Después de diversos atrasos, sumados al gran atraso que originariamente ya de por sí generó esta serie, volvemos con la novena parte (y no última) de «Piedra, piedra, piedra», ya la penúltima edición (espero). Sí, habéis leído bien, penúltima parte que ya debería ser la última, pero debido a problemas de gestión por mi parte y a su extensión, pues iba a ser el doble de lo normal (y eso sin que estuviera acabada), era inviable sacar esta edición en condiciones normales si continuaba a ese ritmo. Este problema de gestión, sin embargo, no es nuevo, pues ya se presentó cuando se inició la publicación de la serie (las tres primeras piedras que iban a ser dos –y antes una–). En definitiva, lo que en un principio iba a ser un ensayo pasó a ser de tres, luego seis, después nueve y finalmente diez. De momento.

Como recordaréis (supongo), en el anterior pedrusco hablamos de las tretas económicas de Meñique como consejero de la moneda, que han desembocado en el desastre económico del Reino, y luego averiguamos cuál no era su plan a corto plazo en el Valle, donde ha conseguido meterse en el bolsillo, literal y figuradamente, a casi todos los señores recusadores, y su aparente plan de casar a su querida hija con el heredero de los Arryn, ser Harrold Hardying. Hoy, pues, analizaremos más a fondo esta última trama y veremos por qué esa no es su verdadera intención, pasando primero por la supuesta muerte de Robalito, la psicología de Sansa y, por último, el destino final de Harry el Heredero.


Plegarias

— Eduardo Baratheon —


Cuando acaba la andadura de Sansa en Festín de Cuervos, su capítulo final nos deja grandes expectativas para su trama en Vientos de Invierno: la consecución de un plan que podría convertirla en la señora feudal más poderosa del Reino. Para ello, debe contraer matrimonio con Harry el Heredero, el sucesor de Rabalito en el Valle; en otras palabras, su ascenso al poder debe pasar necesariamente por la muerte de su primo, que parece irremediable según le hace saber Meñique cuando le explica su idílico plan de conseguir el Norte y el Valle para ella.

Sin embargo, en la anterior entrega de esta serie de ensayos concluimos que ese plan es otra mentira más de Meñique que, en realidad, solo le sirve para averiguar hasta qué punto Sansa es capaz de sentirse libre y sacrificar lo que sea, aunque se la vida inocente de un niño, para alcanzar sus ambiciones personales como Stark o, por el contrario, si ha sucumbido a su yugo como su hija Alayne, dejando atrás su pasado. En base a esta premisa desarrollaremos el contenido de esta parte que dedicaremos a analizar la situación de Sansa de cara a Vientos de Invierno.

Dulces sueños

Robalito debe morir. A partir de aquí se construye el plan de Meñique para que Sansa pueda reclamar sus derechos sobre Invernalia y, una vez caigan los Lannister, casarse con Harry, que sería el nuevo señor del Valle. Así se lo explica cuando le asegura que solo es cuestión de tiempo que Robalito muera.

Sweetrobin, por caffeine2

Son varias las teorías que especulan sobre cómo morirá el joven señor, pero la más extendida defiende que será por los efectos del sueñodulce.

—¿Los dulces?
Los dulces. Tartas, pasteles, mermeladas, gelatina, trozos de panal con miel… ¿Habéis probado a ponerle un pellizco de sueñodulce en la leche? Sólo un pellizco, lo justo para calmarlo y acabar con esos putos temblores.
¿Un pellizco? —El maestre tragó saliva, y la nuez se le movió arriba y abajo en
la garganta—. Un pellizco pequeño… Es posible, es posible. No mucho, y no muy a menudo, sí, lo podría intentar…
Un pellizco —repitió Lord Petyr—, antes de que lo llevéis a recibir a los señores.

festín de cuervos, alayne i

 

Sin embargo, ese simple pellizco de sueñodulce para calmar los temblores adquiere otras connotaciones cuando la próxima vez que sabemos del veneno es en boca de una experta como la Niña Abandonada. Junto a otro veneno que Petyr Baelish conoce muy bien –las Lágrimas de Lys–, la sirviente del Dios de Muchos Rostros nos cuenta los detalles del bebedizo.

