Me alejé más de lo que solía para encontrar una posada en la que no se acordasen de mí. Algo difícil, dada la cantidad de granos y verrugas que poblaban el que en su dia era el rostro del más guapo de mi comarca. O al menos eso decía mi abuela. Mientras caminaba por oscuros callejones, vi a una compañía de comediantes representar La vida del ilustre Rey de los Bretones, en la que Artorius, Rey de los llamados Bretones de Essos, recorría su reino buscando caballeros para su corte de Camelot. “Oh, ésta es genial. Que pena no quedarme a ver cuando los malvados lysenos intentan vencerle tirándole una vaca encima. O cuando se enfrenta al Caballero Negro cortándole las extremidades”. La pena era que la compañía debía estar pobre de recursos, pues en lugar de un caballo tenían a otro cómico golpeando dos cocos que era facilísimo de ver.

Al final llegué a El Pony Pisador, una posada de la que el novicio Adso había hablado bien. Al entrar, vi porque le gustaba a Adso y a su extraño humor: estaba llena de personajes pintorescos. Al entrar, oía como un hombre gritaba lo buena que estaba la tarta de cereza a su acompañante, un hombre de pelo blanco bastante duro de oído que comía una rosquilla. En una esquina, vi a dos hombres con una apariencia más que extraña, como si hubieran robado el vestuario a una compañía de cómicos. Uno de ellos parecía un isleño del verano con su pelo en forma esférica y le decía a su compañero que había decidido vivir como vagabundo y vagar por la tierra. Algo que a su compañero no le gustaba un pelo.

“Me he metido en una jaula de locos. Pero al menos hay cerveza”. Me di cuenta de que unos bardos se habían juntado y habían empezado a tocar una melodia extraña que no había oído nunca antes, pero insoportablemente pegadiza. Me dirigí al rincón más alejado del gentío y me senté, pero de repente aparecieron seis amigos diciendo que esa era la mesa en la que siempre se ponían. “¿Es que no hay más mesas, panda de chalaos?”, dije. Pero una de ellas, rubia, me amenazó afirmando que estaba ante la Princesa Consuela de la Casa Bananahammock. Aunque no me creí su patraña, decidí que tampoco era recomendable enemistarme contra seis ya que me superaban vastamente en número, y menos cuando uno decía que era experto en algo llamado Unagi. Vi que venía el camarero, un hombre espantosamente feo y con actitud aún más desagradable, que se entretenía amenazando a un gordo calvo con una piel extrañamente amarilla al que le faltaba un dedo en cada mano.

—Una cerveza, buen hombre.
Marchando una Duff.
—¿Duff? No sé qué es ni quiero saberlo.
—Pues tú te lo pierdes imbécil. En la Taberna de Moebius no servimos otra cosa.
—Dita sea. Está bien, póngame una de esas a ver a qué sabe.
—Por si te sirve de algo, es mejor que esa Cruz, Cruzca… no recuerdo el nombre…esa que tanto gusta en Dorne.
—Ni me hable de esa, hágame el favor.

Asqueado, finalmente me senté en una mesa lo más alejado que pude y saqué lo que ya era una adicción a todas luces: “mi” volumen de Fuego y Sangre. Seguí por donde lo había dejado: por el reinado de Jaehaerys el Conciliador.

Tiempo de pruebas

Jaehaerys I, por Doug Wheatley

A pesar del mal tiempo, Jaehaerys Targaryen, el primero de su nombre, llegó a lomos de su dragón Vermithor a Desembarco del Rey, donde lo esperaba toda la corte para recibirlo. El hombre que bajó del dragón ya no era el muchacho que abandonó la capital para vivir en Rocadragón, sino el rey de los Siete Reinos. Los señores allí congregados se inclinaron ante su nuevo monarca, pero era clamorosa la ausencia de su madre, la reina Alyssa, a la que tuvo que ir a buscar al Torreón de Maegor, donde se encerró devastada por el enfrentamiento con sus hijos y con su esposo.

Las primeras medidas de Jaehaerys pasaron por la reorganización de su consejo, en el que incluyó a un hombre de más allá del Mar Angosto: Rego Draz, el hombre más rico de Pentos por aquel entonces, aunque de orígenes humildes. En el ámbito de la Fe, despidió al controvertido septón Mattheus que tantas veces había despotricado contra el incesto Targaryen y llamó en su lugar a un joven de Altojardín llamado Barth, que se encargaría de la biblioteca. El rey también depuró otros tantos cargos menores y las celdas negras, donde para su desgracia aún había prisioneros de su tío Maegor. Una vez satisfechos estos cambios, Jaeharys convocó a su anterior Mano, Rogar Baratheon, que reclamó misericordia para su familia. El rey, sentado en el Trono de Hierro, le perdonó todos sus delitos, pero con una serie de condiciones: además de no volver a pronunciar palabra contra sus reyes, debía aceptar a su esposa, la reina Alyssa, y acogerla en Bastión de Tormentas. Ante tal obra de justicia del rey, Rogar preguntó si debía enviar rehenes a la corte. La respuesta del rey fue enseñarle a Vermithor devorando un toro.

