Bienvenidos a una nueva edición de El Rincón del Cronista, en donde, como ya sabéis, alternamos entre personajes, sucesos, lugares e instituciones del mundo creado por George R. R. Martin con la idea de presentar un espacio de discusión y debate en el que la acción está en los comentarios. En esta ocasión vengo a hablaros de la forma de vivir de un pueblo: las Antiguas Costumbres de los Hijos del Hierro

Las Antiguas Costumbres

Las Antiguas Costumbres son un conjunto de hábitos practicados por los hijos del hierro en gran medida a causa del aislamiento de las Islas del Hierro del resto del reino y de la pobreza y falta de recursos en su hogar. Los hijos del hierro han continuado —con ciertas interrupciones— practicando estas costumbres desde siglos atrás, mucho antes de la conquista de Aegon.

Las Antiguas Costumbres derivan de la religión de los Hijos: la Fe del Dios Ahogado. Esta religión solo se predica en sus islas, infestadas por sus sacerdotes. Caracterizados por su fanatismo, velan por el cumplimiento de las costumbres ancestrales de los hijos del hierro y denuncian y se enfrentan a cualquier herejía. Mal vestidos, despeinados y a menudo descalzos, los sacerdotes del Dios Ahogado no tienen morada permanente: siempre vagan por las islas, rara vez desviándose del rumbo lejos del mar. Muchos son analfabetos (algo que no es extraño en una tierra que desprecia toda cultura ajena); lo de ellos es tradición oral, y los sacerdotes más jóvenes aprenden las oraciones y rituales de los más viejos. Dondequiera que ellos vayan, señores y campesinos están obligados a darles comida y refugio en el nombre del Dios Ahogado. Puede que las islas estén gobernadas por un Señor Supremo, pero es indudable que los sacerdotes del Dios Ahogado ejercen un gran poder paralelo al poder político, y en ocasiones han llegado a chocar, como veremos más adelante.

Aeron Greyjoy, fanático del Dios Ahogado. Por Amoka

La religión del Dios Ahogado es simple y maniquea: el Dios Ahogado creó a los hijos del hierro para violar, saquear y conquistar reinos; es el protector de los hijos en sus aventuras. El enemigo eterno del Dios Ahogado es el denominado Dios de la Tormenta, que reside en las nubes con los cuervos como sus criaturas, y que odia a la humanidad y a menudo intenta naufragar sus embarcaciones con furiosas tormentas. Se dice que las dos deidades han estado en conflicto por milenios y que el mar se agita rabioso cuando se enfrascan en la batalla.

Junto a este «factor ideológico» hay un factor fáctico que explica la permanencia de las Antiguas Costumbres: las Islas del Hierro son lóbregas y yermas; no son aptas para el cultivo, ni pueden sostener a demasiada población. En Gran Wyk, Harlaw y Monteorca puede encontrarse plomo, hierro y estaño, pero esas son las únicas riquezas que hay tierra adentro. Según el Archimaestre Hake (nacido en Harlaw), siete de cada diez hijos del hierro son pescadores o marineros. La falta de recursos hace que tengan  que ganarse la vida en el mar, de una forma o de otra. Tal y como dice el lema de los Greyjoy: Nosotros no Sembramos. Pronto los hombres del hierro comenzaron a conquistar los mares sin ninguna competencia (los Primeros Hombres no eran expertos marinos) con sus potentes barcoluengos.

Desde antaño, los hijos del hierro aparecían como lobos: cazaban en jaurías, desafiando a los tormentosos mares en sus veloces barcoluengos, y descendían sobre pacíficas aldeas y pueblos, de arriba a abajo por las costas del Mar del Ocaso para asaltar, robar y saquear, llevándose a sus islas tesoros robados. Así, los hijos del hierro despreciaron el comercio con otros pueblos y a quienes lo practicasen; en su lugar, prefirieron arrebatarles sus riquezas. A esto lo llamaban «pagar el precio del hierro». No era solo oro lo que saqueaban los hijos: también arrebataban a los pueblos la madera que tan necesaria les era para construir sus barcos… y mujeres a quienes nombraban «mujeres de sal», que en otros lugares podrían considerarse como concubinas. Mientras que las «esposas de roca» y sus hijos estarían por encima y proceden de las Islas, las esposas de sal son bellas jóvenes capturadas durante los saqueos con las que los captores celebran matrimonio y tendrían los hijos que quisieran, que no por ello serían menos legítimos que los de la «esposa de roca», sin que necesiten ser legitimados, como los bastardos del resto de Poniente.

También se traían nuevos siervos para sus tierras, que se dedicarían a la minería y la agricultura, trabajos considerados «indignos» para cualquier hijo del hierro. Los siervos que podían leer, escribir y hacer sumas servían a sus amos como mayordomos, tutores y escribas. Albañiles, cordobaneses, cereros, toneleros, carpinteros y otros artesanos expertos era aún más valiosos. En las Islas no había de nada y hacía falta de todo.

Los bardos y las historias populares de las Islas del Hierro narran las hazañas de personajes salvajes y crueles que extendían el terror y la muerte por los mares. Tienen nombres como Torgon el Terrible, Jorl la Ballena, Dagon Drumm el nigromántico, Hrothgar de Pyke y su cuerno invoca kraken, y el Harapiento Ralf de Viejo Wyk, o Balon Pielnegra; y aunque en aquellos lugares por donde pasaron son recordados como demonios, son considerados héroes en sus tierras.

