Regresamos una semana más con otro ensayo de Canción de Hielo y Fuego, esta vez del leal Rodrik el Lector, que se estrena en esta nuestra humilde comunidad con un análisis del personaje de Eddard Stark en Juego de Tronos, con algunas referencias a Dostoievski, Tolkien, Platón y Unamuno.

Si bien normalmente se considera a Brienne de Tarth como el equivalente de Don Quijote en los Siete Reinos, aquí se plantea también que la «locura» de Ned (la piedad por Cersei: él la denomina así, «la locura de la piedad»; la honradez a toda costa) es la que le lleva a ser objeto de burlas y finalmente a la muerte, un caballero fuera de lugar en un mundo anti-heroico.


Ned Stark como el Quijote de los Siete Reinos

— Rodrik el Lector —


Habitualmente, se considera, con razón, a Brienne de Tarth como el equivalente quijotesco de la saga Canción de Hielo y Fuego. Su personaje, a caballo entre Juana de Arco y el Ingenioso Hidalgo, encarna con nitidez caracteres como el idealismo, el honor, la lealtad y la tozudez, siendo objeto de burlas y desprecios, pero permaneciendo fiel a la verdad que defiende frente a todo tipo de contradicciones.

Sin embargo, también en el personaje de Eddard Stark podemos encontrar esta imagen del honor llevado hasta sus últimas consecuencias, unida estrechamente a una clase especial de locura: la piedad.

—¿Qué clase de locura os hizo decirle a la reina que sabíais la verdad sobre el origen de Joffrey?
La locura de la piedad —admitió Ned.

juego de tronos, eddard xv

 

Ned Stark y Cersei Lannister, por Tommy Arnold

La ejecución de Ned Stark, cerca del final de Juego de tronos, es una de las escenas más memorables de los libros (y de la serie) y quizá la que más impacto causa en el lector o espectador. Para muchos, es la escena que da el tono de toda la saga: mostrar la dureza del mundo real, frente al idealismo ingenuo asociado (con razón o sin ella) a la literatura fantástica. El héroe no alcanza el triunfo, sino que perece de forma ignominiosa y (aparentemente) poco o nada heroica.1

Eddard Stark es un personaje quijotesco porque, al igual que el hidalgo de La Mancha, aún cree sin reservas en el viejo honor caballeresco, sin importarle las consecuencias. En un mundo donde prima la política y donde triunfan las intrigas maquiavélicas de Petyr Baelish o del eunuco Varys, para quienes indudablemente el fin justifica los medios, Ned se mantiene fiel a lo que dicta su conciencia, al margen del cálculo de lo que esto pueda implicar para sus propios intereses o incluso a su propia vida. Él mismo lo afirma elocuentemente mientras el consejo del rey Robert debate el asesinato de Daenerys:

—A mí no me parece que sea tan complicado —dijo lord Renly encogiéndose de hombros—. Debimos matar a Viserys y a su hermana hace años, pero su alteza, mi querido hermano, cometió el error de hacerle caso a Jon Arryn.
La misericordia no es nunca un error, lord Renly —replicó Ned.

juego de tronos, eddard viii

 

Esta es la diferencia principal de Ned con los demás integrantes del Consejo (exceptuando posiblemente a ser Barristan Selmy): para él, el fin no justifica los medios. Esta es su locura: en un mundo pragmático, optar por el honor, por la conciencia, por la caballerosidad. Ned renuncia a los cálculos. Para él, las verdades que existen son de orden ante todo moral. Su espada está al servicio de ellas: legitimidad, lealtad, incluso cuando aquel al que se las ofrece, su querido amigo Robert, no es a todas luces un rey digno de ellas. Este código caballeresco, más un ideal que una realidad, es el que el propio Jaime Lannister, enemigo mortal de Stark, a medida que avanza su relación con Brienne de Tarth, descubrimos que siempre había anhelado encarnar:

Aquel muchacho quería convertirse en Ser Arthur Dayne, pero se había transformado en el Caballero Sonriente.

tormenta de espadas, jaime viii

 

Más allá de las decisiones más o menos equivocadas que Ned toma a lo largo de su vida, vemos que intenta guiarse por su sentido del honor. Sin embargo, no encontramos en él el orgullo o la ostentación que incluso toman cierta forma en Brienne de Tarth, con su ingreso en la Guardia Arcoiris y sus promesas solemnes de lealtad a Renly o a lady Catelyn. Ned no exhibe su caballerosidad. Se limita a declarar: no voy a hacer esto, no traicionaré mi conciencia. Pero no acierta en el momento de llevar tan altos ideales a la práctica, y siendo fiel a sus principios, cae en la trampa de Petyr Baelish.

