Análisis del arco argumental de Tyrion Lannister, ganador del torneo de Choque de Reyes
Desembarcamos hoy con una nueva edición de El Campeón del Torneo cargada de novedades. Y es que, antes de poner el broche de oro a Choque de Reyes con el análisis del mejor arco argumental, queremos haceros partícipes de algunos cambios que llevamos tiempo pensando introducir en la sección. No, no se trata de modificaciones en el proceso de selección. No, tampoco vamos a dejar paso ya a algunas de las sugerencias que nos hicisteis en la pasada edición —pero no os preocupéis, en su día llegarán. ¿Qué demonios pasa, entonces?
Por cuestiones de horarios y disponibilidades, así como para ofrecer una publicación más de la sección, hemos decidido afrontar las entregas de El Campeón de un modo diferente. Hasta ahora, el análisis del capítulo vencedor de cada personaje y la encuesta del siguiente siempre habían ido de la mano. Esto nos permitía alternar con otra de nuestras secciones, el Rincón del Cronista, mientras duraba la votación. Dado que El Cronista se encuentra en este momento suspendido temporalmente, los últimos meses hemos publicado un post cada dos jueves. Y esto es lo que va a cambiar.
A partir de ahora, aprovechando que la semana que viene iniciaremos la andadura de Tormenta de Espadas, el análisis del capítulo ganador y la votación para el siguiente se publicarán por separado. Esto nos permitirá encadenar dos publicaciones seguidas (la del análisis y la de la encuesta), dejando el espacio semanal para la votación del mejor capítulo de cada personaje. Si El Campeón del Torneo se publicaba uno de cada dos jueves, con este nuevo formato lo hará dos de cada tres jueves.
Dicho esto, empezamos ahora con la primera de las dos semanas consecutivas en las que podremos disfrutar de El Campeón. Hoy nos centramos en el arco de Tyrion Lannister en Choque de Reyes. Gracias a vuestra colaboración, su trama ha sido elegida como el mejor arco argumental en la pasada encuesta, acumulando casi la mitad de los votos. ¡Muchas gracias por vuestra participación!
Tyrion Lannister, Mano del Rey
Cuando analizábamos los clímax de los arcos de los personajes en las ediciones dedicadas a los campeones de Juego de Tronos, fue habitual descubrir el regusto amargo que nos habían dejado muchos de sus finales. Compartíamos esta sensación agridulce incluso con los puntos de vista. Ilustra bien lo que queremos decir el caso de Arya, que se ve obligada a hacerse pasar por chico y llevar una vida salvaje, algo que hubiese encantado a la pequeña Stark en cualquier otra circunstancia o, mejor dicho, en cualquier circunstancia en la que su padre hubiera conservado su cabeza sobre los hombros.
Entre todos ellos, casi como una rara avis, destacaba el de Tyrion. Después de sufrir acusaciones falsas y duras penurias, el final de Tyrion parecía llevarlo hacia el lugar que le correspondía: Desembarco del Rey, ejerciendo como Mano del Rey en nombre de su padre. Pensamos que Martin había hecho justicia con el personaje. Nada más lejos de la realidad. Simplemente había que preparar el terreno para su desgracia, ya que una desastrosa caída requiere primero de un vertiginoso ascenso.
Por eso es casi un chiste de mal gusto que Tyrion Lannister se proponga hacer justicia en su primer capítulo de Choque de Reyes, porque Martin apenas tendrá piedad alguna con el enano. Y no solo es irónico para el personaje en sí, sino que incluso lo es para el lector. Suya va a ser la responsabilidad de que los Lannister sobrevivan a la ofensiva —que los lectores reconocen como legítima— de Stannis Baratheon, y suyos son también los mejores ingenios para conseguir importantes aliados que fortalezcan la causa del león. Uno de los personajes más queridos del lector se convierte así en el gran defensor de buena parte de los más odiados, mientras que los verdaderos culpables, como Cersei y Meñique, con quienes el enano tiene cuentas que ajustar, se muestran intocables.
