A estas horas, la biblioteca de la Ciudadela estaba casi vacía (o al menos todo lo vacía que podía llegar a estar la biblioteca del mayor foco de conocimiento de Poniente). Como pensaba, sólo estaban algunos novicios repasando a última hora el difícil examen que el Archimaestre Ryam iba a ponerles dentro de unas horas para poder ganarse el anillo de oro amarillo.. El bibliotecario, un tal Rupert Giles, ignoraba las lágrimas y los ojos enrojecidos de los novicios allí presentes.“Ya me gustaría a mí poder estar así de impasible, y no ahogandome de rabia por tener que trabajar hoy con el mil veces maldito Cormac”.

Pensaba que si llegaba tan pronto, quizá podría engañar a Cormac y aparentar que podría haber empezado antes que él a investigar la Danza de Dragones. La realidad, claro está, no era esa, sino que me habían despertado unos novicios borrachos que habían llegado a la “hora del ruiseñor”. Pero si eso podría servirme para ver la cara que Cormac pondría al ver a un plebeyo currándose el trabajo más aún que él, el alumno más brillante de Perestan, no había ninguna necesidad de que lo supiera.

“Maldito bastardo de la cocinera…”. No me lo podía creer. Ni siquiera se habían despertado los archimaestres, pero Cormac ya estaba allí, estudiando. Y no solo eso, sino que incluso le sobraba el tiempo, pues parecía que estaba dando clases a los novicios que seguían repasando… aunque no parecía que tuvieran muchas ganas de oírle:

-¿Te importaría callarte?. Algunos tenemos un examen… – le dijo un novicio al que se le veían las ganas de pagar a Cormac con el libro.

-Estos son los modales que enseña la educación pública… – dijo el muy asqueroso.

Entonces me vió, se despidió con desdén del novicio, e hizo un ademán para que le siguiera a una mesa alejada. «Me ha tomado por un criado, el muy miserable».

-Buenos dias Cor…

-Sí, buenísimos días, maravillosos. Hazme un favor y procura hablar lo menos posible. Ya sabes que no me hace ninguna gracia hacer este trabajo contigo. Te propongo una cosa: tú te limitas a no molestarme y yo me encargo de hacer este trabajo.

-¿Como?.

-Eso, “de nada”. Qué desagradecido eres… -dijo, mirándome mal de arriba a abajo con desprecio-. Sí te dejo intervenir, el trabajo, está claro que no estará a “mi nivel”. Prefiero que me dejes tranquilo y te lleves parte del mérito a que algo que lleve mi nombre no sea casi excelente.

-Pero serás hijo de… -dije con malicia, sabiendo que Cormac era bastardo de una casa noble del Dominio, aunque nadie sabía de cual. Era algo que nunca había descubierto nadie, y menos aún lo había revelado él. Solo se sabía que no era un Hightower, pues ni era tan bello como ellos, ni había llegado a ningún cargo relevante antes de los 20 años, como solía ocurrir con ellos-

CALLATE– dijo bruscamente, intentando disimular la ofensa-. Siéntate en esta mesa a mi lado, por si entrase Perestan y le extrañase vernos separados. Si puede ser un poco lejos, mejor aún. Coge lo que sea que leas, o que sepas leer, y procura no hacer ruido.
“Maldito cerdo arrogante: se cree un Archimaestre cuando no es más que Pate el Porquerizo con dinero”. Con disimulo, saqué mi ejemplar de Fuego y Sangre y ocultándose con otro libro, comencé a leer por donde lo había dejado: la Danza de Dragones.

La muerte de los dragones

Durante los últimos años del reinado de Viserys, en la corte se habían generado dos facciones distintas: los Negros (que contaban con los ricos Velaryon de Marcaderiva), partidarios de que fuera la hija de Viserys, Rhaenyra, quien sucediera al rey, y los Verdes (liderados por los poderosos Hightower de Antigua, junto con Ser Criston Cole -Lord Comandante de la Guardia Real y la mayoría de los miembros del Consejo Privado), que defendían el derecho de Aegon como hijo varón de Viserys y su segunda esposa, (la divina, bellisima, reina del martes santo y diva para todos vosotros) Alicent Hightower .Pero el conflicto no se desencadenó hasta el año 129 D.C, cuando el rey Viserys I Targaryen, cerró los ojos por última vez.

