Hoy sí, leales. ¡Piedra, piedra, piedra! Piedras debajo de las piedras, encima de ellas y por los costados. Supongo que esto ya puede servir como introducción de lo que está por venir, la prueba de mi obsesión por las piedras. Así pues, como cada domingo alterno, regresamos con otra parte de esta serie de ensayos, la antepenúltima. En esta edición, nos adentraremos de lleno en las piedras, su significado y por qué son tan importantes. A lo largo de sus libros, George R.R. Martin ha lanzado muchas piedras y este es el fruto de recogerlas, picarlas y pulirlas poco a poco, golpe tras golpe. Sin más dilación, leales, coged pico y pala, que allá vamos.
Piedra
— Eduardo Baratheon —
El gigante y la doncella
Meñique, el gigante de piedra
A lo largo de Canción de Hielo y Fuego han surgido varios gigantes, pero ninguno de forma tan recurrente y evidente como el que trataré de describir a continuación. Como recordaréis, el primer contacto con el gigante de piedra tuvo lugar en la primera edición de esta serie de ensayos con la metáfora de la Lanza del Gigante. Si ya de por sí era una pista de suficiente entidad, Martin no duda en confirmarla de un modo tajante en Festín de Cuervos.
«El Titán de Braavos.» La Vieja Tata les contaba cuentos sobre el Titán cuando vivían en Invernalia. Era un gigante alto como una montaña y, cuando un peligro se cernía sobre Braavos, se despertaba con fuego en los ojos, y los miembros de piedra le rechinaban y gemían mientras se adentraba en el mar para acabar con los enemigos.
festín de cuervos, arya i
«Es tan hermoso… —La cima nevada de la Lanza del Gigante se alzaba ante ella; una inmensidad de piedra y hielo que empequeñecía el castillo posado en su hombro. Carámbanos de siete varas de largo colgaban del borde del precipicio donde, en verano, caían las Lágrimas de Alyssa. Un halcón sobrevoló la cascada helada, con las alas azules extendidas contra el cielo de la mañana—. Ojalá tuviera alas yo también.»
festín de cuervos, alayne i
El Titán de Braavos es «un gigante tan alto como una montaña», tan alto como la Lanza del Gigante, en cuyo «hombro» posa el diminuto Nido de Águilas, la jaula donde Sansa vive cual pajarito sin alas. Dejando de lado esta última referencia, aquí se vincula la montaña del Valle de Arryn con el titán que corona la entrada de la Ciudad Secreta. Sin embargo, la conexión entre ambas figuras no acaba aquí, sino que tiene su origen en Juego de Tronos con la primera descripción de la Lanza del Gigante.
Catelyn alzó la vista, un largo trecho. Al principio lo único que divisó fueron piedras y árboles, la mole imponente de la gran montaña envuelta en la noche, negra como una noche sin estrellas. Entonces advirtió el brillo de hogueras lejanas, muy por encima de ellos: era un torreón de vigilancia, edificado en la ladera de la montaña, con luces como ojos anaranjados que los observaban desde arriba. Por encima había otro torreón, aún más lejano, y un tercero que no era sino una chispa titilante en el cielo. Y por fin, en la cima, hasta donde sólo se remontaban los halcones, un rayo blanco a la luz de la luna. Al contemplar las torres claras, tan altas y lejanas, la invadió el vértigo.
juego de tronos, catelyn v
Catelyn nos ofrece una descripción de la montaña desde el pie hasta la cima, en la que debe tenerse en cuenta dos elementos: en primer lugar, la montaña en una noche «negra como una noche sin estrellas»; y, en segundo lugar, que las luces de las hogueras de Piedra, el primer torreón de vigilancia, son descritas como «ojos anaranjados» que observan desde las alturas. A primera vista puede parecer una simple descripción de la montaña en un entorno nocturno, pero a continuación se describe el tercer torreón de vigilancia, Cielo, cuyos «ojos» son descritos precisamente como «una chispa titilante en el cielo», como una estrella. Y es esta última metáfora, los ojos que parecen astros, la chispa titilante de Cielo, la que suple la ausencia de estrellas en el firmamento en una noche sin estrellas. Ahora prestemos atención a la primera aparición del Titán de Braavos.
La luz ardía tenue y lejana, muy baja en el horizonte, un brillo entre las nieblas marinas.
—Parece una estrella —dijo Arya.
—La estrella del hogar —convino Denyo.
[…]
Ya había desaparecido la última estrella de la noche; sólo quedaban las dos que se divisaban delante.
—Ahora son dos estrellas.
—Dos ojos —dijo Denyo—. El Titán nos ve.
festín de cuervos, arya i
Aunque los «ojos anaranjados que los observaban desde arriba» de la Lanza del Gigante es una metáfora lo suficientemente explícita, la montaña forja un vínculo aún más fuerte con el Titán de Braavos cuando, en un entorno sin estrellas, solo brillan las hogueras de sus ojos llameantes, descritos a su vez como estrellas; por tanto, el vínculo entre el Titán y la Lanza del Gigante es, como puede verse, más que evidente. Y aunque el nexo de unión de este vínculo con Meñique ya aparezca desde el principio, el autor lo confirma expresamente en Tormenta de Espadas.
Sansa no reconoció el emblema pintado en el escudo, una cabeza de piedra gris con ojos llameantes sobre campo color verde claro.
—Es el escudo de mi abuelo —le explicó Petyr al ver que lo estaba mirando—. Su padre había nacido en Braavos y vino al Valle como mercenario contratado por Lord Corbray, de manera que mi abuelo eligió como emblema la cabeza del Titán cuando lo nombraron caballero.
[…]
—Mi pueblo —le dijo Petyr, aunque sólo el más viejo de los habitantes parecía conocerlo. También había una cueva de un ermitaño, aunque sin ermitaño—. Ya está muerto, pero cuando era niño mi padre me trajo a verlo. Aquel tipo no se había bañado en cuarenta años, ya os podéis imaginar cómo olía, pero se suponía que tenía el don de la profecía. Me palpó un poco y dijo que sería un gran hombre, y a cambio de eso mi padre le dio un odre de vino. —Petyr soltó un bufido burlón—. Yo le habría podido decir lo mismo por media copa.
tormenta de espadas, sansa vi
¿Meñique un «gran hombre»? ¿Quizá tanto como un gigante o un titán? Aparte de los detalles y pequeños foreshadowings que hay esparcidos por ahí, podemos concluir que, efectivamente, Martin siempre ha pretendido vincular a Meñique con la Lanza del Gigante y el Titán de Braavos. Sin embargo, una vez recopilada toda esta información, aún podemos ir un poco más allá…
En muchas ocasiones, la saga bebe de numerosas fuentes históricas y mitológicas de la antigüedad, pero eso no implica que, como el propio autor ha dicho, tales hechos históricos o mitológicos vayan a ser exactamente los mismos en su historia. Ahora bien, eso no significa que puedan ignorarse y menos aún si los ha adaptado en su obra.