La pócima de sueñodulce es la más agradable —le dijo mientras machacaba algo en el mortero—. Basta con unos granos para sosegar un corazón acelerado, hacer que las manos dejen de temblar, y que un hombre se sienta fuerte y tranquilo. Un pellizco proporciona una noche de sueño profundo y reparador; tres pellizcos provocan el sueño sin fin. Tiene un sabor muy dulce, así que es mejor utilizarla en pasteles, tartas y vinos con miel. Mira lo dulce que es su olor. —Se la acercó para que la oliera, y luego le pidió que subiera por la escalerilla para coger una botella de cristal rojo—. La acción de este veneno es más desagradable, pero es insípido e inodoro, así que es más fácil esconderlo. Lo llaman lágrimas de Lys. Se disuelve en vino o en agua, y devora las entrañas y el vientre de quien lo toma; mata como una enfermedad de esos órganos. Huele. —Arya olfateó; no olía a nada. La niña dejó las lágrimas a un lado y abrió un tarro de piedra—. Esta pasta está especiada con sangre de basilisco. Si se echa en un guiso de carne parece que huele a ajedrea, pero cuando se come provoca una locura violenta tanto a hombres como a animales. Después de probar la sangre de basilisco, un ratón atacaría a un león.

festín de cuervos, gata de los canales

 

Como comprobamos, la pócima del sueñodulce en altas dosis –en concreto tres pellizcos– se convierte en un veneno mortal para la persona que lo ingiere. Aunque en un principio Robalito solo toma un pellizco, que provoca una noche de sueño profundo, debe tenerse en cuenta que es un niño que, además de enfermizo, tan solo tiene ocho años, por lo que la dosis adecuada para él debería ser incluso inferior a la mencionada por la Niña Abandonada, que es la propia para un hombre adulto. Pero, sin embargo, Robalito permaneció despierto aun después de tomar ese pellizco. No tuvo una noche de sueño profundo y reparador, sino que estuvo presente en el banquete con los Señores Recusadores y, en palabras de Sansa, desempeñó su papel de señor con bastante elegancia, lo que suscita la cuestión de hasta qué punto su sistema inmunológico tolera los efectos del sueñodulce.

—Pero yo no la quiero a ella. No es más que la chica de las mulas. —Robert sorbió por la nariz—. Anoche, el maestre Colemon me puso algo malo en la leche, lo noté en el sabor. Le dije que quería leche dulce y no me la dio. ¡Y eso que se lo ordené! Soy el señor, tiene que hacer lo que le diga. Nadie hace lo que digo.

[…]

—Obedece a Lady Alayne o se lo diré a Lothor Brune —le dijo el maestre Colemon. La siguió por el pasillo y bajó con ella por la escalera de caracol. —Agradezco vuestra intervención, mi señora. Tenéis buena mano con el niño. —Titubeó—. Mientras estabais con él, ¿habéis visto si tenía temblores?
—Cuando le he dado la mano, los dedos le temblaban un poco, pero nada más. Dice que le pusisteis algo malo en la leche.
¿Malo? —Colemon la miró, y la nuez se movió arriba y abajo en su garganta—. Sólo era… ¿Le sangraba la nariz?
No.

[…]

Dadle al señor un vaso de leche dulce —le dijo al maestre—. Así no temblará durante el descenso.
Ya tomó un vaso hace menos de tres días —protestó el maestre Colemon.
Y anoche quería otro, pero no se lo disteis.
Era demasiado pronto. No lo entendéis, mi señora. Ya se lo dije al Lord Protector: una pizca de sueñodulce evita los temblores, pero no sale del cuerpo, y con el tiempo…
—El tiempo será lo de menos si el señor sufre un ataque y se cae por la montaña. Si mi padre estuviera aquí, os diría que hay que mantener tranquilo a Lord Robert a toda costa.
Ya lo intento, mi señora, pero los ataques son cada vez más violentos, y tiene la sangre tan liviana que no me atrevo a sangrarlo. Sueñodulce… ¿Estáis segura de que no le sangraba la nariz?
Sorbía mucho —reconoció Alayne—, pero no le salía sangre.
Tengo que hablar con el Lord Protector. Ese banquete… No sé si es buena idea, después de la tensión del descenso.

[…]

Dadle una copa de leche dulce antes de que nos pongamos en marcha y otra en el banquete, y no habrá problemas.
Muy bien. —Se detuvo al pie de las escaleras—. Pero serán las últimas. Durante medio año o más.
Eso será mejor que lo habléis con el Lord Protector.

festín de cuervos, alayne ii

 

No es que el maestre Coleman le pusiera algo malo en la leche, sino que solamente le sirvió leche natural sin sueñodulce. Parece que las dosis que Robalito ha ido tomando se han acumulado en su cuerpo y han provocado en él cierta inmunidad, de modo que es resistente al bebedizo y no sufre efectos adversos como, por ejemplo, el sangrado de nariz.