La reina Alicent y ser Criston Cole corroboraron la muerte del monarca, extremando las precauciones para que la noticia no se extendiera por el Reino. “Uy, que fina estuvo Alicent. No esperaba menos de ésta mala pécora a la que todos adoramos” (1. La reina convocó inmediatamente al Consejo Privado para tratar la sucesión. Aunque Rhaenyra fuera la mayor de sus hermanos, poseyera más sangre Targaryen y hubiera sido designada heredera legítima en las últimas voluntades de su padre, los Verdes se encontraban en posición de impedirlo, aprovechando la ausencia de la princesa para coronar a Aegon como sucesor legítimo. En principio el propio Aegon se negó a la coronación, pero Ser Criston le convenció argumentando que de reinar Rhaenyra, él y sus hijos estarían en peligro, pues ninguno de los bastardos de Rhaenyra (2.

La muerte accidental de Lord Lyman, por Histories and Lore

Tan solo Lord Lyman Beesbury habló en favor de la Princesa Rhaenyra, pero Ser Criston puso fin a la crisis cortandole el cuello (“un diplomático en toda regla, sí señor; una persona que bien podría liderar a los Verdes y meterse en la cama de Alicent”), el “Consejo Verde”, formado por Ser Criston, Ser Tyland Lannister, Lord Wylde y Lord Larys Strong, señor de Harrenhal, se juraron lealtad mutua y comenzaron a planificar durante toda esa noche la coronación del nuevo rey mientras la princesa Rhaenyra, a punto de dar a luz a otro hijo, desconocía lo que estaba sucediendo al otro lado de la Bahía del Aguasnegras. En la isla-fortaleza de los señores dragón, una fatigada Rhaenyra Targaryen se estremecía de dolor en su tercer día de un parto, prematuro por las noticias que llegaron de Desembarco del Rey.

La niña nació muerta, torcida y malformada, con un agujero en el pecho donde debía estar su corazón y cola de cerdo. Después del parto, Rhaenyra, aún más furiosa, culpó de la pérdida de la que hubiese sido su hija Visenya, convocó a su “Consejo Negro”, en el que se encontraba su tío y consorte Daemon Targaryen (“hombre, el amigo Daemon. Ya estoy deseando que éste hombre se beba la sangre de sus enemigos para desayunar, o algo de su estilo.”) y los hijos “de su primer matrimonio” con Laenor Velaryon –Jacaerys, Lucerys y Joffrey Velaryon–, además de Lord Corlys Velaryon y su esposa Rhaenys Targaryen, así como los vasallos de Rocadragón: los señores del Mar Angosto y algunos de las Tierras de la Corona

Ambos bandos comenzaron a movilizar aliados para cuando estallase el conflicto . El rey Aegon II contaba con el potencial militar de las casas Hightower, Lannister y otras menores del Dominio, con las tres ciudades más ricas del Reino y de una aparente legitimidad al haber sido coronado por ser Criston Cole y ungido por un septon ante miles de personas, el bando de los Negros tenía más dragones que él (entre los que destacaban Caraxes, el Gusano Sangriento del Príncipe Daemon, así como los dragones salvajes de Rocadragón) y la ayuda de la casa Velaryon. No obstante, los Verdes también poseían dragones domados y aptos para la batalla: Aegon y sus aliados podían contar con el espléndido Fuegosol, Sueñadragón, Tessarion, y sobre todo, con el más viejo y feroz de los dragones de aquel entonces, Vhagar, el monstruo de la reina Visenya, montado por el Príncipe Aemond. Sin embargo, los Negros se encontraban en desventaja frente al poder que podían reunir tras sus estandartes, pues a su llamada sólo acudieron las Casas del Mar Angosto, vasallas de Rocadragón.

El Consejo Negro, por Histories and Lore

Viendo esta debilidad, el Consejo Negro prefirió aumentar sus apoyos antes de plantar batalla: “Debemos luchar esta guerra con palabras antes de ir a la batalla”, declaró Daemon. (“Me sorprende este hombre. Tan inteligente como sanguinario”). Para ello, se coronó a Rhaenyra de la misma manera que a Aegon, y se enviaron cuervos a todos los señores de los Siete Reinos para que declarasen su lealtad a su única y verdadera reina. Los Negros tenían aliados en las Tierras de los Ríos, pero necesitaban un lugar lo bastante grande y fuerte en el que poder reunirse y alojar a un ejército: Harrenhal. Daemon atacaría la fortaleza sobre su dragón Caraxes mientras Rhaenyra permanecería en Rocadragón para recomponerse. En el tiempo en que Daemon se ocupó de tomar Harrenhal y movilizó a los señores de las Tierras de los Ríos (con la notable excepción de los Tully, que no se habían decidido entre los dos bandos -“vaya por Rhllor, que casualidad. Luego bien que despotrican de los Frey”-), la flota de Corlys Velaryon cerraría la Bahía del Aguasnegras por el Gaznate, bloqueando todo el comercio marítimo hacia y desde la capital, mientras que la princesa Rhaenys, su esposa, volaría sobre la flota para impedir que sus enemigos la atacasen con los dragones. Entretanto, los cuervos volaron, al igual que volaron los hijos de Rhaenyra.

