Después de un pequeño parón, volvemos con la octava edición de «Piedra, piedra, piedra», ya la penúltima de esta serie de ensayos. En el anterior pedrusco ya vimos lo que sería la piedra angular de esta serie, de la que aún nos quedan cosas por explicar, pero en esta ocasión regresamos al juego de tronos puro y duro, al Meñique más jugador.

Como sabéis, a lo largo de la misma hemos reparado de vez en cuando en las tretas económicas de Meñique para luego explicar sus acciones o justificar sus motivaciones, pero nunca de una manera específica. En esta ocasión, profundizaremos en sus negocios y tejemanejes para contextualizarlos y explicar por qué son tan importantes para la trama de los libros en general, pues cuando mueve una piedrecita de una pila de grava genera un derrumbe cuyas consecuencias pueden resultar imposibles de predecir. Además, en segundo lugar, veremos cómo también llevará esas prácticas al Valle de Arryn, donde se enfrentará al poder de los señores recusadores.


Razones áureas

— Eduardo Baratheon —


Contar calderilla

La relevancia de las cuestiones económicas, aunque va en aumento a medida que se van sucediendo los acontecimientos, aparece sucintamente desde el comienzo de la historia, en una primera semilla que florecería más tarde en la saga.

La corona tiene deudas por valor de más de seis millones, Lord Stark. Los Lannister son los principales acreedores, pero también hemos pedido crédito a Lord Tyrell, al Banco de Hierro de Braavos y a varias compañías financieras de Tyrosh. Últimamente he tenido que dirigirme a la Fe. El Septon Supremo regatea mejor que un pescadero de Dorne.

juego de tronos, eddard iv

 

En Juego de Tronos, Meñique ya nos da el dato de lo endeudada que está la Corona y, además, una retahíla de sus acreedores, entre los que figuran las grandes familias de Poniente, en concreto los Lannister y los Tyrell; también las principales compañías financieras de las Ciudades Libres, con el Banco de Hierro a la cabeza; y, por último, la Fe de los Siete. Al poco tiempo, uno de esos acreedores, el Banco de Hierro, ya comenzó a mover sus hilos para agilizar el pago de los préstamos contraídos por la Corona, de los que se encargó Meñique.

Hay un prestamista de Braavos que trae unos papeles muy complicados —contestó el mercenario poniéndose serio—. Pide ver al rey para tratar con él el pago de no sé qué préstamo.
—Como si Joff supiera contar más allá de veinte. Ponlo en contacto con Meñique, que se las arregle con él. ¿Más?

choque de reyes, tyrion iv

 

Tyrion despachó el problema de la petición del prestamista braavosi remitiéndolo a Meñique para que lo solucionara, sin ser plenamente consciente de las verdaderas implicaciones que ello acarreó. Más tarde, cuando es nombrado consejero de la moneda a petición de su predecesor, Tyrion se da cuenta de su error al percatarse de la complejidad de los libros de cuentas de Meñique y de lo que en realidad esconden. Aunque los ingresos se hayan multiplicado por diez durante el reinado de Robert, también lo han hecho los gastos de la Corona: Meñique la sobreendeudó pidiendo más préstamos para sufragarlos. Sin embargo, el anterior Consejero de la Moneda no era partidario de dejar el dinero estancado, sino de invertirlo en otras “empresas comerciales”.

Y también muy inteligente. No se limitaba a recaudar el oro y dejarlo en la cámara del tesoro, oh no. Pagaba las deudas del rey con promesas, y ponía el oro del rey a que rindiera. Compraba carromatos, tiendas, naves, casas… Compraba cereales cuando había cosechas abundantes, y vendía pan cuando empezaba a escasear. Compraba lana en el norte, lino en el sur y encajes en Lys. Almacenaba las telas, las movía, las teñía y las vendía. Los dragones de oro se apareaban y se multiplicaban. Meñique los prestaba y los recuperaba junto con sus crías.
Y, mientras tanto, también fue situando a hombres que le eran leales. Los cuatro Guardianes de las Llaves eran suyos. Él mismo había nombrado al Contador Real y al Balanza Real, y también a los oficiales al mando de las tres cecas. Nueve de cada diez capitanes de puerto, recaudadores de impuestos, agentes de aduanas, agentes textiles, cobradores, fabricantes de vinos… eran leales a Meñique. Se trataba de hombres en su mayoría de extracción popular: hijos de comerciantes, de señores menores, a veces incluso extranjeros… pero, a juzgar por los resultados que obtenían, mucho más capacitados que sus predecesores de noble cuna.

choque de reyes, tyrion iv

 