No obstante, ese plato no es tan amargo como el que Martin guardó para su enano favorito, que acabará medio muerto y todavía más monstruoso. A esa decrepitud física se le unirá su muerte política, tan bien simbolizada en esa convalecencia en Maegor en vez de en la Torre de la Mano, lo que supondrá un duro golpe personal ya en Tormenta de Espadas. El ascenso será lento, construido paso a paso, con un proceder meticuloso. Su caída, sin embargo, será fulminante y, para más inri, llegará justo en el momento en el que Tyrion estuvo muy cerca de alcanzar la gloria liderando la carga contra las tropas de Stannis durante la batalla del Aguasnegras.
Comencemos por su llegada a Desembarco del Rey. Tyrion toma el relevo de Eddard Stark como Mano del Rey, y lo hace con un objetivo similar, si bien en este caso el asesinato que trata de averiguar es el del propio norteño, aunque también se preocupará por el destino de Jon Arryn por la parte que le toca. En esta última cuestión, sus progresos no serán mayores que los de Ned: primero, porque como ya hemos dicho Tyrion ni siquiera se atreve a tocar a Petyr en un momento tan convulso como el que vive Desembarco; segundo, porque Petyr abandonará la capital relativamente pronto, precisamente para materializar una de las mejores ideas del enano. Además, Tyrion hereda el peso narrativo de Ned, contando con más capítulos en Choque de Reyes que cualquier otro punto de vista.
No obstante, las semejanzas acaban aquí. Porque si desde los ojos de Ned asistimos —como él mismo hizo— a la partida por el juego de tronos como meros peones, con Tyrion empezamos a jugar. Él conoce las reglas y los códigos, y todo queda bien claro desde un principio, como le hace saber a Varys en cuanto este descubre a Shae.
Varys le estaba enviando un mensaje. Al decir: «de pronto sentí el deseo incontenible de conocer a vuestra joven dama», en realidad estaba diciendo: «quisiste ocultarla, pero yo supe dónde estaba y quién era, y aquí me tienes». Le habría gustado saber quién lo había traicionado. ¿El posadero, el mozo de cuadras, un guardia de la puerta… o alguno de sus hombres?
[…]
—Vuestra joven dama es deliciosa. Si yo estuviera en vuestro lugar, la cuidaría muy bien.
—Eso hago. Si alguien intenta hacerle daño… En fin, soy demasiado pequeño para que me admitan en los Orejas Negras y nunca he presumido de valor.
«¿Lo ves? Hablamos el mismo idioma, eunuco. Si le haces daño, te mato.»
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Y, además, Tyrion disfruta tanto del juego en sí como de la sensación de poder que transmite. Esto no quiere decir que se deleite en todo momento, sino que llega convencido de la conveniencia de su misión y de sus propias capacidades: el enano considera que la Torre de la Mano es el lugar que debe ocupar. A pesar de todas las tretas y dificultades, Tyrion se siente como pez en el agua entre conspiraciones y engranajes:
La sala privada de audiencias de la Mano no era tan grande como la del Rey, y resultaba mucho más pequeña que la inmensa sala del trono, pero a Tyrion le gustaban aquellas alfombras de Myr, los tapices y la sensación de intimidad.
—¡Tyrion Lannister, Mano del Rey! —gritó su mayordomo cuando entró.
Aquello también le gustaba. Los herreros, armeros y mercaderes del hierro que Bronn había reunido hincaron la rodilla en el suelo.
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El Trono de Hierro de Aegon el Conquistador era un amasijo de púas y dientes serrados de metal, a la espera de cualquier idiota que tratara de ponerse demasiado cómodo en él, y los escalones le dieron calambres en las piernas atrofiadas mientras subía, demasiado consciente del espectáculo tan absurdo que ofrecía. Pero tenía algo de bueno. Era alto.
[…]
Tyrion los miró a todos desde arriba y disfrutó el momento.
—Llamad a Ser Cleos Frey.
Su voz retumbó en los muros de piedra y recorrió toda la longitud de la sala. Eso también le gustó. «Lástima que Shae no esté aquí para verlo», pensó. La muchacha había querido asistir, pero era imposible.