Jacaerys se dirigió al Nido de Águilas, a Puerto Blanco y, por último, a Invernalia. La dama del Valle, Jeyne Arryn, se sumó a apoyar a su prima Rhaenyra, cuya causa (el derecho de toda mujer a gobernar) apoyaba y compartía por su propia experiencia. En Puerto Blanco se pactó un matrimonio entre Joffrey Velaryon (el hijo menor de Rhaenyra) y la hija menor de Lord Manderly. Sobre la visita a Invernalia, las fuentes difieren: Munkun habla sobre que Jacaerys y Lord Cregan Stark forjaron enseguida una hermosa amistad; el septón Eustace, en cambio, cuenta como el príncipe trató de convencer al Señor de Invernalia para que se uniera a la Fe de los Siete. Champión nos cuenta que el invitado se enamoró y tomó por esposa a Sara Nieve, la hermana bastarda de Lord Cregan, mientras que su dragón Vermax puso huevos en las criptas de Invernalia. Nada se sabe por seguro, pero lo cierto es que el Norte pasó a apoyar la causa de Rhaenyra. “No estaba delante, pero conociendo lo locos que están los Targaryen y lo raros que son los norteños, me creo que pasasen las tres cosas”. El objetivo de Lucerys era Bastión de Tormentas, para tratar con Lord Borros Baratheon. En los momentos previos a un tempestad que asolaba la Bahía de los Naufragios, el príncipe Lucerys llegó a Bastión de Tormentas para entregar la misiva de su madre, pero el príncipe Aemond Targaryen también se hallaba allí con el mismo propósito. El intenso odio que sentía por Luke por una pelea de hace años que le costó un ojo no tardó en aflorar bajo los muros de Lord Borros:

—Y si cumplo las órdenes de tu madre, ¿con cuál de mis hijas te casarás, muchacho? —Señaló a las cuatro—. Escoge a la que quieras.

No soy libre de contraer matrimonio, mi señor —respondió el príncipe Lucerys, que no pudo sino sonrojarse—. Estoy comprometido con mi prima Rhaena.

[…]

—¡Quieto, Strong! Antes tienes que pagarme una deuda pendiente. —Se quitó el parche del ojo y lo tiró al suelo para mostrar el zafiro que ocultaba—. Tienes un cuchillo, igual que entonces. Sácate un ojo y te dejaré marchar. Con uno me basta; no necesito cegarte.

—Aquí no —gruñó lord Borros, incómodo—. Ha venido como portavoz y no toleraré ningún derramamiento de sangre bajo mi techo.

fuego y sangre: la muerte de los dragones: los negros y los verdes

 

La muerte del príncipe Lucerys y su dragón, por Chase Stone

Una vez fuera de Bastión de Tormentas, Luke intentó huir de Aemond a través de la tormenta que azotaba el cielo, pero Vhagar fue mucho más rápido, y el dragón y su jinete cayeron en las turbulentas y tormentosas aguas de la Bahía de los Naufragios. De esta manera, se derramó la primera sangre entre los miembros de la Casa Targaryen, y lo que entonces no eran más que amenazas y traiciones se reveló como una cruenta guerra en la que no habría cuenta atrás, que asolaría a la dinastía de los Reyes Dragón, y con ella, a los Siete Reinos. Aemond Targaryen, que desde entonces sería conocido por sus enemigos como Aemond el Matasangre, regresó a Desembarco del Rey, habiendo conseguido el apoyo de Bastión de Tormentas para su hermano Aegon y la enemistad eterna de la reina Rhaenyra. Si esperaba recibir la bienvenida de un héroe, quedaría decepcionado. La reina Alicent palideció al enterarse y gritó: «¡Que la Madre se apiade de todos nosotros!» (3. Ser Otto tampoco se sintió complacido. «¿Cómo pudiste estar tan ciego habiendo perdido un solo ojo?». El rey Aegon II, en cambio, recibió al príncipe Aemond con un banquete, proclamó que pertenecía «a la legítima sangre del dragón» y anunció que había sido «un gran comienzo». “Madre del amor hermoso. Esto cada vez parece más una obra de esas que representan los cómicos en el puerto”.

