Análisis de Sansa VII de Tormenta de Espadas, cuando se descubre la muerte de Jon Arryn y Meñique asesina a Lysa.
Tras la semana dedicada a la votación de vuestro capítulo favorito de Sansa Stark en Tormenta de Espadas, regresamos con una nueva edición de El Campeón del Torneo para analizar el capítulo vencedor. Aunque Sansa tiene momentos verdaderamente interesantes durante el tercer libro de Canción de Hielo y Fuego, ha sido el clímax de su arco el que finalmente ha resultado elegido como el mejor capítulo del personaje, por delante de episodios como la reunión con las Tyrell, su boda con Tyrion o la Boda Púrpura. ¿Por qué? Repasemos juntos algunos de los posibles motivos de esta victoria.
El pajarito enjaulado
Dice Martin, al hablar de sus métodos de escritura, que él es antes un jardinero que un arquitecto. Con esto quiere decir que no planifica demasiado ni sabe exactamente todo el trayecto que van a recorrer sus personajes. No obstante, sí sabe de antemano los puntos clave y los giros por que debe abordar su narración, así como el momento preciso para darlos a conocer. Por eso podemos decir que su ejercicio de la jardinería no se limita a recortar y replantar parterres, sino más bien a plasmar sus ideas en las hojas con la misma minuciosidad que Eduardo Manostijeras ataca un arbusto. Algunos dirán que esta precisión de relojero era más evidente durante los tres primeros libros y que, con Festín de Cuervos y Danza de Dragones, quizá sí hubiera sido necesario meter algún tijeretazo que otro. Poco importa, de momento, pues todavía seguimos hablando del pajarito enjaulado en Tormenta de Espadas.
Decimos esto porque sansa vii no solo es el clímax del arco del propio personaje en este libro, sino que también es el final de la primera parte de la saga. Con Tormenta de Espadas se cierra una etapa, aquella que tiene en Juego de Tronos el planteamiento, en Choque de Reyes el nudo y en este libro el desenlace. Nos referimos, obviamente, a la Guerra de los Cinco Reyes que, como todas las dinásticas, comienza con las intrigas del juego de tronos, continúa con el choque en el campo de batalla y finaliza con un candidato vencedor —y, como es costumbre en Martin, ni aquí podía faltar la ironía, ya que precisamente el único pretendiente que sale vivo del enfrentamiento es el que decide en el último momento salvar al reino en vez de conquistarlo. Así pues, Martin decide ponerle punto y final desvelando el misterio alrededor de la causa última que la provocó. sansa vii es el capítulo en el que el lector descubre quién asesinó a Jon Arryn y por qué:
—Lágrimas, lágrimas, lágrimas —sollozó histérica—. No hacen falta lágrimas… no fue eso lo que me dijiste en Desembarco del Rey. Me dijiste que pusiera las lágrimas en el vino de Jon y las puse. ¡Lo hice por Robert y por nosotros! Y escribí a Catelyn, le conté que los Lannister habían matado a mi señor esposo, tal como me dijiste. Fuiste tan listo… Siempre has sido muy listo, se lo dije a mi padre, qué listo es Petyr, llegará muy lejos, ya lo verás, y también es bueno y cariñoso, y llevo a su bebé en el vientre… ¿Por qué la tuviste que besar? ¿Por qué? Ahora estamos juntos, después de tanto, tanto tiempo, estamos juntos, ¿por qué la tuviste que besar a ellaaa?
Después de leer este capítulo, la estupefacción del lector es notable, y ello a pesar de que todo encaja perfectamente. Encaja el remordimiento de Hoster Tully en su lecho de muerte, pronunciando solamente Atanasia; encaja la mentira sobre la daga del enano. Cual matrioshka, la mentira se acopla perfectamente a las maquinaciones del juego de tronos y a la inclinación de Petyr hacia este, mientras conocemos las tramoyas que se esconden detrás de este peligroso pasatiempo cortesano en el arco de Sansa en Tormenta de Espadas —ya que incluso le explica las reglas básicas del mismo—, y su principal jugador por fin revela parte de su verdadero y sobrecogedor rostro. También encajan las erráticas maniobras de Lysa, pues si ya con Catelyn descubrimos que la hija pequeña de Aguasdulces no era demasiado normal, ahora averiguamos que el mal de amores es una verdadera tragedia en Lysa y que ha sido convenientemente utilizada por Meñique durante todo este tiempo.
