la muerte del menor de los Lannister.
Como se ha mencionado anteriormente, Meñique no era el único que pretendía llevarse a Sansa; los Tyrell también organizaron un complot para casarla con Willas en Altojardín. Para poder desbaratarlo a tiempo, a Meñique no le quedó otro remedio que acudir a Tywin y contárselo todo, aunque ello supusiera casarla con Tyrion y que no abandonase Desembarco del Rey.
—¿Consejero de la moneda? —dijo Tyrion con voz tensa—. ¿Podéis decirme a quién se le ha ocurrido semejante idea?
—A Lord Petyr —respondió su padre—, pero nos conviene tener el tesoro en manos de un Lannister. Has pedido que se te encomendara un trabajo importante. ¿Tienes miedo de no estar a la altura de esta tarea?
—No —replicó Tyrion—. Tengo miedo de que haya una trampa. Meñique es sutil y ambicioso. No confío en él. Tú tampoco deberías.
—Nos ha conseguido la alianza de Altojardín… —empezó Cersei.
—Sí, y a ti te entregó a Ned Stark, ya lo sé. Lo mismo le daría vendernos a nosotros. En malas manos, una moneda es tan peligrosa como una espada.
—Para nosotros, no. —Su tío Kevan lo miraba con gesto extraño—. El oro de Roca Casterly…
—No es más que estiércol en el suelo. El oro de Meñique brota del aire, sólo tiene que chasquear los dedos.
—Una excelente habilidad —ronroneó Cersei con la dulce voz impregnada de malicia—, mucho más útil que cualquiera de las tuyas, mi querido hermano.
—Meñique es un mentiroso…
—Y negro, dijo el cuervo al grajo.
—¡Basta ya! —exclamó Lord Tywin dando un palmetazo sobre la mesa—. No quiero oír ni una discusión más. Los dos sois Lannisters, comportaos como tales.
Ser Kevan carraspeó para aclararse la garganta.
—Prefiero ver a Petyr Baelish al frente del Nido de Águilas que a ningún otro de los pretendientes de Lady Lysa. Yohn Royce, Lyn Corbray, Horton Redfort… son hombres peligrosos, cada uno a su manera. Y también orgullosos. Puede que Meñique sea astuto, pero no es de noble cuna, ni diestro con las armas. Los señores del Valle no lo aceptarán. —Miró a su hermano. Al ver que Lord Tywin asentía, siguió hablando—. Además, Lord Petyr nos ha demostrado su lealtad una y otra vez. Ayer mismo nos trajo la nueva de un complot para llevar a Sansa Stark a Altojardín para una «visita», y una vez allí casarla con el hijo mayor de Lord Mace, Willas.
—¿Que Meñique trajo la noticia? —Tyrion se inclinó sobre la mesa—. ¿No fue el amo de los susurros? Qué interesante.
tormenta de espadas, tyrion iii
Tyrion ya considera una anomalía que haya sido Meñique quien se haya apresurado a destapar el complot que los Tyrell habían urdido. A raíz de desvelar los planes de las rosas, Meñique es plenamente consciente de que el próximo movimiento de Tywin será casar a su hijo pequeño con Sansa para asegurar la llave del Norte, pero aun así sabe sacarle partido a esa circunstancia aprovechando la cuenta pendiente que tiene con el Gnomo. Para ello, traslada a Tywin la idea de que su hijo ocupe su puesto vacante en el Consejo Privado como consejero de la moneda.
Aquí el quid de la cuestión es averiguar por qué Baelish tomaría esa decisión tan contraproducente si precisamente es Tyrion quien constituye un verdadero peligro para él por saber ciertas cosas. La respuesta es que, a raíz del nuevo matrimonio de Tyrion, Meñique consiguió al mismo tiempo un modo de deshacerse de él culpándolo del regicidio junto a Sansa, sin necesidad de mancharse las manos. Si Sansa desaparecía, revelando su implicación en el asesinato precisamente por haber huido, su esposo sería igualmente declarado culpable. A eso hay que añadirle la función de los enanos que Meñique había organizado con la intención de señalarlo públicamente. Por tanto, ¿qué peligro suponía que un hombre que con toda seguridad iba a morir hojease sus libros de cuentas? Si descubría algo en ellos, no tendría ninguna importancia, ya que poco después sería acusado de regicidio y su cabeza acabaría clavada en una pica. Así que, aunque Meñique hubiese vendido a Sansa a los Lannister, a cambio había conseguido comprar por fin el silencio de Tyrion, pero es un enano con suerte y a la tercera tampoco fue la vencida.