Sin llamar demasiado la atención y con una fiscalidad totalmente ausente, Meñique invirtió el dinero en empresas comerciales variopintas que reportaron más beneficios a la Corona y, además, colocó a gente de confianza, sobre todo hijos de comerciantes y señores menores, para ocupar los distintos cargos de su ministerio. Sin embargo, el destino real del dinero invertido en esas “empresas comerciales” no era otro que el entramado de sobornos y malversación que Meñique había construido a lo largo de todos sus años de mandato; y, obviamente, el nombramiento de cargos obedecía a la práctica ilegal de venta de puestos y ascensos que, por ejemplo, ya puso en práctica en la Guardia de la Ciudad comandada por Janos Slynt, que triplicó el número de guardias hasta los seis mil efectivos, aumentando los gastos de la Corona. Aunque luego hablaremos con más detenimiento de los llamativos sobrecostes de los Capas Doradas, este tipo de prácticas ilícitas también se extendió a los gremios de comerciantes.

Cuando su esposa salió volvió al trabajo de rastrear unos cuantos dragones de oro en el laberinto que eran los libros de cuentas de Meñique. Petyr Baelish no había sido partidario de dejar que el oro acumulara polvo, eso sin duda. Pero, cuanto más intentaba buscar sentido a su contabilidad, más le dolía la cabeza a Tyrion. Estaba muy bien eso de hablar de poner a criar a los dragones en vez de encerrarlos en cofres, pero algunas de las empresas comerciales olían peor que el pescado de la semana anterior.
«No habría dejado que Joffrey tirase a los Hombres Astados por la muralla si hubiera sabido cuánto dinero debían a la corona esos cabrones.» Había enviado a Bronn a buscar a sus herederos, pero mucho se temía que obtendría los mismos resultados si le sacaba las tripas a una dorada buscando oro.

tormenta de espadas, tyrion vi

 

En este fragmento, concretamente en el primer párrafo, Martin vuelve a recordarnos qué hace Meñique con el dinero de las arcas públicas: lo pone a rendir para ganar más oro, pero añadiendo el detalle del mal olor que desprenden las empresas comerciales donde lo invierte. A continuación, en el segundo párrafo, saca a colación que los Hombres Astados, que se decantaron por Stannis antes de la batalla del Aguasnegras, debían mucho dinero a la Corona. Y si bien su inclusión en la historia parece más bien una excusa del autor para mostrar al lector la crueldad de Joffrey, puesto que decidió lanzar a sus miembros por los aires con las Tres Putas, lo cierto es que la fundación de esta llamativa asociación de traidores responde a un motivo concreto.

Si bien suele ser habitual que dentro de las ciudades que van a ser sitiadas surjan movimientos insurgentes contrarios a sus gobernantes, los Hombres Astados parecen esconder algo más que eso. En el comienzo de Choque de Reyes, cuando Tyrion encargó a los herreros de la ciudad forjar una gran cadena de hierro para cerrar la entrada a la bahía Aguasnegras, se dejó entrever por qué.

El hierro se ha puesto muy caro —declaró Panza de Hierro—. Y para esta cadena vamos a necesitar mucho, así como carbón para los fuegos.
Lord Baelish se encargará de que dispongáis del dinero que haga falta —prometió Tyrion. Esperaba poder contar con Meñique al menos para eso—. Ordenaré que la Guardia de la Ciudad os ayude a conseguir hierro. Si es necesario fundid hasta la última herradura que haya en la ciudad.

choque de reyes, tyrion iii

 

Como siempre, el consejero de la moneda del que brotan los dragones de oro con un solo chasquido de sus dedos se encargó de facilitar con mucho gusto los fondos necesarios para sufragar los gastos oportunos. En otras palabras, los herreros tomaron prestado dinero de la corona, con sus correspondientes intereses, para poder pagar los materiales de la cadena de hierro y, como no podía ser de otra manera, Meñique no dejó pasar la ocasión para incorporarlos a su entramado corrupto; artesanos que, curiosamente, cometerían traición junto con otros burgueses.

Poco después de que Lord Jacelyn se despidiera, recibió la visita de Varys.
—Qué criaturas tan desleales son los hombres —dijo a modo de saludo.
¿Quién nos ha traicionado hoy? —preguntó Tyrion con un suspiro.
—Tanta villanía es un triste cántico a nuestra época —contestó el eunuco tendiéndole un pergamino—. ¿Acaso el honor murió con nuestros padres?
—Mi padre aún no está muerto. —Tyrion echó un vistazo a la lista—. Algunos de estos nombres me suenan. Son hombres ricos. Comerciantes, mercaderes, artesanos… ¿por qué conspiran contra nosotros?
Al parecer, creen que Lord Stannis debe vencer, y quieren compartir su victoria. Se autodenominan «Hombres Astados», en honor al venado coronado.
—Pues que alguien les explique que Stannis ha cambiado de blasón. Deberían hacerse llamar «Corazones Calientes». —Pero al parecer no era cuestión de broma. Aquellos Hombres Astados tenían cientos de seguidores bien armados, con los que esperaban tomar la Puerta Vieja una vez empezara la batalla, para dejar entrar al enemigo. Entre los nombres de la lista estaba el del maestro armero Salloreon—. En fin, me imagino que al final no me va a hacer ese yelmo aterrador con cuernos de demonio —se lamentó Tyrion al tiempo que escribía la orden de arresto.