El afán de Martin por ser el jardinero más preciso no se revela solo aquí, sino que incluso desciende hasta el nivel de la escena. Así, mientras en ambos pasajes se habla de juramentos rotos y falsas promesas, Jaime tiende una mano a Brienne para subir al pequeño esquife que les había proporcionado Cat para huir al comienzo de Tormenta de Espadas, y Meñique, sin embargo, empuja al vacío a Lysa al finalizar el libro. El impacto es demoledor, pero las últimas palabras de Petyr elevan sus niveles de frialdad hasta el punto de que resulta, valga la redundancia, completamente escalofriante:
—Mi celosa mujer, qué tontita —le dijo sonriendo—. Sólo he amado a una mujer, te lo prometo.
—¿Sólo a una? —Lysa Arryn le dedicó una sonrisa trémula—. Petyr, Petyr, ¿me lo juras? ¿Sólo a una?
—Sólo a Cat.
Le dio un empujón brusco, breve.
Pero sansa vii, sobre todo si tenemos en mente que Martin pensaba hacer un salto de cinco años en este momento de la narración, es también el clímax de su personaje, el momento en el que se produce un cambio que se ha ido labrando poco a poco pero que ahora, especialmente tras el intento de Marillion de abusar de ella, es más que evidente: Sansa se ha convertido en una mujer verdaderamente hermosa, capaz de despertar el apetito sexual de todo tipo de hombres y de conquistarlos con apenas una pizca de su picardía. Es, de hecho, bajo estas circunstancias como comienza el principio del fin de su tía Lysa. Por si no fuera suficiente con la descripción del propio episodio en sí, con ese beso robado de Petyr a Sansa, Martin trata de presentarnos a Sansa como mito erótico, como fruta prohibida, casi como lolita, a través del propio contexto y paisaje que la rodea, que rememora a la infancia que ha perdido al convertirse en mujer y a su vez recrea la muerte de la propia Lysa (subrayado en la cita):
Estaba nevando sobre el Nido de Águilas.
Fuera los copos descendían suaves y silenciosos como recuerdos. «¿Ha sido esto lo que me ha despertado?» La capa de nieve ya era gruesa en el jardín, un manto que cubría la hierba y adornaba arbustos y estatuas con su brillo blanco al tiempo que empezaba a pesar en las ramas de los árboles. Aquel espectáculo devolvió a Sansa a las frías noches de hacía tanto tiempo, al largo verano de su infancia.
La última vez que había visto nieve fue el día que partió de Invernalia.
[…]
Sansa dejó abiertos los postigos mientras se vestía. Sabía que haría frío, aunque las torres del Nido de Águilas rodeaban el jardín y lo resguardaban de lo más duro de los vientos de la montaña. Se puso ropa interior de seda y una combinación de lino, y por encima un vestido abrigado de lana azul de cordero, dos pares de medias en las piernas, botas atadas hasta las rodillas, gruesos guantes de cuero y, por último, una suave capa de piel de zorro blanco con capucha.
Su doncella se arrebujó en la manta cuando la nieve empezó a entrar por la ventana. Sansa abrió la puerta y bajó por la escalera de caracol. Cuando abrió la puerta que daba al jardín, el espectáculo era de una belleza tal que contuvo el aliento para no trastornar una hermosura tan perfecta. La nieve seguía cayendo en un silencio fantasmal y se depositaba en el suelo en un manto grueso inmaculado. Todos los colores habían desaparecido, sólo había blancos, negros y grises. Las torres blancas, la nieve blanca, las estatuas blancas, negras sombras y negros árboles, y por encima de todo el oscuro cielo gris.
«Es un mundo puro —pensó Sansa—. No es lugar para mí.»
Pese a todo pisó la nieve. Las botas se le hundieron hasta el tobillo en la blanda superficie blanca sin hacer el menor ruido. Sansa paseó sin rumbo entre arbustos escarchados y árboles oscuros y escuálidos, y se preguntó si estaría soñando todavía. Los copos que caían le acariciaban el rostro ligeros como el beso de un amante y se le derretían en las mejillas. En el centro del jardín, junto a la estatua de la mujer llorosa que yacía rota y medio enterrada en el suelo, volvió el rostro hacia el cielo y cerró los ojos. Sintió la nieve en las pestañas, la saboreó en los labios… Era el sabor de Invernalia, el sabor de la inocencia, el sabor de los sueños.
Sansa, aunque siga siendo un pajarito enjaulado, es ahora otra persona, y no solo porque sea Alayne. La nieve simboliza Invernalia, su niñez y su profundo deseo por retornar al hogar; pero su blancura, al mismo tiempo, nos habla de una pureza que Sansa ya ha dejado atrás, y de ahí que sienta que rompe la perfección del paisaje. No es la ausencia de arcianos o que ese castillo no sea Invernalia lo que rompe la estampa, sino ella misma. En otras palabras, por más que intente vincular este paisaje con sus recuerdos, el símbolo de lo blanco, de lo puro, se apodera de la escena, transmitiendo que Sansa ya no es la niña que veía caer la nieve en Invernalia. Ahora estamos ante una Sansa que incluso sin proponérselo comienza a romper todos los esquemas de los hombres, que empieza a ser fruto de deseo y de los más bajos instintos en un mundo donde los carniceros a sueldo consiguen reprimir sus pulsiones y los bardos, sin embargo, no pueden contenerlas. ¿Qué voluntades podrá doblegar cuando se lo proponga?