Lord of the Vale, by poli

Desde un punto de vista externo, la insistencia de Martin en este asunto del sueñodulce deja entrever que detrás de él subyace algo más que se confirma al final del capítulo, cuando Meñique anuncia la inevitable muerte de Robalito; es entonces cuando el lector se percata del porqué del sueñodulce. Y es que el capítulo está construido de tal modo que el final explica la razón de ser de esa conversación entre Sansa y Colemon, dando a entender que Robalito morirá por los efectos del bebedizo. Su destino final, que es el cliffhanger con el que Martin pone fin a los capítulos de Alayne en Festín de Cuervos, parece estar puesto ahí a propósito para que el lector crea simplemente que eso será lo que sucederá. Si finalmente se trata de un farol o no del autor, todavía está por ver, pero es innegable que esta pócima tendrá un papel que jugar.

Ahora bien, a nivel interno, Sansa desconoce qué podría sucederle a Robalito si continua con ese tratamiento, a pesar de las advertencias de Colemon. Meñique, en principio, tampoco es consciente o prefiere mirar para otro lado, pero quien asiste al joven señor y lleva la cuenta de las dosis suministradas es el maestre. Y no parece probable que Meñique le haya dado a Robalito ningún bebedizo por su cuenta, pues Colemon lo vigila y siempre está acompañado por Sansa, que tampoco le da nada. Esto complica la teoría acerca del veneno como causa de la muerte de Robalito, que podría morir por accidente sin que se dieran cuenta; pero, en cualquier caso, eso no significa que el plan de Meñique sea verdad.

Como vimos, se trata de una farsa porque, además de las razones que ya expusimos en la parte anterior1, Meñique es sencillamente un mentiroso compulsivo. Como hemos comprobado en esta serie de ensayos, ¿desde cuándo ha revelado alguna vez sus planes de antemano? Y aunque esto ya debería ser suficiente para no darle ninguna credibilidad, lo cierto es que el principal motivo por el que debemos considerar sus palabras como falsas es que la lealtad de a quien van dirigidas aún no está fuera de toda duda.

El pajarito enjaulado

Cuando Sansa abandona la jaula que había sido para ella Desembarco del Rey, termina en las manos de otro benefactor que, aunque la haya liberado de los Lannister, la mantiene también prisionera dentro de su propia jaula psicológica. Y es que si durante su fuga de la capital Sansa pudo soñar por un momento en volar libre hacia su hogar, lo que no sabía es que detrás de la figura de ser Dontos se ocultaba la sombra del que sería su nuevo captor, el que cortaría las alas de su libertad.

Petyr Baelish, por christianamiel21

Desde el momento en que Sansa puso un pie en la cubierta de la Rey Pescadilla, Meñique la cubrió con una capa como símbolo de “protección”, como ya lo hizo Sandor con su capa blanca y luego Tyrion en su boda. Pero el hecho de lo que lo haga Meñique se traduce en que Sansa, a pesar de sus reticencias, debe aceptarlo como su padre y, encima, ser su bastarda, extremo con el que no se muestra especialmente de acuerdo.

«No soy tu hija —pensó—. Soy Sansa Stark, hija de Lord Eddard y Lady Catelyn, de la sangre de Invernalia.» Pero no lo dijo.

festín de cuervos, sansa i

 

Si ya es complicado para Sansa basar su identidad en una mentira que no es de su agrado, más difícil resulta para ella construirla sobre aún más mentiras, lo que sin duda será uno de los ejes sobre los que orbiten sus remordimientos durante Festín de Cuervos.

«A mí también me está sirviendo mentiras —comprendió Sansa. Pero eran mentiras reconfortantes, y se las decía con buena intención—. Mentir no es malo si se hace con buena intención.» Ojalá pudiera creerlo…

«Voz de mentirosa —pensó mientras bajaba por las escaleras y cruzaba la galería hacia la Torre de la Luna—. Voz de culpable

festín de cuervos, sansa i

 

Pero lo que más le atormenta es el gran sentimiento de culpabilidad que pesa sobre ella desde la muerte de su tía Lysa; culpabilidad que, por otro lado, permanecía latente desde el cruel asesinato de Dontos, su querido Florian. No es hasta el incidente de la Puerta de la Luna cuando ese sentimiento sale a relucir, acompañándola desde entonces en forma de canciones tristes.

La letra de la canción le llegó como un dardo que se le clavó en la oscuridad.