choque de reyes, tyrion xi

 

Precisamente son comerciantes, mercaderes y artesanos pertenecientes a los gremios y corporaciones quienes conforman los denominados Hombres Astados. En definitiva, son aquellos hombres ricos que deben grandes cantidades de dinero a la Corona los que deciden cometer traición al aliarse con Stannis. Y ello porque esos mismos hombres son los que, como se ha explicado antes, hacían negocios con Meñique, que puso a rendir el dinero que les prestó.

Meñique, por ellenalbino

Obviamente, el consejero de la moneda conoce la fluctuación de los precios en función de la oferta y de la demanda, más aún en tiempos de guerra; tiene la información suficiente para saber cuándo invertir y a quién prestar el dinero para multiplicar los ingresos de la Corona y, por ende, sus propios beneficios. Baelish, por tanto, ejerce a través de los gremios y corporaciones un control casi pleno sobre el comercio y lo afianza mediante la venta de puestos públicos a los hijos de esos mismos hombres a los que prestaba el oro.

Los sobornos y la venta de cargos públicos y ascensos conforman la segunda parte del corrupto entramado financiero, ya que a través de ellos Meñique se llevaba la correspondiente mordida y, además, aumentaba los gastos de la Corona. Como se ha visto, esta práctica era muy común en la Guardia de la Ciudad cuando Slynt estaba al frente, colocando a toda clase de malhechores entre sus filas, pero también existió entre los miembros de los Hombres Astados.

Pero el reino no había tenido un Lord Confesor desde tiempos del segundo Daeron, y el último Carcelero Jefe había sido un comerciante de tejidos que le compró el cargo a Meñique durante el reinado de Robert. Sin duda había sacado buen provecho de él durante unos años, hasta que cometió el error de conspirar con otros idiotas ricos para entregarle el Trono de Hierro a Stannis. Se hacían llamar los Astados, así que Joff ordenó que les clavaran astas en la cabeza antes de tirarlos por las murallas. De modo que le correspondió a Rennifer Mareslargos, el jefe de calabozos que decía a quien quisiera escucharlo que llevaba una «gota de dragón», abrirle a Jaime las puertas de los calabozos y guiarlo escaleras arriba, hasta el lugar donde había vivido Ilyn Payne durante quince años.

festín de cuervos, jaime iii

 

Como vemos, existe un vínculo entre los Hombres Astados y Meñique, al que puede presumirse como su verdadero fundador. Sí, porque él fue quien promovió su creación, lo que también suscita legítimas dudas del porqué de ello. Porque la cuestión que ahora se plantea es determinar por qué motivo los comerciantes, mercaderes, artesanos y demás hombres adinerados accedieron a formar parte de ese grupo de insurgentes que acabaría volando por los aires. Pues bien, la respuesta es que, a cambio de ofrecer su apoyo a Stannis, creyeron que este les perdonaría y accedería a condonarles las deudas contraídas con la Corona. Desde luego, Meñique se encargaría de convencerles de ello arguyendo que el mediano de los Baratheon tenía todas las de ganar al conseguir el apoyo de sus vasallos tormenteños después de la muerte de Renly. Porque del mismo modo que perdonó a sus vasallos tormenteños porque los necesitaba, Stannis también lo haría con ellos si se unían a su causa y lo apoyaban durante la batalla.

Batalla del Aguasnegras, por Tomasz Jedruszek

Por su parte, el objetivo de Meñique es simple: los muertos nunca pagan sus deudas, esto es, evitar que la Corona, en plena guerra civil, recupere el dinero prestado y, además, borrar el rastro de sus “negocios”. En efecto, con este movimiento su motivación no es otra que la de sobreendeudar a la Corona y colapsar el Reino económicamente. Por eso su política de sobrecargar de gastos las arcas no solo se extiende a la venta de cargos y ascensos, sino también a crearlos de forma ficticia.

—¿Carceleros? —Mareslargos bufó—. Esos no eran carceleros. No eran más que llaverizos. La corona paga el sueldo de veinte llaverizos, mi señor, nada menos que veinte, pero en el tiempo que llevo aquí nunca hemos tenido más de doce. También se supone que tendríamos que contar con seis carceleros, dos en cada nivel, pero sólo disponemos de tres.

