Como cada domingo alterno, regresamos con un nuevo ensayo de Canción de Hielo y Fuego. En esta ocasión, nos centraremos en una cuestión muy concreta que, aunque no lo parezca, esconde pequeños detalles que arrojan más luz que las propias llamas de los fuegos. Echando la vista hacia atrás, analizamos las acciones de un personaje que pueden hacer cambiar nuestra visión sobre un determinado evento que afectó al devenir de Poniente.
Aerys y Cersei o las cosas que hago por amor
— Wilma Deering —
A partir de la publicación de Danza de Dragones, muchas teorías se generaron en torno a las “libertades” que, según Ser Barristan, se tomó Aerys con Joanna durante su boda con Tywin. La mayoría, sin embargo, no fueron más allá de elucubrar sobre la posibilidad de que Jaime, Cersei o incluso Tyrion no fueran hijos de Tywin, sino del Rey Loco. Tras la aportación de nuevos datos que nos trajo la publicación de El Mundo de Hielo y Fuego, parece que la mayoría de ellas han quedado descartadas; pero, ¿y si hay algo más? ¿Y si toda esta historia de la obsesión de Aerys por Joanna fuera solo parte de la, digamos, ambientación de la historia de amor enfermizo entre Jaime y Cersei? En otras palabras, la clave que nos da a entender cómo Cersei consiguió, contra todo pronóstico, el nombramiento de Jaime como guardia real: pasando por la cama de Aerys.
Para entender cómo pudo ser esto posible, sería bueno empezar recordando cierto fragmento de Tormenta de Espadas en el que Jaime rememora los hechos de aquellos días:
—¿Por qué hicisteis el juramento? —exigió ella—. ¿Por qué vestisteis la capa blanca si teníais la intención de traicionar todo lo que implicaba?
—¿Por qué? —¿Qué podía decirle que fuera capaz de entender?—. Era un niño, tenía quince años. Era un gran honor para alguien tan joven.
—Ésa no es respuesta —replicó Brienne, desdeñosa.
«No te gustaría oír la verdad.» Se había incorporado a la Guardia Real por amor, claro.
El padre de ambos había llevado a Cersei a la corte cuando ella tenía doce años, para arreglarle una boda real. Rechazó todo lo que le ofrecían por ella y prefirió mantenerla a su lado en la Torre de la Mano, para que madurara y se hiciera todavía más bella. Sin duda, estaba esperando a que creciera el príncipe Viserys o a que la esposa de Rhaegar muriera de parto. Elia de Dorne no había sido nunca una mujer con buena salud.
Mientras tanto, Jaime había pasado cuatro años como escudero de Ser Sumner Crakehall, y se había ganado las espuelas contra la Hermandad del Bosque Real. Pero cuando, de camino a Roca Casterly, hizo una corta escala en Desembarco del Rey, sobre todo para ver a su hermana, Cersei se lo llevó a un lado y le susurró que Lord Tywin quería casarlo con Lysa Tully y que incluso había invitado a Lord Hoster a la ciudad para negociar la dote. Pero si Jaime vestía el blanco, siempre podría estar cerca de ella. El anciano Ser Harlan Grandison había fallecido mientras dormía, como era propio de una persona cuyo blasón era un león dormido. Seguro que Aerys querría a un hombre joven para ocupar el lugar del difunto, ¿por qué no un león rugiente en lugar de uno dormido?
—Nuestro padre no lo consentirá —repuso Jaime.
—El rey no se lo va a preguntar. Y cuando esté hecho, nuestro padre no podrá oponerse, al menos no de manera abierta. Aerys ordenó arrancarle la lengua a Ser Ilyn Payne por jactarse de que quien verdaderamente gobernaba los Siete Reinos era la Mano. Era el capitán de la guardia de la Mano, pero nuestro padre no se atrevió a impedirlo. Tampoco podrá impedir esto.
—Pero… —dijo Jaime—. ¿Y Roca Casterly?
—¿Qué prefieres, una roca o a mí?
Recordaba aquella noche como si hubiera sido la noche anterior. Se habían alojado en una vieja posada, en el Valle de la Anguila, bien lejos de cualquier ojo vigilante. Cersei había ido a verlo vestida como una sencilla sirvienta, lo que de alguna manera lo excitó más aún. Jaime no la había visto nunca tan apasionada. Cada vez que intentaba dormir, ella lo despertaba de nuevo. Por la mañana, Roca Casterly parecía un precio insignificante por estar siempre cerca de ella. Dio su consentimiento y Cersei prometió encargarse del resto.
Un mes más tarde, un cuervo real llegó a Roca Casterly para informarle de que había sido elegido para la Guardia Real. Se le ordenaba presentarse al soberano durante el gran torneo de Harrenhal para hacer los votos y vestir la capa.