Golpe de Desembarco del Rey, por Lukasz Jaskolski

Este es precisamente el rasgo más trágico que Dostoievski, gran admirador de Don Quijote, ve representado en el Caballero de la Triste Figura. Para el novelista ruso, la mayor pureza del hombre, su valor, su lealtad, se consumen muchas veces sin haber reportado beneficio a la humanidad, convirtiéndose en objeto de burla y desprecio “por no atinar en la hora decisiva con el verdadero sentido de las cosas”. Refiriéndose a la obra de Cervantes:

Ese libro, el más triste de todos, no olvidará el hombre llevarlo consigo el día del Juicio Final. Y denunciará el más hondo, terrible misterio del hombre y de la Humanidad en él contenido; que la belleza suprema del hombre, su pureza mayor, su castidad, su lealtad, su valor todo y, finalmente, su talento más grande, se consumen hartas veces, por desgracia, sin haber reportado a la Humanidad provecho alguno, convirtiéndose, si a mano viene, en un objeto de irrisión…

dostoievski, diario de un escritor (1876)

 

Para Dostoievski, el destino del Quijote, como para nosotros el de Eddard Stark, puede movernos a risa pero también a llanto (eso dependería, en términos tolkienianos, de la aplicabilidad libre del lector). En el caso de Ned es su “locura” particular la que provocará su trágico fin: la piedad. La compasión mostrada hacia Cersei y sus hijos será el detonante de su detención y su condena a muerte, y el desencadenante de una guerra civil en Poniente y la caída de toda su Casa.

En este sentido una comparación (quizá inevitable) con la obra de Tolkien sería muy oportuna: en El Señor de los Anillos, la piedad es igualmente el factor clave que determinará el destino de la historia, pero en un sentido radicalmente diferente al del desdichado Ned. Frodo, al igual que Ned, terminará su viaje en un fracaso, pero en su caso será la piedad mostrada hacia Gollum (también por parte de Bilbo y posteriormente de Sam) la que hará posible su redención y el éxito de la misión, junto con la derrota de Sauron y la salvación de la Tierra Media. Todo ello está ya prefigurado en las palabras de Gandalf en el segundo capítulo de La comunidad del Anillo, al reflexionar sobre Gollum, respondiendo a la reacción de Frodo que lamenta que Bilbo no le diera muerte cuando tuvo la oportunidad.

El corazón me dice que todavía tiene un papel que desempeñar, para bien o para mal, antes del fin, y cuando este llegue, la misericordia de Bilbo puede determinar el destino de muchos, no menos que el tuyo.

j.r.r. tolkien, La comunidad del anillo, “la sombra del pasado”

 

Lo que es sabiduría en el mundo de Tolkien, se convierte en locura en el mundo de Hielo y Fuego. La diferencia entre ambos puede radicar en que se sitúan en una diferente “edad de la imaginación”. La historia de Frodo transcurre en una Edad de los Héroes; más exactamente, ya desde El Hobbit, es un viaje desde el mundo burgués y cotidiano de La Comarca, hacia el mundo épico de las canciones y leyendas de los Días Antiguos, el mundo de los Elfos y las grandes hazañas. En cambio, en Poniente no hay Elfos2. La Edad de los Héroes, la de los cuentos de la Vieja Tata (y que Eddard contaba a su hijo Bran), ha quedado atrás. Ya no es posible estar, como Sam, “dentro de una canción, si usted me entiende”3, caminando por los bosques de Lothlórien. El retorno de la magia (los dragones) no trae consigo un regreso del Paraíso perdido.

Ned Stark junto al arciano con Hielo

En el bosque de dioses: Eddard Stark

Siguiendo el viejo mito de Hesíodo en Trabajos y días, podríamos decir que El Señor de los Anillos no transcurre en una Edad de Oro (Valinor ha quedado atrás y está fuera del alcance de los Hombres), pero sí en una Edad de Bronce, una edad heroica en la que todavía es posible luchar visiblemente contra la Sombra y protagonizar hazañas que servirán como tema de una canción. Pero los Siete Reinos viven ya una Edad de Hierro. No hay lugar para los héroes. Las canciones ya no son reales, como no se cansa de repetir el Perro a la ingenua Sansa. Ned Stark es un héroe en un mundo anti-heroico. Su visión de la vida es propia de una edad pasada, y sin embargo sigue aferrado a ella, hasta su último aliento, convirtiéndose en el último hombre de honor. Esto es lo que hace de él una figura profundamente quijotesca.

Pero su final no será solamente la burla sino la muerte, y una muerte ignominiosa. Ya lo había visto Platón en la República cuando se pregunta, en boca de Glaucón, por la suerte del hombre justo, dispuesto, no a parecer bueno, sino a serlo. Por ello, este hombre debe perder incluso la apariencia de bondad, que haría recaer sobre él la sospecha de buscar la virtud, no por sí misma, sino por honores y recompensas. El justo, que quiere serlo realmente y no solo ante los hombres, debe pasar por ser un criminal.