La Reina del Amor y la Belleza
Una vez hemos visto las repercusiones políticas que desencadenó la soltería de Sansa, ha llegado el momento de ver otro tipo de intereses, aquellos más relacionados con los sentimientos de Meñique hacia Sansa. Estos empezaron a manifestar en Juego de Tronos, cuando en pleno torneo de la Mano Sansa presenciaba las justas desde el palco. Después de que un victorioso Loras Tyrell entregase una rosa roja a la joven, Meñique se acerca sorpresivamente a ella para observarla más de cerca.
A las otras doncellas les había entregado rosas blancas, pero la que cogió para ella era roja.
—Mi dulce señora —dijo—, no hay victoria que sea ni la mitad de hermosa que vos.
Sansa aceptó la flor con timidez, enmudecida ante aquel despliegue de galantería. El cabello
del joven era una cascada de rizos castaños, y tenía los ojos como oro líquido. Sansa aspiró la fragancia de la rosa, y la conservó entre las manos hasta mucho después de que Ser Loras se alejara.
Cuando por fin alzó la vista había junto a ella un hombre que la miraba. Era bajo, tenía barbita puntiaguda y un mechón de cabello plateado, era casi tan mayor como su padre.
—Debes de ser una de sus hijas —dijo. También tenía unos ojos grises que no sonreían aunque lo hiciera su boca—. Eres una Tully.
—Soy Sansa Stark —dijo ella algo incómoda. El hombre lucía una capa gruesa con cuello de pieles, y el broche de plata con que se la cerraba representaba un sinsonte. Tenía los modales desenvueltos de un alto señor, pero no lo había visto nunca—. No tengo el honor de conoceros, mi señor.
—Es Lord Petyr Baelish, mi niña. —La septa Mordane acudió al instante en su ayuda—. Del Consejo Privado del rey.
—Cuando era joven tu madre fue mi reina de la belleza —dijo el hombre con voz queda. El aliento le olía a menta—. Has heredado su cabello.
Le rozó la mejilla con los dedos al acariciarle un mechón castaño rojizo. De repente, dio media vuelta y se alejó.
juego de tronos, sansa ii
El primer encuentro entre Meñique y Sansa es toda una declaración de intenciones por parte de Martin. Aparte del potente simbolismo presente en la escena, es sorprenderte ver las libertades que se toma Meñique acariciándole la mejilla y el mechón de pelo castaño rojizo, como si estuviera poseído por un recuerdo del pasado. El propio Meñique lo confirma cuando relata que Catelyn fue su reina de la belleza y el amor en su juventud, como si la comparara con su hija; un recuerdo que Meñique revive vívidamente cuando Loras entrega a Sansa la única rosa roja. No por nada la construcción narrativa del capítulo ha situado ambos hechos sucesivamente. Y si bien Sandor no coronó a ninguna reina cuando resultó victorioso, que Sansa recibiera la rosa fue lo más parecido a ese hecho, que es como lo interpreta Meñique. Por eso, a partir de ese momento, se hace patente esa obsesión del Consejero de la Moneda por la hija de Catelyn.
Sansa tomó asiento junto a la reina. Cersei sonreía de nuevo, pero eso no la tranquilizó. Varys se retorcía las manos blandas, el Gran Maestre Pycelle mantenía los ojos adormilados fijos en los papeles de la mesa, y sólo Meñique la miraba. Siempre la miraba. A veces, cuando le clavaba la vista así, Sansa se sentía como si no tuviera ropa puesta. Aquello le daba escalofríos.
[…]
—A mí me recuerda a la madre, no al padre —señaló Lord Petyr Baelish con voz tranquila—. Miradla bien. El pelo, los ojos… es la viva imagen de Cat cuando tenía su edad.
juego de tronos, sansa iii
—La niña sólo hacía comentarios, mi señor —dijo la septa Mordane que se había puesto muy nerviosa al darse cuenta de que Lord Baelish se había enterado de su conversación—. Simple charla. No pretendía decir nada.