—Cada día es un poco más grande —comentó Jaehaerys mientras rascaba al gran dragón debajo de la mandíbula—. Quedaos con vuestros sobrinos, mi señor. ¿Para qué necesito rehenes? Tengo vuestra palabra; no me hace falta nada más.

Pero el gran maestre Benifer oyó también lo que el rey no dijo. «“Hasta el último hombre y niño de las Tierras de la Tormenta es mi rehén mientras tenga esta montura”; esa fue la advertencia muda de su alteza —escribió Benifer—, y lord Rogar la oyó perfectamente.»

fuego y sangre: historia de la dinastía targaryen

 

Resueltas estas cuestiones previas, que demostraron la firmeza del rey en sus primeras decisiones como gobernante, llegó el momento de hacer frente a los dos principales problemas del reino: por un lado, con las arcas vacías la deuda de la Corona no paraba de crecer y, por otro, su matrimonio «secreto», que cada vez más lo era a voces.

En el apartado económico, Rego Draz, el nuevo consejero de la moneda venido de Pentos, se encargó de negociar tres nuevos créditos con las compañías financieras de las Ciudades Libres que permitieron reanudar las obras públicas pendientes, pero esto sólo servía para paliar el problema; la solución pasaba por la recaudación, gravando los caprichos, las mercancías finas y caras que los nobles importaban de ultramar, además de las codiciadas especias procedentes del mar de Jade. “Menos mal, a mi no me hubieran pillado”. El rey también estableció una ley de fortificaciones, gravando su construcción tanto para recaudar impuestos como para evitar los eventuales desafíos de los nobles. Atendidas las cuestiones económicas del reino, el rey por fin decidió traer a la capital a Alysanne después de medio año separados y celebraron sus segundas nupcias, oficiadas por el recién llegado septón Barth. Entre los asistentes estaban Rogar Baratheon y la reina viuda Alyssa, pero también había acudido Rhaena Targaryen para presenciar la boda de sus hermanos y visitar a su hija Aerea. A la ceremonia le siguió el encamamiento, consumándose su unión ante los ojos de los dioses y los hombres.

Aunque las circunstancias del matrimonio de los nuevos monarcas no eran ni remotamente parecidas a las uniones de sus antecesores, Jaehaerys no pretendía caer en sus mismos errores, de modo que envió a siete legados por todo el Reino para que esgrimieran su ingenio, su coraje y su lengua. Siete fueron los enviados: tres hombres y cuatro mujeres, de entre las que destacaba la reina Elinor, la Novia de Negro que había encontrado el cadáver de Maegor, y que hablaba de las maldades de su difunto rey y de la bondad de sus sucesores. El dogma fundamental de la doctrina conocida como el excepcionalismo era sencillo: las leyes de los Siete aborrecen el incesto y los excepcionalistas acatan este extremo, pero con una reserva. La Fe de los Siete tiene su origen en Andalia, pero los Targaryen proceden de la Antigua Valyria, donde imperaban otras leyes y tradiciones, y eran los únicos jinetes de dragón, además de que sus características físicas atestiguaban las diferencias.

«Los ándalos, los valyrios y los primeros hombres: todos somos obra del mismo dios —predicaba el septón Alfyn desde su palanquín—, pero no a todos nos hizo iguales. También creó a los leones y a los uros, bestias nobles por igual, pero les otorgó distintos dones: ni el león puede vivir como un uro ni el uro como un león. Vos, mi señor, cometeríais un grave pecado si yacierais con vuestra hermana; pero no sois de la sangre del dragón, ni yo tampoco. Ellos obran como siempre han obrado, y no nos corresponde a nosotros juzgarlos.»

fuego y sangre: historia de la dinastía targaryen

 

Los Siete Heraldos, por Doug Wheatley

Todavía resulta difícil decir por qué nadie se alzó contra Jaehaerys y Alysanne como ya lo hicieron anteriormente contra sus hermanos, pero es evidente que los Siete Heraldos desempeñaron bien su papel. Sin embargo, Jaehaerys no se equivocaba al creer que le esperaba un tiempo de pruebas, pues a pesar de los innumerables problemas a los que se enfrentaba el rey, ninguno era tan peliagudo como el que representaba su hermana Rhaena.

Después de abandonar Roca Casterly, Rhaena Targaryen y su corte ambulante iniciaron su propio viaje real por el Occidente y las Tierras de los Ríos. Aunque al principio los recibían con los brazos abiertos, al poco tiempo los miraban con malos ojos; pero otros no miraban al Fuegoensueño con los ojos del miedo, sino con los de la codicia. Ante esta situación, su hermano le propuso regresar a la corte, pero Rhaena ansiaba lo que le pertenecía por ser de la Sangre del Dragón: Rocadragón. Aunque en un principio se mostraba reticente, Jaehaerys no vio otra alternativa que concedérselo; pero no por derecho, sino con su venia y nada más. También le entregó a su hija Aerea y, de este modo, la Reina en el Oeste se convirtió en la Reina en el Este de la noche a la mañana.