Por el momento, baste decir que, en este asunto, existe una referencia clara en la mitología griega: el titán Atlas, condenado por Zeus a sostener el cielo tras rebelarse contra los olímpicos en lo que se conocería como la Titanomaquia, que se identifica actualmente con la cordillera del Atlas situada al noroeste de África. Es decir, un titán y una montaña, por un lado; y el Titán de Braavos y la Lanza del Gigante, por otro. Aunque luego se profundizará más en esta idea, de la que pueden extraerse datos muy llamativos, es necesario recalcar que los guiños al mundo griego van incluso más a allá, ya que el propio nombre de Petyr, que es una variación del nombre anglosajón «Peter», deriva del nombre griego «Petros», cuyo significado real es piedra. ¡Piedra!
Sansa, la doncella de piedra
La gélida armadura que es su cortesía no es la única característica que posee Sansa Stark. Después de su rapto, comenzó a desarrollar otra que le ha sido impuesta para precisamente ocultar su verdadera identidad: ahora representa el papel de la hija bastarda de Meñique, Alayne Piedra. Su nuevo nombre no es la único que nos llevará a hablar de ella como la doncella de piedra, sino que esta cualidad ya le fue atribuida de forma simbólica antes de que Meñique decidiera llamarla como su difunta madre.
Soñé con una doncella en un banquete, con serpientes púrpura en los cabellos y veneno en los colmillos. Y más tarde volví a soñar con esa doncella, que mataba a un cruel gigante en un castillo hecho de nieve.
tormenta de espadas, arya viii
Como ya sabemos, la profecía del Fantasma de Alto Corazón se refiere a Sansa. El primer sueño versa sobre el papel que jugaría en la Boda Púrpura, donde Joffrey muere envenenado por el Estrangulador en las amatistas negras de la redecilla de plata; y el segundo sueño, sobre el que luego haremos hincapié, no parece estar del todo claro.
Si bien este fragmento no contiene ninguna referencia explícita relacionada con las piedras, si lo sometemos a interpretación queda implícitamente patente que sí. Y ello porque esa descripción de Sansa está claramente inspirada, de nuevo, en una famosa figura mitológica griega: Medusa, un monstruo con serpientes en la cabeza que convertía en piedra a todo aquel que la miraba fijamente a los ojos. Este es el primer vínculo importante de Sansa con las piedras, pero no el único. Como se ha mencionado anteriormente, dada su nueva condición de hija bastarda de Meñique, su apellido de tapadera es Piedra; pero no solo eso, sino que incluso su propio nombre, Alayne, es de origen céltico-gaélico y significa «roca». ¡Piedra!
El cruel gigante
Han sido múltiples las especulaciones sobre el significado de «la doncella que mataba a un cruel gigante en un castillo hecho de nieve», pero la más defendida, sin duda, es que Meñique perecerá a manos de Sansa llegado el momento. Pero no es cuestión ahora de analizar cómo afrontará ese paso tan agigantado de rebelarse contra su maestro (de lo que ya nos encargaremos en su momento), sino de desvelar las pistas que apuntan hacia su caída. Para ello, como punto de partida, analizaremos minuciosamente el momento al que la profecía parece aludir literalmente: cuando Sansa construye el castillo de nieve en el Bosque de Dioses del Nido de Águilas, el pasaje favorito de Martin en Tormenta de Espadas. Dada la importancia y extensión del mismo, afrontaremos su análisis de un modo más didáctico y en tres partes: la primera está relacionada con Sansa, su madurez y los sueños.
Estaba nevando sobre el Nido de Águilas.
Fuera los copos descendían suaves y silenciosos como recuerdos. «¿Ha sido esto lo que me ha despertado?» La capa de nieve ya era gruesa en el jardín, un manto que cubría la hierba y adornaba arbustos y estatuas con su brillo blanco al tiempo que empezaba a pesar en las ramas de los árboles. Aquel espectáculo devolvió a Sansa a las frías noches de hacía tanto tiempo, al largo verano de su infancia.1
La última vez que había visto nieve fue el día que partió de Invernalia.
«Fue una nevada más ligera que ésta —recordó—. Robb tenía copos derretidos en el pelo cuando me abrazó, y la bola de nieve que intentó hacer Arya se le deshacía en las manos. —Dolía recordar lo feliz que había sido aquella mañana. Hullen la había ayudado a montar y ella había partido a caballo bajo los copos de nieve para ver el ancho mundo—. Aquel día pensé que mi canción estaba empezando, pero en realidad estaba a punto de terminar.»2
[…]
Su doncella se arrebujó en la manta cuando la nieve empezó a entrar por la ventana. Sansa abrió la puerta y bajó por la escalera de caracol. Cuando abrió la puerta que daba al jardín, el espectáculo era de una belleza tal que contuvo el aliento para no trastornar una hermosura tan perfecta. La nieve seguía cayendo en un silencio fantasmal y se depositaba en el suelo en un manto grueso inmaculado3. Todos los colores habían desaparecido, sólo había blancos, negros y grises. Las torres blancas, la nieve blanca, las estatuas blancas, negras sombras y negros árboles, y por encima de todo el oscuro cielo gris.
«Es un mundo puro —pensó Sansa—. No es lugar para mí.»4
Pese a todo pisó la nieve. Las botas se le hundieron hasta el tobillo en la blanda superficie blanca sin hacer el menor ruido. Sansa paseó sin rumbo entre arbustos escarchados y árboles oscuros y escuálidos, y se preguntó si estaría soñando todavía. Los copos que caían le acariciaban el rostro ligeros como el beso de un amante y se le derretían en las mejillas. En el centro del jardín, junto a la estatua de la mujer llorosa que yacía rota y medio enterrada en el suelo, volvió el rostro hacia el cielo y cerró los ojos. Sintió la nieve en las pestañas, la saboreó en los labios… Era el sabor de Invernalia, el sabor de la inocencia, el sabor de los sueños. 5
Cuando volvió a abrir los ojos descubrió que estaba de rodillas. No recordaba haberse dejado caer. Le pareció que el cielo gris se había aclarado un poco.
tormenta de espadas, sansa vii
En esta segunda parte del extracto, analizaremos la construcción del castillo de nieve de Invernalia. Este fragmento, a pesar de lo infantil que pueda parecer, está plagado de referencias sexuales.
El amanecer se coló como un ladrón en su jardín6. El gris del cielo se hizo aún más claro y los árboles y los arbustos se tornaron color verde oscuro bajo sus estolas de nieve. Unos cuantos criados salieron a mirarla durante un rato; no les hizo caso y pronto volvieron al interior del edificio, donde hacía más calor. Sansa vio a Lady Lysa que la contemplaba desde su balcón envuelta en una túnica de terciopelo azul con ribetes de piel de zorro, pero cuando volvió a mirar su tía ya no estaba. El maestre Colemon se asomó por la ventana de la pajarera y estuvo un rato mirándola desde arriba, flaco y tiritando pero mordido por la curiosidad.