Los Reyes de las Islas del Hierro

El Rey Gris, por Arthur Bozonneti

El primer Rey de las Islas del Hierro fue el mítico Rey Gris, el héroe popular por excelencia de los hijos del hierro: gobernó durante nada menos que 1.007 años, consiguió que los hijos del hierro vivieran en abundancia y paz entre ellos, llegó a asesinar al gigantesco dragón marino Nagga (cuyos huesos, se dice, adornan las playas de Viejo Wyk) y se enfrentó al mismísimo Dios de la Tormenta en varias ocasiones. También fue el primero que portó una corona de madera de deriva, construyó el primer barcoluengo y terminó su vida regresando al mar, junto al Dios Ahogado. Casi todas las Casas nobles de las Islas del Hierro afirman orgullosamente descender del Rey Gris, al igual que en el Dominio afirman descender de Garth Manoverde.

Sin embargo, se sabe por los archivos de la Ciudadela que en tiempos antiguos cada una de las Islas era independiente y estaba gobernada por un rey de la roca y un Rey de la Sal, frecuentemente padre e hijo, que se repartían el gobierno interior y el de los mares. Como virtud a destacar, los dos reyes de cada isla eran elegidos democráticamente por sus vasallos en una asamblea de sucesión, en lugar de basar su derecho en su nacimiento y su sangre como ocurría en Poniente. Cuando un rey moría, los sacerdotes del Dios Ahogado convocaban una asamblea de sucesión para escoger un sucesor. A todo hombre dueño y capitán de un barco se le permitía aclamar a un candidato, en esa reunión revoltosa, la cual podía seguir por días, y en ocasiones mucho más tiempo.

Los hijos del hierro también cuentan de ocasiones en que los sacerdotes llamaban a ‘’los capitanes y reyes’’ a juntarse para remover un gobernante indigno. Algunos, como Gamon Paloblanco, han llegado a ejercer más poder que los reyes de las islas. Fue Gamon quien decretó que los hijos no podrían hacerse la guerra entre ellos o robar la mujer de otro, y quien unificó las islas reuniendo a todos los hijos en una asamblea en Viejo Wyk (que desde entonces se convirtió en el lugar tradicional para ello) para coronar a un rey único de todas las islas: eligieron a Urras Greyiron, rey de sal de Monteorca. Llama la atención que, en unas islas donde predomina la cultura guerrera, un sacerdote sea capaz de unir las ocho islas pacíficamente. Cuando el hijo de Urras, Erich, tomó su corona sin llamar a la asamblea, Galon, ciego, anciano y debilitado, salió de su letargo para llamar de nuevo «a los capitanes y a los reyes» para elegir a su rey. Erich fue condenado a muerte, destino que evitó rindiéndose y consagrando la corona al Dios Ahogado. Siglos más tarde, se inválido la elección de un rey por la ausencia de un candidato, Torgon el Rezagado, que fue elegido rey.

La época de los reyes únicos inauguró una nueva etapa de los hijos del hierro: la de conquistar y colonizar otras tierras. En pocos años los hijos del hierro formaron un extenso imperio que, según el rey Qhored el Cruel, abarcaba  ‘’donde sea que los hombres puedan oler el agua salada o escuchar el romper de las olas’’. Aunque quizá Qhored  exagerase un poco, lo cierto es que dominaban completamente el Mar del ocaso, desde la Isla del Oso al Rejo, y los Primeros Hombres decidieron abandonar las costas en lugar de enfrentarse a los hijos del hierro. No es para menos: los hijos del hierro consiguieron saquear la ciudad más poderosa de entonces, Antigua, y destruir a la dinastía Justman, que reinó en las Tierras de los Ríos durante tres siglos.

Pero a este apogeo le siguió una larga decadencia: los Primeros Hombres decidieron enfrentarse de una vez a los violentos saqueadores. Construyeron barcoluengos y fortificaron los pueblos y aldeas. Los Gardeners y Hightowers derrotaron al rey Theon III Greyjoy (de hecho, Lord Lyman Hightower restituyó la servidumbre para que los prisioneros reconstruyeran los muros de Antigua). En el oeste, Lord Farman se rebela e independiza Isla Bella; Kayce se emancipó de su dominio gracias al héroe, Herrock el Hijo de Puta (me encanta ese nombre) y el famoso cuerno de Herrock. Para rematar, el rey Gerold el Grande armó una potente flota y asaltó las propias islas, capturando numerosos prisioneros que ejecutaba según conocía que los hijos asaltaban de nuevo sus tierras. Durante los siglos venideros, se perdieron enclaves tan importantes como la Isla del Oso, el Rejo o Dedo de Pedernal. Ahora eran los reinos «de las tierras verdes» los que se volvían fuertes y las Islas del Hierro las que entraban en declive.