Durante el resto del año, el gobierno de Jaehaerys transcurrió sin más crisis ni pruebas. Alysanne comenzó a asistir a las reuniones del consejo y, para sorpresa de los consejeros, pronto demostró su valía como gobernante, pero también se propuso dotar a la Fortaleza Roja de mayor magnificencia que nunca con bardos, músicos, bailarines y el primer bufón de la corte. El rey Jaehaerys lo acogió todo de buen grado, pero nada lo hizo tan feliz como recibir la noticia de que la reina Alysanne estaba encinta.

Nacimientos, muertes y traiciones

Una de las razones por las que son recordados Jaehaerys y Alysanne es por la gran cantidad de viajes que realizaron a lo largo y ancho del reino. Frecuentemente, pasaban las noches en las fortalezas de sus súbditos y celebraban audiencias en pueblos y aldeas donde oían las quejas y súplicas del pueblo llano. Pese a su embarazo, Alysanne acompañó a Jaehaerys en su primer viaje, pero limitándose a las Tierras de la Corona; mientras que el rey se adelantaba al Valle de Arryn. “Con un dragón de esos suyos, me iba a las Islas del Verano y no se me volvía a ver el pelo en la corte”. Fue en el Valle Oscuro donde Alysanne dio la primera de sus famosas “audiencias de mujeres”, en las que la reina escuchaba a nobles y plebeyas. “La de maridos que hubieran regalado tierras por saber qué se cocía en esas audiencias…”

Alysanne en los baños de Poza de la Doncella, por Doug Wheatley

También aprovechó para bañarse en las aguas de Poza de la Doncella, que tenían fama de ser sanatorias, deseando así que beneficiase su embarazo. En compañía de las septas Edith y Lyra, se introdujo en las aguas… pero las hermanas que atendían las aguas sagradas de Poza de la Doncella pensaron que se malograrían si una abominación incestuosa las tocaba, de modo que intentaron asesinar a la reina. Por suerte, no contaron con que sus protectoras la defenderían, que se interpusieron entre la reina Alysanne y sus cuchillos, muriendo Rosamund Ball durante el forcejeo. La Guardia Real entró en la sala y mató a dos de las atacantes, dejando a una con vida, que terminó confesando que había otras seis involucradas. Todas fueron colgadas por Lord Mooton. Alysanne perdió al niño que llevaba en su vientre, Aegon, tres días después de nacer, y culpó de ello a las hermanas que intentaron asesinarla. Jaehaerys, que regresó inmediatamente de su viaje, ordenó a Jonquil Darke, la hermana bastarda de Lord Darklyn que se hacía pasar por caballero, que protegiera a la reina incluso donde los guardias reales no podían entrar con la reina, a la que el reino la conoció como “la Sombra Escarlata”.

“Vaya mala leche. Atacar a una mujer embarazada indefensa. Bien que hablan luego de santos y santas”. Sin embargo, un cuervo de Bastión de Tormentas anunció el embarazo de la reina madre, Alyssa Velaryon. Los reyes se alegraron al tiempo que se preocuparon, pues Alyssa contaba ya con cuarenta y cuatro años, una edad peligrosa para tener hijos. Sin embargo, la semilla de los Baratheon es fuerte y, al año siguiente, nació un niño sano de pelo negro llamado Boremund.

Con el tiempo, Jaehaerys reanudó su viaje al Valle y de nuevo Alysanne le acompañó. No pudo hacer el viaje entero, pero en el tiempo que estuvo al lado de Jaehaerys pudo concertar el matrimonio de varios señores del Valle y las Tierras de la Corona, así como celebrar más audiencias de mujeres. En esta ocasión, las audiencias dieron ideas a la reina, ideas que contó a su esposo y se materializaron en la Ley de Viudas, que exigía al primogénito varón mantener a las viudas en las mismas condiciones vitales que disfrutaban en vida de sus maridos, sin poder expulsarlas o quedarse con sus bienes, así como la prohibición de desheredar a la viuda y su descendencia. Fue la primera de muchas veces en las que la reina influyó, para bien, en la política de Jaehaerys hacia sus propios súbditos, pero no la más famosa.

Otra preocupación de Jaehaerys fue el desarrollo de Desembarco del Rey. La ciudad seguía creciendo, pero sus calles eran sucias y caóticas, con tabernas andrajosas al lado de ricas mansiones y grandes templos, rodeadas por calzadas llenas de barro y heces . Parecía más una aldea gigantesca que la capital de un reino. El rey ensanchó las calles y construyó plazas que las comunicasen y, a la vez, de las que salían otras vías, adornándolas con árboles y asignándolas como lugares de mercado.

