Análisis del capítulo 2×03 de House of the Dragon.
Como viene siendo habitual en esta Compañía, después del visionado del capítulo de House of the Dragon, que podéis valorar aquí, llega el momento de reflexionar sobre lo que hemos visto. Aunque en esta ocasión no ha habido llamamiento del Titán, el Leal @Tywin Colina, que analizó el cuarto capítulo en la primera temporada, pone su pluma al servicio del Escriba Leal y repite, «como Sam en las cenas», para traernos el análisis de este tercer episodio.
House of the Dragon
2×03: El Molino Ardiente
— Tywin Colina —
El episodio comienza cerca del molino que da nombre al capítulo, donde ser Aeron Bracken (no os molestéis en buscarlo, no está en los libros) está siendo «felicitado» por su reciente nombramiento como caballero. Al poco llegan los Blackwood para reclamarles que les devuelvan las tierras que según ellos van sisando poco a poco moviendo piedras de linde.
Esta rencilla con las piedras ya se mencionó en el episodio seis de la primera temporada, y se mostró como cualquier otro tema aburrido con que el Consejo Privado trata a diario. La guerra tiende a magnificar hasta las cuestiones más nimias, y si a eso le añadimos los recientes crímenes de verdes vs. negros, se masca la tragedia.
Me ha sorprendido que los guionistas muestren a los Bracken de manera tan neutra o incluso compasiva. No es ningún secreto que GRRM siempre ha preferido a los señores del Árbol de Cuervos, con sus chaquetas de cuero capas de plumas, sus arcos de arciano y sus matrimonios con las grandes casas. Aquí, sin embargo, se muestra a la casa de Seto de Piedra como víctimas, como enemigos de una reina matabebés a la que unos Blackwood bravucones vienen a intimidar para conseguir lo que no obtuvieron por medios legales.
Pasamos a Rocadragón, donde Rhaenyra está enterrando a los gemelos Arryck y Erryck en la misma tumba. Y no es por ahorrarse unas pelas, es que ambos hermanos cumplieron sus respectivos juramentos y merecen dar el paso a mejor vida como lo dieron a la peor: juntos.
Rhaenyra y su tía segunda dialogan sobre los orígenes de las guerras, un tema que ilustra a la perfección la rivalidad Bracken-Blackwood y del que hablarán más adelante Daemon y Simon. La reina que nunca fue le recomienda a la que está intentando serlo que dialogue con Alicent para traer la paz. Rhaenyra no puede culpar a Alicent por lo que pasó con Luke más de lo que ella puede culparla por lo de Sangre y Queso. No obstante, la reina negra sigue en sus trece: mientras Aegon siga en Desembarco del Rey, no habrá paz posible.
En susodicha capital, ser Criston no se está aclimatando del todo bien a su nuevo puesto. Los nuevos guardias reales que Aegon ha seleccionado de entre sus compas de borrachera (y que tampoco salen en los libros) se toman su buen tiempo en cuadrarse ante la mano del rey, y Lord Jasper Wylde y Alicent critican abiertamente su alocado plan de asesinato contra Rhaenyra. Una vez sale a colación la batalla de Molino Ardiente, Aegon intenta presentar como una victoria lo que, en el mejor de los casos, es una victoria pírrica. La autoridad de Grover Tully se ve socavada por su edad y senilidad, así que ser Criston decide reunir un ejército rápidamente, someter a las casas pro-Rhaenyra de camino, y establecer una base en Harrenhal. Aegon decide acompañar a la hueste con su dragón, pese a las advertencias del Consejo.
Entre estos disidentes está Aemond, y no tengo del todo claro si su «Eres valiente, pero no podemos perderte» es sincero o si está utilizando psicología inversa para que Aegon vaya a los Ríos, deje el poder en sus manos y acabe muerto por el camino.
Rhaenyra se dirige a Mysaria para agradecerle su chivatazo oportuno y ofrecerle un puesto en la corte. Mysaria es ahora #TeamBlack y no parará hasta vengarse de los Hightower y traer justicia para los pobres.
A lo lejos se oye el rugido de Bruma, el dragón abandonado por Laenor Velaryon. Según Rhaenyra, está intranquilo últimamente, lo que podría ser indicativo de que Laenor ha muerto o enfermado gravemente. De ser así, Bruma podría tomar un segundo jinete sin romper el canon.
En el castillo, Rhaenyra le encomienda una misión a su prima-hijastra Rhaena (que mareos dan estos nombres Targaryen, pardiez, con lo fáciles que son Tywin, Tyrion, Tytos,…). Tiene que llevar a Joffrey y Tyraxes al Valle de Arryn para cumplir la promesa a lady Jeyne de entregarles un dragón. Una vez allí, Rhaena debe partir con Aegon y Viserys a Pentos, pese a los malos recuerdos que guarda de la ciudad donde murió su madre.