El Rey Harras Hoare, por Marc Simonetti

Puede que esta decadencia fuera la que motivó a Urron Greyiron a suprimir la costumbre de la asamblea de sucesión: Urron asesinó a todos los demás candidatos, así como a los sacerdotes y profetas del Dios Ahogado.  Desde entonces, los Greyiron se proclamaron a sí mismos  reyes de las islas del Hierro, pero debieron pagar su afrenta con sangre: se enfrentaron a seis rebeliones de los nobles, así como a levantamientos de los mismísimos siervos. Entretanto, los reyes del continente reconquistaron todos los pocos lugares dominados por los hijos del hierro, como por ejemplo las islas Brumosas, que los Gardener renombraron como Islas Escudo. Por si fuera poco, la llegada de los ándalos no hizo más que empeorar el estado de las islas: al igual que en muchas otras regiones, los ándalos se aliaban y se casaban con algunas Casas nativas que aprovechaban el poder de los ándalos para rebelarse contra sus reyes. Así es como la Casa Greyiron llegó a su fin, cuando surgió una coalición de los Orkwood, Drumm, Greyjoy y Hoare, apoyados por piratas y aventureros ándalos con el fin de derrocarles. Para llegar al acuerdo de quien reinaría en las islas, se jugaron el trono en el sangriento juego de la danza del dedo: Harras Hoare perdió dos dedos, pero ganó una corona; aunque también hay quien opina que se debe al apoyo de los ándalos tras casarse con la hija de un poderoso señor.

Los Reyes de la Sangre Negra: progreso y retroceso

La llegada de los Hoare al trono coincide con la de los ándalos y la Fe de los Siete a las islas y al resto del continente, así como de su religión, la Fe de los Siete, por lo que los Hoare aprovecharon para intentar abrir las islas y a los hijos del hierro al comercio y la cultura. Pero, obviamente, esto le ganó la firme oposición de los sacerdotes del Dios Ahogado y muchos nobles que defendían las Antiguas Costumbres: sus enemigos clamaban que su sangre era negra también, oscurecida por la ‘’mancha ándala’’, pues muchos de los tempranos reyes Hoare tomaron doncellas de esa índole como esposas. Los verdaderos hijos del hierro tenían agua salada en su venas, los sacerdotes del Dios Ahogado proclamaban; que los Hoare de sangre negra eran falsos reyes, impíos usurpadores que solo debían ser abatidos.

Blasón de la Casa Hoare, por Rhaena Targaryen

Esta oposición hizo a los reyes Hoare crueles y taimados, pues también necesitaban conservar el apoyo ándalo. Comenzaron a construirse septos, pero al construirse uno en la isla sagrada de Viejo Wyk, los sacerdotes incitaron una rebelión en la que los sacerdotes sacrificaban a los seguidores de los Siete y los reyes ahogaban a los sacerdotes del Dios Ahogado. Finalmente consiguieron apaciguar la rebelión, y contemplaron cómo sus islas quedaron devastadas. Por ello decidieron dedicarse a fomentar el comercio —algo denigrante para los antiguos hijos del hierro— en lugar del tradicional saqueo. Los Hoare comenzaron a vender los metales de las islas a cambio de madera para sus barcos y trigo y carne para sus vasallos, aunque a la mayoría les pareció vergonzoso y humillante.

Los reyes más radicales fueron los tres Harmunds: ellos intentaron igualar su reino al resto de Poniente, y tuvieron un fin sangriento. Harmund el Anfitrión aprendió a leer y escribir e intentó que su pueblo hiciera lo mismo. Invitaba a viajeros, comerciantes y artistas de todas partes y daba su protección personal a septones y maestres, despreciados por los isleños. Su hijo, Harmund el Mercader, creció como pupilo de los Reyes de la Roca y se casó con Lelia Lannister, «la flor más bella de occidente». Una vez en el trono, potenció el comercio con los Lannister y los Gardener; y, para ganar la amistad tanto de los sacerdotes como de los septones, proclamó que el Dios Ahogado era un octavo dios del panteón de los Siete, y ordenó que se levantasen estatuas suyas en cada septo. Esto enfureció a ambas facciones,  por lo que terminó adorando al Dios Ahogado como un aspecto del Desconocido.

El tercer Harmund, apodado Harmund el Hermoso (curioso nombre para un hijo del hierro), fue mucho más allá: decretó que los saqueadores y quienes tomasen esposas de sal serían colgados, y los hijos de estas serían meros bastardos sin derecho a heredar nada. Pronto el sacerdote más influyente, el Alcaudón, comenzó a predicar contra él y levantó a las clases bajas (no a los nobles) contra su rey. Harmund fue derrocado en apenas dos semanas, y el mismo Alcaudón le sacó los ojos, amputó su nariz —para que todos los hombres pudieran ver el monstruo que es— y su lengua —para que parase de decir mentiras y blasfemias—. Que no se diga que el sacerdote no motivaba lo que hacía.

Los señores y sacerdotes coronaron a su hermano menor Hagon. El nuevo rey denunció a la Fe, anuló los edictos de Harmund, y expulsó a los septones y a las septas de su reino. En dos semanas, cada septo en las Islas del Hierro estaba en llamas. El Rey Hagon, que pronto pasó a ser conocido como «Hagon el Despiadado», inclusive permitió la mutilación de su propia madre, la Reina Lelia, «la zorra’’ Lannister quien fue acusada por el Alcaudón por alejar a su esposo e hijos del verdadero dios. Sus labios, orejas y párpados fueron cortados y su lengua cercenada con pinzas calientes, después de lo cual ella fue atada en bultos en un barcoluengo y regresada a Lannisport. El Rey de la Roca, su sobrino, estaba tan enojado por esta atrocidad que llamó a sus banderizos. La guerra fue cruenta y sanguinaria, y asoló a los enfervorecidos hijos del hierro. Ser Aubrey Crakehall, líder de las fuerzas Lannister, encontró al depuesto Harmund, pero lo que quedaba de él era una ruina. Decidió darle el «don de la piedad» e intentó coronarse él mismo como nuevo rey pero, sin el apoyo del Rey de la Roca, solo duró seis meses.