Para costear estas obras, el rey confió en su Consejero de la Moneda, el pentoshi Rego Draz. Su afán recaudatorio le hizo más impopular de lo que ya era por exhibir su riqueza mientras “atacaba” la de los demás: se le tenía por corrupto, impío y mestizo, si bien las dos últimas cosas eran inevitables dado su origen extranjero. Draz estableció nuevos tributos a todos los que entraban y salían de la capital, así como sobre las mercancías. “Joder, solo le faltaba poner multas a quien orinase en la calle. Menos mal que a mi nunca me ha pillado la Guardia de Antigua”. Tras saber que la reina se hallaba de nuevo embarazada (y después de que la reina le convenciera de no quedarse a su lado), el rey viajó a las Tierras de los Ríos, hasta que la reina dió a luz a la princesa Daenerys. La nueva hija de los reyes pronto fue adorada en todo el reino…. con la excepción de Rocadragón.

En la antigua fortaleza de los Targaryen, no era frecuente la felicidad. La relación entre la princesa Rhaena y su hija Aerea era fría como el humor de un norteño. La niña, acostumbrada a la alegre vida cortesana, no se adaptaba a la lúgubre isla, ni a su aún más lúgubre y severa madre ni a sus acompañantes, salvo por la intrépida y carismática Elissa Farman, cuyo carácter parecía ir asimilando la joven princesa. Lo único que podía llamarle la atención en la isla eran los dragones que la habitaban: Aerea se familiarizó pronto con todos ellos, de los más pequeños a los más gigantescos y peligrosos, como Vhagar o Balerion, el Terror Negro. Ante la ausencia de herederos de sus tíos los reyes, se acostumbró a ser objeto de la atención de todo el mundo y, por ello, el nacimiento de Daenerys desplazó su importancia, lo que no hizo más que agriar su carácter ya de por sí revoltoso. Por su parte, Elissa vio cómo su relación con Rhaena se debilitaba por su negativa a financiarle un barco con el que explorar los mares. “Lo normal. Te enamoras de alguien hasta que se niega a pagarte un barco y la relación se va a la porra. ¿A quien no le ha pasado? De ahí la canción “Cuando zarpa el amor” que he oído alguna vez.”

Tras la felicidad del nacimiento de Daenerys, la muerte se cernió sobre el reino. El año comenzó con la muerte del septón Oswyck, que había oficiado la boda de los reyes contra todo el mundo, dejando su cargo al septón Barth. Poco después, llegó la noticia de un nuevo embarazo de la reina Alyssa. Pese a la alegría de Lord Rogar, en la corte se temía de que podría pasar a la reina, con cuarenta y seis años, de pasar por su octavo embarazo. No obstante, el tercer mazazo fue peor que ambas cosas juntas: Elissa Farman, harta de los desplantes de Rhaena, se fugó de Rocadragón con tres huevos de dragón, con cuyo incalculable valor pensaba financiarse su ansiado navío. Fracasando en sus intentos de dar con ella, se vio obligada a contárselo a su hermano.

La noticia de que tres huevos de dragón habían escapado al control de los Targaryen preocupó en gran medida al rey: había riesgo de que se alzase un nuevo imperio al otro lado del mar Angosto y ni siquiera se sabía dónde se encontraba Elissa. Pese al carácter pacífico de Jaehaerys y los inconvenientes y grandes costes que supondría, no había duda: había que evitar de cualquier manera que Valyria volviera a surgir.

—Si aparecen los dragones, de aquí a Yi Ti, exigiremos su devolución. Nos los han sustraído; son nuestros por derecho. Si no nos conceden tal exigencia, tendremos que partir en su busca para recuperarlos si podemos, o matarlos si no. Ninguna cría podría enfrentarse a Vermithor y Fuegoensueño.
—¿Y Ala de Plata? —preguntó Rhaena—. Nuestra hermana…
—No tuvo nada que ver. No quiero ponerla en peligro.
—Ella es Rhaenys y yo soy Visenya. —La Reina en el Este sonrió—. Jamás lo he visto de otro modo.
—Habláis de librar una guerra allende el mar Angosto, alteza —dijo el gran maestre Benifer—. Los costes…
—Deben sufragarse. No permitiré que Valyria se vuelva a alzar. Imaginad qué harían los triarcas de Volantis con unos dragones. Recemos para no llegar a tal situación. —Con lo cual, su alteza puso fin a la audiencia tras prohibirles volver a hablar de los huevos desaparecidos—: Nadie más debe saberlo, salvo nosotros tres.

fuego y sangre: historia de la dinastía targaryen

 

Pero como los pescadores son de por sí charlatanes, la historia se conoció en todas partes. Pronto llegaron a todos los puertos conocidos legados de Poniente ofreciendo recompensas por cualquier información. Después se supo que Elissa había adoptado la identidad de Alys Colina y vendió los huevos al Señor del Mar de Braavos.