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«Es real, todo es real —pensó—, las guerras, las intrigas, este maldito juego… Y yo estoy en el centro de todo. Yo, el enano, el monstruo, aquel del que todos se reían, el blanco de las burlas… pero ahora lo tengo todo, el poder, la ciudad y la chica. Para esto nací, y que los dioses me perdonen, pero lo amo.
»Y a ella. Y a ella.»
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Tyrion y la Casa Lannister
Pero lo cierto es que la partida que juega el enano es, fundamentalmente, contra su propia casa: su hermana será su rival más enconado. Y lo que más le pesa, sin duda, es tener que hacer precisamente el trabajo sucio de Cersei y su sobrino, si bien ese es el verdadero propósito que debe cumplir en Desembarco por orden de su padre.
Aceptó la mano que lo ayudó a subir a la litera. Había hecho todo lo posible para alimentar a la ciudad hambrienta: encargó a cientos de carpinteros que construyeran botes de pesca en lugar de catapultas; abrió el bosque del rey a la caza para cualquiera que se atreviera a cruzar el río, incluso envió capas doradas hacia el sur y hacia el este para conseguir provisiones. Pero, pese a todo, siempre que cabalgaba veía a su alrededor miradas acusadoras. Las cortinas de la litera lo escudaban de ellas, además le daban tiempo para pensar.
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—Idiotas. —Tyrion los había despedido con su condolencia; su sobrino los despediría con látigos y lanzas. Casi se sintió tentado de permitirlo… Pero no, no debía. Tarde o temprano, algún enemigo entraría en Desembarco del Rey, y lo que menos falta le haría en ese momento sería tener traidores bien dispuestos dentro de la ciudad—. Diles que el rey Joffrey comparte sus temores y hará todo lo que pueda por ellos.
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Y es que el arco de Juego de Tronos de Tyrion concluye con cierto reconocimiento de su valía por parte de su padre. Más tarde descubriríamos que Tywin —como tantas otras veces— simplemente estaba utilizando a su hijo. Ahora bien, vistos los despropósitos que se habían cometido en el breve reinado de su nieto, lo cierto es que Tywin no podía hacer nada más si quería que su familia conservara el Trono de Hierro. Si bien es verdad que tanto la gestión de Tyrion como la preparación de la defensa de la ciudad son buenos puntos a favor del enano, son dos los aspectos que mejor ilustran la diferencia entre el desempeño de Tyrion y el de su hermana. Ambos reflejan que Tyrion sí entiende cómo funcionan las cosas, a diferencia de Cersei.
El primero de ellos, la diferente consideración de ambos sobre la causa de Renly.
—Me han informado de que Renly Baratheon se ha puesto en marcha y ha salido de Altojardín. Avanza por el camino de las Rosas, junto con todo su ejército.
—Varys me transmitió el mismo informe.
—Puede llegar aquí con la luna llena.
—A ese ritmo tan pausado, no —la tranquilizó Tyrion—. Cada noche celebra un festín en un castillo diferente, y reúne a la corte en todas las encrucijada por la que pasa.
—Y cada día se unen a él más hombres. Se dice que ya tiene más de cien mil. […] Quiero que ordenes a nuestro padre que traiga su ejército a Desembarco del Rey.
«Eso sólo serviría para hacerte sentir a salvo.»
[…]
Lo cierto era que Renly Baratheon no preocupaba a Tyrion ni la mitad que su hermano Stannis. El pueblo quería a Renly, pero jamás había guiado un ejército a la guerra. Stannis era diferente: duro, frío, inexorable. Si pudiera saber qué estaba sucediendo en Rocadragón… pero ninguno de los pescadores a los que había pagado por espiar en la isla había regresado, y hasta los informadores que el eunuco aseguraba tener en la mismísima corte de Stannis habían guardado un silencio ominoso.
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El segundo, el acertado análisis que Tyrion comparte con su hermana sobre la marcha de la guerra y la actitud de su padre. Aquí es donde vemos la inteligencia del enano, su cautela, en definitiva, las capacidades por las cuales es un buen gobernante. Y, por ende, el poco tiempo que Cersei dedica a pensar las cosas:
—La ciudad no caerá en un día. Harrenhal no está lejos, y por el camino Real, la marcha sería rápida. Antes de que Renly terminara de preparar las máquinas de asedio, nuestro padre lo sorprendería por la retaguardia. Su ejército sería el martillo, y los muros de la ciudad, el yunque. Me parece una imagen encantadora.