Tras la experiencia de los tres Harmunds, las Islas del Hierro volvieron a sumirse en una decadencia. Tras un invierno recordado como «el Invierno de la Hambruna», se sucedieron en el trono reyes débiles que, en lugar de enfrentarse a ellos, fueron tales marionetas de los nobles y los sacerdotes que apenas deben destacarse. Solo se recuerda al infame Ravos el Violador, que se enfrentó a Theon Stark, el lobo Hambriento, hasta que murió en sus manos. Los hijos del hierro ya no tenían nada que hacer frente a los reinos continentales, que habían aprendido cómo progresar: a base de cultivar sus tierras e intentar hacer la paz con sus vecinos y sus vasallos, todo lo contrario que lo que sucedía en las islas. Por ello, los hijos del hierro continuaron practicando las antiguas costumbres lejos, en los peldaños de Piedra y las costas de Essos, donde sus ataques aún eran desconocidos, llegando incluso a venderse a sí mismos como mercenarios. La situación se mantuvo, hasta que alguién dijo «basta».

Harwyn Hoare Manodura, por Rene Aigner.

Ese fue Harwyn Hoare, apodado Manodura, que desde joven había demostrado un talento en la batalla y un temperamento más que fiero. Era el tercer hijo del astuto rey Qhorwyn, que dedicó su reinado a la construcción de barcoluengos y fabricación de armas: ‘’La debilidad incita el ataque’’ declaró Qhorwyn, ‘’Para tener paz, debemos ser fuertes’’. Harwyn pasó su juventud guerreando en el Mar Angosto y como mercenario, al servicio de los Segundos Hijos; era conocido en ciudades como Braavos, Tyrosh o Volantis y hasta en los jardines de placer de Lys. Al regresar a su hogar, encontró a su padre muriéndose, a su hermano mayor muerto por la psoriagris y al débil de su segundo hermano Harlan como heredero del trono.

Harlan murió pocos días después a causa de una caída del caballo, aunque muchos culparon a Harwyn. Al morir su padre, Harwyn tomó la corona y, al ver la obra de su padre, declaró que «los barcoluengos se hacen para ser navegados; las espadas, para ser esgrimidas». Tal y como dijo su padre, «la debilidad incita al ataque». Y al mirar a Poniente, vio la debilidad.

Las Tierras de los Ríos, gobernadas por los Reyes de la Tormenta, se encontraban en tensión con su rey, Arrec Durrandon. Harwyn acertó al pensar que podría tener éxito una invasión. Harwyn guió a sus hombres a través de la bahía en unos de los cientos de barcoluengos de su padre. Desembarcaron al norte de Varamar, llevaron sus barcos sobre la tierra hasta el Forca Azul del Tridente, entonces barrieron corriente abajo con fuego y espada. Unos pocos de los señores de los ríos se levantaron en armas contra ellos; la mayoría no, había poco amor y menos lealtad por su señor feudal en las Tierras de la Tormenta.

Harwyn Hoare demostró que  no era como los otros hijos del hierro. Gracias a su experiencia en las Tierras de la Discordia, él probó ser tan feroz a pie como en el mar, derrotando totalmente a sus enemigos. Después de que repartió a los Blackwood en una derrota aplastante, muchos señores del Tridente pasaron a apoyarle. Arrec convocó a su poderoso ejército y se enfrentó a Harwyn en la Batalla de Buenmercado: aún teniendo el doble de fuerzas, Arrec no solo fue derrotado por el implacable Harwyn, sino que perdió definitivamente las Tierras de los Ríos y a dos de sus hermanos. Harwyn se apoderó del Tridente, incrementó sus territorios diez veces y los gobernó firmemente, residiendo en las Tierras de los Ríos en lugar de en las Islas y suprimiendo cualquier intento de rebelión. ‘’Su lugar fue una tienda, su trono una silla de montar’’, dicen los hombres sobre él.

Su hijo Halleck, inteligentemente, se llamaba a si mismo hijo del hierro y ocasionalmente hizo sacrificios al Dios Ahogado y renunció a la opulencia de las tierras verdes (en su lugar, residió en una sencilla torre), pero apenas visitó las islas en tres ocasiones, pues sabía que su centro de poder eran las Tierras de los Ríos; se decía que había más del Tridente que la sal de mar en Halleck Hoare, y él parecía mirar a las islas solo como una fuente de armas, barcos y hombres. Pero aún conservaba la ambición y la sed de sangre: trató de conquistar el Reino de la Montaña y el Valle, y se enfrentó al rey de la Roca y de la Tormenta.

La destrucción de Harrenhall y la sangre negra. Por René Aigner

El nieto de Harwyn fue el último rey de las Islas y los Ríos: Harren, conocido por construir el descomunal castillo de Harrenhall (empobreciendo su reino hasta la miseria), se había ganado el odio de sus vasallos por su crueldad y, sabiéndolo, procuraba mantenerlos en conflicto entre ellos para que no se unieran contra él. Se cuenta que el mismo día que terminó la construcción de Harrenhall, Aegon Targaryen comenzó su conquista. Como buen hijo del hierro, en lugar de rendirse y  salvar a su familia, tal y como le ofreció Aegon,  Harren optó por enfrentarse a él, su dragón Balerion,  y a sus propios vasallos, que se rebelaron contra él. Aegon montó en Balerion y con su fuego derritió su castillo y asesinó a Harren ya todos sus hijos.