[…]

«La madre canta su dolor por el hijo muerto —pensó Sansa—. El dolor de Marillion es por sus dedos, por sus ojos.»
Sansa se miraba las manos mientras lo oía hablar. Maddy la Gorda contaba que Mord le había cortado tres dedos: los dos meñiques y un anular. Los meñiques parecían más rígidos que los otros dedos, pero con aquellos guantes nadie sabría decirlo a ciencia cierta.
«Puede que sea sólo un rumor. ¿Cómo lo va a saber Maddy?»

festín de cuervos, sansa i

 

Si para Sansa dormir es complicado por las pesadillas que la acechan desde aquel día, el tormento es doble si lo que la despierta son las canciones del hombre inocente al que iba acusar de la muerte de su tía. Para hacer más llevadero ese martirio, intenta justificarse recordando lo que el bardo intentó hacer con ella.

«Me habría tomado por la fuerza en los Dedos si Petyr no hubiera apostado a Ser Lothor para protegerme —tuvo que recordarse—. Y tocó para ahogar mis gritos cuando la tía Lysa intentó matarme.»

[…]

«Qué canciones tan tristes —pensó. Cuando cerraba los ojos se lo imaginaba en su celda del cielo, acurrucado en un rincón, lo más lejos posible del frío cielo negro, tapado con pieles y con la lira contra el pecho—. Pero no debo compadecerlo. Era vanidoso y cruel, y pronto estará muerto.» No lo podía salvar. Y además, ¿por qué iba a querer salvarlo? Marillion había intentado violarla, y Petyr la había salvado no una vez, sino dos. «A veces hay que mentir.» Sólo las mentiras la habían mantenido con vida en Desembarco del Rey. Si no hubiera mentido a Joffrey, su Guardia Real la habría matado a palizas.

festín de cuervos, sansa i

 

Como vemos, los intentos de Sansa por exculparse son constantes. Y no solo por el hecho de tener que responsabilizar a un inocente de la muerte de su tía, sino también por el de tener que abrazar la mentira para salvar al que de verdad la asesinó. O, dicho con otras palabras, culpar al que intentó violarla y matarla y salvar al que entonces la defendió. Pero aun así Sansa no está del todo segura de lo que Meñique hizo realmente por ella cuando la rescató.

Las cosas que había dicho su tía justo antes de caer seguían perturbando a Sansa sobremanera.
—Delirios —los denominaba Petyr—. Mi esposa estaba loca, ya lo viste.
Era verdad, lo había visto.
«No hice más que construir un castillo de nieve y por eso ella quería tirarme por la Puerta de la Luna. Petyr me salvó. Él amaba a mi madre y…»
¿Y a ella? ¿Cómo lo podía dudar? La había salvado.
«Salvó a Alayne, su hija», le susurró una vocecita interior.
Pero ella era Sansa a la vez… Y en ocasiones le parecía que el Lord Protector también era dos personas. Era Petyr, su protector, cariñoso, divertido y afable. Pero también era Meñique, el señor que había conocido en Desembarco del Rey, que se acariciaba la barba con su sonrisa taimada al tiempo que hablaba al oído a la reina Cersei. Y Meñique no era su amigo. Cuando Joff la golpeó, quien la defendió fue el Gnomo, no Meñique. Cuando la turba intentó violarla, quien la puso a salvo fue el Perro, no Meñique. Cuando los Lannister la casaron con Tyrion contra su voluntad, quien la consoló fue Garlan el Galante, no Meñique. Meñique nunca había movido ni el meñique por ella.

festín de cuervos, sansa I

 

Sansa se sorprendería de hasta qué punto Meñique movió por ella el dedo meñique y más; pero no para defenderla en todas esas situaciones, sino para propiciarlas. Se sorprendería de cómo procuró dejarla sola en aquel nido de víboras, de cómo planificó su secuestro en la revuelta y de que estuvo detrás de la concertación de su matrimonio con Tyrion. Y ello con el fin exclusivo de tenerla para sí, que es lo que consigue cuando la saca de allí y por lo que, a pesar de todo, Sansa se muestra agradecida.

«Excepto cuando me sacó de allí. Lo hizo por mí. Pensé que era Ser Dontos, mi pobre Florián borracho, pero desde el principio fue cosa de Petyr. Meñique no era más que una máscara que se tenía que poner.» Sólo que a veces le costaba decidir dónde terminaba la máscara y dónde empezaba el hombre. Meñique y Lord Petyr eran muy parecidos. Tal vez debería huir de ambos, pero no tenía adónde ir. Invernalia había ardido; Bran y Rickon estaban muertos; Robb había sido traicionado y asesinado en Los Gemelos, junto con su señora madre; Tyrion estaba condenado a muerte por el asesinato de Joffrey, y si volvía a Desembarco del Rey, la Reina la haría decapitar también a ella. Su tía, la que creía que la protegería, había intentado matarla. Su tío Edmure era prisionero de los Frey, y su tío abuelo, el Pez Negro, estaba bajo asedio en Aguasdulces. «No tengo adónde ir —pensó Sansa con tristeza—, y no tengo más amigos que Petyr.»