Cuando volvió a abrir los ojos descubrió que estaba de rodillas. No recordaba haberse dejado caer. Le pareció que el cielo gris se había aclarado un poco.
«Amanece —pensó—. Un día más. Un nuevo día.» Pero los que añoraba eran los días antiguos, rezaba por que volvieran. Pero ¿a quién podía rezar? Sabía que aquel jardín se había concebido como bosque de dioses, pero no había suficiente tierra y era demasiado pedregosa para que arraigaran los arcianos.
Visto así, este parece ser un momento verdaderamente importante en el arco de Sansa. ¿Es posible, por tanto, que esconda algo más? Desde nuestro punto de vista, sí. Recordemos:
—Soñé con un lobo que aullaba bajo la lluvia —decía la enana—, pero nadie oía su dolor. Soñé con un clamor tal que pensé que la cabeza me estallaría, tambores, cuernos, gaitas y gritos, pero el sonido más triste era el de las campanillas. Soñé con una doncella en un banquete, con serpientes púrpura en los cabellos y veneno en los colmillos. Y más tarde volví a soñar con esa doncella, que mataba a un cruel gigante en un castillo hecho de nieve.
tormenta de espadas, arya viii
El Fantasma del Alto Corazón tiene una visión que encaja a la perfección con lo que sucede poco después en el jardín del Nido de Águilas. Robalito llega con su peluche y destroza la réplica de Invernalia que Sansa y Petyr habían construido. Lo cierto es que la potencia de la visión, en caso de que se corresponda con este momento, estriba en que ya nos está situando a Sansa en un castillo en el que hay nieve más o menos a la mitad de Tormenta de Espadas. Nosotros creemos que, efectivamente, la visión corresponde a este pasaje pero que sin embargo su importancia radica sobre todo en que creemos que esconde un foreshadowing de esos que tanto le gustan a Martin. Teniendo en cuenta que la nieve simboliza tanto Invernalia como esa pureza perdida, es imposible no estirar el paralelismo para teorizar sobre la relación entre Sansa y Meñique.
Comencemos con el ideal de pureza. Bajo lo infantil de hacer un castillo de nieve subyace, en nuestra opinión, una de las bazas que Sansa va a utilizar para aprovecharse de los hombres que la rodean, tal y como aprendió de Cersei. Solo que, a diferencia de la reina, las coqueterías del pajarito podrán manifestarse en una especie de versión mucho más sutil e infantil, de ahí que señaláramos antes ese matiz de lolita que transmite. A fin de cuentas, en realidad Sansa no deja de ser una niña, pero va a aprender a explotar su sexualidad para, por fin, cobrarse todo el daño que le han hecho. El pajarito saldrá de la jaula.
—Pues espera a dar a luz a un niño, Sansa. La vida de una mujer es nueve partes suciedad por cada parte de magia; no tardarás en darte cuenta… y a menudo, la parte que parece magia es la más sucia de todas. —Bebió un sorbo de leche—. Así que ya eres mujer. ¿Tienes idea de qué significa eso?
choque de reyes, sansa iv
Prosigamos con Invernalia. El propio hecho de construir el castillo puede remitir, en nuestra opinión de que en esta visión se esconde un foreshadowing, a la futura toma del castillo por parte de Sansa con el apoyo de Meñique. Algunos pensaréis que sin duda la última temporada de Game of Thrones ha contaminado la percepción de este pasaje pero no es así, ya que las dudas sobre el significado de la última profecía del Fantasma del Árbol Corazón siempre han estado ahí, pues parece que la huida de Sansa de Desembarco del Rey sabe a poco. A fin de cuentas, todas las profecías del Fantasma presagian la muerte de alguien: Renly, Balon, Catelyn, Vargo Hoat, Robb, Aegon Frey, Joffrey y… ¿el muñeco de Robalito?