Todos los puentes se le caían. Había un puente cubierto entre la armería y el torreón principal, y otro que iba del cuarto piso de la torre de la campana al segundo de la pajarera, pero por mucho que les diera forma con todo cuidado se le derrumbaban sin remedio. La tercera vez que uno se cayó, masculló una maldición y se dejó caer sentada, frustrada e impotente.
—Apretad la nieve en torno a un palito, Sansa7.
No habría sabido decir cuánto tiempo llevaba mirándola, ni cuándo había regresado del Valle.
—¿Un palito? —se sorprendió.
—Así tendrá más consistencia y se mantendrá en pie, creo yo —dijo Petyr—. ¿Puedo entrar en vuestro castillo, mi señora?8
—No me lo rompáis, tened…9—Sansa recelaba.
—¿Cuidado? —Sonrió—. Invernalia ha resistido contra enemigos mucho más temibles que yo. Porque es Invernalia, ¿verdad?
—Sí —reconoció Sansa.
—Cuando Cat se fue al norte con Eddard Stark, soñaba a menudo con ese lugar. —El hombre recorrió el muro exterior—. En mis sueños era un sitio frío y oscuro.
—No. Siempre hacía calor, hasta cuando nevaba. El agua de los manantiales calientes se bombeaba por el interior de los muros para mantenerlos a buena temperatura, y en los jardines de cristal era siempre como en el día más caluroso del verano. —Se irguió para contemplar el gran castillo blanco—. No se me ocurre cómo hacer el tejado de cristal de los jardines.10.
Meñique se acarició la barbilla, desprovista de barba desde que Lysa le había pedido que se afeitara.
—Los cristales estarían encajados en una estructura de madera, ¿no? Pues ahí tenéis, hacedlo con ramitas. Las peláis, las entrecruzáis y utilizáis tiras de corteza para que el conjunto se sostenga. Esperad, os enseñaré.
Recorrió el jardín para recoger ramas y palitos, y les fue sacudiendo la nieve. Cuando tuvo suficientes salvó las dos murallas de una zancada larga y se acuclilló sobre los talones en mitad del patio11. Sansa se acercó para ver qué hacía. Petyr trabajaba con manos hábiles y seguras, y pronto tuvo un enrejado de ramitas muy semejante al que había servido como tejado de cristal para los jardines de Invernalia.
—Los cristales nos los tendremos que imaginar, claro —dijo mientras le entregaba la estructura.
—Es perfecta —dijo.
—Y esto también —dijo él rozándole la cara.
—¿El qué? —Sansa lo miró sin comprender.
—Vuestra sonrisa, mi señora. ¿Os hago otro?12
—Si sois tan amable…
—Nada me complacería más13.
Ella alzó las paredes de los jardines de cristal mientras Meñique iba poniendo los tejados, y cuando terminaron la ayudó a ampliar las murallas y a construir la caseta de la guardia. Sansa utilizó palitos para los puentes cubiertos y tal como él había dicho se mantuvieron en pie. El Primer Torreón fue muy sencillo, no era más que una torre vieja, redonda y achaparrada, pero se volvió a quedar bloqueada a la hora de poner las gárgolas que bordeaban la cima. La respuesta la tenía otra vez Petyr.
—Ha estado nevando sobre vuestro castillo, mi señora —señaló—. ¿Cómo son las gárgolas cuando están cubiertas de nieve?
—Sólo son bultos blancos. —Sansa había cerrado los ojos para rememorarlas.
—Pues ahí tenéis. Las gárgolas son difíciles, pero los bultos blancos no cuestan nada.
Y así fue.
La torre rota fue todavía más sencilla. Juntos hicieron una torre alta, arrodillados hombro con hombro para darle un acabado pulido, y cuando la pusieron en pie, Sansa metió los dedos en la cima, agarró un puñado de nieve y se lo tiró a él a la cara. Petyr dejó escapar un grito cuando la nieve se le metió por el cuello del jubón.
—Eso no ha sido galante, mi señora.
—Como tampoco lo fue traerme aquí después de prometerme que me llevaríais a casa.
No sabía de dónde había sacado el valor para hablarle con tanta franqueza.
«De Invernalia —pensó—. Entre los muros de Invernalia soy más fuerte.»
—Sí, en eso no os dije la verdad… —El rostro del Petyr se tensó—. Tampoco en otra cosa.
—¿En qué otra cosa? —Sansa sentía un nudo en el estómago.
—Antes os dije que nada me complacería más que ayudaros a edificar este castillo. Siento comunicaros que eso también fue mentira. Hay algo que me complacería mucho más. —Dio un paso hacia ella—. Esto.
Sansa intentó retroceder, pero él la agarró por los brazos y de repente la estaba besando. Se resistió débilmente, con lo que sólo consiguió que la estrechara más contra él. Tenía la boca sobre la suya, engullía sus palabras. El aliento le sabía a menta. Durante un segundo se rindió a su beso… pero enseguida volvió la cara y se debatió para liberarse.
—¿Qué hacéis?
—Besar a una doncella de nieve. —Petyr se enderezó la capa.
—¡Tenéis que besarla a ella! —Sansa alzó la vista hacia el balcón de Lysa, pero ya no había nadie allí—. ¡A vuestra esposa!
—Ya lo hago. Lysa no tiene motivos de queja. —Sonrió—. Ojalá tuvierais delante un espejo, mi señora. Estáis hermosísima. Estáis cubierta de nieve como un cachorrillo de oso, pero tenéis el rostro tan sonrojado que apenas si podéis respirar. ¿Cuánto hace que lleváis aquí? Debéis de tener mucho frío. Dejad que os dé calor, Sansa. Quitaos los guantes, dadme las manos.
—¡No! —Hablaba casi igual que Marillion la noche que se había emborrachado durante el banquete. Sólo que en esta ocasión no acudiría Lothor Brune para salvarla, Ser Lothor servía a Petyr—. No me deberíais besar. Podría ser vuestra hija…
—Podríais ser mi hija —reconoció con una sonrisa pesarosa—. Pero el caso es que no lo sois. Sois hija de Eddard Stark y de Cat. Y de verdad pienso que podríais ser aún más bella que vuestra madre cuando tenía la edad que vos tenéis.14
—Petyr, por favor. —Su voz sonaba demasiado débil—. Por favor…
tormenta de espadas, sansa vii
La tercera parte va referida a la muerte del gigante en el castillo de nieve.
—¡Un castillo!
La voz era un chillido agudo, infantil. Petyr se apartó de ella.
—Lord Robert. —Esbozó un amago de reverencia—. ¿No sería mejor que no salierais sin los guantes?
—¿Habéis hecho vos el castillo, Lord Meñique?