[…]

«Seis prisioneros —pensó Jaime con amargura—, y pagamos el salario de veinte llaverizos, seis carceleros, un carcelero jefe, un encargado y la Justicia del Rey.»

festín de cuervos, jaime i

 

El chasquido de los dedos de Meñique obra de nuevo creando cargos invisibles bien visibles en los libros de cuentas con salarios de carceleros y llaverizos inexistentes. Y, como es obvio, toda esta corrupción estructural creada por el consejero de la moneda traería consigo una serie de consecuencias queridas por él que ya se nos comienzan a anunciar nada más empezar el tercer libro

—¿Rumores de que estaban cavando una tumba pequeña? Yo también, y dadas las circunstancias lo mejor era que me levantase. Tengo entendido que sois el comandante de la Guardia de la Ciudad. ¿Debo daros mi enhorabuena o mis condolencias?
Me temo que ambas cosas. —Ser Addam sonrió—. La muerte y la deserción me han dejado con cuatro mil cuatrocientos hombres. Sólo los dioses y Meñique saben cómo vamos a poder pagar la soldada de tanta gente, pero vuestra hermana me prohíbe que licencie a ninguno.

tormenta de espadas, tyrion i

 

Ser Addam Marbrand, recién nombrado comandante de la Guardia de la Ciudad, ya prevé serias dificultades para pagar los salarios de los Capas Doradas, incluso aun después de haberse rebajado su número casi un tercio en la batalla del Aguasnegras. Solo era cuestión de tiempo, por tanto, que los excesivos gastos obligasen a la Corona a dejar de pagar las deudas a sus acreedores, que se materializa bajo el gobierno de Cersei en Festín de Cuervos.

—Mi intención es construir dromones nuevos —dijo Aurane Mares—. Diez, para empezar.
¿De dónde saldrá el dinero? —preguntó Pycelle.
Lord Gyles lo tomó como una invitación para volver a toser. Se limpió la saliva rosada con un cuadrado de seda roja.
No hay… —consiguió decir antes del siguiente ataque de tos—. No… No tenemos…
Ser Harys fue suficientemente avispado para entender lo que se ocultaba bajo las toses.
La corona no había tenido nunca tantos ingresos —protestó—. Me lo dijo el propio Ser Kevan.
Lord Gyles tosió otra vez.
… Gastos… Capas doradas…
No era la primera vez que Cersei oía sus objeciones.
Nuestro lord tesorero trata de decirnos que tenemos demasiados capas doradas y poco oro. —Las toses de Rosby empezaban a exasperarla. «Puede que Garth el Grosero no fuera tan mala opción»—. Los ingresos de la corona son elevados, pero no tanto como para saldar las deudas que dejó Robert. Por tanto, he decidido retrasar el pago de los importes que se adeudan a la Sagrada Fe y al Banco de Hierro de Braavos hasta que termine la guerra. —Sin duda, el nuevo Septón Supremo se retorcería las sagradas manos, y los braavosis chillarían y protestarían, ¿y qué?—. Con lo que ahorremos podremos construir la nueva flota.

festín de cuervos, cersei iv

 

A pesar de las advertencias del Gran Maestre Pycelle sobre las consecuencias de tomar esa decisión, la reina regente decide seguir adelante y retrasar el pago de los importes que se adeudan a la Fe y al Banco de Hierro. Y aunque luego Cersei consigue llegar a un acuerdo con el Septón Supremo a cambio de reinstaurar el brazo armada de la Fe, ignora las advertencias de Noho Dimitis, el enviado del Banco de Hierro a la corte para convencerla del cumplimiento de los términos de sus préstamos. Cersei, sin embargo, se niega a pagar lo que les corresponde a los prestamistas braavosis hasta que finalice la guerra y la reacción de éstos no se hace esperar, pues, de un modo u otro, «el Banco de Hierro obtiene lo que le pertenece».

Ahora, la Fe se está rearmando, y los braavosis se dedican a reclamar el pago de los préstamos por todo Poniente. Nada de eso habría sucedido si hubiera tenido el sentido común de nombrar Mano a tu tío.

festín de cuervos, jaime v

Un grupo de comerciantes se presentó para suplicar al trono que intercediera en su favor ante el Banco de Hierro de Braavos. Al parecer, los braavosis les exigían el pago inmediato de todas sus deudas, y se negaban a conceder nuevos créditos.

festín de cuervos, cersei viii

 

Los impagos de la Corona provocan el caos económico y financiero a lo largo de todo Poniente, pues el todopoderoso Banco de Hierro, por un lado, reclama a todos sus deudores el pago inmediato de los préstamos y, además, deja de conceder nuevos créditos; mientras que, por otro lado, ofrece apoyo financiero a la pretensión de Stannis para que, a cambio, satisfaga las deudas de la Corona cuando conquiste el trono.