—¿Nada? —Lord Baelish se acarició la barbita puntiaguda—. Cuéntame, pequeña, ¿por qué habrías enviado tú a Ser Loras? —A Sansa no le quedó más remedio que hablarle de los héroes y los monstruos. El consejero del rey sonrió—. Bueno, no son precisamente los argumentos que habría planteado yo, pero… —Le acercó la mano al rostro y le siguió con el dedo la línea del pómulo—. La vida no es una canción, querida. Algún día lo descubrirás, y será doloroso.
juego de tronos, sansa iv
Como podemos comprobar, la atracción obsesiva de Meñique por Sansa es evidente; no le quita el ojo de encima y, cuando tiene ocasión, se acerca a ella. Ahora bien, esta obsesión enfermiza no es nueva en la historia, sino que trae causa de una situación parecida del pasado. Para explicarla, es necesario profundizar en el trauma que acompaña a Meñique desde su juventud, cuando sufre el rechazo de su amada Cat.
—Lord Baelish estaba… eh… —Ser Rodrik carraspeó y se perdió en la búsqueda del término más educado. Pero Catelyn estaba por encima de la cortesía.
—Era el pupilo de mi padre, pasamos la infancia juntos en Aguasdulces. Para mí era como un hermano, pero sus sentimientos eran menos… fraternales. Cuando se anunció mi compromiso con Brandon Stark, Petyr lo desafió por el derecho a mi mano. Fue una locura. Brandon tenía veinte años, Petyr apenas quince. Tuve que suplicarle a Brandon que le perdonara la vida; lo dejó escapar con tan sólo una cicatriz. Después mi padre lo expulsó. No he vuelvo a verlo desde entonces. —Alzo el rostro hacia la brisa, como si el aire fresco pudiera borrar los recuerdos—. Me escribió a Aguasdulces cuando asesinaron a Brandon, pero quemé la carta sin leerla; entonces ya sabía que Ned se casaría conmigo en lugar de su hermano.
juego de tronos, catelyn iv
El trágico final de su etapa como púpilo de Hoster Tully en Aguasdulces acabó marcándole de por vida. No solo por el hecho de abandonar el entorno en el que creció, sino también por el modo tan abrupto en que finalizó. Así lo relata Catelyn cuando rememora el enfrentamiento entre Petyr y Brandon, pero lo cierto es que solo conocemos su versión de la historia. Desde la perspectiva de Meñique, quizá su percepción de la realidad haya sido distinta de la que hemos conocido, comenzando por las motivos que propiciaron el duelo por la mano de Catelyn, que podrían haber sido producto de su imaginación. Pero antes de analizar esa suposición, comencemos recordando que, durante su estancia con los Tully, Meñique entabló un vínculo demasiado estrecho con las hijas de Lord Hoster.
No quería molestarlos mientras rezaban. Los dioses tenían derechos… incluso los dioses tan crueles como para arrebatarle a Ned, y también a su padre. De manera que Catelyn aguardó. El viento procedente del río soplaba entre las ramas altas, y a su derecha se divisaba la Torre del Azud, con un lado cubierto de hiedra. Y los recuerdos la invadieron como una oleada. Entre aquellos árboles su padre la había enseñado a cabalgar, y aquél era el olmo del que Edmure se había caído y roto el brazo, y bajo el enramado que se veía al fondo, allí mismo, Lysa y ella habían jugado a los besos con Petyr.
Hacía años que no pensaba en aquello. ¡Qué jóvenes eran todos! Ella tendría la edad de Sansa, Lysa sería más joven que Arya, y Petyr, el más pequeño, pero también el más ansioso. Las chicas se lo intercambiaron, alternando risitas y momentos de seriedad. Lo recordó todo tan claramente que casi le pareció sentir sus dedos sudorosos en los hombros, y el sabor a menta de su aliento. En el bosque de dioses crecía mucha menta, y a Petyr le encantaba mascarla. Era un muchachito atrevido, siempre metido en líos.
—Intentó meterme la lengua en la boca —le confesó Catelyn a su hermana más tarde, cuando estuvieron a solas.
—A mí también —susurró Lysa, tímida, sonrojada—. Me gustó.
juego de tronos, catelyn xi
Quizá para las hermanas Tully aquello fuera un mero juego de críos, pero no para Meñique. Sus sentimientos eran más profundos, en especial hacia Catelyn. Su amor, no obstante, no fue correspondido; pero eso no significa que él lo pensara así, pues hay un evento concreto que hizo cambiar el devenir de los acontecimientos.