—Lo hizo casi todo Alayne, mi señor.
—Es Invernalia —aportó Sansa.
—¿Invernalia?
Para sus ocho años, Robert era muy menudo, un niño flaco de piel llena de manchas y los ojos siempre llorosos. Tenía bajo un brazo un muñeco de trapo deshilachado que llevaba a todas partes.
—Invernalia es el asentamiento de la Casa Stark —explicó Sansa a su futuro esposo—. Es el gran castillo del norte.
—No es tan grande. —El niño se arrodilló ante la caseta de la guardia—. Mira, viene un gigante que lo va a derribar. —Puso al muñeco de pie en la nieve y lo hizo avanzar—. Pom, pom, pom, soy un gigante, soy un gigante15 —entonó—. Jo, jo, jo, abrid las puertas o las derribaré, jo, jo, jo.
Agarró el muñeco por la cintura y le hizo balancear las piernas para derribar primero una torreta de la caseta de la guardia y luego la otra.
Aquello fue más de lo que Sansa podía soportar.
—¡Para ahora mismo, Robert!
En vez de obedecer, el niño volvió a sacudir el muñeco y derribó una muralla16. Ella le fue a agarrar la mano, pero en vez de eso cogió el muñeco. Se oyó un sonido de tela al desgarrarse, y de pronto se encontró con la cabeza en la mano, mientras Robert se quedaba con el cuerpo y las piernas. El relleno de algodón y serrín se derramó sobre la nieve.17
A Lord Robert le empezaron a temblar los labios.
—¡Lo has matadooo! —aulló.
[…]
—Ha sido culpa mía. —Sansa les mostró la cabeza del muñeco—. Le he roto el muñeco en dos. No era mi intención, de verdad, pero…
—El señor estaba destruyendo el castillo —dijo Petyr.
—Era un gigante —sollozó el niño—. No era yo, el que rompía el castillo era un gigante. ¡Y ella lo mató! ¡Es mala! ¡Es una bastarda y es mala! ¡No quiero que me sangren!
—Hay que aligeraros la sangre, mi señor —dijo el maestre Colemon—. La sangre mala es la que os pone furioso, y la furia es lo que provoca los temblores. Vamos.
Se llevaron al muchacho.
«Mi señor esposo —pensó Sansa mientras contemplaba las ruinas de Invernalia. La nevada había cesado y hacía más frío que antes. A lo mejor a Lord Robert le entraban temblores durante la ceremonia nupcial—. Joffrey al menos tenía salud.» Una ira incontrolable se apoderó de ella. Cogió una rama rota y clavó en la punta la cabeza del muñeco, luego puso la rama de pie en la entrada destrozada de su castillo de nieve. Los criados la miraron horrorizados, pero cuando Meñique vio lo que había hecho se echó a reír.
—Si lo que cuentan las leyendas es verdad, no es el primer gigante cuya cabeza acaba adornando las murallas de Invernalia.
—No son más que cuentos —dijo al tiempo que se daba media vuelta.
tormenta de espadas, sansa vii
«No son más que cuentos», según Sansa, o quizá no. Todas las profecías del Fantasma de Alto Corazón se cumplen a corto plazo durante el transcurso de Tormenta de Espadas y siempre con un final trágico. Excepto esta, si la damos por buena. Pero a diferencia del resto de predicciones, un acontecimiento en el que un muñeco de trapo se parte en dos no parece comparable al de la Boda Roja, el asesinato de Balon o la muerte de Joffrey. Aunque la literalidad del pasaje parece referirse al momento en que Sansa descabeza al muñeco, una interpretación atendiendo a la finalidad puede revelar otra cosa. Y es que la profecía del Fantasma de Alto Corazón es un espejismo que Martin emplea para hacernos creer que la profecía se ha cumplido en ese momento cuando, en realidad, se trata de una pista; la segunda de las pistas de la revelación en tres pasos, para ser más exactos. La primera pista, que guarda estrechos vínculos con el fragmento que hemos analizado, se halla en la narración de la canción de la rosa invernal, en Choque de Reyes.
—¿Quién fue tu madre?
—Una mujer. Es lo más habitual. —Alguien le había dado aquella respuesta en cierta ocasión. No recordaba quién.
—¿Y nunca te cantó la canción de la rosa invernal? —La chica volvió a mostrar los dientes blancos en una sonrisa.
—No conocí a mi madre. Ni conozco esa canción.
—La compuso Bael el Bardo18. Fue el Rey-más-allá-del-Muro hace mucho tiempo. Todos los hombres libres se saben sus canciones, pero a lo mejor en el sur no las cantáis.
—Invernalia no está en el sur —objetó Jon.
—Para nosotros, sí; todo lo que hay al otro lado del Muro está al sur.
—Me imagino que es cuestión de dónde esté cada uno. —Nunca se le había ocurrido plantearlo de aquella manera.
—Sí —asintió Ygritte—. Como siempre.
—Cuéntame —pidió Jon. Qhorin tardaría horas en subir, una narración lo mantendría despierto—. Me interesa oír esa historia.
—Puede que no te guste.
—De todos modos me interesa.
—Qué valiente, el cuervo —se burló la chica—. Bueno, mucho antes de reinar sobre los hombres libres, Bael era un gran aventurero.
—Cuando dice aventurero —soltó Serpiente con un bufido— quiere decir asesino, ladrón y violador19.
—Eso también depende de dónde esté cada uno —dijo Ygritte—. El Stark de Invernalia quería la cabeza de Bael, pero no podía apresarlo, y el sabor del fracaso lo exasperaba. Un día, llevado por la amargura, dijo que Bael era un cobarde que sólo atacaba a los débiles. Cuando Bael se enteró de aquello, juró que daría una lección al señor. De manera que escaló el Muro, bajó por el camino real, y entró en Invernalia una noche de invierno, con un arpa en la mano20, diciendo llamarse Sygerrik de Skagos. Sygerrik significa «mentiroso» en la lengua antigua, la que hablaban los primeros hombres y todavía hablan los gigantes21.
»Ya sea en el norte o en el sur, los bardos siempre son bienvenidos, de modo que Bael comió en la mesa del propio Lord Stark y tocó para el señor durante la mitad de la noche. Cantó canciones antiguas, y algunas nuevas que él mismo compuso, y tan bien tocó y cantó que, cuando terminó, el señor le ofreció la recompensa que quisiera.
»—Lo único que pido es una flor —dijo Bael—, la flor más hermosa de los jardines de Invernalia22.