Los ojos verdes de Cersei se clavaron en él, desconfiados, pero al mismo tiempo hambrientos de la seguridad con que la estaba alimentando.
—¿Y si Robb Stark se pusiera en marcha?
—Harrenhal está cerca de los vados del Tridente, de manera que Roose Bolton no podría llevar su ejército norteño a reunirse con el del Joven Lobo. Stark no puede marchar contra Desembarco del Rey sin antes tomar Harrenhal, y no tendría fuerzas para ello ni con la ayuda de Roose Bolton. —Tyrion ensayó su sonrisa más conquistadora—. Y mientras, nuestro padre se alimenta de las tierras del río, y nuestro tío consigue nuevas tropas en la Roca.
—¿Cómo sabes todo eso? —Cersei lo miró con desconfianza—. ¿Te reveló nuestro padre sus intenciones antes de enviarte aquí?
—No. He mirado un mapa.
—Así que todo lo que me has contado no es más que producto de tu grotesca cabeza, Gnomo. —Se volvió, desdeñosa.
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No obstante, dejando de lado la gestión política, la principal diferencia entre ambos se da a la hora de jugar al juego de tronos. Aquí, más que la inteligencia o astucia de cada uno, lo que por el momento separa a ambos es más bien la consideración al mover sus piezas y trazar sus jugadas. El propio Tyrion reflexiona sobre por qué ni Jon Arryn ni Eddard Stark consiguieron acabar con la reina, aludiendo al honor de ambos caballeros. Pero tampoco él, a pesar de que piense lo contrario, es capaz de llegar hasta los extremos de su hermana. Así, mientras Cersei no duda en maltratar a Alayaya para castigar a Tyrion, el enano no puede evitar el cargo de conciencia cuando piensa en cómo está utilizando a su primo Lancel:
Tyrion dedicó un momento a sentir compasión por el muchacho. «Es un idiota, y un idiota débil por añadidura, pero no se merece lo que le hacemos Cersei y yo.» Por suerte, su tío Kevan tenía otros dos hijos varones, porque era poco probable que Lancel llegara vivo a fin de año. Si Cersei se enteraba de que la estaba traicionando, lo haría matar de inmediato, y si por alguna gracia de los dioses no era así, tampoco sobreviviría al momento en que Jaime Lannister regresara a Desembarco del Rey. La única duda era si lo mataría Jaime en un ataque de rabia y celos, o Cersei para impedir que Jaime se enterase. Tyrion apostaba más bien por Cersei.
[…]
«Qué mujer tan bella —reflexionó mientras la veía alejarse. Rara vez había visto tanta elegancia y dignidad en una prostituta. Aunque, claro está, ella [Chataya] se consideraba más bien una especie de sacerdotisa—. Puede que ahí resida el secreto. No se trata de qué hacemos, sino de por qué lo hacemos.» En cierto modo, aquel pensamiento lo reconfortó.
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Y, de hecho, a pesar de la dureza que muestra con sus sobrinos en las amenazas a Cersei, no debe perderse de vista que esta agresividad se debe antes a intentar minar a su hermana que a desearle algún mal a su familia. Tyrion es consciente de que la mayor fuente de problemas son ella y su hijo, y es dentro de la propia relación familiar, bastante caldeada, donde toda esta inquina se enquista entre ambos. A pesar de Stannis, a pesar de Renly y a pesar de Robb, el verdadero rival de Tyrion en Desembarco del Rey es Cersei y la monstruosa forma en que educó a su hijo:
—Pero, mi señor, si fuera desconfiado podría pensar que buscáis un momento en el que Sandor Clegane no esté protegiendo al rey Joffrey, para poder causar algún daño al muchacho.
—Bien sabéis que ése no es mi plan, Lord Varys —dijo Tyrion—. Lo único que quiero es que Joffrey me tenga afecto.