En definitiva, el colapso del Reino es total y Meñique, sabedor de que Cersei sería quien caería otra vez en la trampa, aprovecha esa circunstancia propiciada por él para seguir haciendo lo que mejor saber hacer: medrar en el caos, cuya sombra extenderá también al próspero Valle de Arryn.

Los Señores Recusadores

En Tormenta de Espadas, después de tantos años de susurros y conspiraciones, por fin Lysa alcanzó uno de los objetivos por los que tanto ha soportado, luchado y asesinado: estar al lado de su querido Petyr. Meñique, aunque no por una cuestión de amor, también consigue uno de sus objetivos: contraer matrimonio con Lysa Arryn, la señora del Valle.

Ahora bien, las reticencias de los nobles del Valle de Arryn por el inesperado casamiento de su señora y el consiguiente nombramiento de Meñique como nuevo Lord Protector no se hacen esperar, pues la negativa de Lysa a ayudar a su difunto sobrino Robb en la Guerra de los Cinco Reyes ya había hecho mella en la paz reinante en el Valle: los Royce de Piedra de las Runas estaban casi al borde de la rebelión y, con ellos, los señores de las casas Waynwood, Redfort, Belmore, Templeton y Horton. Todos ellos han firmado y sellado en Piedra de las Runas una declaración de recusación para que Meñique deje el cargo de Lord Protector del Valle, incluso empleando la fuerza si es necesario, poniendo bajo “asedio” el Nido de Águilas.

Lord Hunter, el Joven, y sus hombres se habían unido a los demás hacía dos días. Nestor Royce había cerrado las Puertas para detenerlos, pero su guarnición contaba con menos de trescientos hombres. Cada uno de los Señores Recusadores había acudido con un millar, y eran seis. Alayne conocía sus nombres tan bien como el suyo propio. Benedar Belmore, señor de Rapsodia. Symond Templeton, el Caballero de Nuevestrellas. Horton Redfort, señor de Fuerterrojo. Anya Waynwood, señora de Roble de Hierro. Gilwood Hunter, al que muchos llamaban Lord Hunter, el Joven, señor de Arcolargo. Y Yohn Royce, el más poderoso de todos, el temible Yohn Bronce, señor de Piedra de las Runas, primo de Nestor y cabeza de la rama más importante de la Casa Royce. Los seis se habían reunido en Piedra de las Runas tras la caída de Lysa Arryn, y habían hecho el juramento de defender a Lord Robert, defender el Valle y defenderse entre ellos. En su declaración no se mencionaba al Lord Protector, pero hablaba de un «mal gobierno» al que había que poner fin, así como de «falsos amigos y consejeros taimados».

festín de cuervos, alayne i

 

Yohn Bronce, por Antonella

Sin embargo, cuando afloraron los primeros resquemores por la boda, Meñique ya había comenzado a tantear el terreno para encontrar aliados potenciales entre los señores del Valle, empezando por la empobrecida casa Corbray. Después de varios días de negociaciones, se gana el apoyo de Lord Lyonel Corbray, al que consigue comprometer con la joven hija de un mercader de Puerto Gaviota a cambio de una sustanciosa dote; y, además, también contrata a ser Lyn Corbray para que finja ser su enemigo y unirse a todas las conspiraciones contra su persona, como ya hizo al acompañar a los señores recusadores para socavar sus propósitos.

Además, Baelish consigue el apoyo de las casas Grafton, Lynderly, Waxley y también del Guardián de las Puertas de la Luna, Lord Nestor, descendiente de una rama cadete de los Royce. Teniendo en cuenta que Lord Nestor siempre ha soñado con gobernar las Puertas por derecho propio, como un verdadero señor, y no sólo de nombre, Meñique le concede el título de Guardián convirtiéndolo en hereditario. Para ello, le sirve mentiras más dulces que la verdad haciéndole creer que Lysa le tenía más aprecio que a sus otros vasallos, pero sin obviar el detalle de que el documento por el que se le otorga tal título está firmado por el Lord Protector; en otras palabras, los derechos de Lord Nestor sobre las Puertas de la Luna dependen de la supervivencia de Meñique, que así consigue su lealtad.

Reyes de la Montaña y del Valle, por Mark Capproti

Obviamente, estos apoyos no pueden hacer frente a los señores recusadores, pero Meñique, como buen malabarista, sabe cómo revertir esa situación. Gracias al “incidente” que tiene lugar en la audiencia con los señores recusadores, en el que Lyn Corbray viola las leyes de hospitalidad desenvainando a Dama Desesperada, Meñique consigue, de momento, ganar un tiempo muy valioso. En efecto, dada la gravedad de la afrenta, los honorables señores recusadores le conceden un año de plazo para probar su capacidad de gobierno como Lord Protector y poner orden en el Valle. Y a pesar de la desconfianza de Yohn Bronce, ese mismo día Meñique ya comienza a seducir a los demás señores recusadores.