»Daba la casualidad de que las rosas invernales acababan de florecer, y no hay flor tan rara ni valiosa. De manera que el Stark envió a sus jardineros a los invernaderos, con la orden de que eligieran la rosa más bella y la cortaran para pagar con ella al bardo. Así se hizo. Pero, cuando amaneció, el bardo había desaparecido… y también la hija doncella de Lord Brandon. Encontraron su lecho vacío, y sobre la almohada la rosa azul que Bael había dejado.23
—¿Qué Brandon? —Era la primera vez que Jon oía aquella historia—. Brandon el Constructor vivió en la Edad de los Héroes, miles de años antes que Bael. También hubo un Brandon el Incendiario y su padre, Brandon el Naviero, pero…
—Éste era Brandon el Sin Hija —replicó Ygritte con brusquedad—. ¿Te cuento la historia o no?
—Vale —dijo Jon con el ceño fruncido—, sigue.
—Lord Brandon no tenía más hijos24. Por orden suya, los cuervos negros volaron a cientos desde sus castillos, pero no encontraron ni rastro de Bael ni de la doncella. Buscaron durante más de un año, pero en ningún lugar dieron con Bael ni con la doncella, y pareció que la estirpe de los Stark había llegado a su fin. Pero una noche, mientras yacía aguardando la muerte, Lord Brandon oyó el llanto de un niño. Buscó la fuente del sonido y encontró a su hija otra vez en su cuarto, dormida y con un bebé al pecho25.
—¿Bael la llevó de vuelta?
—No. Estuvieron todo el tiempo en Invernalia, escondidos entre los muertos que hay bajo el castillo. La doncella amaba tanto a Bael que le dio un hijo, o eso dice la canción… porque, la verdad, en todas las canciones que compuso Bael había mujeres a montones que lo amaban. Bueno, el caso es que Bael dejó al bebé como pago por la rosa que había arrancado, y cuando el chico creció se convirtió en el siguiente Lord Stark. Así que ya ves, por tus venas igual que por las mías corre sangre de Bael.
—Eso no es más que un cuento26 —dijo Jon.
—Puede que sí, puede que no. —La chica se encogió de hombros—. Pero como canción está muy bien. Mi madre me la cantaba siempre. También era una mujer, Jon Nieve, como la tuya. —Se frotó la garganta, se tocó el corte que le había hecho con la daga—. La canción termina cuando encuentran al bebé, pero la historia tiene un final más sombrío. Treinta años más tarde, cuando Bael era el Rey-más-allá-del-Muro y fue hacia el sur a la cabeza del pueblo libre, el joven Lord Stark se enfrentó a él en el Vado Helado… y lo mató cuando cruzaron las espadas, porque Bael no quiso dañar a su hijo.
—De manera que fue el hijo quien mató al padre —dijo Jon.
—Así fue —asintió—, pero los dioses aborrecen a los que derraman la sangre de su sangre, aunque lo hagan sin saberlo. Cuando Lord Stark regresó de la batalla, y su madre vio que llevaba clavada en la punta de la lanza la cabeza de Bael27, loca de dolor se tiró desde la torre. Su hijo no vivió mucho más, uno de sus señores lo despellejó y se hizo una capa con su piel.
—Ese Bael era un mentiroso —replicó Jon, ya seguro.
—No —dijo Ygritte—, pero la verdad de un bardo no es igual que la tuya o la mía. Además, el que me pidió que contara la historia fuiste tú. —Le dio la espalda, cerró los ojos y fingió dormirse.
choque de reyes, jon ?
En esta canción pueden verse plasmadas las distintas facetas de Meñique: por una parte, la romántica: Bael como amante de la hija de Lord Stark, su amor platónico; por otra parte, la faceta parental: Bael como padre del hijo bastardo que tuvo con su amada. Ambas facetas son extensibles al caso de Petyr Bael(ish): su amor por Cat, a la que no pudo poseer pero ahora sí a través de su hija; como padre de Alayne, la hija que no pudo tener con Cat; y su amor por Sansa, a quien confunde con su madre. Vemos, por tanto, que esa confusión de Petyr también existe en el cuento, en el que los personajes se fusionan y, sin embargo, encuentran un encaje en cada unas de las facetas que salen a relucir en él. En el caso de la construcción del castillo de nieve, su faceta sexual y romántica se reveló como la gran protagonista y, como respuesta, encontró la muerte. Así lo cuentan la canción de la rosa invernal y el pasaje del castillo de nieve, de cuya unión puede inferirse que la cabeza del mentiroso de piedra acabará clavada en una lanza a manos de su hija, la doncella de piedra.
La muerte del gigante
Meñique morirá, sí. Sin embargo, lo que parece evidenciar la canción de la rosa invernal es que acabará con la cabeza clavada en una lanza, pero no cómo morirá exactamente. Y si bien la visión de la cabeza de Meñique apoyada en el tocón puede resultar muy atractiva, lo cierto es que existen otras opciones que vienen sustentadas por otros indicios. Para encontrar esas posibilidades, es necesario retomar las pistas y las referencias de la mitología griega vistas anteriormente.
Como recordaréis, al interpretar la profecía del Fantasma de Alto Corazón, se estableció el paralelismo entre Sansa y Medusa, el monstruo de la mirada petrificadora, lo que ya da una idea de cuáles son los efectos del Estrangulador.
El Septon Supremo empezó a rezar en voz alta. El Gran Maestre Pycelle gritó pidiendo que lo llevaran a sus habitaciones para coger unas pócimas. Joffrey se llevó las manos engarfiadas a la garganta; las uñas dejaron surcos ensangrentados en la carne. Bajo la piel, tenía los músculos duros como piedras.
tormenta de espadas, sansa v
En un sentido metafórico, la garganta de Joffrey se torna en piedra como consecuencia del veneno; es, por así decirlo, como si Sansa lo hubiese hechizado del mismo modo que Medusa con su mirada y, por lo tanto, lo hubiese convertido en piedra. Pero lo curioso de esto, además, es que Sansa aún conserva la redecilla que contiene el veneno…
Oyó un tenue crujido de hojas y se guardó la redecilla de plata en lo más hondo del bolsillo de la capa.
tormenta de espadas, sansa v
Esta es la última vez que la redecilla aparece físicamente en los libros y, casualmente, ya no ha vuelto a aparecer mencionada ni una sola vez más desde el capítulo del rapto. Sospecho que esa omisión tan radical por parte de Martin no es gratuita, como si pretendiese restarle protagonismo para precisamente luego recurrir a ella. Muchos objetos de la saga entrañan una potente carga simbólica y, en este sentido, no debe olvidarse tampoco la tan mencionada (y olvidada) daga de acero valyrio que Meñique aún lleva consigo. Sin embargo, centrándonos de momento en la redecilla, es preciso recurrir nuevamente a las referencias de la mitología griega sobre Medusa y el titán Atlas.