festín de cuervos, sansa i

 

En cierto modo, Sansa termina por asumir que no le queda otra opción que quedarse con Petyr, que no significa que aún lo acepte como padre. Pero como concluye que él es su único amigo, lo que sí hace es aceptar que, en ocasiones, algunas mentiras son gestos de amor que, como a Robalito, pueden evitarle muchos pesares. Así que si va a representar el papel de su hija bastarda, es mejor ir utilizando la mentira como nueva forma de vida.

—Mi pobre Robalito… —Sansa le retiró el pelo de la cara—. La echas de menos, ya lo sé. Lord Petyr también la echa de menos. La quería tanto como tú.
Era mentira, pero lo decía con buena intención. La única mujer a la que Petyr había amado en su vida era a la madre asesinada de Sansa. Eso le había confesado a Lady Lysa justo antes de empujarla por la Puerta de la Luna.
«Estaba loca y era peligrosa. Asesinó a su propio esposo, y me habría asesinado a mí si Petyr no hubiera acudido a salvarme.»

festín de cuervos, sansa i

 

Lysa Arryn, por Linda Tso

De entre todas las revelaciones que precedieron a la muerte de Lysa, Sansa solo parece recordar la confesión de Petyr antes de empujarla al vacío, su amor por Cat. Pero durante el forcejeo estuvo escuchando más de la cuenta y, para desgracia de Meñique, sabe que fue su tía quien verdaderamente asesinó a Jon Arryn. De momento, Sansa solo arguye esto para exculparse por el descenso de su tía desde los cielos. No va más allá de eso porque, en su egocentrismo, solo se preocupa de lo que le afecta a ella. Si su tía había asesinado a su propio esposo, nada le impedía matarla a ella, su sobrina, a la que no dudó en amenazar desde un principio.

«Era mi tía, pero me quería matar —pensó Sansa—. Me arrastró hasta la Puerta de la Luna y trató de empujarme. Yo no quería un beso; sólo estaba haciendo un castillo de nieve.»

festín de cuervos, sansa i

 

Pero, como vemos, Sansa todavía desconoce lo que subyace detrás de la muerte de Jon Arryn. O, mejor dicho, todavía no ha logrado juntar las piezas. Porque si escuchó cómo murió la Mano, también pudo haber oído todo lo demás: que Lysa, a instancias de Meñique, envió una carta codificada a su hermana acusando falsamente a los Lannister y que ello supuso el comienzo de todas las desgracias para su familia. Aunque Sansa conoce la información, todavía no ha establecido el vínculo con Meñique, pero esa semilla está plantada ahí desde el comienzo; una semilla en potencia que tiene visos de crecer a medida que lo hace la propia Sansa, cuyo catalizador puede ser un asunto muy recurrente en sus capítulos de Festín de Cuervos y que es especialmente doloroso para ella; aquel asunto que la hizo despertar parcialmente del sueño infantil en el que se encontraba sumida.

—[…] Nestor es demasiado consciente de que desciende de una rama menor de la Casa Royce. Quiere algo más para su hijo. Los hombres de honor hacen por sus hijos cosas que jamás se plantearían hacer por sí mismos.

festín de cuervos, sansa i

—¿Es ciego o solamente estúpido?
Es honorable. Algunas veces significa lo mismo.

vientos de invierno, alayne i

 

Meñique se refiere, claramente, a Eddard Stark. A cómo fueron sus últimas horas. A cómo son los hombres como él. A cómo sacrificó sus principios, sobreponiendo la vida de su hija a su propio honor para salvarla, y cómo le fue la vida en ello. Porque, como vimos, fue Meñique quien procuró que muriera ejecutado en el Septo de Baelor. Este hecho supuso para Sansa la destrucción de su mundo, llegando incluso a plantearse el suicido con tal de llevarse por delante a su amado príncipe, el que «ordenó» decapitar a su propio padre.

Pero para Sansa su verdadero y único padre no es otro que Eddard Stark y, en cierto modo, le recrimina a Meñique que intente ocupar su lugar, aunque no se atreva a decírselo. Solo una vez, en su faceta paternal, se atrevió a corregirle tímidamente cuando se congratuló de la inteligencia de su “propia hija».