— […] Todos me lo han intentado quitar. Mi señor padre, mi esposo, tu madre… Sí, sobre todo Catelyn. Le gustaba besar a mi Petyr, vaya si le gustaba.
—¿A mi madre? —Sansa retrocedió otro paso.
—Sí, a tu madre, a tu querida madre, a mi amada hermana Catelyn. No te hagas la inocente conmigo, sabandija mentirosa. Durante todos aquellos años en Aguasdulces estuvo jugando con Petyr como si fuera un pelele. Lo embrujaba con sonrisas, con palabras cariñosas y miradas de ramera, y convertía sus noches en una tortura.
—¡No! —«Mi madre está muerta —habría querido gritar—. Era tu hermana y ahora está muerta»—. No es verdad. Ella no haría semejante cosa.
—¿Cómo lo sabes? ¿Dónde estabas? —Lysa se bajó de la silla alta en un remolino de faldas—. ¿Acaso viniste con Lord Bracken y Lord Blackwood cuando nos visitaron para que mi padre resolviera sus diferencias? El bardo de Lord Bracken cantó para nosotros, y aquella noche Catelyn bailó seis veces con Petyr, ¡seis veces, que las conté! Cuando los señores empezaron a discutir, mi padre se los llevó a su sala de audiencias, de manera que no quedó nadie que nos impidiera beber. Edmure, pese a lo joven que era, se emborrachó… y Petyr trató de besar a tu madre, pero ella lo rechazó de un empujón. ¡Se rió de él! Tenía una cara de dolor tal que pensé que se me iba a romper el corazón; luego bebió tanto que se desmayó encima de la mesa. El tío Brynden lo llevó a la cama para que mi padre no lo encontrara de aquella manera. Supongo que no lo recuerdas, ¿verdad? —La miró con furia—. ¿Verdad?
«¿Qué le pasa, está borracha o loca?»
—Yo entonces no había nacido, mi señora.
—No habías nacido. Pero yo sí, así que no te atrevas a decirme qué es verdad y qué es mentira. Sé muy bien cuál es la verdad. ¡Tú lo besaste!
—Fue él quien me besó —insistió Sansa—. Yo no quería…
—Cállate, no te he dado permiso para hablar. Lo provocaste, igual que tu madre aquella noche en Aguasdulces, con sus sonrisas y sus bailes. ¿Creías que se me iba a olvidar? Fue la noche en que subí a escondidas a su dormitorio para consolarlo. Sangré, pero fue el dolor más dulce que se pueda imaginar. Entonces me dijo que me quería, pero antes de quedarse dormido me llamó «Cat». Aun así me quedé con él hasta que el cielo empezó a iluminarse. Tu madre no se lo merecía, ni siquiera le dio una prenda suya cuando se enfrentó a Brandon Stark. Yo le habría dado mi prenda, yo se lo di todo. Ahora es mío, no de Catelyn ni tuyo.
tormenta de espadas, sansa vii
Según la App oficial de A World of Ice and Fire, esa misma noche se anunció el compromiso de Catelyn con Brandon Stark, de modo que Petyr ahogó su frustración con el vino después de verse rechazado durante el baile. Lysa lo visitó esa misma noche para consolarlo y terminó acostándose con él, pero hasta tal punto llegó la embriaguez de Petyr que ni siquiera fue consciente de con quién estaba y la confundió con su hermana mayor. Este hecho es determinante para entender lo que sucedería más tarde, pues Petyr cree que el amor de su vida acababa de entregarle su doncellez, a riesgo de ser repudiada por Brandon. Entiende que Catelyn ha rechazado a su prometido ofreciéndole su virginidad a él como prueba de su amor, pero a la vez comprende que eso no es algo que una Tully pueda hacer en público. Como dice su lema, «Familia, deber, honor». De ahí deduce que rechazase besarlo durante el baile, pero luego todo cobra sentido. Por fin la dama a la que amaba había demostrado de un modo indiscutible su amor por él, aunque eso no cambiaba que su humilde origen hacía imposible que fructificara en un matrimonio. Por eso poco después, cuando se anunció la fecha de la boda de Catelyn, se presentó la oportunidad de salvarla y conseguir la mano de su amada batiéndose en duelo.