Perseo, hijo semidiós de Zeus, es famoso en la mitología griega por ser el héroe que acabó con la vida de Medusa, una de las tres gorgonas. En origen, Medusa era una hermosa doncella con numerosos pretendientes y, además, sacerdotisa del templo de Atenea. Al ser violada por Poseidón, el «Señor del Mar»28, la doncella profanó el suelo sagrado del templo y, como castigo, la diosa olímpica transformó sus cabellos en serpientes. Con la misión de matarla, Perseo recibió la ayuda de Atenea, que le proporcionó un escudo de bronce tan brillante como un espejo a través de cuyo reflejo podría ver a Medusa sin tener que mirarla a los ojos. Gracias al escudo espejo, el semidiós pudo decapitarla y consiguió su cabeza, cuya mirada petrificadora aún podía convertir en piedra al que la mirase.
Perseo, de regreso a su hogar por el norte de África, llegó al país donde reinaba el titán Atlas, que sostenía el cielo cerca del jardín de Hespérides; pero cuando el semidiós le solicitó hospitalidad, el titán recordó que un oráculo había profetizado que un hijo de Zeus llegaría para robarle los frutos del jardín, de modo que adoptó una postura amenazante e intentó expulsarlo aconsejándole que abandonara aquellas tierras. Perseo se defendió sosteniendo la cabeza de Medusa ante los ojos del Titán, convirtiéndolo en una enorme piedra que, a partir de entonces, sería conocida como la cordillera del Atlas, una cadena de montañas tan altas que tocaban el cielo con sus cumbres.
En fuerzas inferior –pues quién parejo sería de Atlas
a las fuerzas–: «Mas, puesto que poco para ti la estima nuestra vale,
coge este regalo», dice, y de la izquierda parte, él mismo
de espalda vuelto, de Medusa la macilenta cara le sacó.
Cuán grande él era, un monte se hizo Atlas: pues la barba y la melena
a ser bosques pasan, cimas son sus hombros y brazos,
lo que cabeza antes fue, es en lo alto del monte cima,
los huesos piedra se hacen; entonces, alto, hacia partes todas
creció al infinito, así los dioses lo establecisteis, y todo
–con tantas estrellas– el cielo, descansó en él.
Las metamorfosis, Libro IV: Perseo y Atlas
Aunque Martin utilice la mitología y los hechos históricos para inspirarse, él no pretende hacer un calco, sino darle su toque personal. Y así es, puesto que habría adaptado, a su manera, esa mitología a la suya propia de Canción de Hielo y Fuego. Ahí están la profecía del Fantasma de Alto Corazón sobre el cruel gigante, la canción de la rosa invernal o la narración tan onírica del castillo de nieve, entre otras que luego veremos. De este modo, recopilando todos estos datos, puede llegarse a una conclusión: Meñique morirá a manos de su hija natural, Alayne. Será ella quien lo acabe envenenando con el estrangulador que aún conserva en las gemas de la redecilla y, metafóricamente, lo convertirá en piedra, en un gigante de piedra. No solo sería de justicia poética, sino que recibirá de su propia medicina (y nunca mejor dicho). Pues todo esto empezó con las Lágrimas de Lys y acabará con el Estrangulador, ambos venenos metaforizados en los libros con las mismas palabras que describen a Meñique y también a Sansa, la doncella de piedra, la Alyssa Arryn de nuestro tiempo, una Medusa con serpientes en el cabello, que petrificará a su padre, a su captor, a Petyr, el gigante, el mentiroso, que se convertirá en piedra como Atlas, como el titán.
El caballero del Escudo Espejo
Entre las diversas inspiraciones mitológicas de la saga existe una que apunta a la aparición de cierto personaje, pues si en esta historia hay una Meduda y un titán Atlas nada impide que pueda haber un Perseo. Lo cierto es que las referencias a esta figura mitológica ya aparecen en Choque de Reyes.
—Alteza, os están siguiendo. No, no os volváis. —La guió con gentileza hacia el tenderete de un vendedor de objetos de bronce—. Mirad qué hermoso trabajo, mi reina —proclamó en voz alta al tiempo que levantaba una gran bandeja y se la mostraba—. ¿Veis cómo brilla al sol?
El bronce estaba tan pulido que Dany podía ver su rostro reflejado en él… y cuando Ser Jorah lo colocó en el ángulo adecuado, vio también qué había tras ella.
choque de reyes, daenerys v
En este fragmento, la idea del “escudo brillante como un espejo” que Perseo utilizó para derrotar a Medusa aparece por primera vez en la historia de Martin. No obstante, en Danza de Dragones, siguiendo con la estrategia de la revelación en tres pasos, adapta casi de forma literal el mito de Perseo a su propia mitología en Poniente:
—Todo enano es un bastardo a ojos de su padre.
—No me cabe la menor duda. Bueno, Hugor Colina, respondedme a lo siguiente. ¿Cómo mató al dragón Urrax Serwyn del Escudo Espejo?
—Se le acercó oculto tras el escudo. Hasta que Serwyn le clavó la lanza en el ojo, Urrax solo vio su propio reflejo.
—Esa historia se la sabe hasta Pato —replicó Haldon, en absoluto impresionado—. ¿Sabríais decirme el nombre del caballero que intentó utilizar la misma estratagema con Vhagar durante la Danza de los Dragones?
—Ser Byron Swann. —Tyrion sonrió—. Le salió mal y acabó asado…, solo que el dragón se llamaba Syrax, no Vhagar.
danza de dragones, tyrion ii
En la mitología cancionera, el famoso guerrero Serwyn del Escudo Espejo, que utilizó el reflejo de su escudo para derrotar al dragón Urrax, es claramente el reflejo de la figura mitológica de Perseo, pero no ha sido el único. Durante la Danza de los dragones, ser Byron Swann intentó utilizar la misma estratagema para matar a la dragona de Rhaenyra Targaryen, Syrax.
En numerosas ocasiones, Martin suele jugar con el significado de los nombres de sus personajes y los vincula de un modo que revelan un significado. En este caso, emplea esta técnica para desvelar qué personaje asumirá el papel de Perseo en esta historia, que no es otro que ser Byron. Pero no el matadragones de la Danza de los Dragones, sino otro que vive en la época actual de Poniente: Tyrek Lannister, conocido como ser Byron. Sí, el caballero mercenario que, como ya vimos, podría ser el hijo desaparecido de Tygett Lannister.
El nombre de ser Byron enlaza con el de ser Byron Swann, que a su vez trae causa de la historia de Serwyn; pero esto solo es el nexo que sirve de punto de unión. Podría pensarse con toda lógica que se trata de una simple casualidad que ambos personajes compartan el mismo nombre y que no existe una relación entre ellos más allá de eso. Sin embargo, aunque parezca una ligadura muy endeble, en realidad hay suficientes elementos para sospechar que se diera esta “coincidencia”.