Rhaena, que siempre ha sido la oveja negra de la familia (jeje), siente que se trata de otro ninguneo por no tener un dragón, pero Rhaenyra no se fía de nadie más para cuidar de sus hijos, y con una guerra y un intento de asesinato reciente no conviene guardar todos los huevos en la misma cesta (de eso ya hablaremos más tarde).
Y por fin llegamos a Harrenhal, donde el Príncipe Pícaro entra todo emocionado, pensando que va a hacer de Assassin’s Creed. Quiero destacar la estética gothic horror del castillo. Ayuda a crear atmósfera para lo que viene después.
Por desgracia, descubre que Larys es tan popular entre su familia como entre los fans. Daemon se sienta a la mesa con ser Simon Strong (los que visteis La muerte de Stalin como yo reconoceréis a Laurenti Beria) y empieza a planear el contrataque a Desembarco.
Y es allí donde Criston encuentra a Gwayne Hightower, que sin ser su cuñado es el mayor cuñao de los Siete Reinos. Racista y clasista, queda claro que no se llevarían bien ni aunque Cole no hubiera desplazado al padre de Gwayne. Llevándoselo con él a regañadientes, Criston le pide su favor a Alicent como si quisiera recordar sus viejos tiempos en los torneos, cuando la vida era más sencilla. Alicent, servicial, se saca un pañuelo del escote. No dudo de que nuestro Hacedor de Reyes pensara en ella cada vez que lo utilice.
De vuelta en Rocadragón, el Consejo Negro quiere que Rhaenyra use su número superior de dragones cuanto antes. Rhaenyra, que considera a los dragones la opción nuclear, se opone. Los consejeros intentan, con la sutilidad de una ballena, que se haga a un lado y les deje a ellos dirigir la guerra, pero no cuela. La conversación tiene un cierto tufillo a sexismo, pero al acabar el episodio me planteo si no hubiera hecho mejor en hacerles caso.
Volvemos con los Velaryon. Rhaena le lleva el amaiketako a su marido y empiezan a hablar sobre la sucesión de Marcaderiva, que Vhagar trastocó tan maleducadamente en Bastión de Tormentas. Ni Rhaena ni Joffrey convencen a Corlys, que decide postergar el asunto. A Rhaenys le preocupa que en tiempos de guerra su marido pueda morir en cualquier momento, pero Corlys la tranquiliza, asegurándola que es improbable1.
En la despedida de Rhaena, Rhaenyra le concede cuatro huevos de dragón. Y aquí se masca la controversia. Porque si bien uno de los huevos es azul claro, los otros tres coinciden con los colores de Drogon, Rhaegal y Viserion, los dragones de Daenerys.
Y para despejar dudas, la propia directora del episodio, Geeta Vasant Patel, ha confirmado que se trata de los mismos huevos que Dany recibe en su boda, en el primer episodio de Game of Trones.
Durante años, la comunidad ha supuesto que estos tres huevos eran en realidad los robados por Elissa Farman y vendidos al señor del mar de Braavos, en tiempos del rey Jaehaerys I. Por su parte, el magíster Illyrio, que fue quien se los regaló, dice que provienen «de las Tierras Sombrías que están más allá de Asshai».
He de confesar que no le doy especial importancia al cambio. La teoría de Elissa Farman solo era eso, una teoría sin confirmación. Además, como es casi imposible que adapten el reinado de Jaehaerys I (la paz y los dramas familiares no venden tanto como para justificar el presupuesto de dragones), no culpo a los guionistas por darle una explicación alternativa.
En la capital, Alicent habla con su hija Helaena sobre lo ocurrido en la Torre de la Mano. Tras una conversación incómoda, su hija le asegura a Alicent que la perdona. Helaena es bastante mejor persona que yo. Me toman de rehén unos facinerosos mataniños porque mi madre quiere intimidad con el guardaespaldas y se los doy a ambos de comer a mi dragón.
Mientras, su hijo se está probando la antigua armadura de acero valyrio de Aegon el Conquistador. Obviamente su tocayo era más alto y fornido que él, pues parece un niño probándose la ropa de su abuelo. Metáforas.
Tras una conversación con Larys el Patizambo (que actúa por iniciativa propia o a instancias de Alicent), Aegon se convence de que su madre y su hermano le han hecho el lío para gobernar a su antojo, y nombra a Strong su consejero de los rumores. Al igual que ser Criston, el Cojo recibe un ascenso sin solicitarlo, pero a diferencia de él, esa era su intención desde el principio y se adaptará al cargo bastante mejor que la mano del rey.
Pasamos a una taberna en el Lecho de Pulgas. Ulf el Blanco Gris Marengo, al que vimos de pasada en el capítulo anterior contemplando los cuerpos ahorcados de los cazarratas, se presenta como nada más y nada menos que bastardo Targaryen, hijo de Baelon, medio hermano de Daemon y tío de la legítima reina Rhaenyra Targaryen. O eso dice.
