Análisis de Daenerys III en Tormenta de Espadas, cuando consigue hacerse con los Inmaculados y derrota a los esclavistas de Astapor a base de Dracarys.

Como ya comentamos al hablar de Tormenta de Espadas y también la semana pasada al repasar el arco de Daenerys, Martin escribió el tercer libro de Canción de Hielo y Fuego pensando en un salto temporal de cinco años que finalmente no pudo llevar a cabo; y lo cierto es que esa intencionalidad subyace en la construcción del arco de Daenerys. El escritor necesitaba que la joven khaleesi llegase hasta un punto determinado, Meereen; y, para ello, salvó su aventura con capítulos realmente impactantes que se suceden relacionados entre sí mediante continuas elipsis. De hecho, prácticamente casi todos ellos guardan un giro o momento verdaderamente impactante, y alguno de ellos, como también sucedía en el arco de Jon Nieve, podría funcionar perfectamente como clímax de su aventura. Pero incluso la escritura dedicada a cada punto de vista es ágil e intrépida, ya que casi todos los capítulos de Daenerys empiezan «in media res». Además, los intercambios con las autoridades locales se reducen al mínimo, y ya ni siquiera hay un Xaro Xhoan Daxos con el que parlotear a base de mutuas lisonjas. Daenerys sabe lo que quiere y no parece demasiado dispuesta a negociar por ello.

El ganador de esta edición es, posiblemente, el capítulo que mejor sintetiza todo esto de todo el arco que votamos la semana pasada. Como si de un domingo frente a las llamas se tratara, hoy vamos a pasar calor. Con todos vosotros, daenerys iii, que ha arrasado en la votación del mismo modo que su protagonista lo hizo con los esclavistas de Astapor.

Dracarys

Los dragones al servicio de la libertad

Atendiendo al recurso interno que estructura el capítulo, daenerys iii funciona de un modo similar a tyrion iv de Choque de Reyes. El capítulo comienza con la acción empezada, con Daenerys pactando la compra tanto de todos los Inmaculados como de todos aquellos niños a quienes están adiestrando para serlo, estén en el estado que estén de su entrenamiento. De hecho, la insistencia de Daenerys en este punto del acuerdo, así como las cantidades que está dispuesta a pagar por ello —inasumibles para la khaleesi—, nos muestran que, al igual que Tyrion, hay algo que guía los pasos de la joven y que Martin no nos está queriendo contar. Aunque no sepamos cuál es, Daenerys tiene un plan:

Dos mil no eran suficientes para lo que pretendía. «Los necesito a todos.» Dany sabía qué tenía que hacer, pero el sabor que le dejaba en la boca era tan amargo que ni el vino ácido se lo quitaba de la boca. Lo había meditado mucho la noche previa, y no había encontrado otra solución.
«Es lo único que puedo hacer.»
—Dádmelos a todos —dijo—, y tendréis un dragón.

 

De hecho, ya en el cierre de daenerys ii nos encontramos con una pequeña miguita que nos avisa de que la forma de conseguir a los Inmaculados no va a ser especialmente ortodoxa:

Viserys habría comprado tantos Inmaculados como hubiera podido pagar. Pero en cierta ocasión dijisteis que yo era como Rhaegar
—Lo recuerdo, Daenerys.
—Alteza —lo corrigió—. El príncipe Rhaegar iba a la batalla al frente de hombres libres, no de esclavos. Barbablanca dice que armaba a sus escuderos en persona, y obligaba a muchos otros caballeros a hacer lo mismo.
No había mayor honor que recibir el rango de caballero del príncipe de Rocadragón.
—Decidme, pues… cuando tocaba el hombro de un hombre con su espada, ¿qué le decía: «Ve y mata al débil» o «Ve y defiéndelo»? Todos aquellos valientes de los que hablaba Viserys, los del Tridente, los que murieron bajo nuestros estandartes de dragones… ¿dieron la vida porque creían en la causa de Rhaegar o porque los habían comprado con monedas?

tormenta de espadas, daenerys ii

 

Daenerys está decidida a ser justamente lo contrario de lo que fue su hermano Viserys. Y no solo a lo execrable que este fue como persona, sino incluso también a impedir que florezcan las mismas circunstancias que acentuaron los peores rasgos de su comportamiento, aquellas que le llevaron a ser llamado el «rey mendigo». Encontramos someros detalles como los que muestran estas mismas líneas y otros pequeños fragmentos ya en daenerys iii, como la negativa a dar su corona en pago por algunos cientos de Inmaculados o la necesidad de haber cuidado más su puesta en escena ante los mercaderes.

