Volvemos una semana más con una edición diferente de El Campeón del Torneo. Esta va a ser una entrega triste, pero no menos sincera. Como todos sabéis, en esta sección buscamos encontrar el mejor capítulo de cada libro de Canción de Hielo y Fuego. La teoría es sencilla.

Ahora bien, personalmente, siempre he tratado de ofrecer algo más que una simple descripción de los capítulos en liza. Me gustaba —y me gusta— compartir con vosotros mi lectura: por una parte, buscar indicios, símbolos o dobles lecturas que me permitieran coquetear con las intenciones más sutiles de Martin; y, por otra, interpretar cada capítulo en función de un aspecto, relevante para la trama, para la construcción del personaje, para la propia experiencia lectora, primando para ello un enfoque sobre otro; y arrebatarle, en definitiva, la literalidad al texto y compartir con vosotros el significado que yo había construido.

Ya no puedo seguir haciéndolo. Por eso hoy salgo yo a la arena, sin más armas que tres motivos que espero que podáis entender.

El primero, y más importante, es que falta mucho material que pueda dar sentido a lo que leo. El acto que se abre en Festín de Cuervos no está ni mucho menos concluido, y eso hace que, en vez de interpretar los capítulos, me dedique a elucubrar sobre ellos. En otras palabras, siento más que me enfrento a una teoría o un ensayo que a una relectura. Podría mencionar la trama de Sansa, el abrupto final de la de Jaime o incluso la desaparición de Cersei en Danza de Dragones, pero ha sido la trama de Arya la que ha dado la puntilla final.

En el caso concreto de Arya, soy incapaz de pasar por alto que tanto sus capítulos en Festín de Cuervos como en Danza de Dragones pertenecen a un mismo arco y, como tal, deberían formar parte de un mismo libro. Por norma general, Martin hace coincidir los tiempos de cada libro con temáticas o situaciones concretas para cada personaje, pero en Festín de Cuervos esto, simplemente, no es así. Desde mi punto de vista, no encuentro que la ceguera de Arya sea fundamental para el personaje como Hombre sin Rostro en modo alguno, más allá de que sirva para afianzar sus poderes como cambiapieles: me da la sensación de que el único propósito por lo que aquello sucede es para que esto suceda. Miento, pues encuentro un motivo más, y no es mejor; había que cerrar sus capítulos de algún modo lo suficientemente poderoso como para dejarnos con las ganas de seguir leyendo, estableciendo una cesura artificial entre ellos. Cuando llegamos a Danza de Dragones, sin embargo, vemos que los capítulos de Arya podrían haber formado parte perfectamente de Festín de Cuervos, que no hay un punto de no retorno entre ellos. No hay un antes y un después en lo personal en Arya, simplemente hay un corte temporal entre dos libros que además existen porque, en teoría, Martin quería contar «toda la historia de la mitad de los personajes».

Esta sensación se extiende a lo largo de otra trama cenital para Festín de Cuervos, una de las dos que justifican su razón de ser: me refiero a la trama de Arianne. Por el momento, soy incapaz de alejar de mi mente que tanto Arianne como su padre y toda la cuadrilla que les rodean son así por la conveniencia que suponen para Festín de Cuervos, por la necesidad de Martin para sacar a relucir algo de sangre y fuego en el giro final del arco dorniense. Desde mi punto de vista, Martin utiliza la excusa del choque de ambas personalidades para sostener toda la trama dorniense y me resulta excesiva la falta de naturalidad que impregna todo. Es evidente que crear este tipo de situaciones es algo obligatorio en cualquier ficción (y si no, que se lo digan al pobre Stannis y su triste matrimonio con una Florent), lo que sucede es que nunca hasta este punto había sentido tan forzadas las circunstancias. De hecho, hasta incluso sabemos que Martin pensó en crear un «personaje Bobba Fett» para construir a Estrellaoscura, al que le dio una presentación que, vista fríamente y con perspectiva, a pesar del indicio que guarda, es completamente ridícula. Sí, me refiero a aquello de que él prefiere la noche.

Quizá lo que me pasa es como lo que ocurre cuando te acercas demasiado a un cuadro impresionista: que solo con algo de distancia el trazo se convierte en algo. No obstante, sin el resto de libros que al menos concluyan el arco, soy incapaz de de apreciar las sutilezas de cada uno.

El segundo motivo es que, debido a la larga espera, siento que he asumido muchísima información que, sin saber si es canónica o no, deforma por completo mi lectura. El asunto se complica todavía más si tengo en cuenta que ya no sé qué he pensado yo y qué no; ni siquiera recuerdo ya cuándo cambié de opinión. Es innegable que las cosas que creo que van a pasar, pero de las que no tengo certeza ni respaldo literal, me influyen a la hora de enfocar los análisis, y para eso ya están las teorías y los ensayos. De este modo, siento que solo hago refritos sobre ellos, en vez de interpretar los textos de Canción de Hielo y Fuego, que es lo que en mi opinión diferencia a El Campeón del Torneo de otro tipo de ensayos. Esto es fácilmente entendible en mi análisis sobre los Greyjoy, incluso en mi forma de entender Festín de Cuervos por completo.

Y, por último, tengo que mencionar la espera. Si hubiese llegado a este punto hace cinco o seis años, afrontaría todo de un modo diferente. Ahora mismo, sin embargo, estoy completamente desmotivado. Hace ya diez años que Danza de Dragones salió al mercado y, cada vez que lo revisito, lo encuentro más y más irregular. No es el remiendo que necesitaba la narración para encararse ya hacia el final, y debido a que Martin ha perdido dicha oportunidad en sus dos últimos libros, no sé si Vientos de Invierno lo va a ser tampoco. Lo que sí sé es que, para recuperar el nivel del primer arco de la saga, es imposible acabar Canción de Hielo y Fuego en solo dos libros. Ni aunque cada uno tuviera 3.000 páginas. Martin todavía no se ha adentrado del todo en el segundo acto, y mientras algunos personajes avanzan un poco sobre él —como Arya o Sansa— y se ve obligado a echar el freno de mano para no acelerar sus tramas, otros vuelven a retorcerse sobre el final del primer acto necesitando de páginas y más páginas hasta direccionarlos hacia el siguiente —como Jon o Daenerys.

Es por ello que, a aquellos más optimistas y convencidos, os llamo a filas. Si alguno quiere realizar un análisis de algún capítulo, de algún arco o de algún personaje, sabéis que siempre estaremos abiertos a vuestras propuestas. Es por eso que tenemos un análisis del siguiente capítulo de Arya, el cual es realmente fantástico, preparado por uno de nuestros leales. Si, de hecho, os animáis a continuar con la sección, nosotros nos encargaremos de que vuestros análisis tengan el espacio que merecen. Yo, sin embargo, por el momento vuelvo al Valle Oscuro sorprendido, pues nunca pensé que debería agradecerle tanto a Lord Darklyn.