—Necesito saberlo. ¿Qué sucederá dentro de un año?
Redfort y Waynwood son viejos. —Petyr dejó la pluma sobre la mesa—. Puede que muera uno de ellos, o los dos. Los hermanos de Gilwood Hunter lo asesinarán. Probablemente se encargue el joven Harlan, el mismo que dispuso la muerte de Lord Eon. Y ya que estamos, sigamos hasta el final. Belmore es corrupto, lo puedo comprar. Templeton y yo nos haremos amigos. Mucho me temo que Yohn Bronce seguirá siendo hostil, pero mientras esté solo no representará ninguna amenaza.

festín de cuervos, alayne i

 

Solo es cuestión de tiempo que el resto de los señores caiga presa de las seducciones (o conspiraciones) de Meñique, que no solo consigue la previsible amistad del corrupto Lord Benadar Belmore, que está presente en la boda de Lyonel Corbray junto a otros señores menores y caballeros hacendados; también logrará, de un modo u otro, el apoyo de los demás señores recusadores del Valle.

En el caso de Gilwood Hunter, al que sus hermanos pequeños acusan de la repentina muerte de su padre, es probable que Baelish utilice el asesinato de Lord Eon para ganarse su confianza, revelando que fue su hermano menor Harlan quien verdaderamente dispuso su muerte y que ahora planea asesinarlo a él. Incluso cabe la posibilidad de que Meñique estuviera detrás de todo como instigador, ya que Lord Hunter murió asesinado precisamente cuando él llegó al Nido de Águilas.

En cuanto a Horton Redfort, es muy posible que fallezca dentro de poco dada su vejez o, si vamos un poco más allá, que Meñique aproveche el resquemor de su hijo menor para lograr su apoyo. En Juego de Tronos, Mya Piedra mantuvo un romance con Mychel Redfort, con quien perdió la virginidad. Ambos planeaban casarse cuando él fuera nombrado caballero, pero los Redfort descienden de los primeros hombres y, como era de esperar, Lord Horton se opuso frontalmente a que una bastarda, por muy hija del rey Robert que fuera, se casara con un miembro de una de las casas más antiguas del Valle.

—Me lo dijo Maddy.
—Quién si no. Tiene la boca tan grande como los muslos, y sus muslos son enormes. Fue con Mychel Redfort. Era el escudero de Lyn Corbray. Un escudero de verdad, no como ese patán que tiene Ser Lyn ahora. Se dice que si ha aceptado a ese, ha sido por dinero. Mychel era el mejor espada joven del Valle, y tan galante… O eso creía la pobre Mya, hasta que él se casó con una hija de Yohn Bronce. Estoy segura de que Lord Horton no le dejó elección, pero aun así, fue muy cruel con Mya.

festín de cuervos, alayne ii

 

En Festín de Cuervos, George R.R. Martin, que en el primer libro reparó en la relación de Mya con Mychel, rescata este asunto precisamente a colación de la fijación de Lothor Brune en la hija bastarda de Robert; es, por tanto, una circunstancia a tener en cuenta en la estrategia de Meñique de hacerse con el apoyo de todos los señores recusadores. Además, el comienzo del primer capítulo de Alayne en Vientos de Invierno saca a relucir otra vez este conflicto amoroso cuando Mya tiene que soportar la presencia de Mychel en las Puertas de la Luna, donde se celebra el Torneo de la Hermandad de los Caballeros Alados. De un modo u otro, Meñique podría explotar esa debilidad de la familia Redfort apoyando a Mychel contra su padre, que le obligó a abandonar a Mya por Ysilla Royce, o viceversa.

Y cuando ya parecía imposible que Meñique pudiera conseguir más aliados entre los señores recusadores, sorprendentemente dos de ellos asistieron a la boda de Lyonel Corbray que el propio Meñique había organizado.

—Hemos recibido una carta de vuestro padre —le dijo en tono tan desenvuelto como si estuvieran sentadas bordando con su septa—. Dice que ya está aquí y que espera ver pronto a su querida hija. Nos escribe que Lyonel Corbray parece muy satisfecho con su reciente esposa, y aún más con su dote. Espero sinceramente que recuerde con cuál de las dos tiene que acostarse. Cuenta también que, para asombro de todos, Lady Waynwood se presentó en el banquete nupcial con el Caballero de Nuevestrellas.
¿Anya Waynwood? ¿De verdad? —Por lo visto, el número de Señores Recusadores se había visto reducido de seis a tres. El día en que se fueron de la montaña, Petyr Baelish albergaba la esperanza de ganar para su bando a Symond Templeton, pero no a Lady Waynwood—. ¿Algo más? —le preguntó. El Nido de Águilas era un lugar tan solitario que agradecía cualquier noticia del mundo exterior, por trivial o insignificante que fuera.