La tomó del brazo y juntos se alejaron de la casa con ruedas. Sansa volvía a ser feliz. ¡Iba a pasar un día entero con su príncipe! Miró a Joffrey con adoración. Qué apuesto era, cómo la había rescatado de Ser Ilyn y del Perro, pero si era casi como en las canciones, como en los tiempos en que Serwyn del Escudo Espejo salvó a la princesa Daeryssa de los gigantes, o como cuando el príncipe Aemon el Caballero Dragón defendió el honor de la reina Naerys contra las calumnias del malvado Ser Morgil.
juego de tronos, sansa i
Sí, como en las canciones que tanto le gustan, Sansa fantasea con Serwyn del Escudo Espejo, que rescató a una princesa de los gigantes que la acechaban. Aunque pueda parecer una simple canción sobre el rescate de una princesa rodeada de monstruos, no deja de resultar llamativa la figura del gigante, que no es exclusiva de esta canción; también está presente en otra que Sansa hace suya a lo largo de su cautiverio en Desembarco del Rey: la de Jonquil y Florian el Bufón.
Era una buena función, triste y tierna a la vez, con una viva pelea al final y un gigante muy bien pintado.
el caballero errante
Y no solo en las canciones: en los sueños de Bran, aquellos originados por sus capacidades de verdevidente, aparecen esos gigantes.
Miró hacia el sur, y vio la gran extensión verdeazulada del Tridente. Vio a su padre suplicar algo al rey con el rostro desencajado por la pena. Vio a Sansa llorar hasta quedarse dormida y vio a Arya vigilar en silencio, mientras ocultaba secretos en lo más profundo de su corazón. Los tres estaban rodeados de sombras. Una sombra era oscura como la ceniza, con el rostro espantoso de un perro. Otra tenía una armadura muy hermosa, dorada y brillante como el sol. Sobre ambas se cernía un gigante con una armadura de piedra, pero cuando se levantó el visor del yelmo dentro no había más que oscuridad y sangre espesa, negra.
juego de tronos, bran ii
—Sí, padre —le dijo Bran. Alzó la vista. Su señor padre, vestido en cuero y envuelto en pieles, a lomos de su gran caballo de guerra, se alzaba a su lado como un gigante—. Robb dice que ese hombre murió como un valiente, pero Jon opina que tenía miedo.
juego de tronos, bran i
Con sus dos metros de altura, se erguía por encima de todos los demás, y cuando se ponía la armadura y el gran yelmo astado de su Casa se convertía en un verdadero gigante. También tenía la fuerza de un gigante, y su arma favorita era una maza de hierro con púas que Ned apenas si podía levantar.
juego de tronos, eddard i
Pastel Caliente también estaba de rodillas, ante el hombre más alto que Arya había visto jamás, un monstruo salido de las historias de la Vieja Tata. No vio de dónde había salido aquel gigante. En su jubón amarillento descolorido se veían tres perros negros a la carrera, y el rostro del hombre era tan duro como si lo hubieran tallado en piedra.
choque de reyes, arya v
Como si fuera una Titanomaquia constante, Sansa ha vivido con muchos gigantes, con su padre, con Sandor Clegane e incluso llegó a casarse con uno, Tyrion, el gigante de Lannister. Pese a haberse liberado de todos ellos, de nuevo ha ido a parar a manos de otro gigante, el más peligroso de todos. Si Alayne desea ser libre como los halcones que sobrevuelan el Nido, quizá alguien pueda abrirle las puertas de esa libertad para que eche a volar. Tyrek, con su escudo espejo, podría ser quien lo haga. Ello no significa que la «libere» cortándole la cabeza como en el mito de Medusa y Perseo, sino que de alguna manera se dé una colaboración entre ambos.
—Decidme, Alayne, ¿qué daga es más peligrosa, la que esgrime un enemigo o la escondida que os pone en la espalda alguien a quien no llegáis a ver?
tormenta de espadas, sansa vi
Al igual que Medusa y Perseo, Alayne, a través de sus serpientes, y ser Byron, por medio del escudo espejo, se unirán para liberarse. Sansa, con su redecilla de plata, y Tyrek, con la daga de acero valyrio, matarán al gigante. La redecilla lo convertirá en piedra y la daga, como un espejo, reflejará la verdad; una verdad tan mortífera como una daga, una verdad que acompaña a Meñique como la daga que porta consigo. Una verdad que Sansa llegó a vislumbrar, pero que aún no ha logrado ver.
Un castillo de nieve… en el cielo
Otro de los elementos de la profecía a tener en cuenta es dónde tendrá lugar la muerte del gigante. Tanto de la canción de la rosa invernal como del pasaje del castillo de nieve se desprende que la cabeza de Meñique acabará clavada en una pica en Invernalia. Sin embargo, las posibilidades no pueden circunscribirse únicamente al sentido literal de las palabras, sino que es necesario interpretarlas desde un punto de vista metafórico. Si bien la gran fortaleza del Norte es una opción plausible, no es menos cierto que también existe otro lugar que encajaría muy bien con el de la profecía del Fantasma de Alto Corazón. Otro castillo que también está hecho de nieve.
El Nido de Águilas estaba envuelto en un manto gélido; la punta de la Lanza del Gigante, enterrada en una vara de nieve.
[…]
La nieve cubría el patio; de las torres y las terrazas colgaban carámbanos como lanzas de cristal. El Nido de Águilas se había construido con hermosas piedras blancas, y el manto del invierno lo hacía más blanco todavía.
«Es hermoso —pensó Alayne—. E inexpugnable.»
[…]
El Nido de Águilas fue menguando por encima de ellos. Las celdas del cielo hacían que el castillo, visto desde abajo, pareciera una especie de colmena.
«Una colmena de hielo —pensó Alayne—. Un castillo de nieve.»
festín de cuervos, alayne ii
El Nido de Águilas es un castillo de nieve no solo porque esté cubierto por un manto de nieve, sino también por la piedra blanca que se usó para construirlo. Ya era, por tanto, un castillo blanco como la nieve en un primer momento. Sus cimientos, además, se asientan sobre la ladera de la montaña más alta del Valle, la Lanza del Gigante, por donde discurren las Lágrimas de Alyssa, el elemento sobre el que gira toda la trama.
Ahora bien, dejando de lado lo explicado sobre esa montaña, se ha ignorado lo más obvio. Y es que atendiendo simplemente a la composición de su nombre, descubrimos la verdad. ¿Por qué llamarla «Lanza del Gigante»? ¿Por qué no solo «Gigante»? ¿Por qué incluir «Lanza»? Porque, en realidad, el nombre de la montaña revela la verdadera lanza sobre la que acabará clavada la cabeza de Meñique. El Nido de Águilas es el castillo de nieve de la profecía donde morirá el cruel gigante.
«Es tan hermoso… —La cima nevada de la Lanza del Gigante se alzaba ante ella; una inmensidad de piedra y hielo que empequeñecía el castillo posado en su hombro. Carámbanos de siete varas de largo colgaban del borde del precipicio donde, en verano, caían las Lágrimas de Alyssa. Un halcón sobrevoló la cascada helada, con las alas azules extendidas contra el cielo de la mañana—. Ojalá tuviera alas yo también.»
