Análisis de Jon XII en Tormenta de Espadas, cuando es nombrado lord Comandante de la Guardia de la Noche después de estar sopesando la oferta de Stannis Baratheon de legitimarlo como Stark.

El Campeón del Torneo regresa de nuevo y lo hace con uno de los principales protagonistas de Tormenta de Espadas, Jon Nieve. Su arco en el tercer libro de Canción de Hielo y Fuego es uno de los que mejor ejemplifican la necesidad de George R. R. Martin de mover al personaje hasta el punto ideal para afrontar el salto temporal de cinco años que nunca se llevó a cabo. Así, el escritor pisa el acelerador durante sus últimos capítulos y, además, los carga de adrenalina, convirtiendo la parte final de esta trama en una lucha contra el el pasado, el presente y el futuro que deja al lector sin respiro.

No es de extrañar, por tanto, que el mejor capítulo de Jon en Tormenta de Espadas haya sido el que contiene su clímax: jon xii. Y eso quiere decir algo; porque estamos, sin duda, frente a uno de los arcos más potentes y poderosos de toda la saga. Los capítulos de Jon en este libro brindan momentos verdaderamente poderosos prácticamente en todos y cada uno de ellos, desde que conoce a Mance Ryder hasta que se ve abocado a «parlamentar» con él en una misión suicida, pasando por su romance con Ygritte o su huida y posterior enfrentamiento con los salvajes. Y eso solo en lo que respecta al Pueblo Libre, ya que la relación con sus hermanos de la Guardia de la Noche depara nuevos momentos de verdadera tensión, y las ofertas de Stannis seducen a los lectores casi más que al propio protagonista.

Pero, en definitiva, no es de extrañar tampoco que nuevamente Martin conduzca al pobre bastardo de Invernalia a enfrentarse consigo mismo al final de su arco. Jon nunca ha faltado a su cita con sus particulares dilemas sobre quién es en cada uno de sus libros. En Tormenta de Espadas es el turno de dejar bien claro que, ante todo, Jon Nieve es el hijo de Lord Eddard Stark.

Un Stark enterrado en Nieve

Stannis no es precisamente el más paciente de los hombres, y el tiempo se agota tanto para Jon como para la Guardia. Ambos tienen que enfrentarse a dos decisiones de gran trascendencia. Jon debe decidir si se queda en la Guardia de la Noche o abraza la nueva condición que Stannis está dispuesto a darle: la de Lord Stark, el nuevo señor de Invernalia. La Guardia, a su vez, debe elegir a un nuevo Lord Comandante, y los hombres de Stannis han planeado todo para que la elección del cargo tenga lugar esa misma noche. Los antiguos dioses y un inocente paseo, los cuales actúan como profundos núcleos de significado, servirán a Martin para resolver todo de una forma muy sencilla.

Comencemos por Jon. ¿Qué significa ser señor de Invernalia? De primeras, y en la situación en la que se encuentra Jon, implica apoyar al rey Stannis y abrazar su causa en la guerra que sigue abierta en Poniente. Significa, además, ser el nexo de unión con los salvajes a través del matrimonio con Val. Se trata en parte de una medida política con la que Stannis intenta ganarse al Norte. Y, al mismo tiempo, se trata también del principal recurso que Stannis considera para poder librar la verdadera batalla, la que enfrentará a la humanidad contra la oscuridad y el invierno. De hecho, muchos en su posición habrían aceptado la oferta por el mero hecho de que su cabeza corría peligro entre sus hermanos: no podemos olvidar que para buena parte de la Guardia es un traidor y un cambiacapas, como su padre.

Pero Jon, aunque se pierde en algunos pensamientos de este tipo, apenas afronta así la elección, ya que todas estas cosas no son demasiado importantes desde su perspectiva. Para el joven, ser el señor de Invernalia tiene un significado muy diferente, mucho más profundo y específico: encontrar su lugar en el mundo. En el fondo, para Jon ambicionar Invernalia significa aspirar a que un día su condición de bastardo desaparecerá y, con ella, sus propios fantasmas (que suelen tomar la forma de Catelyn o de las estatuas de granito de las criptas de Invernalia diciéndole que este no es su lugar) y las sensaciones de nunca dar la talla ni ser suficientemente digno y de no pertenecer a ningún sitio. Que esta es la verdadera cruz de Jon queda bien claro cuando vemos que pierde completamente el control al pensar en estas cosas mientras se entrena con Ferreo Emmett.

En definitiva, ser señor de Invernalia significa no ser un Nieve. Y eso es lo que quiere Jon, sin duda alguna:

Era lo que quería. Lo supo al instante. Lo quería más de lo que había querido nada en toda su vida.
«Siempre lo he querido —pensó con un aguijonazo de culpabilidad—. Que los dioses me perdonen

 

Sin embargo, aquí ya vemos que Jon se siente completamente culpable por semejante deseo. No obstante, Jon se ve con las fuerzas suficientes como para lidiar con ello, pues el sentimiento de pertenencia que anhela es más fuerte que el de la culpabilidad. Él mismo es consciente de que este tipo de deseos no son ni dignos ni honorables, que si alguien hasta el momento había conseguido romper todos los tópicos sobre los bastardos y sus bajos instintos había sido él, que el mejor modo de ser un Stark no puede ser un papel firmado por un rey sureño; pero lo que siempre ha ansiado es dejar de ser un Nieve.