festín de cuervos, alayne ii

 

Si bien no se indica expresamente, no resulta difícil imaginar por qué motivo el Caballero de Nuevestrellas acude a un evento organizado por el propio Meñique, que afirmó con rotundidad que se haría amigo suyo. La razón es que, por muchas tierras y castillos que posea, ser Symond Templeton no deja de ser un caballero hacendado y no un señor de pleno derecho. En efecto, el título de “lord” lleva aparejado ciertos derechos legales, como por ejemplo el de hoyos y horcas para encerrar en los calabozos y colgar gente; y, además, tiene más nivel que el título de caballero en los festines y torneos. En definitiva, ahora ser Symond tiene menos derechos que si ostentara el título de señor y, al igual que con Lord Nestor Royce, Meñique puede aprovechar esa circunstancia y atraerlo a su causa otorgándole dicho título.

Ahora bien, la mayor sorpresa de boda fue la presencia de Lady Anya Waynwood, la principal aliada de Yohn Royce.

—¿Lady Waynwood? —Alayne casi no se lo podía creer—. ¿Por qué va a casar a uno de sus hijos con una…? ¿Con una…?
—¿… bastarda? Para empezar, no nos olvidemos de que eres la bastarda del Lord Protector. Los Waynwood son una familia antigua y orgullosa, pero no tan rica como se podría pensar, como descubrí cuando empecé a comprar sus pagarés. Lady Anya no vendería nunca a uno de sus hijos. En cambio, a un pupilo… El joven Harry sólo es un primo, y la dote que le he ofrecido a la señora es aún mayor que la que acaba de recaudar Lyonel Corbray. Tenía que serlo para que se arriesgara a sufrir la ira de Yohn Bronce. Esto dará al traste con sus planes. Eres la prometida de Harrold Hardyng, cariño, siempre que consigas ganarte su juvenil corazón… Cosa que a ti no te costará mucho.

festín de cuervos, alayne ii

 

Para conseguir el apoyo de los señores de Roble de Hierro, Meñique compra su deuda a través de los pagarés que han ido emitiendo a sus acreedores. Cuando Meñique adquiere esos documentos contables, tiene a los Waynwood en el bolsillo literal y figuradamente no solo porque es su nuevo acreedor, sino porque al mismo tiempo también les hace un favor que le permite persuadir a Lady Anya para que Harry el Heredero se comprometa con Alayne. En otras palabras, hagan lo que hagan los Waynwood, si deciden dejarse persuadir o no por Meñique, están en deuda con él ya sea porque les condonará la deuda si a cambio acceden al compromiso matrimonial o, si se niegan, porque tienen un compromiso incondicional de pago con Meñique al haber comprado su deuda. Como era de esperar, Lady Anya accede al compromiso con la hija natural de Meñique siempre que Harry acepte, de lo que debe encargarse Alayne para que el supuesto plan de su padre salga adelante.

—No es el heredero de Lady Waynwood —contestó Alayne, con los ojos abiertos como platos—. Es el heredero de Robert. Si Robert muriera…
Petyr arqueó una ceja.
Cuando Robert muera. Nuestro pobre y valeroso Robalito es un niño tan enfermizo que sólo es cuestión de tiempo. Cuando muera Robert, Harry el Heredero se convertirá en Lord Harrold, Defensor del Valle y señor del Nido de Águilas. Los banderizos de Jon Arryn nunca me aceptarán a mí, y nuestro tembloroso Robert tampoco se ganaría su afecto, pero sí que se lo ganará su Joven Halcón… Y cuando se congreguen para celebrar su boda, y tú aparezcas con tu melena castaño rojiza, con una capa de doncella blanca y gris con el blasón del lobo huargo en la espalda… no habrá caballero en el Valle que no ponga su espada a tus pies para reconquistar lo que te corresponde por derecho de nacimiento. Así que esos son los regalos que te traigo, mi querida Sansa: Harry, el Nido de Águilas e Invernalia. Bien valen otro beso, ¿no crees?

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El plan que Meñique le cuenta a Sansa parece idílico, parecido al final de las canciones y cuentos que tanto le gustan, porque así es como pretende atraerla y convencerla de que lo lleve a cabo. En efecto, el supuesto plan de la muerte de Robalito y el matrimonio con Harry no es más que otra mentira de Meñique; una esperanza de futuro hecha totalmente a la medida de Sansa porque sabe que aún puede manipularla por ese resquicio. Por eso revelar en plena boda con el heredero del Valle que su hija bastarda es en realidad la heredera de Invernalia puede sonarle muy bien a Sansa (precisamente por eso se lo cuenta), pero en ningún momento es la verdadera intención de Meñique.