—Gracias. —Sentía un absurdo orgullo por haberlo comprendido, pero también estaba desconcertada—. Pero no lo soy. Vuestra hija. No de verdad. O sea, finjo ser Alayne, pero sabéis…
Meñique le puso un dedo sobre los labios.
—Sé lo que sé, y tú también. Hay cosas que es mejor no decir en voz alta, cariño.
—¿Ni siquiera cuando estemos a solas?
—Mucho menos aún cuando estemos a solas. Si no, cualquier día entrará un criado sin anunciarse, o un guardia que esté junto a la puerta oirá lo que no deba. ¿Quieres más sangre en esas preciosas manitas, pequeña?
El rostro de Marillion, con la venda blanca en los ojos, pareció flotar ante ella. Detrás alcanzó a ver a Ser Dontos, todavía ensartado por las saetas.
No —dijo Sansa—. Por favor.
Ganas me dan de decir que esto no es un juego, hija, pero lo es. El juego de tronos.

festín de cuervos, sansa i

 

Como respuesta, vemos otra vez esa manipulación psicológica de la que hablábamos en entregas anteriores, en la que Meñique amenaza a Sansa con cargarle más muertos si no lo obedece. Desde esta perspectiva, Sansa es la culpable y Meñique, que es el que comete esos crímenes, se presenta ante ella como el máximo garante de su seguridad ante tales amenazas. Es decir, le está diciendo que él lo hace para protegerla, quedando ante ella como su protector; pero al mismo tiempo la culpa por verse obligado a hacerlo porque, en definitiva, ella es responsable de que eso ocurra. Por eso mismo, cuando Meñique la intimida preguntándole si está dispuesta a mancharse aún más las manos, la reacción de Sansa no es otra que pensar en todos aquellos sobre cuyo fatal destino se siente culpable. Meñique es consciente de esto, sabe que Sansa carga con esas muertes y, encima, potencia ese sentimiento de culpabilidad, reduciéndola, controlándola, sometiéndola. Pero si bien Sansa decide asumir su nueva identidad por imposición, lo hace regándola con Dorado del Rejo. Incluso con su padre impuesto.

No confíes en nadie. Se lo dije a Eddard Stark, pero no me hizo caso. Eres Alayne, y tienes que ser Alayne todo el tiempo. —Le puso dos dedos en el pecho, a la izquierda—. Incluso aquí. En tu corazón. ¿Serás capaz? ¿Puedes ser mi hija, de corazón?
—Pues… —«No lo sé, mi señor», estuvo a punto de decir, pero no era lo que él quería oír. «Mentiras y dorado del Rejo», pensó—. Soy Alayne, padre. ¿Quién si no?
Lord Meñique le dio un beso en la mejilla.
Con mi cerebro y la belleza de Cat, el mundo será tuyo, cariño. Venga, vete a la cama.

festín de cuervos, sansa i

 

Sansa Stark, por bubug

Sansa acaba de mentirle por pura supervivenvia como no lo hizo Ned. A partir de este momento, está ejerciendo el papel que le impone porque no puede soportar la pesada carga de más muertes, pero llegará un momento en que, tras relacionar los hechos que conoce, despertará totalmente de su sueño y será consciente de cómo Meñique sembró la discordia entre los Stark y los Lannister a raíz de la carta falsa de Lysa; de cómo la puso en peligro intentando secuestrarla en la revuelta, donde casi la violan; de cómo la vendió al Gnomo; de cómo «educó» y vendió a su amiga Jeyne Poole para hacerla pasar por su hermana desaparecida, sometiéndola al tormento de Ramsay; de cómo fue él quien traicionó a su padre en la Sala del Trono, colocándole en la garganta la daga que casi acaba con la vida de Bran; de cómo se regodea de su muerte exhibiéndola, incluso para ofrecerle fruta; de cómo se burla constantemente de su honorable padre; de cómo fue él quien convenció a Joffrey para que le cortara la cabeza; de cómo esto supuso el recrudecimiento de la Guerra de los Cinco Reyes; de cómo perdió a su familia en esa misma guerra. Será consciente, en definitiva, de cómo todas sus desgracias y penurias tienen un mismo origen. Sansa despertará de su sueño, dejará la jaula, echará a volar y, como un halcón, cazará al pequeño sinsonte que perdió la cabeza al entonar su canción.