Todo eso parece no importar demasiado hasta que llega Fantasma. Fantasma encarna a los antiguos dioses, y estos a su vez son utilizados por Martin como la quintaesencia de los Stark: sintetizan a la perfección lo que los diferencia del resto de grandes casas, y de ellos y de los Primeros Hombres derivan a su vez sus ritos, costumbres y tradiciones. Y eso es algo contra lo que Jon no puede luchar, porque es incapaz de arrebatarle a Invernalia su corazón, que es lo mismo que arrebatárselo a la Casa Stark. De ahí que cuando Jon se imagine como Lord Stark, lo que le venga a la mente es el inmenso arciano de Invernalia:

Cuando Jon cerró los ojos, vio el árbol corazón con aquellas ramas blancas, aquellas hojas rojas y aquel rostro solemne. Lord Eddard decía siempre que el arciano era el corazón de Invernalia… pero para salvar el castillo, Jon tendría que arrancar ese corazón de sus antiquísimas raíces y echarlo de comer al hambriento dios de fuego de la mujer roja.

 

Aceptar el apellido Stark de manos de Stannis implica hacer desaparecer el bosque de dioses de Invernalia, pero eso a su vez implica degenerar lo que significa ser un Stark. Aunque Jon no sea un Stark de derecho, sí lo es de hecho; y es precisamente por ser ya un Stark, por entender lo que su padre le quiso transmitir que era ser un Stark, por lo que se obliga a rechazar la oferta de Stannis. Ningún Stark haría cosa semejante, ni siquiera uno enterrado en la nieve; como tampoco contrataría a un verdugo para ejercer justicia. Eso es algo que puede entender hasta un Nieve como Jon, en quien hay más del Norte que en el resto de sus hermanos, como sentenciaría Tyrion.

No deja de ser irónico que la epifanía tenga lugar justo en este momento, porque refuerza aún más esta interpretación. Fue el propio Jon quien dijo que había cinco lobos para los cinco hijos de Ned Stark, y fue también él mismo quien encontró al cachorro albino que se había descarriado. Es diferente a los demás, sí, pero no deja ser un cachorro de la misma madre: la loba huargo que representa a la Casa Stark. No obstante, esta es una de las claves que podemos hacer nosotros como lectores porque para Jon, sin embargo, no es así. Fantasma significa que nunca será digno de ser un Stark a los ojos de los dioses, quienes ya lo señalaron en su día como diferente a los demás. Jon, como hiciera su padre, Ned Stark, se sobrepone a sus deseos para hacer lo que debe hacer:

«Ojos rojos —comprendió Jon—, pero no como los de Melisandre. —Tenía ojos de arciano—. Ojos rojos, boca roja y pelaje blanco. Sangre y hueso, como un árbol corazón. Pertenece a los antiguos dioses.» Y era el único blanco entre todos los lobos huargos. Eran seis los cachorros que Robb y él habían encontrado entre las nieves del verano tardío, cinco grises, negros y castaños para los cinco Stark, y uno blanco, blanco como la nieve.
Fue entonces cuando supo la respuesta.

 

Y lo que debe hacer es seguir en la Guardia de la Noche, y acabar siendo su Lord Comandante. Aquí, sin duda, uno podría pensar que está ante el típico final en el que el protagonista alcanza la meta porque es el protagonista. Sí, en cierto modo hay algo de eso, pero Martin trabaja a fondo para minimizar esa sensación. De hecho, no deja de ser un poco agridulce que Jon Nieve se convierta en Lord Comandante en el mismo capítulo en el que podría haber sido nombrado Lord Stark; y, además, tampoco es gratuito que el escritor pinte a Jon en este capítulo de un modo que la elección resulta coherente. Y lo hace oponiendo la madurez de Jon frente a las conspiraciones de sus enemigos:

—Mis señores —saludó con cortesía helada.
—¿Qué haces aquí, bastardo? —preguntó Thorne.
—Bañarme. Pero ya me voy, no quiero estropearos la conspiración.
Jon salió del agua, se secó, se vistió y los dejó a solas con sus tramas.
Una vez fuera se dio cuenta de que no tenía la menor idea de adónde ir. Pasó de largo de los restos de la Torre del Lord Comandante, donde hacía tiempo había salvado al Viejo Oso de un cadáver andante; pasó de largo del lugar donde Ygritte había muerto con aquella sonrisa triste en los labios; pasó de largo de la Torre del Rey donde había aguardado la llegada del Magnar y sus thenitas junto con Seda y Dick Follard el Sordo; pasó de largo de los restos chamuscados de la gran escalera de madera… La puerta interior estaba abierta, de manera que Jon bajó por el túnel y cruzó el Muro.

