Hace mucho tiempo, en una entrada muy, muy lejana… el leal @SvariumHolmes envió una pregunta muy interesante a nuestra Consulta en los Fuegos. En ella, se preguntaba sobre la posible relación entre el culto de los Hombres sin Rostro y la Maldición de Valyria. Ni que decir tiene que se acabó hablando sobre los espectros de fuego y los Hombres sin Rostro, así como sobre su verdadero regalo.
Y es que, como suele ser costumbre por estos lares, la magia, sin fuego y sin sangre, se produjo en los comentarios. @Ser Arthur Dayne comenzó el ritual y @Wilma Deering, @SvariumHolmes y @StannySeaworth cumplieron con sus bendiciones. Tres años más tarde, y después de una intensa conversación por WhatsApp, hoy vengo como mero cronista a recopilar lo que pensaron nuestros compañeros.
El origen de los Hombres sin Rostro
— @Ser Arthur Dayne, @Wilma Deering, @Svarium Holmes y @Stanny Seaworth —
Remontémonos a los tiempos del antiguo Feudo Franco de Valyria. Por aquel entonces, la poderosa sociedad valyria, dominaba directa o indirectamente buena parte de Essos. Su riqueza se sustentaba en dos pilares: sus dragones y sus minas. Así, gracias a los primeros se alimentaba de mano de obra esclava continuamente a minas de las Catorce Llamas.
[…] Casi todas las minas son húmedas y gélidas, excavadas en piedra fría y muerta, pero las Catorce Llamas eran montañas vivas, con venas de roca fundida y corazones de fuego. Así que en las minas de la antigua Valyria siempre hacía calor, más calor cuanto más hondos eran los pozos. Los esclavos trabajaban en un horno. Las rocas que tenían alrededor estaban demasiado calientes para tocarlas. El aire apestaba a azufre; les calcinaba los pulmones cuando lo respiraban. Por gruesas que fueran las suelas de sus sandalias, tenían las plantas de los pies quemadas y llenas de ampollas. A veces, cuando horadaban una pared en busca de oro, encontraban en su lugar vapor, o agua hirviendo, o roca fundida. Algunos pozos tenían el techo tan bajo que los esclavos no podían caminar: tenían que ir agachados o arrastrándose. Y además, en aquella oscuridad candente había gusanos.
—¿Lombrices de tierra? —preguntó con el ceño fruncido.
—Gusanos de fuego. Hay quien dice que son parientes de los dragones, porque también respiran llamas. En vez de surcar los cielos, cavaban agujeros en la piedra y en la tierra. Si consideramos fidedignas las antiguas historias, ya había gusanos de fuego entre las Catorce Llamas incluso antes de que aparecieran los dragones. Los jóvenes no son más grandes que ese bracito flaco que tienes, pero pueden alcanzar un tamaño monstruoso, y no les gustan los hombres.
—¿Mataban a los esclavos?
—A menudo se encontraban en los pozos los cadáveres quemados y ennegrecidos, allí donde había agujeros en las rocas. Pero las minas eran cada vez más profundas. Los esclavos perecían a docenas, pero a sus amos no les importaba. El oro rojo, el oro amarillo y la plata tenían más valor que la vida de los esclavos, porque en el antiguo Feudo Franco, los esclavos eran baratos. Durante la guerra, los valyrios los capturaban por millares. En tiempos de paz los criaban, aunque a la oscuridad roja solo enviaban a morir a los peores.
festín de cuervos, arya ii
La situación era dantesca y, por lo que cuenta el Hombre Bondadoso, morir era realmente sencillo allí. Recapitulemos: fuego, vapor, agua hirviendo, azufre, roca fundida, gusanos de fuego y, por supuesto, unos amos que no eran humanos corrientes.
—¿Y no se revelaban y luchaban?