Si es como hemos dicho, el justo será flagelado, torturado, encarcelado, le quemarán los ojos, y tras haber padecido toda clase de males, será al fin empalado y aprenderá de este modo que no hay que querer ser justo, sino solo parecerlo.

platón, república ii 361-362

 

El justo que no cede ante las apariencias, que no busca su propia conveniencia sino la justicia en sí, que termina sus días despojado de su propia fama y sufre una ignominiosa condena a muerte al igual que un traidor, pasando por tal ante los ojos de los demás. Esta es para Glaucón, el personaje del diálogo platónico, la suerte que espera a aquel que no solo desea parecer justo sino serlo en realidad. Es una lección que podría haber suscrito el propio Varys. Desoírla es una locura.

—Ah —dijo Varys—. Claro. Sois un hombre sincero y honorable, lord Eddard. A veces se me olvida. He conocido a tan pocos en mi vida… —Echó un vistazo a la celda—. Al ver adónde os han traído la sinceridad y el honor, lo comprendo.

juego de tronos, eddard xv

 

Eddard Stark, el hombre “simple y noble” en palabras de Platón, corre una suerte más terrible que la de Don Quijote pero igualmente irónica. Por la peculiar forma en la que Martin dispone los capítulos, el lector vive la escena de la ejecución de Ned con los ojos de Arya, por lo que es imposible saber qué es lo que pasa por la mente de Stark entre su último diálogo con Varys en las celdas negras y su muerte. La pregunta sigue abierta: ¿cómo murió Stark? ¿Qué pensó en sus últimos momentos? ¿Se arrepintió de su “locura”, como Alonso Quijano, o confió en su honor hasta el final, aun cuando, para salvar la vida de su hija, tuviera que pasar por traidor?

Sin embargo, en la serie Ned murmura unas palabras ininteligibles antes de que Hielo caiga inexorable. Tras muchas especulaciones, Sean Bean reveló lo que su personaje estaba diciendo en ese instante crucial, el último pensamiento que cruzó por su mente. En sus propias palabras:

Ned was … “just saying a prayer.” (…) “I just thought, ‘What would you do if this were really gonna happen?’ You probably would pray.” [Ned estaba… “diciendo una oración”. (…) “He pensado: ¿Qué harías si esto fuera realmente a suceder? Probablemente rezarías”].

here’s what ned stark whispered during his ‘game of thrones’ death

 

Ejecución de Eddard por Ilyn Payne, por Magali Villeneuve

Esta posible apertura final de Ned a la trascendencia, desesperada y casi instintiva, es muy relevante. Continuando la comparación con la obra de Tolkien, habría que decir que la diferencia entre la piedad de Frodo y la piedad de Ned radica en que para Martin no hay (o no parece haber todavía) “eucatástrofe”, es decir, el giro gozoso, repentino e inesperado de los acontecimientos propio del cuento de hadas que para Tolkien era referente inexcusable de la Fantasía. Para Frodo, la eucatástrofe radica en que su piedad hacia Gollum hace posible que finalmente su propio enemigo, traicionándolo, lleve a cumplimiento la misión sin saberlo. Pero no todas las obras tolkienianas incluyen una eucatástrofe “en este mundo”.

En su peculiar versión de la leyenda nórdica de Sigurd, el matador del dragón (basada en los fragmentos de la Saga de los volsungos y la Edda poética), mantiene el final trágico propio de sus fuentes: Sigurd perece asesinado por envidia y traición. Sin embargo, Tolkien añade un final inesperado: sigue siendo el elegido de Odín, y su muerte es el medio previsto para un final más espectacular en el Ragnarok. Después de esperar en el Valhalla, rodeado de los héroes, Sigurd matará a la Serpiente en la batalla final, y hará posible de este modo la llegada del mundo nuevo que vendrá tras la destrucción. De esta manera, una muerte ignominiosa es transformada, por la eucatástrofe, en un final glorioso.

También para Don Quijote imagina Miguel de Unamuno, otro gran admirador de esta figura universal, un final de eucatástrofe más allá de las fronteras de este mundo; eucatástrofe que puede dar cuenta de la práctica leal de la justicia hasta sus últimas consecuencias, de la locura de la piedad, tal como creemos que fue el caso de lord Eddard Stark.

Se le llenó de luz el cerebro al caballero. Y vio toda su vida bañada en luz. Y al Cristo sobre una colina, al pie de un olivo, bañado en luz del alba de un día de primavera, y oyó —era como si cantase el cielo— estas palabras: «¡Bienaventurados los locos porque ellos se hartarán de razón!».
Y el caballero se sintió en la gloria eterna.

miguel de unamuno, la bienaventuranza de don quijote (1922).

 

  1. Sin embargo para el actor que lo encarnó, Sean Bean: In Lord of the Rings that death scene work out quite well and Peter Jackson shot it beatifully, so it was quite heroic, and that also applies to the Ned Stark scene.
  2. Bran emprenderá un viaje en busca del Cuervo de Tres Ojos que le llevará a encontrar a los Hijos del Bosque, último vestigio con una magia desaparecida. Pero estas criaturas no equivalen del todo ni en figura ni en significación a los Elfos tolkienianos.
  3. J.R.R. Tolkien, La comunidad del Anillo, “Lothlórien”