Ñam ñam… Resulta que hoy nos hemos despertado con más hambre que en las anteriores ediciones, así que vamos allá y no perdamos el tiempo. Además, no sólo contamos con un delicioso menú, sino que continúa nuestra historia de la posada, que, a algunos, nos tiene más enganchados casi que la propia saga. Para los que no hayáis tenido oportunidad de leer las anteriores lo podéis hacer aquí. Os recordamos también que esta sección es un especial dedicado a la cocina en el mundo de Martin, basado en el libro Festín de Hielo y Fuego y en un blog propiedad de las autoras de este mismo libro.


Una historia de la posada. Tercera parte

— Wilma Deering —


Habían pasado ya varios días desde la llegada del último huésped a la posada e, increíblemente, no había vuelto a ocurrir ningún suceso de interés en todo ese tiempo. Como quien no quiere la cosa, se habían plantado de nuevo en el Día de la Doncella y la mañana de la festividad presagiaba otra jornada tranquila. En la sala común tan solo podía verse al de Pentos desayunando ligero su melón especiado con huevos al té mientras el dorniense canturreaba sentado a una mesa próxima al fuego del hogar El Oso y la Doncella. Las damas habían salido temprano con todo su séquito para que las niñas fueran al septo más cercano a cumplir con la tradición y los norteños, qué casualidad, se habían apuntado.

La calma de la mañana y el poco trabajo le estaban llevando a recordar momentos del pasado, de cuando Jeyne y él eran niños. Su vida entera había estado atada a la posada familiar y a las Tierras de los Ríos, fluyendo mayoritariamente segura dentro de su cauce, a pesar de los ocasionales remolinos, como las aguas del Tridente. Pero siempre había algo más oculto bajo la superficie de las aguas aparentemente en calma. En realidad, todo en aquella región funcionaba así. Por ejemplo, hoy. Era el Día de la Doncella y todos eran fieles a los Siete, él también, pero no muy lejos se alzaba la Isla de los Rostros. Si los norteños seguían siendo abiertamente devotos de los Antiguos, en aquella región las cosas no eran ni blancas ni negras sino todo lo contrario. Recordaba su niñez junto al río, haciendo rabiar a Jeyne. Ella se defendía lanzándole piedras que de vez en cuando daban en el blanco y amenazándole con contárselo todo a su abuela, de quien la gente cuchicheaba que era una bruja de los bosques. A ella también la recordaba, pero no para mal. Sí protagonizó sus pesadillas infantiles durante una buena temporada cuando en cierta ocasión, preguntándole por las caras de los arcianos, le contestó que a través de ellas los Antiguos lo veían y sabían todo de los hombres (y por tanto de él). Pero por lo demás nunca cumplió las amenazas de su nieta y a menudo se preguntaba cuánto habría llegado a aprender su Jeyne de ella. Sospechaba que más de lo que sabía él o se atrevía a preguntar porque, en realidad, tampoco era algo por lo que se preocupara. Le gustaba así. Era como el Tridente.

…Y así habían transcurrido los años. Mientras, las niñas de las damas seguramente habrían salido ya del septo y andarían entretenidas con sus bollitos del Día de la Doncella y Jeyne se afanaba de nuevo en la cocina con la comida del mediodía, preparando el cordero con miel y limón y picante que el dorniense había solicitado. Hasta la media tarde no se esperaba que nadie más volviera…

En realidad no fue a media tarde sino al anochecer cuando volvieron todos. No quería parecer desconfiado pero las cosas no iban bien. Después de comer, el dorniense se había retirado a su habitación y pintaba que aquel día no iba a volver a bajar hasta prácticamente la hora de la cena. Si la vista no le engañaba, este también buscaba algo y, después de que Jeyne se lo hiciera ver, ese algo era otra vez el tío de Pentos. Joder, sí que le querían todos. Eso sí, este no montaba pollos ni rompía muebles.

El tío de Pentos había bajado al salón de nuevo a eso de la hora del , básicamente a meter la nariz en sus libros de cuentas, como de costumbre, mientras mordisqueaba unos dátiles rellenos con miel. A él, la verdad sea dicha, no le extrañaba lo más mínimo que se hubiera quedado dormido con tan amena lectura. Eso sí, muy dormido. Incluso cuando el resto de huéspedes volvió al final del día con el ruido habitual, al tío le costó moverse. Aprovechando el momento, sirvieron para todos la cena sencilla elegida por las damas para aquella noche, una carne cocida con rábano picante con su salsa y acompañada de una ensalada elaborada con ingredientes de la zona. Todo transcurrió en paz y tranquilidad como si la misma Madre hubiera derrochado todas sus bendiciones sobre la posada y se recogieron para dormir temprano.

Ya entrada la medianoche, entre sueño y sueño, le pareció escuchar el graznido extrañamente insistente de un cuervo y sentir a Jeyne moverse a su lado. Pronto se volvió a dormir como un niño, soñando con las historias sobre los Hijos del Bosque que, de tarde en tarde y al calor del fuego en las noches de invierno, la abuela de Jeyne les contaba entre susurros.

Continuará…

 

Vaya, vaya, pues otra vez nos hemos quedado con ganas de seguir leyendo esta interesante historia. Así que estaremos atentos a próximas ediciones. Por cierto, ¿quién será la abuela de Jeyne que tan buenas historias sobre los Hijos del Bosque conoce?

Y, sin más dilación, aquí tenéis las recetas de hoy, a las que, como podéis ver, es sencillo seguir la pista dentro del texto (click en la imagen para la receta, click en el nombre para ir al sitio del autor). Aún así, las presentamos en modo «menú»: desayuno, bocadito de media mañana, almuerzo, merienda y, para terminar el día, una buena cena acompañada del calor de las chimeneas en la posada y, por supuesto, de infinidad de anécdotas contadas por tan distinguidos huéspedes.

Desayuno

Media mañana

Almuerzo

Merienda

 

 

 

 

 

Cena

 

 

 

 

 

 

Y bien, ¿qué os ha parecido la continuación de la historia de la posada? ¿Conocíais ya algunas de estas recetas? Si es así, ¿habéis probado o cocinado alguna? Y, en caso de que no, ¿os atreveréis a poneros el delantal y emular a Jeyne, la cocinera de nuestra posada? De entre todas, ¿cuál es la que más os llama la atención o provoca que vuestras glándulas salivales no puedan parar? 

Por cierto, si ya os habéis puesto con alguna de estas recetas o de las anteriores que hemos traído, esperamos que compartáis vuestra experiencia en los fogones con todos nosotros.

Vamos, vamos, cocinillas, que en quince días volvemos a tener una nueva edición.

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