No obstante, donde destaca esta idea es, sobre todo, en la protección que Daenerys quiere ejercer sobre los débiles, sobre sus siervos. En ese sentido, Daenerys toma para sí las palabras que un día le dedicara Jorah y se ve a sí misma más que nada como una nueva Rhaegar, idealizando por completo a su hermano mayor en oposición a Viserys. Este pasaje no deja de ser irónico ahora, en la relectura, cuando sabemos que el Príncipe armó caballero a Ser Gregor Clegane, la viva negación de la caballería en Canción de Hielo y Fuego.

—Estuve sola mucho tiempo, Jorah. Sólo tenía a mi hermano. Era una niñita pequeña y asustada. Viserys tendría que haberme protegido, pero en vez de eso me hacía daño y me asustaba aún más. No debió hacerlo. No era sólo mi hermano, era mi rey. ¿Para qué hacen los dioses a los reyes y a las reinas, si no es para proteger a los que no pueden protegerse solos?
Hay reyes que se hacen a ellos mismos. Como Robert.
No era un verdadero rey —replicó Dany despectiva—. No hizo justicia. Justicia. Para eso son los reyes.

 

Tampoco deja de ser irónico, sin embargo, que Daenerys no se dé cuenta de que se está haciendo reina a sí misma, si bien al final de su arco llegará a descubrir que los dioses no han hecho nada al respecto, y que es ella la que tiene que aprender a gobernar. En cualquier caso, en esa dicotomía Rhaegar-Viserys, completamente polarizada, Daenerys va tomando diversas influencias a conveniencia. Si por un lado negará ese ascendente valyrio que encarna Viserys con la protección del débil, por otra parte abrazará la máxima tan propia de su hermano mediano de que el dragón no suplica cuando negocia con los esclavistas. Será mucho más adelante, ya en Danza de Dragones, cuando Daenerys se vea incapaz de moverse entre estas dos aguas. Por ahora, las contradicciones internas entre ambos extremos solamente afloran como irónicas paradojas, como lo es el hecho de poner a sus dragones al servicio de la libertad, cuando tradicionalmente fueron el mejor medio para perpetuar la esclavitud. Por ahora, el objetivo de Daenerys es acabar con los Bondadosos Amos, con los Viserys de Astapor, y liberar a los Inmaculados para que luchen por ella en el nuevo Tridente que la espera en Poniente.

Dracarys

Daenerys Targaryen en Astapor, © Fantasy Flight Games

Como sabemos, Daenerys necesitaba a todos los Inmaculados para cumplir su plan. Dependía de que los esclavistas se quedaran sin defensas, vista la ciega obediencia que demuestran sus legionarios. Daenerys se preocupa por conocer a su nuevo ejército, y sabe que para los Inmaculados la manumisión no significa demasiado. Como grupo, los Inmaculados no están de parte de nadie ni sueñan con libertad alguna, toda vez que si llegaron a conocer lo que era ser libre, años y años de adiestramiento extirparon cualquier recuerdo.

Esta atroz circunstancia puede explicar al mismo tiempo el extremo inmovilismo histórico que caracteriza a las sociedades del sur de Essos, las cuales llevan viviendo del esclavismo prácticamente desde el origen del mundo. Al menos en la Bahía de los Esclavos, con los Inmaculados bajo las órdenes de los Bondadosos Amos, las posibilidades de que la disidencia interna prospere son nulas. Bajo esta estructura, la mejor infantería del mundo no se cuestionará nunca lo que es, ni llegará a ponerse del lado de nadie hasta que aparezca alguien capaz de sacarlos de su automatismo. Los Inmaculados simplemente obedecen y, de hecho, la única forma de salvarlos es comprándolos; es decir, jugando al juego que proponen los esclavistas. Pero Daenerys ha llegado para romper las normas:

—¿Y son obedientes?
No conocen otra cosa que la obediencia. Si les ordenáis que no respiren, les resultará más fácil que dejar de obedecer.
Dany asintió.

