Era una noche animada en El calamo y el pichel. Las estrellas brillaban, los bardos cantaban, los borrachos gritaban y una noticia bomba estallaba:

-¿¿QUE??¿¿Un jodido Tarly??– dijo el novicio Longbottom. La sorpresa le había puesto la cara roja. Aunque quizá la famosa sidra fuerte de la taberna tuviera algo que ver.

-Como te lo digo. Estoy seguro de que el maldito Cormac viene de la noble semilla de Lord Randyll Tarly. Tendrías que haber visto las caras que ponía cuando les nombraba-dije yo. La alegría invadía mi cuerpo y no paraba de reir. Aunque el que llevase aún más sidra que Longbottom tuviera algo que ver.

-No me sorprende nada. Por debajo de las putas rosas y los asquerosos Hightower, los Tarly son los nobles más altaneros y vanidosos de todo el Dominio. De ahí le viene ese carácter al muy bastardo- dijo Adso de Melk.

-No hay noble que te caiga medianamente bien, Adso-dije, riéndome.

-Bueno, si Redwyne sigue haciendo vinos como estos quizá le coja cariño… hablando de vinos, voy a pedir una nueva ronda a nuestra hermosa Hermione.

-No le pidas un par de besos, que te veo…- dije.

-Quizá hasta le de la noticia de su amado Cormac, JAJAJAJ.

“¿Como un  ángel como Hermione podía estar enamorada con un gusano como Cormac?”, pensé. Ni aunque consiguiera el eslabón de acero valyrio conseguiría desentrañar ese misterio. Quizá solo a un chiflado como Marwyn se le podría ocurrir una respuesta, pero cualquiera se atreve a preguntárselo… Hermione estaba trabajando, demasiado ocupada en llenar y llevar jarras de cerveza y soportar a los borrachos como para fijarse en cuánto la amaba en secreto. Comencé a emparanoiarme con amores no correspondidos, y en esta ocasión la sidra no ayudaba. Cuando Adso empezó a pedir a gritos canciones, decidí que había llegado el momento de irse. Me despedí de mis amigos, pague a Hermione lo que debía y una generosa propina (así, disimulando, jeje). Llegué al fin a mi cama y saqué Fuego y Sangre, para seguir leyendo sobre la Danza de Dragones.

Batallas a gogó, traiciones y más dragones

En las Tierras de los Ríos, la guerra continuaba su curso. El ejército Lannister comandado por Lord Lefford se acercaba a las orillas occidentales del Ojo de Dioses cuando, de repente, se encontró rodeado por grandes ejércitos ribereños y norteños (los Lobos del Invierno), por lo que, ante el temor de dejar al descubierto la retaguardia si atacaba a uno de ellos, decidió retroceder hacia al lago, acampar allí y esperar el auxilio del príncipe Aemond, que se hallaba en Harrenhal, fortaleza que a su pesar encontró vacía, y en la que recibió la noticia de la pérdida de la capital.

Poseído por la rabia, culpó a la Casa Strong, acusándolos de traidores (pese a que Lord Larys era el Consejero de los Rumores del Consejo Verde). El príncipe masacró a la Casa Strong llenando el castillo de cadáveres de inocentes (¿Qué es la inocencia para alguien como Aemond el Matasangre?), aunque salvó a Alys Rios, una mujer bastarda que le doblaba la edad y a quien misteriosamente tomó como amante.


La muerte del Hacedor de Reyes, por Histories and Lor

Ninguna ayuda prestó Aemond al ejército occidental, que tuvieron que hacer frente a la que sería la batalla terrestre más sangrienta de la Danza de los Dragones. En los anales de la Ciudadela es conocida como la Batalla de la orilla del lago, pero los que sobrevivieron para contarlo la llamaron “Pasto de peces”, pues ambos bandos sufrieron muchas bajas. Atacados desde tres flancos, los hombres del Occidente retrocedieron paso a paso en las aguas del Ojo de Dioses, luchando entre los juncos y muriendo ahogados cuando intentaban huir.