—Algunos sí. En las minas eran habituales las revueltas, pero pocas fueron las que prosperaron. Los Señores Dragón del antiguo Feudo Franco eran hechiceros poderosos; los hombres simples que los desafiaban lo podían pagar muy caro.
festín de cuervos, arya ii
Ni siquiera rebelarse era una opción, teniendo en cuenta el poder de los hechiceros valyrios. Y, a pesar de la baja esperanza de vida habida en las minas, todos los que se encontraban allí pedían lo mismo, morirse cuanto antes y acabar con el sufrimiento. Es en ese contexto donde apareció el primer Hombre sin Rostro:
[El primer Hombre sin Rostro] se movía entre los esclavos y escuchaba sus oraciones. En las minas trabajaban hombres de cien naciones diferentes. Cada uno rezaba a su propio dios y en su propio idioma, pero todos pedían lo mismo: pedían la liberación, que se acabara su dolor. Algo tan sencillo, tan simple… Pero sus dioses no respondían, y los hombres seguían sufriendo. «¿Acaso todos sus dioses están sordos?», se preguntaba. Hasta que una noche, en la oscuridad roja, comprendió qué pasaba.
»Todos los dioses tienen instrumentos, hombres y mujeres que los sirven y ayudan a que se haga su voluntad en la tierra. Los esclavos no suplicaban a cien dioses diferentes, como podía parecer, sino a un único dios con cien rostros diferentes. Y él era el instrumento de ese dios. Aquella misma noche eligió al más miserable de los esclavos, el que más había rezado pidiendo la liberación, y eso hizo: lo liberó de sus ataduras. Había entregado el primer regalo.
festín de cuervos, arya ii
Así pues, en las Catorce Llamas, bajo las ataduras de los hechiceros valyrios, la muerte era un regalo. Uno muy preciado, además. Pero, ¿cómo puede ser la muerte un regalo en un lugar donde, según cuenta el Hombre Bondadoso, era tan fácil morir?
La explicación es sencilla: no era tan fácil morir… definitivamente. Los hechiceros valyrios eran capaces de revivir continuamente a sus esclavos, en un ciclo abominable y eterno de muerte y resurrección en el mismísimo infierno. Del mismo modo que ataban a sus dragones, los hechiceros valyrios consiguieron atar a sus esclavos sin necesidad de usar cadenas. Ante el poder de la magia de fuego y sangre, morir definitivamente era una liberación toda vez que, tras tantas resurrecciones, uno ya dejaba de ser uno mismo. Todo recuerdo feliz se desvanecía mientras el fuego calcinaba cualquier vida anterior, dejando en el recuerdo solamente un presente brutal de esclavitud y dolor.
La situación de estos espectros de fuego era trágica. Pero debemos recordar que, en estas condiciones, ni siquiera es necesario un infierno real. El proceso de muerte y resurrección, por sí mismo, ya es espantoso. Ahí está Beric, que voluntariamente decidió darle a Catelyn Stark su llama de la vida.
—¿Cómo voy a pensar en algo que apenas recuerdo? Hubo un tiempo en que tenía un castillo en las Marcas y estaba comprometido para casarme con una mujer, pero hoy no sabría encontrar aquel castillo ni te podría decir de qué color tenía la mujer el pelo. ¿Quién me armó caballero, viejo amigo? ¿Cuáles eran mis comidas favoritas? Todo se va desvaneciendo. A veces creo que nací sobre la hierba ensangrentada de aquel bosquecillo de fresnos con el sabor de la sangre en la boca y un agujero en el pecho. ¿Eres tú mi madre, Thoros?
tormenta de espadas, arya vii
—El fuego consume. —Lord Beric estaba tras ellos y algo en su voz hizo callar a Thoros al instante—. Consume y cuando termina no queda nada. ¡Nada! […] ¿Seis veces, Thoros? Seis veces son demasiadas.
tormenta de espadas, arya viii
El horror es inimaginable. ¿Qué queda de uno mismo cuando lo ha perdido todo? Y, sobre todo, ¿quién es uno mismo cuando ha perdido cualquier recuerdo de quien fue? El Hombre Bondadoso tiene la respuesta:
—¿Quién era [el primer Hombre sin Rostro]?