 

Que los Inmaculados no entienden de justicia o injusticia queda también patente al confirmarse la compraventa. Por supuesto, la esclavitud no es justa; pero tampoco es justa la forma en que Daenerys adquiere a sus esclavos. A fin de cuentas, lo habitual a la hora de comprar una mercancía —y, como vemos, los Inmaculados tristemente en este momento lo son—, no es gritar un Dracarys, matar al comerciante y recuperar lo pagado. Eso, sin embargo, es algo que a los Inmaculados ya les trae sin cuidado. Si alguno no salió en defensa de los Bondadosos Amos no fue por los sueños de liberación que Daenerys les ofrecía, los cuales no conocían y ni siquiera podían imaginar. Fue una pequeña fusta de nueve látigos enmangada en huesodragón la que marcó la diferencia y la que, una vez en poder de Daenerys, les permitió soñar y cobrarse su venganza. De ahí que Daenerys se cerciorara primero de dar la orden de acabar con los esclavistas y luego de liberarlos:

Los dedos de la arpía —dijo Kraznys.
Dany hizo girar la fusta en su mano.
«Un objeto tan ligero, y qué gran peso carga.»
¿Ya está hecho, pues? ¿Ya me pertenecen?
Ya está hecho —asintió él, al tiempo que daba un tirón brusco de la cadena para sacar a Drogon de la litera.
[…]
Se puso de pie en los estribos y alzó los dedos de la arpía por encima de la cabeza para que todos los Inmaculados los vieran.
¡Está hecho! —gritó a pleno pulmón—. ¡Sois míos! —Espoleó a la plata con los talones y galopó a lo largo de la primera hilera, siempre con los dedos en alto—. ¡Ahora pertenecéis a la estirpe del dragón! ¡Os he comprado y os he pagado! ¡Está hecho! ¡Está hecho!
Por el rabillo del ojo, vio que Grazdan el viejo había girado bruscamente la cabeza. «Me está oyendo hablar valyrio.»
[…]

¡Lanzas! —oyó Dany gritar a un astapori. Era Grazdan, el viejo Grazdan, con su tokar cargado de perlas—. ¡Inmaculados! ¡Defendednos, detenedlos, defended a vuestros amos! ¡Espadas! ¡Lanzas!
Cuando Rakharo le atravesó la boca con una flecha, los esclavos que transportaban su silla de mano echaron a correr y lo tiraron al suelo sin ceremonias. El anciano se arrastró hasta la primera hilera de eunucos, su sangre dejaba charcos en los adoquines. Los Inmaculados ni siquiera bajaron la vista para ver cómo moría. Se mantuvieron firmes hilera tras hilera tras hilera.
Y no se movieron.
«Los dioses han escuchado mis oraciones.»
—¡Inmaculados! —Dany galopó ante ellos con la trenza plata y oro volando a su espalda y la campanilla tintineando con cada paso de la yegua—. Matad a los Bondadosos Amos, matad a los soldados, matad a todo hombre que vista un tokar o tenga una fusta, pero no hagáis daño a ningún niño menor de doce años y liberad de las cadenas a todo esclavo que encontréis. —Alzó los dedos de la arpía por encima de la cabeza… y tiró al suelo la fusta—. ¡Libertad! —gritó—. ¡Dracarys! ¡Dracarys!
¡Dracarys! —gritaron ellos, y Dany no había oído jamás sonido más dulce—. ¡Dracarys! ¡Dracarys!

 

Es este contexto el que obliga a Daenerys a sellar primero el pacto, eso implica perder un dragón. El lector, alentado por los comentarios de Ser Barristan o la propia Missandei sobre el valor de un dragón, no puede dejar de ver esto como una locura que difícilmente podrá acabar bien. No obstante, los indicios ya advertidos se ponen en funcionamiento, y el discurrir entra dentro de los cauces establecidos por la narración de Martin. El escritor exhibe fuera de contexto las dos bazas que va a poner en marcha, pero ambas se han asentado ya cuando llega el clímax:

—Drogon —dijo Dany en voz baja—, dracarys. —Y tiró el trozo de carne al aire.
Drogon se movió con más celeridad que una cobra al ataque. De su boca brotó una llama naranja, escarlata y negra, que chamuscó la carne antes de que comenzara a caer. Cuando sus afilados dientes negros se cerraron en torno a ella, la cabeza de Rhaegal se aproximó, como intentando robar la presa de las fauces de su hermano, pero Drogon se la tragó y gritó, y el dragón verde, más pequeño, se limitó a sisear de frustración.
—Para ya, Rhaegal —dijo Dany, molesta, al tiempo que le daba un golpecito en la cabeza—. Tú te has comido el anterior. No quiero dragones codiciosos. —Se volvió hacia Ser Jorah y sonrió—. Ya no tengo que asarles la carne en un brasero.
—Eso veo. ¿Dracarys?
Los tres dragones volvieron las cabezas al oír la palabra y Viserion soltó una llama oro pálido que obligó a Ser Jorah a retroceder con rapidez. Dany soltó una risita.
—Tened cuidado con esa palabra, ser, o podrían chamuscaros la barba. Significa «fuego de dragón» en alto valyrio. Quise buscar una orden que nadie fuera a pronunciar de modo casual.

tormenta de espadas, daenerys i

Si los revendiera, ¿cómo sabría que no los iban a utilizar contra mí? —preguntó Dany—. ¿Obedecerían? ¿Lucharían contra mí, llegarían a hacerme daño?
Sí, si su amo se lo ordenara. No cuestionan nada, Alteza. Les han extirpado esa posibilidad. Sólo obedecen. —Se detuvo un instante. Cuando volvió a hablar, parecía afligida—. Cuando ya no… los necesitéis… Su Alteza puede ordenarles que se dejen caer sobre sus espadas.

 

Pero, debido al resultado final de la jugada, no es extraño que tampoco se dé demasiada importancia a que Daenerys, cuando menos simbólicamente, ha perdido un dragón. Pero Martin sí se la da, ciertamente. Sin duda, una parte de esa intención no deja de responder a la necesidad dramática de seguir engañando al lector a través de Daenerys para que este piense que la entrega de Drogon es real. Así, por ejemplo, encontramos varias veces a la joven lamentándose de lo que tiene que hacer, de qué tipo de madre es aquella que no puede defender a sus hijos o de lo duro que es regresar al barco y ver a Drogon por última vez.

Sin embargo, por otra parte, cuando vemos que incluso en el mismo capítulo se establecen semillas que son fundamentales para el propio devenir de los acontecimientos, no podemos dejar de pensar en si la pérdida simbólica de un dragón esconde algo más. Y, en la relectura, las sospechas crecen.

Recordemos la revelación en tres pasos, la estrategia que Anne Groell, editora de George R. R. Martin, definió como una primera pista sutil para los lectores más astutos, una segunda más evidente y una tercera que simplemente es la enunciación final. ¿Podemos estar, entonces, frente a la primera prueba de que Daenerys va a perder a alguno de sus dragones? Si así fuera, Quentyn Martell y su intento de domar a Viserion sería esa segunda pista; y Atadragones la materialización completa del indicio. De estar en lo cierto, tendría sentido que Daenerys fuera incluso perdiendo sucesivamente a sus tres dragones en este orden: Rhaegal, Viserion y Drogon, justo de forma contraria a como les fueron afectando los indicios.

Quaithe, Asshai de la Sombra

Quaithe, por Scrumple Berry

No obstante, el capítulo es valioso en la relectura por otras cuestiones tangenciales verdaderamente llamativas. A nivel de indicio, por ejemplo, es innegable el poder simbólico que tiene el sueño de Daenerys la noche antes de enfrentarse a los esclavistas. Y es que por una parte, dado que en la relectura el lector entiende que los Otros, al reavivar a los cadáveres para luchar por ellos, son lo que PoorQuentyn denomina como «esclavistas definitivos», este pasaje está anunciando lo que va a suceder próximamente en Astapor.

Asimismo, es complicado no deducir de aquí el posible último destino de Daenerys. No sería casual, en este sentido, que justamente el sueño tuviera lugar la noche anterior a que Daenerys se convirtiera en la verdadera rompedora de cadenas. Su anhelada lucha en el Tridente, por tanto, no sería contra el Usurpador, sino contra el verdadero enemigo, los Otros. Y en el sueño es posible, al ligar a Rhaegar con los Otros, que la figura del príncipe no haga referencia a ese constante esfuerzo de Daenerys por emular a su hermano, sino que también se refiera a esa parte mística de Rhaegar que pudo provocar la Rebelión de Robert:

Aquella noche soñó que era Rhaegar y que cabalgaba hacia el Tridente. Pero no montaba a lomos de un caballo, sino de un dragón. Vio el ejército rebelde del Usurpador al otro lado del río, sus armaduras eran de hielo, pero ella los bañó en fuego de dragón, de manera que se derritieron como el rocío y convirtieron el Tridente en un cauce torrencial. Una parte diminuta de ella sabía que estaba soñando, pero otra se regocijaba.
«Así debería haber sido. Lo otro fue una pesadilla, y me acabo de despertar.»