Puñales, fuego y sangre

En Rocadragón, Rhaenyra se derrumbó cuando oyó lo sucedido en las Tierras de la Tormenta. Un cuervo llegó de Harrenhal: “Ojo por ojo, hijo por hijo”, escribió el Príncipe Daemon. “Lucerys será vengado”. En su juventud, Daemon Targaryen, llamado el Príncipe Pícaro, era un rostro conocido en los bajos fondos de Desembarco del Rey, donde aún conservaba amigos y seguidores entre los capas doradas. Pero, además, también tenía aliados en la corte y en el consejo del rey Aegon; en concreto, una intermediaria y amiga personal: Mysaria, el Gusano Blanco, en quien confiaba absolutamente. Entre los guisados del Lecho de Pulgas Mysaria encontró a “Sangre”, un antiguo sargento de la Guardia de la Ciudad; y en la Fortaleza Roja encontró a “Queso”, un cazador de ratas en el castillo. Gracias a su profesión, Queso conocía los secretos de la Fortaleza Roja («Queso se conocía la Fortaleza Roja mejor que su polla», decía Hongo) y cogieron desprevenidos a la reina Helaena y sus hijos:

—Escoged, o los matamos a todos —añadió. De rodillas, llorando, Helaena dijo el nombre de su pequeño, Maelor. A lo mejor pensaba que no tenía edad para comprender, o quizá lo eligió porque el mayor, Jaehaerys, era el primogénito y heredero del rey Aegon, el siguiente en la línea sucesoria del Trono de Hierro.

—¿La has oído, pequeñín? —susurró Queso a Maelor—. Tu mamá quiere tu muerte.

A continuación dirigió una sonrisa a Sangre, y el corpulento espadachín arrancó la cabeza del príncipe Jaehaerys de un solo tajo. La reina se puso a gritar.

fuego y sangre: l muerte de los dragones: los negros y los verdes

 

¿Y estos eran de los “buenos”?. Creo que voy a vomitar. Días más tarde se halló a Sangre tratando de abandonar la ciudad, y se le torturó durante días. Nadie logró encontrar a Queso, pero el rey Aegon ordenó que se ejecutasen a todos los cazadores de ratas en Desembarco del Rey. La Mano del Rey reemplazó su ausencia en palacio con un centenar de gatos. “Gracias a los Siete, había empezado a sentir pena por los Verdes. Ya recuerdo que apoyaban a un segundo Maegor. Que bien se está ahora, en la equidistancia”. Gracias a la toma de Harrenhal, los Verdes sufrieron las primeras derrotas en el Molino Quemado, Seto de Piedra. Sus temores se intensificaron cuando no consiguió lograr nuevas alianzas, y varios señores menores del Dominio, (como los Rowan o los Tarly), se decantaron a favor de Rhaenyra, mientras que los señores del Tridente se reunieron en Harrenhal, con el príncipe Daemon. Y todo esto sucedía mientras la flota de la Serpiente Marina había cerrado la Bahía de Aguasnegras, dejando a la capital sin víveres.

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“¿Un momento?. ¿Tarly?. ¿¿Podría ser el estúpido un bastardo de Lord Randyll Tarly??. Se sabe que viene de algún lugar cercano a Colinacuerno, asi que sería posible. Sería tan gracioso averiguar sus orígenes que me compensa suspender este trabajo”. Me levanté de mi sitio y me dirigí a mi “compañero”.

-Oye, Cormac, se me ocurre una cosa…

-JAJAJAJ…

-¿Se puede saber de qué te ríes, pedazo de imbécil?.

-Me ha hecho mucha gracia que creas que eres capaz de pensar algo que no se me haya ocurrido a mí antes. A veces eres muy gracioso Brian. Te aconsejo que, cuando te des por vencido en conseguir la cadena de maestre, te unas a los cómicos del puerto. Si eres capaz de recordar obras completas, claro…

-Venía a sugerirte, imbécil, que demos importancia a las Casas que apoyaron a ambos bandos. Como sabrás, imbécil, Perestan narra la Danza como una historia de los Targaryen, Hightower y Velaryon, pero hubo muchas más de las que poco se sabe y que ahora son más relevantes que entonces. Blackwood, Manderly, Wilde… Tarly…- Ví como parpadeó al oír la palabra Tarly y tuve que morderme la lengua para no echarme a reír… como había hecho él en mi propia cara.