[…]
Cuando llegó al Nido de Águilas se oía también el rumor de las Lágrimas de Alyssa, pero la cascada se había congelado. Gretchel le dijo que permanecería en silencio hasta la primavera.
festín de cuervos, alayne i
Soplan vientos fríos y la cascada se ha congelado. El Nido de Águilas permanecerá en silencio hasta la primavera, salvo que cierto bardo diga lo contrario. Si la caída de Meñique debe producirse en algún lugar, debe ser en la Lanza del Gigante, el lugar por el que discurren las ahora silenciosas aguas fantasmales. Del mismo modo que las Lágrimas de Lys tienen su origen en Meñique, las Lágrimas de Alyssa nacen en la montaña, en cuya hombro descansa el Nido de Águilas.
Y por fin, en la cima, hasta donde sólo se remontaban los halcones, un rayo blanco a la luz de la luna.
juego de tronos, catelyn v
Como si la Lanza del Gigante fuera el Monte Olimpo, gobernado por el dios del trueno, el Nido de Águilas se encuentra en las altas cumbres bajo la atenta mirada de Alyssa, cuyos ojos pueden ver ahora que ha dejado de llorar. Si, como dice Varys, sólo los dioses conocen las intenciones de Meñique, resultaría idílico que fueran ellos quienes presenciaran su caída al inframundo. En lo que parece un Bosque de Dioses sin dioses, serían los testigos de la conversión en piedra del gigante en el mismísimo jardín del Nido de Águilas, como Atlas en el jardín de Hespérides; el jardín donde yace rota por la mitad la estatua de piedra de Alyssa Arryn, condenada eternamente por los dioses a llorar. El lugar donde, en definitiva, el cruel gigante perdió la cabeza.
Y hasta aquí esta enorme pedrada, leales. Pedrada en todos los sentidos, tanto cuantitativa como cualitativamente. Se trata de la piedra angular de las piedras, de las que solo quedan dos más para terminar, por fin, esta extensa serie, en cuya fase final afrontaremos la situación de Sansa de cara a Vientos de Invierno. Hasta entonces, ¡mucha piedra!
- Sansa siente un profundo deseo de añoranza, de Invernalia, de su niñez
- Como le confesó Catelyn a Robb, no somos más que canciones y Sansa, aunque afirme lo contrario, está componiendo la suya propia
- «Silencio fantasmal». Como recordaréis, esta frase tiene ciertos paralelismos con las Lágrimas de Alyssa, que luego se acentuarán aún más
- Sansa ya no es pura; deja de lado su niñez para madurar y convertirse en mujer
- En un ambiente onírico, Sansa parece vivir un sueño inmaculado en el que no faltan las referencias a Alyssa Arryn, cuya estatua yace rota en el suelo, y las Lágrimas de Alyssa, representadas esta vez a través de los copos de nieve que caen del cielo y se derriten en su rostro. Sansa, situada al lado de la estatua derruida de Alyssa, deja que los copos de nieve le bañen las pestañas y la boca como si estuviera llorando, derramando lágrimas del mismo modo que ella. Ya es la segunda vez que Sansa actúa como la mujer llorosa
- No fue el único ladrón que se colaría en el jardín, como luego averiguaremos
- Primera referencia sexual: un símbolo fálico
- Esta es una metáfora referida claramente al acto sexual, pues en la noche de bodas de Sansa Tyrion utilizó la siguiente expresión: “vamos, esposa, es hora de abrirte la poterna. Quiero jugar a «entra en el castillo».”
- Tercera referencia sexual: la rotura del himen
- Como veremos, no es casualidad que se haga especial énfasis en los jardines de cristal de Invernalia
- Meñique como el Titán de Braavos: “«Vamos a pasar a remo entre las piernas del Titán. […] Podría saltar por encima de las murallas de Invernalia.»”
- Cuarta referencia sexual, ejem
- Pervertido
- En este momento, al ver a Sansa en la nieve, Meñique deja de lado su sentimiento paternal hacia ella y revive su fantasía adolescente, despertando su lado romántico y sexual.
- El supuesto gigante de la profecía.
- De nuevo, el gigante salta por encima de las murallas de Invernalia
- Aparentemente, se cumple la profecía: “«Y más tarde volví a soñar con esa doncella, que mataba a un cruel gigante en un castillo hecho de nieve.»”
- Diminutivo de Baelish, otro bardo: “Se preguntaba quién sería el «mozalbete miserable» de Lysa. Algún joven escudero, o un caballero errante, probablemente… Aunque, por la vehemencia con que Lord Hoster se había opuesto a él, también podía tratarse del hijo de algún mercader, de un aprendiz bastardo o hasta de un bardo. A Lysa siempre le habían gustado demasiado los bardos.”
- A falta del último, Meñique cumple sobradamente con los dos primeros adjetivos: asesino, por razones obvias; y ladrón, por secuestrar a Sansa. ¿Será también violador?
- «En las manos adecuadas un arpa puede ser tan peligrosa como una espada», dice Meñique
- Son datos muy reveladores, pues en la antigua lengua, que en este párrafo Martin relaciona precisamente con los gigantes, Skagos significa «piedra» y los skagosis se autodenominan «hijos de la piedra», famosos en las canciones por su canibalismo y, en especial, por secuestrar mujeres de otros lugares. Sygerrik de Skagos, por tanto, significa “mentiroso de piedra”. ¡Piedra!
- Primera vinculación con el capítulo del castillo de nieve, donde se recalca, por encima de todo lo demás, la construcción de los jardines de cristal
- Del mismo modo que Bael secuestró a la hija de Lord Stark, Petyr Baelish también raptó a Sansa Stark, hija de otro Lord Stark. Es una metáfora referida a Sansa, la rosa que Meñique vio en el Torneo de la Mano y que un bardo como Marillion describe así: “Por cierto, estoy componiendo otra canción, una canción tan dulce y triste que derretirá hasta tu corazón helado. La voy a titular «Una rosa al borde del camino». Habla de una niña bastarda tan bella que hechizaba a todos los hombres que la miraban”. ¿Hechizaba? ¿Como Medusa?
- A ojos de todos y de Petyr, Sansa es la única hija viva de Eddard Stark
- Este dato es importante en la medida en que Sansa ahora se está haciendo pasar por la hija natural de Meñique, como lo era el hijo bastardo de Bael
- ¡Ojo! Segunda vinculación con el capítulo del castillo de nieve, donde Sansa utiliza exactamente la misma expresión: “—No son más que cuentos”. Aparte de los otros vínculos, esta expresión sirve como nexo de unión en el mecanismo de la revelación en tres pasos.
- Tercera vinculación con el capítulo del castillo de nieve, en el que Sansa decapitó al muñeco de trapo y clavó su cabeza en un palito
- Además de lo curioso del nombre, ¿se podría cumplir aquí el tercer adjetivo del que hablábamos? Asesino, ladrón y violador
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