Alysanne y Ala de Plata en Antigua, por Doug Wheatley

Mientras tanto, el Septón Supremo falleció súbitamente y Jaehaerys sabía que la paz del reino podría estar en riesgo si su sucesor no veía con buenos ojos a los Targaryen. Después de que Barth rechazase el apoyo del rey a optar a la candidatura (y de que los miembros del Consejo Privado propusieran emplear el soborno, la fuerza militar o incluso el veneno), ambos se dedicaron a evitar que el siguiente Septón Supremo fuera el infame septón Mattheus. Sabiendo que no contarían con la ayuda de de Lord Donnel Hightower el Demorador, los reyes volaron en dragón a Antigua acompañados de dos guardias reales. Aún se recuerda la magnífica llegada de los reyes y cómo Alysanne avivó las llamas del Faro de Antigua con las alas de Ala de Plata. Como anotó el archimaestre Goodwyn más adelante, «el pueblo vitoreó; los maestres asintieron sabiamente y los septones se miraron entre sí y pensaron en dragones».

Jaehaerys y Alysanne se encerraron con Lord Donnel a debatir quién sería la opción más conveniente. Fueron necesarias horas de debate para acordar el apoyo mutuo. Las votaciones, “intervenidas” por agentes de los Hightower y del rey, dieron la corona a Alfyn, un tullido que había predicado el excepcionalismo en el Dominio en una litera. Se acordó que, cuando Alfyn falleciera (y no parecía que fuera a tardar demasiado), su sucesor sería un Hightower. “Vaya con los santitos. Cada vez me caen mejor”. Mientras Alfyn se dirigía a Antigua, Jaehaerys visitó a los señores del Dominio y Alysanne visitó la Ciudadela, donde llegó a proponer a los archimaestres que aceptasen mujeres entre sus filas. “No me importaría tener compañeras en clase. Igual nos ayudaba a subir el listón. Hay cada cabestro…yo no, claro”. Al llegar, Alfyn bendijo a los reyes, que volvieron a la capital pasando por las Marcas de Dorne y las Tierras de Tormenta.

Fue en Refugionegro donde los reyes recibieron la última noticia que hizo de ese año un año horrible: la reina Alyssa estaba en peligro de muerte, por complicaciones en el parto del que sería su último vástago. Los reyes volaron raudos a Bastión de Tormentas, donde oyeron a Lord Rogar y su maestre:

—¿Por la reina? Nada —dijo el maestre—. Salvarla sobrepasa mi capacidad. Cabe la posibilidad, una mínima posibilidad, de que pueda salvar al niño; para ello, debería abrir en canal a la madre y sacarlo de su matriz. Sobreviviría o no; la mujer morirá.
Sus palabras hicieron sollozar a la reina Alysanne. El rey tan solo dijo, con tono pujante:
—«La mujer» es mi madre, y es reina.
Volvió a salir, tiró de Rogar Baratheon para ponerlo en pie y lo arrastró a la cámara paritoria, donde hizo repetir al maestre lo que acababa de decirle.
—Es vuestra esposa —le recordó—. A vos os corresponde decidir.
Lord Rogar, según nos cuentan, no pudo resistir la visión de su mujer, ni pudo hallar las palabras hasta que el rey lo cogió bruscamente por un brazo y lo sacudió.
—Salvad a mi hijo —dijo al maestre. Luego se liberó y volvió a huir de la alcoba. El maestre Kyrie inclinó la cabeza y pidió que le llevaran sus bisturíes.

fuego y sangre: historia de la dinastía targaryen

 

La reina Alyssa falleció con la mano tomada por su hija Alysanne. Mientras el maestre le abría el vientre y extraía a su hija póstuma, Jocelyn Baratheon. Días más tarde, mientras los reyes y Rogar guardaban luto, se vio en los cielos a la princesa Rhaena descendiendo con su dragón. Tras contemplar el cadáver de su madre y abrazar a sus hermanos, reclamó ver al señor de Bastión de Tormentas:

—Tienes su sangre en las manos. Aún tienes su sangre en la verga. Ojalá mueras entre gritos.
—¿Qué estás diciendo, mujer? —preguntó Rogar Baratheon, ultrajado por tales acusaciones—. Ha sido la voluntad de los dioses. El Desconocido viene a por todos. ¿Cómo voy a tener la culpa? ¿Qué he hecho yo?