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Tyrion comprendió lo que insinuaba el mercenario, y sintió un escalofrío que le recorrió la columna vertebral. «Si Tommen fuera el rey…» Sólo había una manera de que Tommen fuera rey. No, no podía ni pensar en eso. Joffrey era de su misma sangre, y tan hijo de Jaime como de Cersei.
—Debería cortarte la cabeza por lo que has dicho —dijo a Bronn.
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No se trata de algo personal. Neutralizar a su hermana en el juego de tronos, por tanto, persigue el propósito de hacer lo mejor para la ciudad y los Lannister. Esto es especialmente evidente cuando reconoce la valía de algunos de los planes de Cersei:
—[Bywater] tiene que preparar una trampa en el camino a Rosby. Lord Gyles saldrá de este castillo dentro de un día o dos, con una docena de soldados, unos cuantos criados, y mi sobrino. Puede que el príncipe Tommen vaya vestido de paje.
—Y quieres que traiga al chico de vuelta, ¿no?
—No. Quiero que lo lleve al castillo. —Tyrion había decidido que sacar al chico de la ciudad era una de las mejores ideas que se le habían ocurrido a su hermana. En Rosby, Tommen estaría a salvo de la turba, y al alejarlo de su hermano también le ponía las cosas más difíciles a Stannis: aunque llegara a tomar Desembarco del Rey y ejecutara a Joffrey, aún tendría que enfrentarse a un Lannister pretendiente al trono—. Lord Gyles está demasiado enfermo para huir, y es demasiado cobarde para luchar. Ordenará a su castellano que abra las puertas. Una vez tras los muros, Bywater deberá expulsar a la guarnición y proteger allí a Tommen. Pregúntale que qué tal le suena que lo llamen Lord Bywater.
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Es en esta línea en la que hay que encuadrar buena parte de las acciones de Tyrion como Mano del Rey. Incluso medidas tales como arrebatarle a su hermana al Gran Maestre Pycelle o los capas rojas comandados por Vylarr tienen el mismo sentido. Desproteger a Cersei, por tanto, no es un capricho del enano, sino más bien una obligación para que la reina tenga menos a mano la posibilidad de cometer un error tras otro. A la altura de Choque de Reyes esta afirmación puede resultar demasiado rotunda, pero Festín de Cuervos se encargará de disipar cualquier duda al respecto.
Cersei, desde un principio, no conseguirá separar la gestión política del odio que siente por su hermano. Tyrion, sin embargo, sí podrá gestionar tales sentimientos. Solo cuando se deje llevar por el monstruo que su hermana cree que es aflorarán los sentimientos más negros del enano, con los cuales dejará a la reina en fuera de juego. Tal actuación, no obstante, supondrá una victoria pírrica en su momento, y un grave error posteriormente, tanto en Tormenta de Espadas como en la misma batalla del Aguasnegras —quién sabe si a razón de esa declaración, Cersei encomendó a Ser Mandon Moore acabar con la vida de Tyrion.
—Un Lannister siempre paga sus deudas —replicó ella—. Has estado conspirando contra mí desde el día en que llegaste a Desembarco del Rey. Vendiste a Myrcella, me robaste a Tommen y ahora planeas hacer matar a Joff. Quieres que muera para poder reinar a través de Tommen.
[…]
«Si piensa que soy semejante monstruo, representaré el papel.»
[…]
—Nunca me has caído bien, Cersei, pero eras mi hermana, de modo que jamás te hice daño alguno. Tú has puesto fin a eso. Esto me lo vas a pagar. Todavía no sé cómo, pero dame tiempo; ya se me ocurrirá algo. Llegará un día en el que te sientas segura y feliz, y de repente tu alegría se te convertirá en cenizas en la boca, y ese día sabrás que la deuda ha quedado saldada.