La sumisión de las islas del hierro: orgullo y decadencia de las Antiguas Costumbres

Tras la muerte de Harren, la ausencia de un rey sumió a las islas en la anarquía y la guerra civil hasta que un año después Aegon Targaryen voló hasta Gran Wyk acompañado por una flota de guerra. En el continente, algunos exigieron a Aegon convertir en vasallos a los hijos del hierro de Lord Tully de Aguasdulces, el nuevo  Lord Protector del Tridente. Otros le sugirieron que las islas fueran dadas a Roca Casterly. Unos pocos fueron más lejos como para implorar que limpie las islas con llamas de dragón, poniéndole fin al azote de los hijos del hierro para siempre. Aegon asesinó a quién no le juró lealtad como su rey (Qhorin Volmark, que se proclamaba sucesor de los Hoare, y el sacerdote Lodos, que afirmaba ser hijo del Dios Ahogado), y dejó a los nobles elegir a su nuevo Señor Supremo. Salió elegida la Casa Greyjoy de Pyke, sin prácticamente oposición. Lord Vickon Greyjoy aceptó la supremacía de Aegon y procuró no provocarle: permitió el regreso de la Fe a las islas —lo que enfureció a los sacerdotes— y, aunque no prohibió el saqueo —quizá hubiera sido un cambio demasiado drástico—, ordenó que se practicara lejos de Poniente.  Tal y como declaró, solo un idiota se levantaría contra los Targaryen y sus dragones.

Sin embargo, hubo de esos idiotas. Con la muerte de Aegon, su sucesor Aenys no inspiró el mismo respeto, y pronto hubo levantamientos. El hijo de Vickon, Goren, impidió que una conspiración coronase al hijo de Qhorin Volmak. A la vez, un nuevo sacerdote decía ser Lodos —que terminó muriendo ahogado con todos sus seguidores al intentar llegar a «su padre»—. Goren envió las cabezas de ambos al rey Aenys que, para demostrar su gratitud, le concedió el favor que Lord Goren eligiera. Astuto, Goren pidió expulsar a la Fe de los Siete de las islas, quizá para no seguir provocando a sus reaccionarios vasallos, o quizá por ser él mismo más conservador de lo que pudiera parecer. Aenys se vio obligado a concedérselo, indignando a la Fe y al resto del reino.

Con el paso de los años, los Greyjoy permanecieron aislados del resto del reino y sus problemas, limitándose a continuar saqueando a lo largo del Mar Angosto y el Mar del Verano, viviendo aún con el recuerdo de su antiguo poderío y las antiguas costumbres que tan poderosos les hicieron, y tanto los sacerdotes en sus ceremonias como los borrachos en los burdeles aclamaban a los héroes de tiempos remotos. Pero la dinastía Targaryen ya se había afianzado en el trono y no consentirían ningún nuevo saqueo en su reino. Sin embargo, con el tiempo los Greyjoy vieron una nueva ocasión para volver a los viejos tiempos.

Dalton Greyjoy, por AminoApps

En el año 129 D.C., el Trono de Hierro fue disputado por dos hijos del rey Viserys, Rhaenyra I y Aegon II. Ambos buscaron el apoyo de los grandes señores del reino, y se fijaron en Lord Dalton Greyjoy. Lord Dalton era la reencarnación de Harwyn Manodura: se forjó su reputación guerreando en los Peldaños de Piedra, con solo quince años vengó la muerte de su tío, asesinando a un rey pirata de las Islas Basilisco . Terminó lleno de sangre, de la cabeza a los pies, por lo que se ganó el apodo de «el Kraken Rojo». Se decía que tan solo amaba tres cosas: el mar, su espada y las mujeres. Al hacerse con el Trono de Piedramar —el trono desde el que los Greyjoy gobernaban las islas— comenzó a construir barcoluengos, forjar espadas y entrenar luchadores. Tal y como él decía, «se acerca la tormenta», y acertó.

Lord Dalton rió cuando supo que se había desatado la guerra. El bando de Aegon necesitaba sus barcos para enfrentarse a la poderosa flota de Corlys Velaryon y, a cambio, le ofrecieron el puesto de Consejero Naval en el Consejo. Cualquier otro hubiera aceptado, pero pese a su juventud, Dalton era más inteligente que la mayoría. Esperó a ver que le ofrecía la princesa Rhaenyra, y lo que escuchó le pareció más interesante: le pidió que usase su flota contra sus enemigos, los Lannister, que habían dejado desprotegidas las fértiles Tierras del Oeste. La Flota del Hierro atacó las costas del Oeste, y aunque no pudieron tomar Roca Casterly, capturaron Isla Bella, Kayce y sus riquezas, llevando de vuelta a sus tierras siervos y esposas de sal (de hecho, Lord Dalton se quedó con cuatro hijas de Lord Farman, y envió a «la más fea» a su hermano Veron). Las Antiguas Costumbres habían vuelto a Poniente.