-Oh… cierto… podría ser original, sí. ¿Podrías encontrar algo de información sobre estas casas?. Si te hace falta ayuda, ya sabes: llama a otro- y se puso la mano en la boca para disimular sus carcajadas- Por cierto, la próxima vez que te oiga hablarme así, pago a unos isleños del Verano para que te partan un brazo, ¿entendido, imbécil?

-Sí, claro…-

Volví a sentarme en mi sitio. El descubrimiento había merecido todos los insultos y amenazas recibidas. Volví a mi lectura, desoso de leer más sobre los Tarly.

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El rey Aegon II, por Doug Wheatley

Aegon, aterrado por las derrotas y el creciente apoyo de su hermanastra, recibió con alegría la noticia de que su Mano, Ser Otto había logrado el apoyo de la flota de la Triarquía (un gobierno federal compuesto por Tyrosh, Lys y Myr, enemigo declarado del príncipe Daemon) contra la de la Serpiente Marina. Sin embargo, debido a su tardanza y pese a las críticas de su madre, Aegon reemplazó a su abuelo, Ser Otto Hightower, por su Lord Comandante, Ser Criston Cole.: «Mi nueva Mano es un puño de acero —se jactó—. Ya está bien de cartas.» (4. Juntos planearon un contraataque contra aquellos señores de las Tierras de la Corona que asistieron a la coronación de la reina Rhaenyra y se sentaron en su Consejo Negro. reemplazó a su abuelo, Ser Otto Hightower, por su Lord Comandante, Ser Criston Cole. “Una astucia digna de la reina Cersei. Bravo por los Verdes. Que pena que no hubiera sido Alicent quien usurpase la corona5

La primera idea de la Mano no pudo ser más deshonrosa, por mucho que le gustase al rey. Ser Criston decidió enviar a Ser Arryk Cargyll a Rocadragón, con la idea de hacerse pasar por su hermano gemelo idéntico, Ser Erryk, que apoyaba a Rhaenyra, para poder asesinarla. Aunque Ser Arryk suplicó el perdón de la Madre antes de partir, acató la orden de su rey: “lavar con sangre el asesinato de su hijo con la de sus sobrinos bastardos, Jacaerys y Joffrey”. “Por la Cabra Negra. Solo en Braavos escriben tragedias como estas”.

Sin embargo, en las entrañas de Rocadragón, camino de los aposentos reales, los dioses quisieron que se topara cara a cara con ser Erryk, quien al punto se dio cuenta de lo que significaba su presencia. Los bardos cantan que ser Erryk dijo: «Te quiero, hermano» mientras desenvainaba la espada, y que ser Arryk respondió: «Y yo a ti, hermano» al desenfundar la suya. El gran maestre Munkun narra que la lucha entre los hermanos duró casi una hora; el choque de los aceros despertó a la mitad de la corte de la reina, pero los espectadores no pudieron sino presenciarla sumidos en la impotencia,puesto que era imposible saber quién era quién. Al final, ser Arryk y ser Erryk se hirieron mortalmente entre sí y murieron uno en los brazos del otro con las mejillas surcadas de lágrimas.

fuego y sangre: la muerte de los dragones: el dragón rojo y el dragón dorado

 

“Rectifico. Ni en Braavos escriben tragedias como éstas”.

La-muerte-de-Rhaenys-por-Douglas_Wheatley©

Ser Criston pensó un nuevo plan: dirigirse contra los señores “negros” de las Tierras de la Corona: Rosby, Stokeworth y Valle Oscuro cayeron fácilmente, pero Lord Staunton de Reposo del Grajo se atrincheró en su castillo, pidiendo auxilio a Rocadragón mientras los Verdes quemaban sus tierras. Rhaenys, esposa de Corlys Velaryon, (conocida como “la reina que nunca fue”) acudió a su llamada sobre su dragón Meleys y cayó en la trampa que le tendió ser Criston, pues el rey Aegon y su hermano Aemond aparecieron montados en sus dragones. La princesa Rhaenys no intentó huir: con un grito de alegría y un restallido del látigo, encaró a Meleys con el enemigo. Si se hubiera enfrentado únicamente a Vhagar, tal vez habría tenido alguna posibilidad; pero contra Vhagar y Fuegosolar al mismo tiempo estaba condenada a perder. ilesos, pero Fuegosol no podría volver a volar y Aegon acabó tan gravemente herido por el fuego de Meleys que lloró suplicando la muerte, por lo que el príncipe Aemond asumió la regencia y el cargo de Protector del Reino, pues el rey pasaba dormido nueve horas de cada diez, sumido en el sueño de la leche de amapola, y solo despertaba para ingerir una exigua comida antes de volver a dormir.