El príncipe Aemond, enfurecido por la nueva derrota, partió por su cuenta sobre Vhagar para desencadenar su fuego sobre las Tierras de los Ríos (No compensa nada vivir en las Tierras de los Ríos, antes me voy a vivir en taparrabos a los desiertos de Dorne); mientras que, por su parte, ser Criston Cole, el Hacedor de Reyes, abandonó Harrenhal con un ejército muy mermado, marchando hacia al sur a lo largo de la orilla occidental del Ojo de Dioses. Después de cuatro días de marcha, empezaron los ataques y las emboscadas por parte los Negros, que emplearon la táctica de tierra quemada. Ser Criston dejó atrás el lago y siguió la orilla del Aguasnegras, pero no fue un ejército lo que encontró:

En otros lugares, sus exploradores se toparon con siniestros retablos de cadáveres de armadura sentados bajo los árboles con pútrida vestimenta, en una grotesca parodia de festín. Los convidados eran hombres que habían caído en la Carnada para Peces, calaveras sonrientes bajo yelmos oxidados, cuya carne verde y podrida se desprendía de los huesos.

fuego y sangre: la muerte de los dragones-rhaenyra destronada

 

¿QUÉ ACABO DE LEER?

La reina Rhaenyra en el Trono de Hierro

Finalmente, su ejército se topó con un ataque sorpresa por uno de esos «siniestros retablos de cadáveres» (el astuto Lord Dustin escondió a sus hombres entre esos cadáveres), que acabó con la muerte de Ser Criston en medio de la carnicería que luego se llamó «el pasto de peces». «Seguro que el reino entero lloró su pérdida» (Nota: yo sí. Era igual de bueno conspirando y matando como en…). Tras esa victoria y las derrotas de los Lannister a manos del Kraken Rojo, parecía que la guerra se iba decantando en favor de Rhaenyra, pero en el Dominio, el gran ejército sureño liderado por Lord Ormund Hightower y el príncipe Daeron había cruzado el Mander y avanzaba implacable hacia Desembarco del Rey, mientras que en Bastión de Tormentas Borros Baratheon estaba reuniendo un nuevo ejército, y su hermanastro Aegon y Lord Larys seguían desaparecidos.

Desembarco del Rey no debía quedar indefenso, por lo que la reina Rhaenyra y su dragón Syrax permanecerían en la ciudad con los príncipes Aegon el Menor y Joffrey, que tenía a su dragón Tyraxes, así como el jinete de Bruma, ahora Addam Velaryon y heredero de la Serpiente Marina. El resto de jinetes iría a la batalla con sus dragones. Rhaenyra se ocupó de otorgar cargos y honores a aquellos que le habían apoyado. Sin embargo, los nuevos impuestos y medidas para con los comerciantes que decretó Lord Celtigar, las cruentas ejecuciones de sus enemigos y  el comportamiento de Ulf el Blanco y Hugh el Martillo logró que en poco tiempo el populacho detestase a su nueva soberana, a la que dieron el mote de “Maegor con tetas”.” “Si Rhaenyra era la versión femenina de Maegor,  la Reina Cersei debería ser eso y un toque del loco Rhaegel.”

Para espiar todo lo que acontecía en la ciudad, la reina recurrió a Misaria, el gusano blanco que antaño fue amante de Daemon, que seguro que felicitó su retorno.  «Que Daemon calme sus apetitos donde desee —dicen que dijo—, y nosotros haremos lo propio.» Por entonces, la ansiedad y el apetito de Rhaenyra hicieron que ésta perdiera su esbelta figura, lo que fue motivo de escarnio y burla para la plebe.1.