Por un lado, porque Robalito es la fuente de la que emana todo el poder de Meñique en el Valle, que perdería su posición privilegiada si el niño muriera; de ser así, Harry sería el nuevo señor del Valle, y no parece probable que el Lord Protector, después de haberse ganador el apoyo de casi todos los señores recusadores, esté dispuesto a entregárselo a alguien que lo despojaría de toda su influencia, pues ya no habría ningún menor de edad que tutelar. Y Meñique sabe perfectamente que es mucho más fácil perpetuarse en el poder controlando a un niño enfermizo como Robalito que a un hombre impetuoso como Harry, pues quien tiene a Robalito tiene el Valle.

—¿Por qué no nos dejan en paz? —sollozó Alayne—. No les hemos hecho ningún daño. ¿Qué quieren de nosotros?
A Lord Robert, nada más. Y con él, el Valle, claro. —Petyr sonrió—. Serán ocho. Lord Nestor los guía, y Lyn Corbray los acompaña. Ser Lyn no es de los que se quedan atrás cuando hay perspectiva de sangre.

festín de cuervos, alayne i

 

Por otro lado, porque Meñique solo quiere a Sansa para él y nadie más. Sí, así de simple y, al mismo tiempo, así de complicado, como veremos. Que Meñique haya concertado el matrimonio de Alayne con Harry se debe sencillamente a que quiere asegurarse el control del Valle sin que haya ningún cabo suelto. El modo de hacerlo, cómo no, es explotando el punto flaco del pupilo de los Waynwood: ser un mujeriego empedernido, que queda patente desde el momento en que sale a relucir por primera vez su nombre, cuando se murmura que ya ha engendrado a una bastarda y con otro bebé en camino. Y es ahí donde Sansa debe cumplir su papel de hábil seductora para embelesarlo, ya que supuestamente ella es el medio más adecuado para controlar el corazón del joven e impetuoso Harry y, con él, el Valle; pero otra vez surge la misma cuestión: si Meñique quiere ese matrimonio para que Sansa controle el Valle a través de Harry, ¿acaso no es más sencillo hacerlo con Robalito? El muchacho ve en Sansa algo más que una figura maternal y, como puede verse, la obedece más que a nadie.

Alayne Piedra o Sansa Stark leyendo a Robert Arryn

Bedtime, por tek-kie

 

Ahora bien, lo más sospechoso del plan es que esa apariencia de estar haciéndolo todo por el bien del Valle y de Sansa es totalmente impropia de Meñique; no casa en absoluto con el personaje que nosotros conocemos. Por lo tanto, la cuestión aquí es qué beneficio saca él de todo ese supuesto plan: absolutamente nada. Si Robalito muere, pierde el poder del Valle; y si Sansa se casa con Harry, también la pierde a ella. En realidad, lo que Meñique pretende con esa farsa de matrimonio es originar una disyuntiva en la joven, que es plenamente consciente de que mientras no enviude y los Lannister caigan, su matrimonio con Harry como heredera de Invernalia es imposible. Menos aún como heredera del Valle mediante matrimonio si Robalito sigue con vida.

Por lo tanto, Sansa debe elegir entre la vida de canción que ha soñado desde niña, siendo la señora de Invernalia y del Valle, pero que necesariamente implica la muerte de Robalito; o seguir siendo Alayne, la hija bastarda de Meñique, a cargo de un niño enfermizo, pero sin carga de conciencia por su muerte. Aunque Meñique se muestra muy categórico al afirmar la muerte de Robalito, como si fuera inevitable e intentara convencerla de que será así, ¿hasta qué punto Sansa está dispuesta a permitir la muerte de un niño inocente (su primo-hermano, por si fuera poco), mancharse las manos de sangre y vivir con esa carga el resto de su vida? Porque a Sansa le pesan sobre su conciencia todos los muertos que ha dejado tras de sí. Meñique lo sabe y, como veremos, se aprovecha de ello. Eso es lo que quiere comprobar, si su manto protector (en realidad manipulador) la ha cubierto ya por completo o si Sansa se siente lo suficientemente libre como para llevar a cabo el supuesto plan, que no es más que otro engaño de Meñique y, al mismo tiempo, una prueba que sin ella darse cuenta ya ha comenzado.

«Alayne y su padre», ilustración por inthearmsofundertow

Hasta aquí la penúltima pedrada de esta serie, leales. Como veis, ha servido para explicar la situación socio-económica del Reino y, en concreto, la del Valle, cuyo juego de tronos no ha hecho más que empezar. En la próxima edición, la última parte de esta serie de ensayos pedriles, profundizaremos aún más en esta trama y qué podemos esperar de ella en Vientos de Invierno.