El cuerpo de Rhaenys se encontró calcinado varios días después al lado del cadáver de su dragón,. Al enterarse, Lord Corlys derramó ríos de lágrimas, y con odio le dijo a Rhaenyra que debió de haber sido ella y no Rhaenys quien debió perecer, por lo que la relación entre ambos se tornó más que tensa. Esto trastocó su quebradiza salud física y mental, pasando a depender completamente de sus hijos… Y de Hongo, según el propio Hongo:

«Yo era el único capaz de aliviar el corazón de su alteza —asegura Hongo en su Testimonio—. En aquella hora sombría me convertí en el consuelo de la reina; abandoné la máscara de bufón y el gorro puntiagudo, y le mostré toda mi sabiduría y compasión. Sin que nadie lo supiera, era el comediante quien gobernaba; un rey invisible enfundado en un traje de colores.»

fuego y sangre: la muerte de los dragones: el dragón rojo y el dragón dorado

Las semillas de dragón y la toma de Desembarco del Rey

Joffrey, Lucerys-y Jacaerys Velaryon junto a su madre, por Pinterest

Jacaerys cogió el testigo en la dirección de la guerra desde Rocadragón. Con la ayuda de Lord Corlys, (que recobró su posición como Mano de la Reina), envió a su hermano Joffrey y a su prima Rhaena a defender el Valle, a la vez que envió a Aegon y Viserys, hijos de Rhaenyra y Daemon, a Pentos. Pensando como poder atacar directamente Desembarco del Rey, observó la necesidad de atacar con más dragones. Fue Hongo (de nuevo, según el propio Hongo), quien le aconsejó buscar los dragones que necesitaba «de debajo de las sábanas y de las pilas de leña, de todos esos sitios por donde los Targaryen derramáis vuestra simiente plateada».

“Bien sabía Hongo lo que hacían los Targaryen debajo de las sabanas, claro. Me parto con este hombre”. El bufón real estaba en lo cierto: durante siglos, los Targaryen habían llenado Rocadragón de bastardos, a los que se les denominaba “semillas de dragón”. Jace decidió utilizar a estos como jinetes de dragón, ofreciendo tierras, riquezas y honores. Tras una larga búsqueda que causó numerosas muertes, se unieron a la causa Hugh el Martillo (un herrero de fuerza descomunal y peor genio), Ulf el Beodo (nos ahorraremos explicaciones), una joven morena llamada “Ortigas” y unos bastardos de Marcaderiva, llamados Addam y Alyn, cuya madre se negaba a dar detalles sobre su padre, aunque todas las dudas cayeron sobre Lord Corlys, pese a que el alegase que no eran sus hijos, sino sus nietos, nacidos de su hijo Laenor (Laenor, famoso entre otras cosas por ser homosexual. Muy buena Corlys, casi nos lo creemos”). Fueran sus hijos o sus nietos, lo cierto es que pasaron a ser sus herederos, pues pidió a Rhaenyra que les legitimase como miembros de la Casa Velaryon, y tras la muerte de sus hijos Laenor y Laena, Addam y Alyn pasaron a ser los herederos de la Serpiente Marina.

Addam Velaryon, Ulf el Beodo y Hugh el Martillo

Cuando las tropas negras se preparaban para atacar Desembarco del Rey, una nueva amenaza vino del mar, pues 90 naves de la flota de la Triarquía se aproximaban a Rocadragón. La Gay Abandon, la nave en la que viajaban los príncipes Aegon y Viserys, fue capturada por sus enemigos. Aegon pudo escapar a bordo de su dragón moribundo, pero el joven Viserys (aunque intentó hacerse pasar por un simple grumete) fue hecho prisionero por un almirante tyroshi. La flota no atacó Rocadragón, sino Marcaderiva, la fortaleza de la Casa Velaryon, dejando el puerto y su castillo en llamas. Jacaerys y los nuevos jinetes de dragón atacaron la flota de la Triarquía, que de pronto tuvo que defenderse contra cuatro fieros dragones. Todo parecía perdido, pero sorprendentemente un marinero logró clavarle un arpón a Vermax, el dragón del príncipe Jacaerys en el vientre. El dragón se hundió en el mar, y el príncipe, aunque logró salir a superficie, fue acribillado por saetas de la Triarquía.