Sí, podríamos entender que lo que realmente esconde esta profecía es la muerte de Lysa Arryn, puesto que es justo mientras Sansa y Petyr hacen el castillo cuando tiene lugar el fatídico beso que desencadenaría su desgracia. Es posible que el significado último de la profecía sea ese, pero si recordamos lo que significa la nieve, un símbolo del pasado y la pureza perdidas, no es complicado entender el pasaje como si fuera un indicio. Así pues, el hecho de reconstruir con nieve Invernalia presagia en esencia que Sansa conseguirá manipular a Petyr para obligarle a cumplir sus planes, y todo ello sin que el sinsonte sea capaz de descubrir que llegado el momento será él el pajarito enjaulado, es decir, la pieza en las manos de la verdadera jugadora, Sansa. A fin de cuentas, ambos ya han tenido también una conversación sobre esto, sobre el juego de tronos, y Sansa ha mostrado una inclinación natural a no mancharse las manos, ya porque directamente lo evite, ya porque aprenda a utilizar otros medios para mantenerlas limpias. Meñique, sin embargo, no puede decir lo mismo, ya que la fruta prohibida, simbolizada como no podía ser de otro modo con una naranja sanguina, es demasiado tentadora para él:
Petyr cortó una granada en dos con la daga y ofreció la mitad a Sansa.
—Deberíais tratar de comer algo, mi señora.
—Gracias, mi señor.
No era fácil comer granadas sin mancharse, de manera que Sansa escogió una pera y le dio un mordisquito delicado. Estaba muy madura y el jugo le corrió por la barbilla.
Lord Petyr soltó una semilla con la punta de la daga.
[…]
—¿Acaso he dicho yo eso? —Lord Petyr cortó en dos la naranja sanguina con la daga y ofreció la mitad a Sansa—. Esos muchachos son demasiado traicioneros para formar parte de un plan así… y Osmund era aún menos digno de confianza después de entrar en la Guardia Real. He descubierto que esa capa blanca tiene un efecto extraño sobre los hombres, hasta sobre hombres como él. —Echó la cabeza hacia atrás y exprimió la naranja sanguina para beberse el zumo—. Me encanta el zumo, pero detesto que se me pongan los dedos pegajosos —dijo al tiempo que se secaba las manos—. Manos limpias, Sansa. Hagáis lo que hagáis, aseguraos de tener siempre las manos limpias.
Sansa se puso un poco de zumo de la naranja en la cuchara.
tormenta de espadas, sansa vi
Sansa, que ante todo es una dama, sabrá recompensar a su pelele —sí, pelele— como se merece una vez que este le haya servido adecuadamente, cobrándose así la venganza que presagian las naranjas sanguinas. Su regalo será casi misericordioso, ya que Meñique merece una muerte mucho más indecorosa: le cortará el cuello y clavará su cabeza en una pica en las puertas de la fortaleza de los Stark. Sansa estará clavando así la cabeza de un gigante en una pica, puesto que como todos sabemos el blasón original de la Casa Baelish es la cabeza del Titán de Braavos.
Una ira incontrolable se apoderó de ella. Cogió una rama rota y clavó en la punta la cabeza del muñeco, luego puso la rama de pie en la entrada destrozada de su castillo de nieve. Los criados la miraron horrorizados, pero cuando Meñique vio lo que había hecho se echó a reír.
—Si lo que cuentan las leyendas es verdad, no es el primer gigante cuya cabeza acaba adornando las murallas de Invernalia.
—No son más que cuentos —dijo al tiempo que se daba media vuelta.
Porque con todo esto en mente parece coherente concluir que Sansa, con su aprendizaje, acabará superando al sinsonte y enjaulando al pajarito. En este capítulo, en efecto, se demuestra que Sansa ya es el talón de Aquiles de Petyr Baelish. De hecho, este detalle, ese beso comprometedor que Meñique parece no poder controlar, junto con las confesiones a destiempo, es lo que pone la guinda a ese característico sabor a melodrama que rezuma sansa vii por los cuatro costados. Porque sí, es cierto que Martin ha bordado lo que viene a ser la fantasía, que ha subvertido los tropos del género de un modo provocador pero a la vez inteligente, que es capaz de escribir pasajes en los que a todos se nos hiele la sangre y de crear frases y diálogos que sintetizan en pocas palabras pensamientos profundos o dilemas del mundo real. Sí, todo eso es verdad. Pero no deja de serlo el hecho de que buena parte de la trama dedicada al juego de tronos es tan embrollada y exagerada que roza directamente lo culebronesco… ¡si hasta hay un bardo enfatizando los momentos más dramáticos de la escena! Cuando menos, así es Lysa Arryn, una persona sacada directamente de una telenovela. Teniendo en cuenta la ingente cantidad de personajes que hay en el mundo de Martin y la variedad de personalidades que construye, también es verdad que a alguien le tenía que tocar ser así.
Y ahora, vuestro turno: ¿qué destacaríais vosotros de sansa vii de Tormenta de Espadas? ¿Qué pensáis de la profecía del Fantasma del Alto Corazón? ¿Conseguirá Sansa manipular a Meñique?
Debe estar conectado para enviar un comentario.