Un halcón sobrevoló la cascada helada, con las alas azules extendidas contra el cielo de la mañana—. Ojalá tuviera alas yo también.»

festín de cuervos, sansa i

 

El torneo del Valle

Durante Festín de Cuervos, Sansa ha permanecido aislada en el Nido de Águilas, hasta que en su último capítulo desciende al pie de la Lanza del Gigante para pasar el invierno. En la Puertas de la Luna, comienza lo que será el nudo de la trama del Valle en Vientos de Invierno, cuyos primeros pasos aparecen en el adelanto que ofreció Martin. Desde ya se advierte que a continuación aparecerán spoilers de Vientos de Invierno, de modo que se advierte que se abstengan de seguir leyendo aquellos que prefieran mantenerse incólumes hasta la publicación oficial del libro.

Puertas de la Luna, por Paolo Puggioni

El primer capítulo de Alayne se centra en la antesala del Torneo que se celebrará en las Puertas de la Luna. A pesar de conocer los planes de su padre, Alayne ideó el torneo con la intención de dotar a Robalito de su propia guardia de Caballeros Alados que lo proteja, inspirándose en los cuentos de ser Artys que tanto le gustan. Como vemos, Sansa aún continúa pensando en cuentos de caballería, pero lo más sorprendente de todo es que Meñique accede a hacer realidad ese torneo.

—Son jóvenes, ansiosos y hambrientos de aventura y renombre. Lysa no les dejó ir a la guerra. Esto es lo siguiente mejor. Una oportunidad de servir a su señor y demostrar sus habilidades. Vendrán. Incluso Harry el Heredero —había acariciado su pelo y besado su frente—. Qué hija más lista eres.

vientos de invierno, alayne i

 

Evidentemente, Meñique no organiza un torneo para cumplir los deseos de su hija, sino para atraer a Harry el Heredero. El evento se erige así en la excusa perfecta para atraer al pupilo de Waynwood, cumpliéndose la primera parte del plan; la segunda parte consiste en mantenerlo allí, que es cosa de Sansa y sus encantos. Pero el primer contacto entre ellos no fue como cabria esperar.

¿Por qué —dijo Ser Harrold mientras la miraba fríamente— debería ir escoltado a algún lado por la bastarda de Meñique?

[…]

—Como deseéis, señor. Y ahora si me excusan, la bastarda de Meñique debe encontrar a su señor padre y hacerle saber que han venido, para poder empezar el torneo por la mañana—. «Y espero que tu caballo caiga, Harry el Heredero, y aterrice sobre tu estúpida cabeza en el primer lance». Mostró a los Waynwood un rostro de piedra mientras ellos soltaban torpes disculpas por su compañía. Cuando acabaron se dio la vuelta y marchó.

vientos de invierno, alayne i

 

Sansa juega su papel de bastarda, pero eso no significa que interiormente lo acepte; de hecho, no lo hace. De ahí que, además de por la rudeza, le resulten insultantes las primeras palabras que Harry, su futuro prometido, le espeta nada más verse, aunque sea “verdad» de cara al público y ella lo debería tener más que asumido. Sansa recurre entonces a su gélida armadura de cortesía, pero eso no le impide proferir una plegaría vengativa deseando ver la cabeza de su futuro prometido aplastada por su caballo en las justas. Este pensamiento vengativo no tendría por qué cobrar más relevancia de la que aparentemente tiene, pues es una reacción natural de la persona que se siente herida, más aún si es Sansa; pero la clave está en a quién va dirigido. Porque ya no es solo el rostro esculpido en piedra de Sansa lo que llama la atención, sino lo que realmente sucede con sus deseos vengativos.

Lord Slynt estaba sentado a la cabeza de la mesa del Consejo, con su cara de sapo; llevaba un jubón de terciopelo negro y una deslumbrante capa de hilo de oro, y asentía con aprobación cada vez que el rey pronunciaba una sentencia. Sansa miró con odio aquel rostro tan poco agraciado, recordando cómo había tirado al suelo a su padre para que Ser Ilyn lo decapitara. Deseaba con todas sus fuerzas hacerle daño, deseaba que algún héroe lo tirase a él al suelo y le cortara la cabeza.
«Ya no quedan héroes», susurró una vocecita en su interior, y recordó lo que Lord Petyr le había dicho en aquel mismo lugar: «La vida no es una canción, querida. Algún día lo descubrirás, y será doloroso».
«En la vida real, los monstruos vencen», se dijo, y volvió a oír la voz del Perro, un sonido frío de metal contra piedra: «Ahorraos un poco de dolor, niña. Dadle lo que quiere».

juego de tronos, sansa vi

 

Pues resulta que, en ocasiones, la vida sí es una canción y, a veces, los héroes sí triunfan sobre los monstruos, como cuando Jon Nieve decapitó a Janos Slynt. Esta, sin embargo, no es la única plegaria vengativa que se cumpliría y tampoco la única que recibirían los Slynt.