Ella había visto a los hombres practicar con la espada casi todos los días de su vida, había presenciado medio centenar de torneos, pero esto era algo diferente y más letal: un baile, donde la menor equivocación en un paso significaba la muerte. Y mientras observaba, el recuerdo de otro duelo en otra época acudió a la memoria de Catelyn Stark, tan vívidamente como si hubiera ocurrido el día anterior.
Habían luchado en el patio inferior de Aguasdulces. Cuando Brandon vio que Petyr sólo llevaba el yelmo, la placa pectoral y la malla, se quitó casi toda la armadura. Petyr le había pedido a ella una prenda para llevarla, pero Catelyn lo había rechazado. Su padre, el señor, la había prometido a Brandon Stark, y fue a él a quien le dio su prenda, un pañuelo azul claro en el que había bordado la trucha saltarina de Aguasdulces. Mientras se lo ponía en la mano, miró a Brandon, suplicante.
—Sólo es un niño tonto, pero lo quiero como a un hermano. Me causaría dolor verlo morir — le dijo.
Su prometido la miró con los fríos ojos grises de los Stark, y le prometió no matar al chico que la amaba.
Aquel combate terminó casi nada más empezar. Brandon era un hombre hecho y derecho, e hizo retroceder a Meñique a todo lo largo del patio hasta la escalera que llevaba al agua, descargando el acero sobre él a cada paso, hasta que el chico quedó tambaleándose y sangrando por una docena de heridas. «¡Ríndete!», le gritó en varias ocasiones, pero Petyr se limitaba a hacer un gesto de negación y seguía combatiendo, sombrío. Cuando el río les lamía ya los tobillos, Brandon puso punto final al duelo con un mandoble de revés, que cortó el cuero recubierto de anillas de acero de Petyr y le produjo una herida en la carne blanda, bajo las costillas, tan profunda que Catelyn creyó que sería mortal. Mientras caía, el chico la miró y murmuró: «Cat». La sangre, brillante, le fluía entre los dedos, recubiertos de malla. Catelyn pensaba que ya se había olvidado de aquello.
juego de tronos, catelyn vi
En primer lugar, aquí debe resaltarse el papel tan importante que juega la prenda de la dama. Petyr se la pide a Catelyn para llevarla durante el combate, pero ella lo rechaza; en su lugar, se la da a su prometido, lo que desconcierta aún más al muchacho. No entiende por qué no le ha dado su prenda a él, al que había regalado su posesión más preciada. En cualquier caso, aunque el duelo todavía no había comenzado, Petyr acababa de recibir la primera estocada. Si en lo que respecta al físico ya partía con una apabullante desventaja respecto a Brandon, mentalmente estaba confuso y moralmente por los suelos, pues su amada acababa de rechazarlo otra vez sin saber por qué. De todos modos, Petyr continuó con esa locura y se enfrentó al norteño, que le propinó tal paliza que lo dejó convaleciente durante una quincena.
Habían transcurrido dos semanas antes de que Meñique tuviera fuerzas suficientes para abandonar Aguasdulces, pero su padre, el señor, le prohibió visitarlo en la torre, donde yacía. Lysa ayudó a su maestre a cuidarlo, era más callada y retraída en aquella época. Edmure también fue a visitarlo, pero Petyr lo echó. Su hermano había actuado como escudero de Brandon en el duelo y Meñique no se lo perdonaría. Tan pronto como tuvo fuerzas suficientes para ser transportado, Lord Hoster Tully envió fuera a Petyr Baelish, en una litera cerrada, para que concluyera su restablecimiento en los Dedos, en la roca batida por el viento que lo había visto nacer.
juego de tronos, catelyn vi
Es en este preciso momento cuando se produce el despertar de Petyr para renacer como el Meñique que todos conocemos hoy en día. Convaleciente y herido de muerte, averigua que el mundo es cruel y despiadado. El amor no triunfa como en las canciones; solo vencen los monstruos. Si hubiese tenido el estatus adecuado, podría haber aspirado a la mano de Catelyn. Sin embargo, entre ellos se interponía una realidad que impedía su unión matrimonial, pero no así la carnal que, según cree él, ya habían consumado aunque en realidad fuera con Lysa. La hija menor de Hoster se encargó de cuidar de Petyr junto al maestre y, aunque para él fuera la primera vez que se acostaba con ella, se quedó encita a raíz de ese segundo encuentro, si bien poco después abortaría por los efectos de la atanasia. A partir de este momento, ya cree que ha desvirgado a ambas hijas.