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Tyrion y Desembarco del Rey
Pero no es su hermana la única que cree que es un monstruo. Y es que, de cara a la galería, su imagen sale peor parada que la de cualquier otro consejero entre la opinión pública de Desembarco del Rey. Dan igual sus decretos permitiendo la pesca o la caza en el Bosque Real, dan igual los intentos por tratar de introducir grano en la ciudad, da igual la mano izquierda con la que Tyrion se enfrente a los diversos problemas del pueblo llano, da igual su cadena y también que se parta la cara —literalmente— por salvar una ciudad que lo odia. La gente cree que él es el principal culpable:
Los ojos hundidos de Bywater se enfrentaron a las pupilas dispares del enano, sin parpadear.
—A vos os odian más que a ninguno, mi señor.
—¿Más que a ninguno? —La injusticia de aquello hizo que se atragantara—. Joffrey fue el que les dijo que se comieran a sus muertos, Joffrey fue el que azuzó a su perro contra ellos. ¿Cómo es posible que me echen a mí la culpa?
—Su Alteza no es más que un muchacho. En las calles se dice que tiene consejeros malvados. La Reina nunca ha sido amiga del pueblo, ni tampoco Lord Varys, ése al que llamáis la Araña… pero a vos os culpan más que a ninguno. Vuestra hermana y el eunuco ya estaban aquí en tiempos mejores, con el rey Robert, y vos, en cambio, no. Dicen que habéis llenado la ciudad de mercenarios fanfarrones y salvajes sucios, de animales que cogen lo que quieren y no respetan más leyes que las suyas. Dicen que exiliasteis a Janos Slynt porque era demasiado franco y honesto para vuestro gusto. Dicen que arrojasteis a las mazmorras al sabio y gentil Pycelle cuando se atrevió a protestar por vuestros desmanes. Hasta hay quien dice que pretendéis apoderaros del Trono de Hierro.
—Sí, y además soy un monstruo deforme y horrible, no nos olvidemos de eso. —Cerró la mano para formar un puño—. Ya he oído suficiente. Los dos tenemos trabajo. Marchaos.
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Así, si la relación con Cersei es uno de los sustratos narrativos de larga duración que se nos presenta en este libro, Choque de Reyes hereda otra de las piedras angulares del arco de Tyrion en toda Canción de Hielo y Fuego, de la que ya observamos algunas pinceladas en Juego de Tronos: su deformidad, su apariencia. Y, en este sentido, al igual que para explicar la trama del joven Griff —en la que no es casual que Tyrion se inmiscuya al contar con este precedente—, resulta crucial el acertijo de Varys, sobre todo siendo conscientes de lo que le espera al enano en Tormenta de Espadas:
—¿Vais a decirme la respuesta del maldito acertijo, o sólo queréis empeorarme esta jaqueca? —Tyrion inclinó la cabeza hacia un lado.
—De acuerdo —dijo Varys sonriendo de nuevo—, ahí va: el poder reside donde los hombres creen que reside. Ni más ni menos.
—Entonces, ¿el poder es una farsa?
—Una sombra en la pared —murmuró Varys—. Pero las sombras pueden matar. Y a veces, un hombre muy pequeño puede proyectar una sombra muy grande.
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Tyrion no será juzgado por su labor política sino por su apariencia. El mal gobierno, los abusos de poder, no se le achacan a él solo por ser el último en llegar, como aprecia Bywater, sino también por su enanismo y por las nefastas cualidades que la sociedad ponienti le atribuye a las personas de tal condición. Tyrion es un monstruo a ojos de los demás, y estos esperan que se comporte como tal. Del mismo modo que la gente verá un dragón de tres cabezas en un muchacho de cabello plateado y ojos violeta, no puede evitar ver a un monstruo cada vez que ve a Tyrion, quien además se hace acompañar por salvajes de las Montañas de la Luna y mercenarios de dudosa reputación.
¿Cómo va a salvar la ciudad un enano? ¿Cómo no achacarle a él todos los problemas si es un ser deforme? La cruz de Tyrion, su aspecto, hace imposible cualquier juicio cabal, aunque podrá soportar lo irónico de todo esto riéndose de sí mismo y de la situación en la que se encuentra Desembarco del Rey. Al menos, por el momento.
—¿Cuál es tu nombre, maestro armero? —preguntó Tyrion, inclinando la cabeza hacia un lado y clavando en el hombre sus ojos dispares.