Durante los dos años que duró la guerra, los hijos del hierro dominaron sin oposición el Mar del Ocaso, pero al terminar la guerra debía llegar a su fin. Sin embargo, los Targaryen habían perdido a la mayoría de sus dragones, por lo que Lord Dalton se atrevió a continuar en rebeldía, aún cuando el Consejo de regentes de Aegon III le exigió que detuviera sus incursiones. El Consejo finalmente envió a Lord Alyn Velaryon para enfrentarse a él en mar abierto —pensando que moriría o fracasaría en el intento—, pero Alyn logró derrotarle y humillarle. El final de Lord Dalton vino de una de aquellas cosas que amaba: una mujer le rajó la garganta con su propia daga en la cama de Lord Farman. Como no había dejado ningún hijo legítimo —no había tomado ninguna «esposa de roca»—, pronto se desató una guerra por la sucesión. Sus recientes conquistas aprovecharon para levantarse contra ellos y emanciparse.

No solo fue eso: Lady Johanna Lannister, que había impedido la conquista de Roca Casterly, convenció a Ser Leo Costayne para aprovechar la situación y enviar la flota del Dominio contra las islas, ahora que estaban desprevenidos. Asó lo hizo. La flota de Costayne arrasó pueblos y villas, cogieron miles de prisioneros y recuperaron las riquezas robadas, así como toneladas de pesca de las propias islas. Entre los prisioneros estaba un bastardo de Lord Dalton, al que Johanna castró y acogió como bufón. «Resultó ser un bufón ocurrente», dice el Archimaestre Haereg.

Lord Dagon Greyjoy, por Gotpr Wiki

Aún con todo, en las Islas del Hierro todavía se recuerda a Dalton Greyjoy como un verdadero héroe, que logró devolver —temporalmente— a los hijos del hierro el poder que tuvieron antaño. Quizá fuera la inspiración de un descendiente suyo, Dagon Greyjoy, llamado «el último saqueador». Durante el reinado del débil Aerys I, sumido en el caos y varios problemas (sobre todo las rebeliones Fuegoscuro, que le disputaban el trono, y la falta de apoyo de la nobleza), Lord Dagon aprovechó y atacó por enésima vez las Tierras del Oeste, e incluso el Norte e islas tan distantes como el Rejo. Lord Beron Stark luchó contra ellos en tierra, pero cada vez que se aproximaba un ejército huían al mar. Por ello Lord Lannister armó una potente flota para hacerle frente, pero no tuvo éxito. Finalmente, los Targaryen intervinieron y consiguieron derrotarle.

Pero no todos los Greyjoy fueron así. El nieto de Lord Dagon, Lord Quellon Greyjoy, comprendió que las Islas del Hierro estaban mucho más atrasadas que el resto del reino y que no habría progreso posible si se anclaban en el pasado. Al contrario que algunos que le precedieron, Lord Quellon se ganó el respeto de sus súbditos como guerrero, luchando en el mar del Verano. Se decía que era alto como una torre, fuerte como un buey y rápido como un gato. Su primer paso para acercar las islas al reino vino en la Guerra de los reyes Nuevepeniques: él mismo comandó 100 barcoluengos, fundamentales para conquistar los Peldaños de Piedra, ganándose a la vez el aprecio del trono y el resto del reino.

En sus tierras, Lord Quellon prohibió directamente el saqueotrajo maestres a las Islas del Hierro para servir como curanderos a los enfermos y como tutores a los jóvenes, que aprenderían los conocimientos del continente. Con los maestres llegaron los cuervos, vinculando las islas a las tierras verdes. También liberó a los siervos que quedaban y prohibió la práctica de la servidumbre en las Islas del Hierro (aunque no fue un completo éxito). Y mientras tanto, él no tomó esposas de sal y, aunque permitió que otros hombres lo hicieran, tenían que pagar un alto impuesto por tal privilegio. Él tuvo dos matrimonios y, a pesar de que en los dos primeros se casó con hijas de sus vasallos, en la tercera ocasión se casó por la fe de los Siete con la hija de Lord Piper, de las Tierras de los Ríos. Sus medidas levantaron ampollas, pero era tan fuerte y temido que nadie osó hablar en su contra en su presencia, ni mucho menos rebelarse.

Por desgracia, Lord Quellon murió en los últimos días de la Rebelión de Robert tras un asalto a las Islas Escudo, pues las fuerzas del Dominio se encontraban distraídas asediando Bastión de Tormentas (de nuevo, la misma historia). Desgraciadamente, su sucesor, su hijo Balon, se apartó del camino que había seguido su padre.

Balon Greyjoy: un imbécil anacrónico

Para Balon, los grandes fracasos de todos los hijos del hierro que se habían rebelado contra la Corona no significaban nada. Los grandes avances de su padre para integrar las islas dentro del reino significaron menos aún; estaba convencido de que solo el retorno de las antiguas costumbres devolverían a los hijos del hierro a la grandeza de antaño. Balon decidió hacer lo mismo que Harwyn, y atacar cuando Poniente se encontraba débil… pero, de alguna forma, vio debilidad donde había todo lo contrario.

Balon Greyjoy, por Svetoslav Petrov

Tras la Rebelión de Robert, Balon pensó que las Grandes Casas no apoyarían a Robert frente a una nueva rebelión, y que su posición como rey aun era inestable. Esperó durante seis años, en los que se ocupó de crear una gran flota sin un rival que pudiera hacerle frente. Armó a sus barcos de escorpiones y lanzafuegos, reforzó sus cascos y les puso espolones de hierro.