—Una liebre muy lenta, sin duda —asintió Tyrion—. Mi señor, tengo entendido que, mientras estuvisteis como pupilo en Aguasdulces, teníais una relación muy cercana con los Tully.
—Se podría decir que sí. Sobre todo con las niñas.
—¿Como cuánto de cercana?
—Yo las desfloré. ¿Os parece suficientemente cercana?
Soltó la mentira (Tyrion estaba casi seguro de que era una mentira) con tal desparpajo que cualquiera se la habría creído. Tal vez la que mintió había sido Catelyn Stark, sobre cómo perdió la virginidad y sobre el tema de la daga. Cuanto más envejecía, más consciente era Tyrion de que nada era sencillo, y pocas cosas eran verdad.
choque de reyes, tyrion iv
La primera impresión es que se trata de otra de las mentiras de Meñique, pero aun así conviene pararse a pensar que si quizá afirma eso con ese tono tan desenfadado, es porque precisamente así lo cree, que de verdad él desvirgó a las dos hijas de Hoster Tully. Aunque en el caso de Lysa sea cierto, con Catelyn nunca hubo nada; pero Meñique piensa que sí porque su percepción de la realidad de aquel día, enturbiada por los efectos del alcohol, le hizo creer que se trataba de ella. Es por ello que, a pesar de no conseguir la mano su amada, alardea del mejor regalo que le pudo dar.
—¿Por qué iba a mentirme Petyr?
—¿Por qué caga un oso en el bosque? —replicó—. Porque está en su naturaleza. A los hombres como Meñique les cuesta menos mentir que respirar. Vos deberíais saberlo mejor que nadie.
—¿Qué queréis decir, Lannister? —La mujer dio un paso hacia él con el rostro tenso.
—Vaya —dijo Tyrion inclinando la cabeza a un lado—, pues que en la corte todo el mundo le ha oído contar cómo le entregasteis vuestra virtud, mi señora.
—¡Mentira! —gritó Catelyn Stark.
[…]
—En el pasado, Petyr Baelish me amaba. —Catelyn Stark miraba a Tyrion. Tenía los ojos más fríos que había visto en la vida—. No era más que un niño. Su pasión fue una tragedia para todos nosotros, pero era sincera y pura, y no algo de lo que se pueda hacer mofa. Quería mi mano. Ésa es la única verdad. Realmente sois un hombre malvado, Lannister.
—Y vos sois una mujer estúpida, Lady Stark. Meñique nunca ha amado a nadie que no fuera Meñique. Y os aseguro que de lo que alardea no es de vuestra mano, sino de esos pechos redondos, de esa boca dulce y del calor que hay entre vuestras piernas.
juego de tronos, tyrion iv
Meñique solo ha amado a Meñique desde el momento en que se convirtió en Meñique, que es cuando lo conoce Tyrion. Alardea sobre haber desflorado a Catelyn porque, en un principio, él piensa que fue así; está siendo sincero.
Ya tenéis edad suficiente para saber que vuestra madre y yo fuimos más que amigos. Hubo un tiempo en que Cat era lo único que yo quería en este mundo. Me atreví a soñar con la vida que llevaríamos, los hijos que me daría… pero ella era hija de Aguasdulces, hija de Hoster Tully. Familia, Deber, Honor, Sansa. Familia, Deber, Honor; eso significaba que nunca tendría su mano. Pero ella me dio algo mejor, el regalo que una mujer sólo puede dar una vez. ¿Cómo podría darle la espalda a su hija? En un mundo mejor habríais sido hija mía, no de Eddard Stark. Mi querida hija, mi queridísima hija…
tormenta de espadas, sansa v
Aquí observamos que Sansa despierta en Meñique un sentimiento paternal. Sin embargo, en palabras de Martin, los sentimientos de Petyr por Sansa no son completamente paternales sino parciales, porque tiene sentimientos encontrados. A veces él ve a Sansa como la hija que nunca tuvo y pudo tener con Cat si se hubiese casado con ella, como soñaba cuando era pupilo en Aguasdulces. Otras veces se aleja de esa idea y es menos Petyr y más Meñique, de modo que ella es solamente otra pieza del juego de tronos; una pieza muy valiosa que usará para conseguir sus propósitos. Y otras veces no es la hija de Cat, sino Cat de joven; su fantasía adolescente regresa y entonces sus sentimientos por ella son sexuales y románticos.