La investidura de Jaime lo liberó de Lysa Tully. Por lo demás, nada ocurrió como había sido planeado. Su padre no había estado nunca tan furioso. No podía oponerse abiertamente, Cersei había tenido razón en eso, pero renunció a su cargo como Mano con un pretexto poco convincente y volvió a Roca Casterly llevándose consigo a su hija. En lugar de estar juntos, Cersei y Jaime sólo cambiaron de sitio, y él se encontró solo en la corte, protegiendo a un rey loco, mientras cuatro hombres de poca valía se turnaron para ocupar sin éxito el peligroso cargo de su padre.
tormenta de espadas, jaime ii
Resumiendo, en un principio Jaime aceptaba sin problemas su condición de heredero de la Roca, pero no fue hasta que los rumores de un posible matrimonio de Jaime llegaron hasta Cersei que esta comenzó a trazar un plan para no perderlo como amante. Si repasamos su historia de manera lineal, recordaremos también que Cersei no dudó en asesinar a una de sus amiguitas en la infancia, Melara Hetherspoon, cuando se atrevió a preguntarle a Maggy la Rana si algún día llegaría a casarse con Jaime. Ya en esta misma escena, vemos cómo Cersei no duda en manipular a Jaime, haciéndole elegir entre la Roca o ella. Pero esto es solo el cincuenta por ciento de la cuestión; había que convencer también a la parte contratante de la segunda parte: Aerys. Años después intentaría un juego similar con el mismísimo Eddard Stark. Así pues, ¿por qué no?
Gracias a El Mundo de Hielo y Fuego, conocemos algo más de la personalidad de Aerys, también en lo que respecta a su comportamiento con las mujeres en general y con Joanna en particular:
En sus primeros años de reinado, Aerys era vivaz y activo. Le gustaban la música, la danza y los bailes de máscaras y sentía predilección por las mujeres jóvenes, por lo que colmó la corte de hermosas doncellas procedentes de todas las regiones del reino. Hay quien asegura que tuvo tantas amantes como su antepasado Aegon el Indigno, cosa improbable considerando lo que sabemos de aquel monarca. Pero, a diferencia de aquel, Aerys II enseguida perdía el interés en sus concubinas. La mayoría no duraba más de dos semanas, y pocas llegaron al medio año.
el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, aerys ii
El rey olvidaba pronto aquello que conseguía, pero a Joanna la siguió recordando por años. Incluso cuando murió, se le oyó afirmar sobre Tywin que:
Los dioses no podían soportar tanta arrogancia. Le han arrancado de la mano una flor hermosa y en su lugar le han dejado un monstruo para darle una lección de humildad.
el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, aerys ii
De todas maneras, Aerys tampoco era ya el que fue de joven. Después del nacimiento de Rhaegar, la reina Rhaella tuvo numerosos problemas en sus embarazos posteriores hasta que:
La locura del rey pareció remitir en el 274 AC, cuando la reina Rhaella dio a luz a un hijo. Su dicha fue tan intensa que pareció que volvía a ser el de antes, pero el príncipe Jaehaerys murió ese mismo año, lo que le sumió en la desesperación. En un ataque de ira, decidió que la culpable era la nodriza del bebé y ordenó que la decapitaran. Poco después cambió de idea y proclamó que a Jaehaerys lo había envenenado su propia amante, la hija joven y bella de un caballero al servicio de su casa. Por orden del rey, torturaron a la muchacha y a sus parientes hasta que murieron. Según consta en las crónicas, durante el suplicio todos confesaron el asesinato, aunque los detalles del crimen no concordaban en absoluto.
Después, Aerys ayunó durante dos semanas y cruzó la ciudad hasta el Gran Septo en una peregrinación de arrepentimiento para rezar con el septón supremo. Al regresar anunció que a partir de entonces solo yacería con su legítima esposa, la reina Rhaella. Si las crónicas son ciertas, Aerys permaneció fiel a su voto y perdió todo interés en los encantos de las mujeres a partir de ese día en 275 AC.
el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, aerys ii
En principio, esta es la versión oficial. Queda la duda de si realmente se mantuvo fiel a sus propios votos o si, con el tiempo, solo fue así de manera pública volviendo a las andadas con mayor discreción y guardando las apariencias.
En todo caso, unos pocos años después Tywin llevaría a su joven hija a la corte, una muchacha de una belleza muy parecida a la de Joanna; pero, eso sí, decidida a lo que fuera por mantener a su hermano a su lado. Quizás no fue con Aerys, de acuerdo, pero entonces, ¿quién más podía ofrecerle lo que pedía y a qué precio?
Pero, apenas concluida la ceremonia, el rey Aerys II comenzó a albergar serias dudas acerca de su nuevo protector. Según cuenta el gran maestre Pycelle, la idea de incluir a ser Jaime en la Guardia Real tenía como finalidad humillar a su viejo amigo, pero, algo tarde, se dio cuenta de que iba a tener junto a él día y noche al hijo de lord Tywin, y con una espada en la mano.
el mundo de hielo y fuego, la caída de los dragones, el año de la falsa primavera
Se aceptan apuestas.
Debe estar conectado para enviar un comentario.