No estoy seguro de que me guste este trasfondo del personaje, o si es necesario un trasfondo siquiera. En los libros no se especifica que los semillas de dragón sean hijos de Targaryen; podrían ser sus nietos, bisnietos, etc., por lo que no es necesario que Ulf sea un cuarentón (para no tener que convertirle en bastardo de Daemon o Viserys, entiendo). Además, mostrarnos tanta información sobre Ulf, Hugh y Addam va a hacer que la Cosecha Roja pierda su gracia, si tienen que jugarse la vida tres personajes secundarios junto con veinte camisas rojas.
De ahí pasamos al burdel de siempre, donde Aegon, haciendo como que quiere ayudar a desvirgar a un joven escudero, se presenta sin llamar en el reservado de Aemond para humillarle delante de sus colegas, que tienen el buen juicio de mirar al suelo y no meterse con el dueño de un godzilla. Se ve que el bullying de Aemond, que ya se mencionó en el capítulo anterior, no terminó cuando obtuvo a Vhagar.
Mucho se ha hablado del desnudo frontal de Ewan Mitchell. Yo solo quiero comentar que no me molestan los desnudos en la serie, siempre que sean coherentes. No pueden mostrarnos al Aemond de Miguel Ángel en un episodio y en otro esconder las zonas de bikini de Rhaenyra como si fuera la peli de los Simpson.
En la marcha a las Tierras de los Ríos, Criston Cole, que ya creía que se habían acabado sus días de canguro, tiene que lidiar con la falta de disciplina del cuñao del reino. En medio de la riña, aparece la princesa Baela a lomos de Danzarina Lunar, en una secuencia de alta velocidad que pone de manifiesto la rapidez de los dragones y lo letales que serían si Rhaenyra accediera de una vez a quitarles la correa.
Mientras, en Harrenhal, presenciamos una espeluznante escena de terror. Daemon, que todavía no se fía de la hospitalidad de los Strong, persigue a una figura hasta una habitación con hoguera, donde presencia a una joven Rhaenyra2 cosiéndole el cuello al bebé asesinado por sus sicarios. Cuando se quiere dar cuenta, aparece delante del arciano de Harrenhal, a orillas del lago Ojo de Dioses, y la misteriosa Alys Ríos lo mira fijamente, anuncia «Moriréis aquí» y se va sin explayarse.
¿A qué ha venido todo eso? ¿Los remordimientos de Daemon le han vuelto sonámbulo? ¿Alys le ha hechizado? ¿Es el castillo de Harrenhal, construido con sangre y sufrimiento y derruido con fuego de dragón, un lugar encantado como la Casa de los Eternos?
En cuanto a Alys, he de admitir que al anunciarse su casting la actriz no me convencía, pero no ha estado nada mal su introducción. Espero grandes cosas.
Y aquí empieza la peor parte del episodio.
El Consejo Negro se está impacientando. La mayoría proviene de las Tierras de la Corona y sus posesiones se ven en peligro por la marcha de Cole. Intentan que Rhaenyra dé el primer paso y mande a sus dragones a aniquilar las tropas verdes, pero la reina se resiste. Pese a todos los «puntos de no retorno»: la coronación de Aegon, la muerte de Lucerys, Sangre y Queso, etc. la reina de Rocadragón cree que puede evitarse la guerra si habla con Alicent.
¿Perdona?
Alicent ya no pinta nada. Sus hijos son adultos, los partidarios de cada bando han empezado a derramar sangre y ni siquiera tiene un dragón con el que hacer presión. Y para colmo pretende ir a Desembarco del Rey, donde vivió más de 26 años, en plena guerra y con miles de personas que la quieren ver muerta.
Recordemos que Catelyn Stark, pese a no haber estado jamás en Desembarco del Rey, fue descubierta por Baelish y Varys en menos de 24 horas cuando entró de extranjis en el primer libro/temporada.
Me parece que esta trama es producto de la falta de material. Pese a que el libro se llame La princesa y la reina, ni la una ni la otra hacen gran cosa durante la Danza de los dragones, por lo que los guionistas de la serie han tenido que improvisar, pues dos protagonistas como ellas no pueden convertirse en extras de una temporada a otra.
Pero al menos esta trama consigue una cosa: aclarar las últimas palabras del rey Viserys y explicar la Canción de hielo y fuego a Alicent. El autoengaño de la reina siempre había sido endeble, y al ver a Rhaenyra sacar a colación al Conquistador y a la canción con tanta convicción, la Hightower sabe que ha perdido, que su hijo está luchando por una mentira y que ella ha ayudado a crear una guerra donde la destrucción mutua está asegurada.
Pero ya es demasiado tarde. La guerra ha empezado, por mucho que Rhaenyra no quiera verlo, y Alicent solo es un engranaje ligeramente más pequeño que su amiga.
¿Qué tal lo he hecho? Me ha costado lo mío, pero es que me encanta hacer estas reseñas.
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