En definitiva, ese amor por su Reina del Amor y la Belleza vuelve a florecer en él, como la música de una canción del pasado que hubiese entonado la misma melodía otra vez. Así lo siente desde su primer encuentro en el torneo de Desembarco del Rey, cuando Loras obsequió a Sansa con la rosa roja. «La vida no es una canción, querida. Algún día lo descubrirás, y será doloroso», le dice Petyr a Sansa. Cuando comprobamos por todo por lo que ha pasado, descubrimos que habla desde su propia experiencia personal, pues él mismo ha vivido en sus carnes que la vida no es como la cuentan las canciones; es cruel e injusta y el amor no triunfa ni hay lugar para él. En el momento en que pierde el duelo ante Brandon y sufre la mayor humillación de su vida, el joven Petyr despierta del sueño en el que se encontraba sumido. Y aunque afirme que la vida no es una canción, es indudable que Meñique ha vuelto a caer presa de su atractiva melodía gracias a Sansa, a la que él ya ha coronado como su Reina del Amor y la Belleza.
—Había una canción —recordó Robb—. «Jenny de Piedrasviejas, con flores en el cabello.»
—Al final no somos más que canciones. Y eso si tenemos suerte.
Aquel día había jugado a ser Jenny, hasta se había puesto flores en el pelo. Y Petyr fingía ser su Príncipe de las Libélulas. Catelyn no tendría más de doce años, Petyr era un chiquillo.
tormenta de espadas, catelyn v
En su juventud, Catelyn y Petyr interpretaron la canción de Jenny de Piedrasviejas, aunque con los papeles intercambiados. Ella era su Reina de la Belleza y el Amor coronada con flores en el cabello, pero de alta cuna; y él, de orígenes humildes, era el Príncipe de las Libélulas. En aquel entonces, un Petyr ebrio de canciones pretendía reeditar la historia de Jenny y Duncan y seguirla como ejemplo, pero fracasó ante la cruda realidad del mundo. Un mundo que en ocasiones es caprichoso, pues con la aparición de Sansa otra vez se ha cruzado con una rosa al borde del camino. Otra oportunidad de hacer realidad aquella historia de amor que tan profundamente caló en el muchacho soñador que fue. Eso sí, con la diferencia de que, como sinsonte que es ahora, él será quien compondrá y cantará su propia canción junto a Sansa.
El rapto
Finalmente, tras varios intentos, Meñique consiguió llevarse a Sansa en la Boda Real, en la que Joffrey murió envenenado por el estrangulador contenido en la redecilla de plata que portaba Sansa. En ese momento, cuando el Joffrey yace muerto a los pies del Trono de Hierro, Sansa aprovecha la confusión del momento para escabullirse y llegar hasta el Bosque de Dioses de la Fortaleza Roja, donde debe encontrarse con Dontos para huir de allí.
—¿Quién anda ahí? —llamó—. ¿Quién va?
El bosque de dioses estaba sombrío y penumbroso, y las campanas tañían marcando el camino de Joff hacia la tumba.
—Yo. —Salió de entre los árboles tambaleándose, borracho perdido. La agarró del brazo para recuperar el equilibrio—. Ya he venido, dulce Jonquil. Aquí está vuestro Florian, no tengáis miedo.
—Dijisteis que tenía que llevar la redecilla del pelo. —Sansa dio un paso atrás para librarse de su mano—. La redecilla de plata con… ¿qué piedras son éstas?
—Amatistas. Amatistas negras de Asshai, mi señora.
—No son amatistas. ¿Verdad? ¿Verdad? ¡Me habéis mentido!
—Amatistas negras —le juró—. Eran mágicas.
—¡Eran asesinas!
—Más bajo, mi señora, más bajo. No fue ningún asesinato. Se ahogó con la empanada de paloma. —Dontos soltó una carcajada—. Qué empanada tan sabrosa. Plata y gemas, nada más, plata, gemas y magia.