 

Con solo un párrafo, Martin ofrece la hoja de méritos de Jon Nieve para el cargo: se ha enfrentado a la amenaza que se encuentra más allá del Muro, ha defendido el Castillo Negro, conoce mejor que nadie al Pueblo Libre e incluso ha amado y perdido, lo que si bien no es algo directamente relacionado con los votos de la Guardia, no deja de ser fundamental en el proceso de maduración de cualquier persona. El recurso del escritor, forzándole a dar ese paseo, es realmente productivo. En unas pocas líneas queda claro que, a pesar de su juventud, es un hombre de la Guardia curtido que ha sobrevivido a una de las etapas más complicadas de su milenaria existencia y que ha demostrado con sus acciones un compromiso intachable.

Ned Stark en el bosque de dioses

Brace Yourself, por Winelda

Y, además, el camino seguido hasta aquí resulta igualmente coherente. Por supuesto, este empezó desde el mismo día en el que fue elegido como mayordomo de Lord Mormont, y es verdad que ahí jugó a favor quién era. Pero lo cierto es que no solo era importante su condición de bastardo de uno de los grandes y más reputados señores de Poniente. Es decir, sin duda, en un lugar como el Muro, el apellido Stark sigue significando mucho, pero también hay que entender que, teniendo en cuenta el estado actual de la Guardia de la Noche, donde los caballeros se cuentan con los dedos de las manos, Jon era un activo valioso en cuanto a que ha sido educado en Invernalia, a la sombra de Eddard Stark. No obstante, desde ese momento Jon se fue ganando poco a poco todos sus méritos, y tras su expedición Más Allá del Muro es casi un desenlace lógico que el chico o bien acabe ajusticiado o bien lo haga como líder.

Pero no es lo mismo convencer al lector que convencer a sus propios personajes, y es por ello que Martin decide que otros personajes muevan sus hilos para facilitar las cosas y convencer al resto. Uno de ellos es su mejor amigo, quien de hecho le hizo ver lo que significaba el nombramiento de mayordomo de Mormont. El otro es un misterioso pájaro que siembra la duda sobre si la elección es lo que tenía que ocurrir:

Un enorme cuervo salió repentinamente de la olla con un graznido brusco en medio de un remolino de plumas. Revoloteó hacia arriba, tal vez en busca de una viga en la que posarse o una ventana por la que escapar, pero en la bóveda no había ni una cosa ni la otra. El cuervo estaba atrapado. Graznó de nuevo y voló en torno a la estancia una vez, dos veces, tres veces… Fue entonces cuando Jon oyó el grito de Samwell Tarly.
—¡A ese pájaro lo conozco! ¡Es el cuervo de Lord Mormont!
El cuervo se posó sobre la mesa más cercana a Jon.
Nieve —graznó. Era un pájaro viejo, sucio y roñoso—. Nieve —dijo de nuevo—. Nieve, nieve, nieve.
Caminó hasta el extremo de la mesa, extendió de nuevo las alas y voló para posarse en el hombro de Jon.
[…]
¡Ha sido cosa de Sam! —ratificó Pyp. El muchacho había cogido un odre de vino antes de salir, bebió un largo trago—. Sam, Sam, Sam el mago —entonó—, Sam el genio, Sam, Sam, el maravilloso Sam. ¡Ha sido cosa de Sam! Pero ¿cuándo te las arreglaste para meter el cuervo en la olla, Sam? Y por los siete infiernos, ¿cómo podías estar seguro de que iba a volar hacia Jon? Imagínate que va y se posa en el cabezón de Janos Slynt, menuda cagada.
Yo no he tenido nada que ver con lo del pájaro —insistió Sam—. Por poco me meo encima cuando salió volando de la olla.

 

Por último, Martin no podía dejar escapar este gran momento sin sembrar algo de cara al futuro de Canción de Hielo y Fuego. Y lo cierto es que lo hace, de nuevo, tratando de hacer digerible el protagonismo de Jon Nieve. Porque sí, sin duda es uno de los grandes protagonistas de esta saga, pero no por ello quedará libre de pagar sus errores:

Ser Denys Mallister fue más cortés.
—Lo que me pidió el joven Samwell fue muy duro —le confesó el anciano caballero—. Cuando salió elegido Lord Qorgyle me dije: «No importa, lleva en el Muro más tiempo que tú, ya llegará tu momento». Cuando se votó a Lord Mormont pensé: «Es fuerte y decidido, pero también anciano, puede que aún llegue tu momento». Pero tú eres casi un niño, Lord Nieve, y ahora tengo que volver a la Torre Sombría con la certeza de que mi momento no llegará jamás. —Esbozó una sonrisa cansada—. No hagas que lamente lo que he hecho. Tu tío era un gran hombre, igual que tu padre y el padre de tu padre. Espero que estés a su altura.

 

Y ahora, vuestro turno: ¿qué destacaríais del capítulo de Jon? ¿Veis realista la elección de Jon como Lord Comandante? ¿Creéis que Brynden o Bran pueden estar detrás de su nombramiento como Lord Comandante?

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