—Salloreon, con el permiso de mi señor. Si la Mano del Rey me lo permite, sería para mí un honor forjarle una armadura apropiada para su Casa y su alto cargo. —Dos de los otros disimularon risitas, pero Salloreon fingió no oír nada y siguió hablando—. De lamas y escamas. Escamas doradas, brillantes como el sol, y lamas esmaltadas con el escarlata de los Lannister. Como yelmo os sugeriría una cabeza de demonio, coronada con unos largos cuernos de oro. Cuando entréis en combate, los hombres huirán atemorizados.
«Una cabeza de demonio —pensó Tyrion con tristeza—. ¿Qué viene a decir eso de mí?»
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Tyrion, sin poder contenerse más, soltó una carcajada. Varys tiró de las riendas, perplejo.
—¿Mi señor?
—¿No veis lo gracioso que es esto, Lord Varys? —Tyrion hizo un gesto en dirección a las ventanas cerradas, a la ciudad durmiente—. Bastión de Tormentas ha caído, y Stannis se acerca con fuego, acero y sólo los dioses saben qué poderes misteriosos; el pueblo no tiene a Jaime para que los proteja, ni a Robert, ni a Renly, ni a Rhaegar, ni a su querido Caballero de las Flores. Sólo a mí, al que odia. —Se echó a reír de nuevo—. El enano, el consejero malvado, el mono deforme, el demonio… Yo soy todo lo que se interpone entre el caos y ellos.
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—¿Juras que la liberarás después de la batalla?
—Si tú liberas a Tommen, sí.
—Pues que se quede contigo. —Tyrion se puso en pie—. Pero cuida bien de ella. Si estos animales creen que tienen derecho a usarla… en fin, hermanita, solamente te recordaré que la balanza tiene dos platos. —Hablaba con voz tranquila, inexpresiva, como si el tema no le interesara; había buscado la voz de su padre, y la había encontrado—. Lo que le pase a ella le pasará también a Tommen, y eso incluye palizas y violaciones.
«Si piensa que soy semejante monstruo, representaré el papel.»
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Tyrion y Shae
Aunque siempre hay excepciones o, cuando menos, parece haberlas. Hay quien lo ve como un verdadero gigante. Llegamos así al último punto en el que nos centraremos en este análisis: Shae. La joven representa la necesidad de cariño que sufre Tyrion, de ser amado y reconocido, fundiendo esta carencia con Juego de Tronos a través de Tysha y su recuerdo permanente. Y para un ser deforme como Tyrion, no hay mejor muestra de amor que el que alguien se acueste con él de buen grado. Para ello, Tyrion intentará normalizar en todo lo posible su relación Shae, tratando de pasar tantas noches con ella como le sea posible, como si volviera al hogar después de un arduo día de trabajo. No obstante, Shae es una puta, y Martin nos lo recuerda cada vez que, para poder ir a verla, el enano tiene que pasar por el burdel de Chataya.
—Pobre Dancy —dijo—. Tiene quince días para conseguir que mi señor la elija. De lo contrario, Marei le ganará sus perlas negras.
Marei era una chica fría, pálida, delicada, en la que Tyrion se había fijado un par de veces. Tenía ojos verdes, piel como la porcelana y el pelo color plata muy largo y lacio. Era preciosa, pero demasiado solemne.
—No me gustaría que la pobre chica perdiera las perlas por mi culpa.
—Entonces, la próxima vez lleváosla al piso de arriba.
—Puede que lo haga.
—No creo, mi señor. —La joven sonrió.
«Es verdad —pensó Tyrion—. No lo haré. Puede que Shae no sea más que una puta, pero a mi manera le soy fiel.»
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Tyrion le tapó la boca con la mano. Ya habían hablado suficiente; necesitaba la dulce simplicidad del placer que encontraba entre los muslos de Shae. Allí, al menos, lo querían y siempre era bienvenido.
[…]
—Me prohibieron expresamente que te trajera al castillo.
—¿Quién? ¿Vuestro estúpido padre? —Shae hizo un puchero—. Sois mayor, podéis tener tantas putas como queráis ¿Os toma por un niño imberbe? ¿Qué os va a hacer, daros una azotaina?