A Morros, un simple escudero, y encima escudero recién nombrado, le costaba dominar la lanza y el escudo. Sansa sabía que la lanza era arma de caballeros, y los Slynt eran de baja extracción. Lord Janos no era más que el comandante de la Guardia de la Ciudad hasta que Joffrey le otorgó Harrenhal y un puesto en el Consejo. «Ojalá se caiga y todo el mundo se burle de él —pensó con amargura—. Ojalá Ser Balon lo mate.» Cuando Joffrey proclamó la muerte de su padre, fue Janos Slynt quien cogió por el pelo la cabeza cortada de Lord Eddard y la alzó para que el rey y la multitud la contemplaran, mientras Sansa lloraba y gritaba.
Morros vestía una capa a cuadros negros y dorados sobre una armadura negra con incrustaciones doradas en forma de volutas. Lucía en el escudo la lanza ensangrentada que su padre había elegido como blasón para la casa recién fundada. Pero por lo visto no sabía qué hacer con aquel escudo mientras espoleaba a su caballo, y la punta de la lanza de Ser Balon le acertó de lleno en el blasón. Morros soltó la lanza, trató de recuperar el equilibrio y no lo consiguió. Al caer se le quedó un pie enganchado en el estribo, y el corcel desbocado arrastró al muchacho hasta el principio de las lizas, golpeándole la cabeza una y otra vez contra el suelo. Joff lanzó un alarido de risa. Sansa se quedó espantada, pensando si los dioses no habrían prestado oído a su plegaria vengativa. Pero, cuando consiguieron soltar a Morros Slynt de su caballo, el muchacho se incorporó ensangrentado, pero vivo.

choque de reyes, sansa i

 

Como comprobamos, aquí Sansa desea dos cosas, pero tan solo se cumple la primera: Morros se cayó de su caballo y, además, recibió la burla de Joffrey. El segundo deseo, por el que anhela la muerte del escudero a manos de ser Balon, curiosamente no se cumple ya sea porque el primer deseo invalida el segundo o porque, como vemos en la reacción de Sansa, realmente no era su verdadero deseo verlo muerto. En cualquier caso, Sansa se asusta ante la posibilidad de que sus plegarias se cumplan, aunque eso no le impidió seguir suplicándolas en el mismo día de la boda de Joffrey.

—Margaery y yo beberemos de aquí esta noche en el banquete, suegro. —Joffrey alzó el cáliz por encima de su cabeza para que todos pudieran admirarlo.
—Ese trasto es casi tan alto como yo —murmuró Tyrion en voz baja—. Si se bebe la mitad de lo que cabe ahí, caerá borracho como una cuba.
«Bien —pensó ella—. Con un poco de suerte se romperá el cuello.»

tormenta de espadas, sansa iii

 

En el festín de la Boda Púrpura, Joffrey no se rompió el cuello por una caída ocasionada por la borrachera, sino que los músculos de su garganta quedaron duros como la piedra por el efecto del veneno. El caso es que su deseo de muerte se cumplió. De nuevo Sansa se pregunta si alguien ha prestado oído a sus palabras.

[…]«Los dioses han escuchado mis plegarias —pensó. Se sentía torpe y aturdida—. Mi piel se ha vuelto de porcelana, de marfil, de acero…»

[…]

Sansa lo siguió sin oponer resistencia. «No soporto los llantos de las mujeres», había dicho Joff en cierta ocasión, pero en aquel momento el único llanto era el de su madre. En los cuentos de la Vieja Tata, los endriagos creaban objetos mágicos que podían convertir los deseos en realidad.
«¿Fue mi deseo de que muriera lo que lo mató?», se preguntó antes de recordar que ya era demasiado mayor para creer en endriagos.

tormenta de espadas, sansa iv

 

Harrold Hardying, por Rae Lavergne

Si ya han sido varias las ocasiones en que las plegarias de Sansa han tenido un resultado mortal, nada impide que vuelva a suceder lo mismo con Harrold Hardying, que moriría aplastado por el peso de su caballo en el primer lance. De hecho, la composición del nombre del joven escudero, Hardying (hard dying, «morir duro» en inglés), ya anticipa una pista bastante ilustrativa de cómo podría acabar el joven escudero en lo que promete ser un torneo de altos vuelos, que analizaremos pormenorizadamente en la próxima edición (y última, espero) de esta serie de ensayos, y donde veremos claras reminiscencias del Torneo de la Mano. Hasta entonces, leales, ¡mucha piedra!

  1. Primero, Robalito es la fuente de poder de Meñique y lo necesita vivo; y, segundo, solo quiere a Sansa para él y nadie más