 

La pesadilla aguarda, sin embargo. Pero antes de llegar hasta ella todo se vuelve todavía más misterioso si tenemos en cuenta que ese sueño parece estar inducido o, cuando menos, relacionado con Quaithe de la Sombra. Aquí estamos de nuevo ante otra posible revelación en tres pasos, esta vez sobre la propia sacerdotisa. Evidentemente, es imposible que Quaithe entrara en la Balerion. Una nueva pista llegará en Danza de Dragones, cuando la sacerdotisa reconocerá abiertamente que ella no se encuentra físicamente donde se aparece. Todo esto parece apuntar en dirección a las velas negras, esos artefactos que actúan como una especie de palantir, situando incluso a Malora Hightower, la doncella loca, como una posible candidata a ser la enmascarada sacerdotisa. Sea quien sea, sus propósitos todavía no están demasiado claros.

Pero volvamos al capítulo. Quaithe de la Sombra hace acto de presencia otra vez para que Daenerys recuerde. Esta vez, como sin embargo sucederá en Danza de Dragones, no le apremia a recodar quién es. Solamente le hace recordar el camino que debe seguir:

Había alguien en el camarote.
—¿Irri? ¿Jhiqui? ¿Dónde estáis? —Sus doncellas no respondieron. Estaba demasiado oscuro para ver nada, pero alcanzó a oír sus respiraciones—. ¿Jorah? ¿Sois vos?
—Duermen —dijo una voz de mujer—. Todos duermen. —La voz estaba muy cerca de ella—. Hasta los dragones tienen que dormir.
«Está justo a mi lado.»
—¿Quién sois? —Dany escudriñó la oscuridad. Le pareció ver una sombra, el perfil apenas intuido de una forma—. ¿Qué queréis de mí?
—Recordad. Para ir al norte, tenéis que viajar hacia el sur. Para llegar al oeste, debéis ir al este. Para avanzar, debéis retroceder, y para tocar la luz debéis pasar bajo la sombra.
—¿Quaithe? —Dany saltó de la cama y abrió la puerta de golpe. La escasa luz amarilla de la lámpara inundó el camarote, y tanto Irri como Jhiqui se incorporaron, somnolientas.

 

Quaithe sigue hablando mediante las mismas crípticas palabras; y no sabemos si son simplemente metáforas, si es un consejo interesado para perjudicar o beneficiar a Daenerys de algún modo o si es una especie de profecía. Con esto nos referimos a que sus palabras describan de algún modo la travesía de Daenerys, siendo posible, aunque no necesariamente de forma literal, reconocer su significado con posterioridad. Pero ¿por qué aparece justo ahora?

La primera explicación que se nos viene a la cabeza es precisamente que Daenerys se encuentra en una encrucijada que parece ser la definitiva para partir hacia el oeste, hacia Poniente. Podría simplemente haber conseguido su ejército y embarcar hacia los Siete Reinos… pero, como dice Quaithe, para llegar al oeste, debéis ir al este. En este sentido, es posible que esa marcha hacia el este sea la aventura en Meereen. ¿Y aquello de que para ir al norte tendrá que ir al sur? Podría tratarse de llegar hasta Volantis, donde Daenerys podría conocer las profecías que la identifican como la salvadora de la humanidad frente al Gran Otro de la boca de los sacerdotes rojos; o hasta Lys, donde es posible que libere a algunos esclavos procedentes de Casa Austera y con información privilegiada de lo que está sucediendo más allá del Muro. Porque lo que está claro es que la revolución de Daenerys liberando a los esclavos acaba de empezar, y parece que no terminará solamente con la manumisión de los vivos.

 

Y ahora, vuestro turno: ¿qué destacaríais de este capítulo? ¿Quién creéis que es Quaithe de la Sombra? ¿Qué creéis que significan sus famosas advertencias?

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