—Nadie —respondió él—. Hay quien dice que se trataba de un esclavo. Otros, que era el hijo de un feudense, nacido de alta cuna. Algunos hasta te dirán que era un capataz que se apiadó de los hombres que vigilaba. Lo cierto es que nadie lo sabe.
festín de cuervos, arya ii
Y así siguen hoy los Hombres sin Rostro, siendo nadie, compartiendo un destino similar al de los esclavos de las Catorce Llamas. Eso es lo que exige el Dios de Muchos Rostros:
—Lo que ofrecemos no se puede comprar con oro. El precio eres tú, toda tú. […] Si permaneces aquí, el Dios de Muchos Rostros se […] quedará con tus sueños y esperanzas, con lo que amas y con lo que odias. Los que entran a Su servicio tienen que renunciar a todo lo que los convierte en quienes son. ¿Serás capaz?
festín de cuervos, arya ii
Ahora bien, a Martin le encantan las oposiciones, y aquí tampoco podía faltar una. A diferencia de los esclavos que trabajan en las minas de Valyria, los Hombres sin Rostro se convierten en nadie precisamente por atesorar demasiados recuerdos. Cambiarse el rostro implica asumir parte del alma de aquel al que pertenecía. Tras cambiarse muchos, los recuerdos del Dios de Muchos Rostros acaban sepultados bajo los de los rostros que utilizan para dar el don:
Sintió un tirón y oyó un susurro cuando le extendieron la cara nueva sobre la antigua. […] Unas manos se le cerraron en torno al cuello, duras como la piedra, para ahogarla; alzó las suyas
para defenderse del atacante, pero no había nadie. La invadió un miedo espantoso, y entonces oyó un sonido, un crujido estremecedor, acompañado por una oleada cegadora de dolor. Ante ella flotó un rostro, gordo, barbudo, cruel, con la boca deformada por la rabia.
—Respira, niña. Respira y expulsa el miedo. Expulsa las sombras. Él está muerto. Ella está muerta y ya no sufre. Respira.
[…]
«Es brujería —pensó—. Tengo una cara nueva. Una cara fea, maltratada.»
—Puede que sufras pesadillas una temporada —le advirtió el hombre bondadoso—. Su padre le daba palizas tan brutales y frecuentes que no dejó de sentir miedo y dolor hasta que vino a vernos.
danza de dragones, la niña fea
Cómo consiguen los Hombres sin Rostro hacer esto es un misterio. También lo sigue siendo, por supuesto, cómo consiguió romper el bucle de muerte y resurrección el primero de ellos. ¿Cambió su cara con el más miserable de los esclavos y aceptó él el sino de aquel desgraciado? ¿Consiguió inutilizar suficientemente el cuerpo del esclavo hasta hacerlo inservible? ¿Logró, mediante algún tipo de ritual mágico, que la magia de fuego y sangre no fuera efectiva sobre la carne del esclavo? Sea como fuere, no puede negarse que, en una situación así:
—La muerte no es lo peor que puede pasar —le respondió el hombre bondadoso—. Es Su regalo para nosotros, el fin de los anhelos y el dolor.
festín de cuervos, arya ii
Por ahora, solo podemos elucubrar. Y, ya que elucubramos, pensemos en el famoso Valar morghulis; todos los hombres mueren, en Alto Valyrio. Sabiendo de esta vida espectral, de esta no-vida que sufrían los esclavos de las Catorce Llamas, ya no parece tanta casualidad el parecido evidente entre «morghulis» y «Morgul». Como todos sabéis, Minas Morgul es el nombre que recibió Minas Ithil tras ser conquistada por los Nâzgul. No deja de tener sentido la semejanza de ambos términos, pues los espectros de fuego esclavizados se encontraban tan atados a los hechiceros valyrios como los Jinetes Negros a la voluntad del Anillo.
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