La brutal muerte del príncipe Maelor (el benjamín de Aegon II, de solo 5 escasos años), despedazado por el populacho que esperaba cobrar la cuantiosa recompensa que había ofrecido la reina, convirtió el desprecio en un intenso odio. Ser Ormund y el príncipe Daeron, se ocuparon de vengar esta muerte saqueando Puenteamargo, pues culpaba a Lady Caswell de no haber protegido a Maelor y Ser Rickard Thorne, el Guarda real que le protegía.

Lady Caswell observó desde su muralla y luego ordenó que se abrieran las puertas. «Ningún castillo puede resistir un dragón», dijo a su guarnición. Cuando llegó lord Hightower, se la encontró en lo alto de la torre de la puerta con una soga en torno al cuello. «Tened piedad de mis hijos, mi señor», suplicó antes de arrojarse al vacío para ahorcarse. Tal vez eso conmoviese a lord Ormund, ya que se perdonó tanto a la hija como a los hijos pequeños de lady Caswell; los cargaron de cadenas y los enviaron a Antigua. Los hombres de la guarnición del castillo no recibieron más merced que la espada.

fuego y sangre: la muerte de los dragones-rhaenyra destronada

 

Por la Cabra Negra de Qohor. ¿No hay canciones sobre esta escenita?

Temiendo el avance de este ejército, Lord Corlys Velaryon aconsejó a Rhaenyra buscar la paz con sus antiguos enemigos y otorgar el perdón a quien lo pudiera merecer. En cambio, Daemon exhortaba a cortar las cabezas de los traidores, y entregar Roca Casterly y Bastión de Tormentas a Ser Hugh y Ser Ulf el Beodo, como advertencia a nuevas traiciones. “La mitad de los señores de Poniente se volverán contra nosotros si somos tan crueles como para destruir dos casas de tan rancio y noble abolengo”, dijo Lord Corlys. También hubo de escuchar una nueva oferta de paz,. Pero en esta ocasión, de su enemiga: Alicent Hightower: la reina ofreció dividir el reino, reinando Rhaenyra en el Norte y Aegon en el Sur. Pero Rhaenyra desdeñó la propuesta de su madrastra:

—Tus hijos gozarían de posiciones honrosas en mi corte de haber conservado la fe —declaró—, pero quisieron privarme de mis derechos y se mancharon las manos con la sangre de mis queridos hijos.

—Sangre de bastardos, vertida en una guerra2replicó Alicent—. Los hijos del mío eran niños inocentes y los asesinaron cruelmente. ¿Cuántos más deben morir para apaciguar tu sed de venganza?

—No pienso escuchar más mentiras —advirtió—. Habla de nuevo de bastardía y te arranco la lengua.—O así lo narra el septón Eustace. Munkun dice lo mismo en su Relato verídico.

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“Tendremos mucho por lo que criticar a esta señora pero al menos hay que reconocer que Alicent tenía los ovarios buen puestos.”

La traición de Ladera, por Douglas Wheatley

Sobre las consecuencias de estas palabras, las versiones difieren. Mientras que la versión tradicionalmente aceptada no menciona que Alicent sufriera daño alguno, Hongo nos dice que Misaria, la Consejera de los Rumores, sugirió a Rhaenyra que encerrase a Alicent y a Helaena, la enajenada esposa del rey Aegon, en un burdel, para que todo hombre dispuesto a pagar un elevado precio pudiera disfrutar de acostarse con la madre del rey y una reina dragón3. No es aconsejable creer las historias del bufón más desvergonzado que haya entrado en la Fortaleza Roja, pero dado el carácter de Rhaenyra y el intenso odio que tenía hacia su madrastra, no debe pasarse por alto esta posibilidad.

Rhaenyra ordenó a Ulf el Blanco, jinete de Ala de Plata, y Hugh Martillo, que montaba a lomos de Vermithor, volaron a defender Ladera, el último asentamiento leal entre el ejército de Lord Hightower y el príncipe Daeron y la capital. Aunque el poderío de los Hightower hizo que la batalla se decantara inicialmente hacia los Verdes, luego la balanza se inclinó a favor de los Negros cuando Ormund Hightower murió a manos de Roderick Dustin en un ataque suicida de sus Lobos del Invierno.