No llego a comprender por qué pensó que el rey Robert, antes Señor Supremo de las Tierras de la Tormenta, casado con la hija del poderoso Tywin Lannister, Guardián del Occidente, amigo personal del Guardián del Norte y cuya Mano era el mismo Guardián del Oriente, Jon Arryn, y cuyo hermano Stannis (que además había demostrado su talento naval, tomando la isla de Rocadragón) estaba emparentado con la nobleza del Dominio, estaba en una posición inestable. Balon vio lo que quiso ver y, en el año 289 D.C, se coronó como rey de las Islas del Hierro por el sacerdote Tarle, el Tres Veces Ahogado, y atacó inesperadamente.

Sus hermanos Euron y Victarion quemaron la flota Lannister, anclada en Lannisport; desde entonces la Flota del Hierro, comandada por Victarion Greyjoy, no tuvo ninguna oposición en el Mar del ocaso. El siguiente ataque fue en Varamar, asentamiento de la Casa Mallister, construido como puesto de vigilancia frente a los ataques de los hijos del hierro. El responsable de llevarlo a cabo fue su hijo Rodrik, que cayó asesinado por Lord Jason Mallister.

La gloria se desvaneció pronto. Balon había perdido un hijo, pero más tarde perdió su magnífica flota: Stannis Baratheon comandó la Flota real, a la que se unió la gran flota de Lord Redwyne, y tendieron una trampa a Victarion. Sabiendo que Victarion se dirigía a enfrentarse a la flota, Stannis separa la flota y avanza por el estrecho que separa Isla Bella del resto del reino. Victarion le persigue, pero el resto de la flota real le trapa por la retaguardia y hacen un martillo y un yunque, aplastando la Flota de Hierro. La derrota de la Flota del Hierro no solo deja a Balon sin control del mar, sino que también le arrebatan las fantasías que tenía sobre el poder de su reino.

Robert Baratheon y Ned Stark en el asedio de Pyke durante la Rebelión Greyjoy

Robert Baratheon y Ned Stark en el asedio de Pyke durante la Rebelión Greyjoy, por Lensor

La Rebelión Greyjoy no duró mucho más. Robert ahora dominaba el mar, y pronto su ejército cruzó las olas, a la conquista de las principales islas. Stannis se apoderó de Gran Wyk, y Ser Barristan Selmy, de la Guardia real, de Viejo Wyk. El mismo Robert sometió Pyke, muriendo el segundo hijo de Balon, Maron, al derrumbarse una torre del castillo. Al entrevistarse con Balon Greyjoy, le dijo: ‘‘puedes cortarme la cabeza, pero no puedes llamarme traidor, ningún Greyjoy hizo nunca un juramento a un Baratheon’’. Por su valor y su espíritu combativo, Robert le perdonó la vida. Su único hijo varón, Theon, fue tomado como rehén del amigo íntimo del rey, Ned Stark.

Pese a esta derrota estrepitosa y la muerte de varios de sus vasallos, Balon no dejó de tener las mismas ambiciones. Tras la muerte del rey Robert y Ned Stark nueve años después, el reino vuelve a sumirse en el caos de una guerra civil, y Balon aprovecha la oportunidad para volver a coronarse, ahora que las grandes Casas se están enfrentando entre ellas. Ahora tendrá más éxito: Balon conquista gran parte del Norte, que se encontraba desprotegido: sus ejércitos estaban luchando en el sur. Los Greyjoy conquistarán Bosquespeso, la Ciudadela de Torrhen, la Costa Pedregosa y el mismo asentamiento de la Casa Stark, Invernalia. Para asegurar sus conquistas, Victarion se apoderó de Foso Cailin, la llave del Norte. Pero poco después, Balon morirá, al caer desde un puente de Pyke.

El futuro de las Islas del Hierro

Tras la muerte de Balon, las Islas del Hierro se encuentran de nuevo en la anarquía. Aunque su hermano Euron, antes exiliado por el propio Balon —y a quien se le culpa de su extraña muerte—, se proclama como nuevo rey, los hijos del hierro dudan si reconocerle como tal. Aeron Greyjoy, sacerdote extremista y fanático del Dios Ahogado, busca la respuesta a los problemas de las islas —para variar— en el pasado y las tradiciones propias. Aeron considera a Euron un  hombre impío, «un hombre sin dios», indigno del trono de Piedramar; y, para expulsarle, convoca una nueva asamblea de sucesión, la última desde hacía más de dos milenios (o más de cuatro, si prestamos atención al archimaestre Perestan).

Aspirantes a la Asamblea de Sucesión

Asamblea de Sucesión, por Mathia Arkoniel

Se presentan varios candidatos, y no solo de la Casa Greyjoy: también optan al trono nobles como Lord Gilbert Farwynd, Erik Ironmaker el Destrozayunques, o Lord Dunstan Drumm. Pero los principales candidatos son la hija de Balon, Asha, y sus hermanos, Euron y Victarion; a cada uno les apoyan varias casas nobles. Victarion, Lord Capitán de la Flota del Hierro, es el favorito de Aeron: su candidatura defiende mantener las «hazañas de Balon» y continuar con las Antiguas Costumbres y la guerra contra Poniente. Asha, en cambio, pretende jugar a la diplomacia: su intención es detener una guerra que solo les ha traído nuevas muertes y victorias sin importancia, mantener las conquistas ya realizadas, hacer las paces con el Norte y aliarse contra la Corona. Es Euron quien decide una tercera vía mucho más marcial:

—Mi hermano pequeño quiere terminar la obra de Balon y adueñarse del Norte. Mi dulce sobrina, traernos paz y piñas. —Sus labios azulados se fruncieron en una sonrisa—. Asha prefiere la victoria a la derrota. Victarion quiere un reino, no unas cuantas varas de tierra. Yo os daré lo uno y lo otro.