La conocida como la batalla del Gaznate fue la batalla marina más sangrienta que se recuerda: de las 90 naves, solo 28 sobrevivieron al fuego de dragón, y menos aún regresaron a casa; la flota de los Velaryon quedó igualmente debilitada, al igual que sus riquezas y poder, pero ninguna pérdida fue tan grave como la del príncipe Jacaerys. Sin embargo, Hugh el Martillo y Ulf el Blanco se felicitaron mutuamente: «Ahora somos caballeros de verdad», declaró Hugh el Duro. Y Ulf se echó a reír y dijo: «A los siete infiernos con eso: señores deberíamos ser». Las noticias no fueron mejores en el Dominio: un ejército negro, (comandado entre otros por los Tarly -uy uy uy uy…-), cayó ante otro ejército Hightower, gracias a la intervención de Daeron, el hermano menor del rey Aegon, a lomos de su dragón Tessarion. La reina Rhaenyra, en vez de derrumbarse por completo por la pérdida de su segundo hijo, reunió todo su valor y anunció su intención de derrotar a los Verdes de una vez por todas.

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No podía dejar escapar la ocasión. Me levanté y casi corrí a enseñarselo al bastardo que tenía delante.

-Mira- (me mordí la lengua para no llamarle de nuevo “imbécil”), he encontrado más información sobre esas casas que te dije.

-¿Ah, sí?. Buen trabajo Brian. No esperaba que diría eso nunca… ¿qué Casas son esas?.

-Casas menores del Dominio: Costayne, Rowan, Tarly…

-¿De veras?. Déjame ver de una puñetera vez… Bah, es una derrota de estas Casas. Pasemos de largo.

-¿Por qué?. ¿Qué importa que derrotasen a los Tarly y a esas otras Casas?.

-No veo conveniente hablar mal de los Negros. Se alzaron en armas en defensa de la reina legítima. Esas Casas merecen un respeto, aunque hayan pasado siglos. ¿Entiendes ya?.

-Repasa los actos de Daemon, y quizá veas que esto no va de buenos ni malos ni de Verdes y Negros, sino de un gris muy oscuro…

-¿Me va a enseñar un plebeyo clases de historia?¿Un pordiosero me va a enseñar a valorar las acciones de los demás?. Haz el favor y sal de mi vista.

Que maravilla. Merecía la pena hacer el trabajo juntos solo por ver las caras que ponía Cormac “Flores” al hablar mal de la Casa de su padre. Volví a sentarme y proseguí con la lectura..

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Aemond, al que no le importaba llevar la corona de su hermano moribundo (“puestos a asesinar a un sobrino, ¿por qué no a un hermano moribundo?. No gana uno para disgustos con los Verdes”.  6, decidió atacar las Tierras de los Ríos, dirigiéndose directamente contra Harrenhal, la fortaleza en la que esperaban su tío Daemon y las huestes de las Tierras de los Ríos. Abandonaron la capital deseosos de alcanzar su destino, sin percatarse de que la habían dejado desprotegida… Estúpido. Además de arrogante, violento y matasangre, rematadamente estúpido. ¿No sería también un Tarly? 7

“Ya era hora”, dijo Daemon, un soldado mucho más veterano que Aemond y Ser Criston juntos. El príncipe seguía teniendo amigos en Desembarco del Rey, y pensaba utilizarlos. Mientras Daemon se marchaba de Harrenhal, las fuerzas de los Lannister se enfrentaron a los señores de los Ríos… hasta que Lord Jason supo que Dalton Greyjoy, el Kraken Rojo, había entrado en la guerra… y no en su bando.  Cortejado por ambos aspirantes al Trono de Hierro, el Kraken Rojo ya había tomado una decisión. Sus hombres del hierro no serían capaces de entrar en Roca Casterly en el momento en que lady Johanna asegurara las puertas, pero se apoderaron de tres cuartas partes de los barcos que había en el puerto, hundieron el resto, cruzaron la muralla de Lannisport como un enjambre y saquearon la ciudad; se hicieron con incontables riquezas y se llevaron a más de seiscientas mujeres y niñas, incluidas la amante favorita de lord Jason y sus hijas naturales.

Daemon volaba tan rápido como las alas de Caraxes se lo permitían, mientras que Rhaenyra se dirigió a Desembarco del Rey montada sobre Syrax. La reina y su príncipe consorte se reunieron muy por encima de la ciudad, trazando círculos sobre la Colina Alta de Aegon. La visión desató el pánico en las calles, por el este se avistaron las velas de los barcos de la Serpiente Marina, que surcaban la bahía del Aguasnegras rumbo al río, sonaron las campanas de todos los septos de la ciudad y las muchedumbres tomaron las calles, entregadas al saqueo. Cuando los capas doradas lograron restablecer la paz, los muertos se contaban por decenas. La reina Alicent intentó organizar la defensa de la Fortaleza Roja y mandar cuervos a sus hijos, pero no fue posible (note]“Un mal día lo tiene cualquiera. No se puede ser perfecta todos los días, resulta agotador.[/note].