—Le metiste la polla. Te dio un hijo, que debería haberte bastado. Debiste ordenar que salvaran a tu esposa, pero ¿qué son las mujeres para los hombres como tú? —Lo agarró por las barbas y acercó el rostro al suyo—. Escucha, mi señor. Que no se te ocurra volver a matrimoniar. Cuida de los hijos que te dio mi madre: mi hermano y mi hermana. Procura que no carezcan de nada y te dejaré tranquilo. Como llegue a mis oídos el más leve rumor de que has tomado a otra pobre doncella por esposa, haré de Bastión de Tormentas otro Harrenhal, contigo y con ella dentro.

fuego y sangre: historia de la dinastía targaryen

 

Tras el funeral de la reina madre, Jaehaerys se dedicó a gobernar el reino, Alysanne a criar a la princesa Daenerys y Rhaena a lidiar con el infierno en que se había convertido su hija: una niña salvaje e indócil, que se divertía insultando a los cortesanos, septas y maestres. Tampoco ayudaba la actitud con su marido, Androw Farman. Aunque en ningún momento había habido amor mutuo entre ellos, la vida al lado de Rhaena no había sido nada buena para Androw. Rhaena nunca se había molestado en fingir que le consideraba como un marido. No había sido capaz de demostrar habilidad ni afición en nada. Pronto se convirtió en el hazmerreir de los cortesanos de Rocadragón, algo que ni siquiera pareció importarle. Y cuando se ofreció a acompañar a Rhaena a Bastión de Tormentas, esta se limitó a decir que lo más seguro era que se caería del dragón. Eso fue la gota que colmó el vaso.

Rhaena y Androw, por Doug Wheatley

Cuando Rhaena regresó del lecho de muerte de su madre, Androw no intentó consolarla, aunque a ella no pareció importarle; encontró consuelo en sus damas de compañía. Pero cuando llegó el otoño una oscuridad se cernió sobre la antigua fortaleza, pues una enfermedad alcanzó la isla. El primer síntoma era la presencia de sangre en las heces, seguida por unos terribles calambres, pero los maestres no sabían a qué enfermedad atribuir las muertes. Una a una, las amigas de Rhaena fueron sucumbiendo en cuestión de horas, si bien ella resultó indemne por su sangre valyria… junto a los hombres del castillo. Rhaena cerró las puertas e informó a Jaehaerys, que envió a lord Velaryon con sus galeras para bloquear la isla.

Ni siquiera entonces Rhaena pudo darse cuenta de lo que estaba pasando; fue el consejero de la moneda, Rego Draz, quien averiguó lo que causaba las muertes de las mujeres del castillo: lágrimas de lys. A partir de ese momento Rhaena no tuvo ninguna duda de quién estaba asesinando a sus amigas. Encontró a Androw en la Cámara de la Mesa Pintada, espada larga en mano, jactándose de lo que había hecho.

—Les llevé unas copas de vino y bebieron de ellas. Hasta me dieron las gracias, y bebieron. ¿Por qué no? Un copero, un criado; por eso me tenían Androw el Afable. Androw el Hazmerreír. ¿Qué podría hacer yo, salvo caerme del dragón? Pues podría haber hecho muchas cosas. Podría haber sido un señor. Podría haber legislado, ser sabio y brindarte consejo. Podría haber matado a tus enemigos tan fácilmente como maté a tus amigas. Incluso podría haberte dado hijos.

Rhaena Targaryen no se dignó responder; se dirigió a sus guardias y dijo:

—Lleváoslo y castradlo, pero restañad la herida. Quiero que le friáis la polla y los huevos y se los deis a comer. No dejéis que muera hasta que se lo haya comido todo.

—No —dijo Androw Farman cuando ya rodeaban la Mesa Pintada para prenderlo—. Mi mujer puede volar, y yo también.

fuego y sangre: historia de la dinastía targaryen

 

Tras la caída, Rhaena Targaryen hizo despiezar su cuerpo y se lo dio de comer a sus dragones. Su muerte fue la única reseñable del año 54 d. C., pero aún estaban por llegar más desgracias. Aquel año Daemon Velaryon anunció su dimisión como Mano del Rey y Jaehaerys intentó buscar como sustituto “un hombre mayor cuya experiencia equilibrara la juventud del monarca”. El rey eligió a ser Myles Smallwood, señor de Torreón Bellota, que combatió al lado de su hermano Aegon en la batalla de la Ribera del Ojo de Dioses. Entretanto, Alysanne voló hacia Rocadragón para consolar a su hermana Rhaena, que intentó echarla. Tampoco tuvo suerte con su sobrina Aerea, que quería regresar a Desembarco del Rey, pero su madre se opuso frontalmente a ello y, al poco tiempo, Alyssane, rechazada por su hermana, regresó a la capital para estar junto a su hija.

Al final de ese mismo año, las obras de la construcción de Pozo Dragón ya estaban casi completas, por lo que decidieron celebrarlo con un torneo; pero los preparativos del mismo se vieron malogrados por la repentina e inesperada llegada de Rhaena Targaryen de Rocadragón. Mientras los dragones emitían fuertes silbidos, Rhaena descendía airada de Fuegoensueño llamando a su hermano a voces: la princesa Aerea se había fugado al rayar el alba a lomos de Balerion. En un primer momento, Rhaena pensó que había huido a Desembarco del Rey, pues la muchacha estaba empeñada en regresar a la corte; pero no estaba allí. Pronto Jaehaerys envió cuervos, pero nada se supo de la princesa. Al cabo de siete días, Rhaena montó a lomos de Fuegoensueño y se marchó. Durante lo poco que quedaba de aquel año aciago no se volvió a ver ni oír a la madre ni a la hija.

