¿Nos hemos despertado con hambre?  ¿Más que en anteriores ediciones? Si es así, ¿por qué no nos damos un festín? Como siempre, además de contar con un delicioso menú, continuamos nuestra historia de la posada. Para los que no hayáis tenido oportunidad de leer las anteriores ediciones, podéis hacerlo aquí. Os recordamos también que Festín está dedicado a la cocina en el mundo de Martin. Y, para inspirarnos, tenemos el libro Festín de Hielo y Fuego y este blog propiedad de las mismas autoras.


Una historia de la posada. Cuarta parte

— Wilma Deering —


La mañana siguiente amaneció con un tiempo radiante, cálido, luminoso, casi primaveral. El tiempo estaba como una puta cabra, casi como las personas. Además, parecía que tanta claridad había echado de la cama temprano a media posada y ya los tenía a todos sentados a sus respectivas mesas y desayunando al más puro estilo norteño, tragando como animales. Andurreando entre las mesas se percató de dos novedades: una, que las damas parecían barruntar alzar el vuelo y continuar su viaje dentro de poco y otra, que el dorniense y el tío de Pentos debían de andar metidos en algún negocio común o en trámites de estarlo porque le daba la sensación de que tenían mucho de qué hablar. Algo sobre cierta información y cierta cantidad de dinero. A saber.

Avanzando la mañana, Jeyne le confirmó la intención de las señoras de marchar en breve y continuar camino hasta el Valle. Por lo que pudo captar de algún comentario durante el desayuno, las cosas allí parecían más tranquilas por el tradicional aislamiento del lugar “pero no por ello significaba que algunas noticias no tendrían que llegar tarde o temprano… y era preferible que llegasen de primera mano antes que pasadas por ciertos tamices”. Fuera lo que fuese lo que quisieran decir con eso.

A él le daba la impresión de que ciertas amistades norteñas tenían algo que ver con el tinglado que se estaba montando pero como para meterse en asuntos de señores, que son astutos y de cólera fácil, que hubiera dicho su pobre padre. Estaba claro que esta gente no podía estar tranquila en ningún lugar. De todas maneras, después del tiempo pasado en la posada, esperaba que todo aquello por una vez fuera para mejor.

Hablando de norteños, estos parecían prepararse de nuevo para pasar el día fuera. ¿En qué clase de asuntos estarían metidos y qué debían estar tramando? Porque estos sí que se habían instalado allí pero bien. El gordo se llevó una buena provisión del capón frío con salsa de zanahorias, pasas, lima y naranja de Jeyne y desapareció del mapa junto con buena parte de sus acompañantes. De natural un poco goloso, había dado cuenta también de la compota de ciruelas antes de largarse. Era curioso, desde que estaban ellos y descontando un par de visitas intempestivas, no se había vuelto a ver ningún a Frey por la posada.

A eso de la media mañana la sala común se vio casi desierta, solo ocupada por las excepciones del dorniense y el tío de Pentos. Entretenidos con un vino caliente con lima y el aperitivo, hablaron con bastante soltura sobre algo referente a gente que esperaba algo al otro lado del Mar Angosto. Algo sobre antiguos tratos, antiguos peligros que amenazaban con volver y cómo el futuro aguardaba en la otra orilla, esperando una oportunidad para nacer. A él personalmente le parecía que casi todos los hombres tenían pensamientos de ese tipo cada tanto, especialmente ante una mesa bien dispuesta y compañía receptiva.

El abultado grupo de las damas pareció ocupado la mayor parte del día en sus preparativos para la marcha, cosa que propició que las niñas pudieran huir durante la tarde de la atenta vigilancia de las septas y se dedicaran a perseguirse mutuamente por todo el exterior de la gran mole que era el edificio de la posada.

Se llevaron consigo un pequeño cargamento de los pastelitos de crema dornienses preparados por Jeyne y parecía que habían conseguido atraer también a otro par de críos de la zona en sus juegos, según pudo observar brevemente a través de una ventana del piso superior que ocupaba el un poco bastante abandonado desván. Desde allí, y en los días claros y luminosos como aquel, todavía podía llegar a verse el brillo de las aguas del Tridente en la lejanía, con la silueta de la misteriosa Isla de los Rostros recortándose en el horizonte.

Según iba cayendo la tarde, las sombras se fueron estirando cada vez más anunciando la noche. Los norteños llegaron de buen humor con la última luz del día, bromeando junto a las niñas y su compañía. No fue hasta que estuvieron a escasos pasos de la entrada que se percató de que el otro par de críos no eran niños de la zona sino un par de comerranas del Cuello. Pero bueno, ¿es que su posada se había convertido en la décima maravilla de Lomas Zancolargo o qué? El gordo le estaba empezando a parecer cada vez más un liante de cuidado. Pero el negocio era el negocio, así que los recibió con una sonrisa antes de cerrar de nuevo la puerta.

Las damas marcharían con las primeras luces del día, así que se despidieron de todos cenando temprano y compartiendo con el resto de huéspedes una crema de castañas servida con pan crujiente y verdura con manzanas y piñones. La combinación tenía algo tan típicamente otoñal que, quizás en parte por el contraste con el día que habían tenido y en parte por la próxima partida de las señoras, le hizo sentirse un tanto alicaído. ¿Qué les depararía el futuro a todos ellos?

En el exterior, más allá de la pobre influencia de las cálidas luces de la posada, se extendían las sombras.

Continuará…

 

Cada vez se nos hace más corto y de nuevo nos hemos quedado con ganas de seguir leyendo… En quince días tendremos un poco más.

Y aquí tenéis las recetas de hoy, a las que es sencillo seguir la pista dentro del texto. Click en la imagen para la receta, click en el nombre para ir al sitio del autor. Aún así, las presentamos también en modo «menú»:

Desayuno

Media mañana

 

 

 

 

 

Almuerzo

 

 

 

 

 

Merienda

Cena

 

 

 

 

 

 

Y bien, ¿qué os ha parecido la cuarta entrega de nuestra historia de la posada? ¿Conocíais ya algunas de las recetas de este festín? Si es así, ¿habéis probado o cocinado alguna? Y, en caso de que no, ¿os atreveréis a poneros el delantal y emular a Jeyne la cocinera? De entre todas las recetas, ¿cuál es la que realmente despierta en vosotros un hambre voraz?

Si os habéis puesto con alguna de las recetas, esperamos que compartáis vuestra experiencia en los fogones con todos nosotros.

Vamos, vamos, cocinillas, que en quince días volvemos a tener una nueva edición.

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