Ser Gwayne Hightower, hermano de la reina Alicent y segundo al mando de los capas doradas, corrió a los establos a dar la alarma, pero lo capturaron, lo desarmaron y lo llevaron a rastras ante el comandante, Luthor Largent. Cuando Hightower lo acusó de cambiacapas, ser Luthor se rio. «Estas capas nos las dio Daemon —dijo—, y no cambian; son doradas por los dos lados.» Entonces atravesó el vientre de ser Gwayne con la espada y ordenó que abrieran las puertas de la ciudad para que entraran los hombres que desembarcaban de las naves de la Serpiente Marina.

fuego y sangre: la muerte de los dragones: el dragón rojo y el dragón dorado

Al comprender que era inútil resistirse, la reina viuda Alicent salió del Torreón de Maegor con ser Otto Hightower, su padre, en compañía de ser Tyland Lannister y lord Jasper Wylde, Vara de Hierro. (Lord Larys Strong, el consejero de los rumores, no estaba con ellos; se las había ingeniado para desaparecer.) El septón Eustace, que presenció aquella escena, nos dice que la reina Alicent intentó llegar a un acuerdo con su hijastra. «Convoquemos un Gran Consejo, como hizo antaño el Viejo Rey, y planteemos la cuestión de la sucesión ante los señores del reino.» 8. Rhaenyra no le escuchó:«¿Me tomas por Hongo? Las dos sabemos qué decidiría ese consejo». Muy democrática esta nueva reina. Todo lo contrario a los Verdes, sí señor..

La reina Rhaenyra en el Trono de Hierro

Para sorpresa de Rhaenyra, Aegon había escapado, así como sus hijos menores, la princesa Jaehaera, de seis años, y el príncipe Maelor, de dos, junto con Willis Fell y Rickard Thorne, de la Guardia Real. Ni la reina viuda parecía saber adónde habían ido, y Luthor Largent juró que nadie había cruzado las puertas de la ciudad. Inmediatamente, los Negros oficiaron una ceremonia de coronación oficial en el propio Trono de Hierro que duró toda una noche. No obstante…

«Cuando el príncipe Daemon, su esposo, la acompañó para salir de la estancia, pudo verse que su alteza tenía cortes en las piernas y en la palma de la mano izquierda —escribió Eustace—. Fue dejando un reguero de sangre a su paso, y las personas juiciosas cruzaron miradas, aunque nadie osó decir la verdad en voz alta: el Trono de Hierro la había rechazado y sus días en él serían breves.»

fuego y sangre: la muerte de los dragones: el dragón rojo y el dragón dorado

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Viendo a Cormac trabajar con tesón porque mi existencia no bajase su prestigio como alumno estrella, decidí irme con Longbottom y otros novicios a El Cálamo y el Pichel. Obviamente, no tardaría mucho en contarles lo que acababa de descubrir. Quizá luego me arrepintiera, pero por una sola vez, podía ser yo quien diera una patada al mundo y no al revés. Y no lo iba a dejar pasar.

  1. La verdad es que me pilló despierta, mientras me liaba con Ser Criston viendo Netflix)
  2. Recordemos que a la reina Rhaenyra se le acusaba (pero ha de ser verdad, pues lo decía Alicent) de haber engendrado a sus hijos con Ser Lyonel Strong, y no con su esposo, Laenor Velaryon) podría sentarse en el Trono de Hierro habiendo descendientes legítimos de Viserys
  3. Puedo ser cruel, pero nunca estúpida. No como mis hijos, que me salieron a medio cocer. Por los genes del padre, claro está.
  4. Que de zapatilla me faltó con este chaval. El imbécil no se enteró de quien iba a reinar por él. No se que pensó el día que le puse la corona, de verdad…
  5. Eso digo yo, joder
  6. La madre del matasangre está pensando seriamente en demandar al autor por decir verdades que a nadie interesan
  7. La madre del matasangre advierte que su hijo puede ser un mentiroso, un cerdo, un idiota, un Tarly…, pero de actor porno no tiene nada
  8. No me lo tengáis en cuenta. Nadie se arrastra con más elegancia que una servidora