Jaehaerys y Alysanne

Los cronistas han relatado hasta la saciedad los muchos logros del Rey Jaehaerys desde que se sentó por fin en el Trono de Hierro, aunque el que le ganó su apodo, el Conciliador, fue su gran y largo periodo de paz y prosperidad, hecho que fomentó un claro aumento de población en distintas partes del reino. Ahora bien, tampoco puede afirmarse que el rey no entrara en conflictos, pero cuando lo hizo fue fuera de los territorios de Poniente y con victorias rápidas y eficaces. Con menos hombres guerreando y más dedicados al cultivo de tierras, las cosechas fueron abundantes y los precios de tanto el grano como el pescado descendieron lo suficiente hasta para que las clases más bajas se alimentaran fácilmente. Floreció el comercio, crecieron los puertos y hubo un crecimiento notable en los oficios.

Aun así, el año 55 d.C. llegó con un reino que aún lloraba los estragos sufridos a manos del Desconocido por la desaparición de la princesa Aerea y Balerion y por la interminable búsqueda que emprendió su hermana Rhaena para encontrar a su hija. El periplo la llevó a Antigua, al lejano Norte pasando por Altojardín, Refugio Quebrado, Roca Casterly o Isla Bella, pero en ningún lugar pudieron proporcionar pista algunas sobre a dónde habían ido la princesa y el dragón. Entretanto, en Desembarco del Rey, la reina rezaba por su sobrina mientras que el rey parecía más preocupado por el paradero de Balerion y ordenó que todos los agentes a los que se había encomendado la búsqueda de Elissa Farman y los huevos de dragón se concentraran en una nueva misión: encontrar a la joven y al Terror Negro. Aun así, como con la joven de Isla Bella, solo llegaron a la fortaleza bulos, mentiras y falsos avistamientos. La pista más interesante llegó de Andalia, donde se había visto a un monstruo que devoraba rebaños enteros y a los mismos ovejeros. A pesar de que el Rey desconfiaba de este rumor al no mencionar en ningún momento al fuego, Jaehaerys envió al guardia real William el Avispa.

Sin poder hacer nada por su sobrina, Jaehaerys se encomendó a sus obligaciones, entre ellas una de las más notables: la codificación de las leyes de Poniente. Con la conquista de Aegon, los territorios se fusionaron en un gran Reino; pero el recién coronado no convino en aunar a todos los territorios bajo la misma ley, permitiendo así que cada reino y territorio conservara sus leyes y tradiciones, algo que fomentó la confusión, pues algunos reyes habían sido severos, otros misericordiosos, unos devotos y otros simplemente imbéciles. El resultado era tal amasijo de precedentes contradictorios que todo señor investido del poder para juzgar y condenar a muerte (y también alguno que no) se sentía libre de dictar sentencia como le viniera en gana en cualquier caso que le tocara dirimir, algo que el rey odiaba profundamente: «estos Siete Reinos tienen un solo rey. Ya es hora de que tengan una sola ley también.»

Tal tarea se alargó durante más de una década, pero culminó con la redacción del Gran Código del Septón Barth. “No me quiero ni imaginar el engorro que tuvo que ser para los novicios de la Ciudadela la recopilación de todos estos pergaminos. Eso sí, seguro que los agradecimientos se los llevaron los Archimaestres.”

el viaje de la Reina Alysanne

Jaehaerys, Alysanne con su hijo Aemon, por Magali Villenueve

También por entonces culminaron las obras de Pozo Dragón y para celebrarlo se celebró el Torneo más grande que Poniente había visto, con 77 caballeros participando en las lizas. El último hombre que quedó en pie era un joven caballero de las Tierras de los Ríos llamado ser Lucamore Strong. Además, la dicha conyugal de los monarcas se vio acrecentada por el nuevo embarazo de la Reina, pero nadie parecía más contento con la notícia que la princesa Daenerys, que exigía a sus padres que le dieran una hermanita.

Como en su anterior embarazo, la Reina canceló el viaje a las Tierras del Oeste, pero insistió en que el Rey no faltara a su palabra. Así Jaehaerys visitó Marcaceniza, el Risco, Kayce, Castamere, Torre Tarbeck, Lannisport, Roca Casterly y Refugio Quebrado, siendo bastante notable la omisión de Isla Bella. Para su tramo final de gestación, Alysanne se retiró a Rocadragón donde dió a luz a un niño de cabellera de oro blanco, algo incluso raro en la antigua Valyria, al que llamaron Aemon. Mientras tanto, Jaehaerys supo que su hermana se había establecido en Piedraverde, cerca de su antigua y primera favorita Larissa Velaryon, cuya hija se había desposado recientemente con el anciano Lord Estermont.