Tyrion la abofeteó. No muy fuerte, pero sí lo suficiente.
—Maldita sea —dijo—. Maldita sea. No te burles de mí jamás. Tú no.
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La propia relación con Shae sirve para mostrarnos una evolución del personaje desde esa juventud que nunca leímos. Al respecto, el propio enano nos cuenta que no pudo dudar en ningún momento de la inocencia y la sinceridad de Tysha (aunque, de hecho, no hubiera nada de lo que dudar, como averiguaremos más adelante). Ahora, sin embargo, la inseguridad le carcome en su relación con Shae.
—¿De veras? —Tyrion no había visto jamás el rostro de la chica muerta, pero en su imaginación era Shae y Tysha a la vez—. Me pregunto si una prostituta puede amar de verdad. No, no respondas, hay cosas que prefiero no saber.
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Y decimos inseguridad porque son precisamente las numerosas justificaciones para convencerse a sí mismo las que nos indican que no está completamente seguro. Si así fuera, no serían necesarios tantos pensamientos al respecto. Esta misma sensación, además, nos transmiten sus actos. Tyrion no trata a Shae como a una puta cualquiera: ahí destacan su preocupación por la seguridad de la joven, así como por la posibilidad de que se relacione con hombres atractivos, la decisión de controlar sus impulsos en la casa de Chataya y el apoyo que Tyrion busca en la chica. La quiere para él de una forma egoísta.
Por eso mismo es tan interesante que, dado que Shae no es una puta más para Tyrion, este esté empezando a dudar seriamente sobre si alguien va a ser capaz de quererle como es, lo que al mismo tiempo también nos dice mucho de él mismo. Pero estas dudas le acechan, por norma, después de estar con Shae. En el momento del sexo o cuando necesita su apoyo, Tyrion se deja llevar. Ya habrá tiempo para otras revelaciones, pero por ahora nada sintetiza mejor esto que el primer encuentro de ambos en Choque de Reyes.
«Idiota —se dijo después, mientras yacían sobre el colchón hundido, entre las sábanas arrugadas—. ¿Es que no vas a aprender nunca, enano? Maldición, es una puta; lo que le gusta es tu dinero, no tu polla. ¿Te acuerdas de Tysha?» Pero cuando le acarició un pecho con los dedos, el pezón se endureció y allí estaba la marca del mordisco que le había dado en medio de la pasión.
—Y ahora que sois la Mano del Rey, mi señor, ¿qué vais a hacer? —le preguntó Shae mientras él cubría con los dedos la carne cálida y tierna.
—Algo que Cersei no se imaginaría jamás —murmuró Tyrion contra su esbelto cuello—. Voy a hacer… justicia.
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Así, el arco de Tyrion en Choque de Reyes es como la cadena que manda forjar: cada eslabón queda firmemente sujeto al anterior y al siguiente, y del mismo modo se estructuran los tres núcleos narrativos que hemos decidido destacar, surgiendo en Juego de Tronos y anclándose en Tormenta de Espadas, compartiendo todos ellos esa carencia de amor y reconocimiento que sufre Tyrion. De ahí parten, sin duda, su sueño con el banquete en su honor y la pregunta que se hace sobre si a Tysha le seguiría gustando su cara con los que concluye su arco.
Martin planta aquí todas las semillas para desencadenar el descenso a los infiernos de Tyrion, en tanto que hace del enano uno de los personajes más sólidos de sus novelas. Y no deja de ser paradójico que todo salte por los aires gracias a dos de las más hábiles maniobras políticas de Tyrion como Mano del Rey, la unión del león y la rosa y el acercamiento a Dorne, que en medio de toda esta narrativa no son sino el aleteo de un par de pequeñas mariposas. Pero ya habrá tiempo de hablar de todo ello si Tyrion resulta ganador en el próximo torneo. Y también lo habrá para hablar de otra cadena. Más bonita, más delicada, pero también mortal.
Y ahora, vuestro turno:
¿Qué destacaríais del arco de Tyrion? ¿Y de su partida en el juego de tronos? ¿Veis algún indicio en los capítulos de Tyrion?
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