Las campanas tañían, el silbido del viento era como el ruido que había hecho Joff al intentar respirar.
—Vos lo envenenasteis. Fuisteis vos. Me cogisteis una gema del pelo.
—Callad, vais a hacer que nos maten. Yo no he hecho nada. Vamos, nos tenemos que marchar, os estarán buscando. Han arrestado a vuestro esposo.
—¿A Tyrion?
—¿Acaso tenéis otro esposo? El Gnomo, el enano, ella cree que fue quien mató al rey. —La tomó de la mano y tiró de ella—. Por aquí, nos tenemos que marchar, daos prisa, no tengáis miedo.
tormenta de espadas, sansa v
Sansa, demostrando una gran perspicacia, averigua cómo murió Joffrey. Sin que ella se diera cuenta, la habían involucrado en el asesinato del rey y, a raíz de su misteriosa desaparición, ya es considerada la principal sospechosa. Por esa misma razón Tyrion, su esposo, es detenido y acusado como principal sospechosos del regicidio. Objetivo cumplido.
—Habladme del banquete —dijo mientras la acompañaba bajo la cubierta—. La reina se tomó muchas molestias. Los bardos, los malabaristas, el oso bailarín… ¿A vuestro pequeño esposo le gustaron mis enanos justadores?
—¿Eran vuestros?
—Tuve que mandar a buscarlos en Braavos y esconderlos en un burdel hasta el día de la boda. No sé qué ocasionaron más, si gastos o problemas. Os sorprendería saber lo difícil que es ocultar a un enano, y en cuanto a Joffrey… Bueno, se puede llevar a un perro hasta el agua, pero hacer que beba es otra cosa. Cuando le hablé de mi pequeña sorpresa me dijo «¿Para qué quiero enanos en mi banquete? Odio a los enanos». Lo tuve que coger por el hombro y susurrarle: «No tanto como los odiará vuestro tío».
La cubierta se mecía bajo sus pies y Sansa se sentía como si el mundo entero fuera inestable.
—Creen que Tyrion envenenó a Joffrey. Ser Dontos me dijo que lo habían hecho prisionero.
—La viudedad os sentará muy bien, Sansa —dijo Meñique con una sonrisa.
tormenta de espadas, sansa v
Al mismo tiempo, Meñique también buscaba una Sansa cómplice para precisamente asegurarse de que fuera consciente del papel fundamental que había desempeñado en el asesinato de Joffrey. Meñique utiliza esta manipulación psicológica para llevarla al punto de que ella se crea la asesina y que ahora solo su salvador puede ofrecerle la protección que necesita frente a los Lannister, de modo que no pueda huir o pedir ayuda a otra persona que no sea él. Ello se nos muestra de forma simbólica cuando Sansa sube a borde de la Rey Pescadilla.
Junto a la baranda la esperaban dos marineros que la ayudaron a subir a la cubierta. Sansa estaba tiritando.
—Tiene frío —oyó decir a alguien. El hombre se quitó la capa y se la puso sobre los hombros—. Mejor así, ¿verdad, mi señora? Tranquila, lo peor ha pasado ya.
Reconoció la voz al instante. «Pero si está en el Valle», pensó. A su lado se encontraba Ser Lothor Brune con una antorcha.
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Del mismo modo que el Perro durante la batalla del Aguasnegras y Tyrion en su boda, si bien por motivos distintos, Meñique cubre a Sansa bajo su manto protector, pues a partir de este momento, aunque Sansa haya comenzado una nueva vida, está completamente sometida y controlada por Meñique. Ha pasado de ser un pajarito enjaulado a volar al son de la canción de un sinsonte que, pese a haberla rescatado, le cortará las alas de su libertad. Si Sansa será capaz o no de liberarse de esa jaula psicológica, lo veremos próximamente.
Aquí finaliza esta edición, leales. Hemos podido comprobar cómo Meñique, desde el inicio de la historia, ha intentado llevarse a Sansa tanto por intereses políticos como personales, incluidos los románticos. Otra cuestión distinta será cuál de ellos se impondrá finalmente, aunque eso lo dejaremos para futuras ediciones cuando nos adentremos en el festín de cuervos. Ahora, en la próxima edición, nos centraremos en un tema capital, el que da nombre a esta serie de ensayos: las piedras.
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