Lejos de allí, en Braavos, la construcción que Alys Colina había sufragado con la venta de los huevos de dragón terminó; ya tenía a su amado Buscaelsol, un magnífico navío de cuatro mástiles e inmenso velamen. Antes de que Buscaelsol zarpara, el Señor del Mar de Braavos agasajó a la tripulación y advirtió de los peligros que correrían por la orden de búsqueda que había sobre su capitana. No fue nada fácil para Elissa reclutar su tripulación, pues los plebeyos solían creer que el mundo era plano, aunque era la consideración de los maestres de Antigua, los sabios de Yi-ti y los señores del Feudo Franco que nuestro mundo en realidad era un orbe. “Vaya, espero que llegue el dia que no haya ningún necio que de verdad se crea teorías terraplanistas”. Aunque el descubrimiento de una ruta occidental hacia Asshai o Yi-Ti sería muy provechosa económicamente, el sueño de Elissa Farman era descubrir los nuevos continentes y mares que se escondieran más allá de los mapas conocidos. Para evitar los riesgos de cruzar el Mar del Ocaso por una alta latitud, su intención era navegar siempre por las aguas más meridionales para evitar tales riesgos.

Elissa Farman, por Doug Wheatley

Su búsqueda de tripulantes no pasó inadvertida en Torrealta y lord Hightower mandó a sus nietos a investigar a esa extraña mujer, pero en vez de cubrirla de cadenas, Eustace y Norman Hightower se unieron a la empresa y zarparon con sus respectivos navíos: Lady Meredith y Luna de Otoño. Durante las siguientes lunas, nuevas pistas sobre monstruos o misteriosos incendios llegaron a la corte; pero al no contener ninguna pruebas suficientes de haberse avistado a Balerion, el Rey las desechó. Otros rumores sí que merecieron de su atención: a penas un día después de la partida de Buscaelsol de Antigua, llegaron noticias a Desembarco del Rey sobre Alys Colina y su desesperada búsqueda de tripulantes.

El rey Jaehaerys supo enseguida quién se ocultaba tras el seudónimo utilizado por lady Elissa, e inmediatamente envió cuervos a lord Donnel, en Antigua, para ordenarle que detuviera a aquella mujer y se la enviase a la Fortaleza Roja a fin de interrogarla. Pero las aves llegaron tarde y todas las naves que lord Hightower mandó en su búsqueda volvieron derrotadas. Fue entonces cuando el rey propuso emprender él mismo la partida de búsqueda a lomos de Vermithor. Por suerte para él, su esposa le convenció de no arriesgarse a que las alas de su dragón perdieran las fuerzas en medio del océano.

El invierno llegó a Poniente en el 56 d.C con la noticia de que todos los hombres que habían partido hacia Essos a investigar la sospechosa bestia que vagaba al norte de Pentos murieron a manos de unos salteadores que al superarlos vastamente en número les tendieron una emboscada. La bestia jamás había existido y la Mano del Rey insistió que el Rey debía cobrarse a sangre y fuego con la ciudad la muerte de sus hombres. Jaehaerys desoyó su consejo, ya que no quería entrar en guerra con una ciudad entera por los crímenes de un grupo de proscritos. En su lugar, se registraron las hazañas de Willam el Avispa en el Libro Blanco y se nombró a Lucamore Strong como nuevo capa blanca. El decimotercer día de la cuarta luna del 56 d. C., mientras el rey charlaba con un emisario del Banco de Hierro y la reina jugaba con sus hijos, se oyó un cuerno que retumbó en la atmósfera matutina. Todo Desembarco del Rey quedó petrificado, al ver que el Terror Negro había regresado…

“Chaval, esta posada es para borrachos deprimentes sin otra cosa mejor que hacer, no para lectores amanerados”, me gritó el posadero. “Maldito sea el tal Moebius y su lógica aplastante”, pensé. Exageré mi disgusto para ver si le molestaba haber perdido un cliente, pero por lo que había podido ver a Moebius le molestaba hasta el ponerse el sol, y mi aportación no iba a importarle nada en absoluto. Me dirigí hacia la puerta, cruzándome antes con una extraña pareja nerviosísima, mirando a todas partes. De repente, se besaron tiernamente. Saliendo ya de la posada apenas alcancé a oír cómo el hombre le susurraba a la mujer “nadie roba en posadas como esta…”. “Lo que me faltaba. Estar en un atraco con un libro robado”. No vi necesidad de avisar a ninguno de los personajes que me había encontrado esa noche, así que me fui. Aún quedaba mucho que leer. Muchísimo.

Bruce Banner photo banner definitivo_zps6ghqu7nl.gif