»Me llamáis Ojo de Cuervo. Bien, porque ¿quién tiene mejor vista que el cuervo? Tras toda batalla, los cuervos acuden a cientos, a miles, para celebrar un festín con la carne de los caídos. Un cuervo es capaz de divisar la muerte a distancia. Y yo os digo que todo Poniente se está muriendo. Los que me sigan celebrarán un festín que durará hasta el fin de sus días.

»Somos los hijos del hierro; en otros tiempos fuimos conquistadores. Nuestro poder lo dominaba todo allí donde se oía el sonido de las olas. Mi hermano quiere que os conforméis con el frío y lúgubre Norte; mi sobrina, con menos todavía… Pero yo os entregaré Lannisport. Altojardín. El Rejo. Antigua. Las tierras de los ríos y el Dominio, el bosque Real y La Selva, Dorne y las Marcas, las Montañas de la Luna y el Valle de Arryn, Tarth y los Peldaños de Piedra. ¡Nos apoderaremos de todo! ¡Nos apoderaremos de Poniente! —Echó una mirada en dirección al sacerdote—. Todo a mayor gloria de nuestro Dios Ahogado, claro.

Durante un instante, Aeron se dejó cautivar por la osadía que destilaban aquellas palabras. El sacerdote había tenido el mismo sueño cuando vio por primera vez el cometa rojo en el cielo. «Arrasaremos las tierras verdes, las pasaremos a fuego y espada, derribaremos los siete dioses de los septones y arrancaremos los árboles blancos de los norteños…»

festín de cuervos, el hombre ahogado

 

Euron repite la misma estrategia que Harwyn Manodura y sus antepasados Dalton y Dagon: aprovechar la caótica situación en la que se encuentra Poniente, pero no limitarse a conquistas limitadas, sino apoderarse de todo el continente. Y hasta quien es totalmente contrario a él, como su hermano, se deja llevar de nuevo por las Antiguas Costumbres. Sin embargo, si hay alguien que quebranta los preceptos del Dios Ahogado es Euron:

—Sólo la asamblea puede elegir al rey. —Pelomojado se puso en pie—. Ningún impío…

Silencio. —Se echó a reír—. ¿Crees que soy un hombre sin dios? Vamos, Aeron, ¡tengo más dioses que nadie que haya izado una vela! Tú, Pelomojado, sirves a un dios, pero yo he servido a diez mil. Desde Ib hasta Asshai, cuando los hombres avistan mi barco… empiezan a rezar.

Soy aún más devoto que tú, Aeron. Mira, igual deberías arrodillarte ante mí para que te bendijera.

festín de cuervos, el capitán del hierro

 

Euron Greyjoy by Mike Hallstein©

Euron Greyjoy by Mike Hallstein

Euron se aprovecha de la obcecación de los hijos del hierro para conseguir una corona y una gran flota con la que extender sus conquistas y saqueos, pero le importan un bledo las Antiguas Costumbres, y mucho menos los hijos del hierro. De hecho, no me atrevo siquiera a pensar cuáles pueden ser las verdaderas intenciones de Euron, pero está claro que el Dios Ahogado no le importa absolutamente nada . La cultura de los hijos del hierro no es más que un medio para continuar sembrando el terror por los siete mares, pero es indudable que tiene un gran éxito.

 

Los hombres del hierro no solo conquistan las Islas Escudo, sino que llegan a amenazar la imponente isla del Rejo (asentamiento de los Redwyne, que poseen la mayor flota de todo Poniente) e incluso Antigua, la segunda ciudad más poderosa de todo el reino. Las Antiguas Costumbres vuelven —por enésima vez— a causar estragos en Poniente, y quién sabe si alguna vez podrá decirse que han muerto para no volver.

Para terminar este «breve» compendio sobre las Antiguas Costumbres, creo que no habrá mejor manera que remitirme a los saberes de otros cronistas más sabios que vuestro humilde servidor

Las Islas del Hierro sobrevivieron como siempre lo han hecho. Desde el reinado del Kraken Rojo hasta nuestros días, la historia de los hijos del hierro es la historia de una gente atrapada entre los sueños de la gloria pasada y la pobreza presente. Apartadas de Poniente por las aguas grises y verdes, las islas siguen siendo un reino para ellas
mismas. El mar está siempre en movimiento, siempre cambiante, dicen los hijos del hierro, y sin embargo sigue siendo eterno, sin límites, nunca y a la vez siempre igual. Lo mismo sucede con los hijos del hierro, la gente del mar.
“Puedes vestir a un hombre del hierro con sedas y terciopelos, enseñarle a leer y escribir y darle libros, instruirlo en la caballerosidad, la cortesía y los misterios de la Fe’’ escribe el Archimaestre Haereg ‘‘pero cuando le mires a los ojos, el mar todavía estará allá, frío, gris y cruel’’.

el mundo de hielo y fuego

 

Ahora es vuestro turno: ¿Qué opináis de las Antiguas Costumbres? ¿Creéis que tienen algún beneficio para los hijos del hierro? Sobre su futuro, ¿aún queda tiempo hasta que sean erradicadas? ¿Cómo podrían desaparecer de una puñetera vez? ¿Cuál creéis que fue el error de aquellos que intentaron modernizar las islas: ser muy radicales o quedarse cortos?

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