Sin embargo, esta batalla siempre será recordada más por la traición de Ulf y Hugh –conocidos a partir de este momento como Los Dos Traidores– decidieron cambiar de bando (por sed de cargos y honores según algunos, por la ofensa de no haber recibido Roca Casterly y Bastión de Tormentas, según otros… “y por las dos cosas y por ser un par de hideputas, según yo mismo. Que no hace falta ser el bastardo de Cormac para saber cuando un bastardo  se merece ese nombre.”) cuando volvieron sus dragones contra la ciudad, reduciéndola a cenizas.

El saqueo que se produjo a continuación fue tan encarnizado como el que más en la historia de Poniente. La próspera ciudad comercial de Ladera quedó reducida a brasas y cenizas. Miles de personas ardieron y otras tantas murieron ahogadas al tratar de vadear el río a nado. Algunos dirían después que esos fueron los afortunados, ya que no se tuvo compasión con los supervivientes. Los hombres de lord Footly arrojaron las espadas y se rindieron, tan solo para acabar atados y descabezados. Se violó repetidamente a las lugareñas que no habían ardido, incluso a niñas de ocho y diez años. Se pasó a viejos y mozos por la espada mientras los dragones devoraban los cadáveres retorcidos y humeantes de sus víctimas. Ladera no se recuperó jamás.

fuego y sangre: la muerte de los dragones-rhaenyra destronada

 

De manera que el otrora imparable ejército Hightower quedó de repente descabezado, pues todos los demás caudillos (Urwin Peake, Jon Roxton, Lord Boyne, el príncipe Daeron…) aspiraban a ese honor. No era el único problema, sino que además también debían hacer frente las desmesuradas ambiciones de los traidores Ser Hugh y Ser Ulf. Cuando las noticias llegaron a Desembarco del Rey, la reina, presa del pánico, tomó represalias contra las otros bastardos, sus fieles “semilla de dragón”4, pero Addam Velaryon, el heredero de Marcaderiva, escapó en Bruma cuando Corlys, le previno, lo que supuso que la reina encarcelase a su propia Mano; mientras que Ortigas, y su nuevo amante, Daemon Targaryen se hallaban en Poza de la Doncella, en busca de Aemond el Matasangre, que se dedicaba a incendiar las Tierras de los Ríos. Lord Mooton recibió la repugnante orden de la reina de asesinar a Ortigas:

—No es sino una niña, por muy nefandas que sean sus traiciones —dijo ser Florian, un viejo caballero cano y adusto—. El Viejo Rey jamás habría solicitado nada semejante a un hombre honorable.

—Corren tiempos hediondos —dijo lord Mooton—, y es un dilema hediondo el que me plantea la reina. La joven es una huésped que vive bajo mi techo. Si obedezco, Poza de la Doncella quedará maldita para siempre; si rehúso, quedaremos mancillados y destruidos.

—Muy bien pudiera ser que nos destruyeran hagamos lo que hagamos —respondió su hermano—.

fuego y sangre: la muerte de los dragones-rhaenyra destronada

 

La Batalla entre Daemon y Aemond en el Ojo de Dioses, por rubendevela

El maestre Norren propuso fingir que no habían leído la carta y entregársela directamente al príncipe Daemon, para que obrase en consecuencia. El príncipe calificó la orden como “palabras de una reina, obra de una puta”, y apremió a Ortigas para que escapase. Ambos se despidieron entre lágrimas. Daemon se dirigió de nuevo a Harrenhal para encararse con Aemond. Tras su marcha, Lord Mooton abandonó a Rhaenyra, y el emblema del dragón dorado de Aegon II ondeó en su fortaleza. Trece días transcurrieron hasta que Aemond se presentó en las murallas de Harren el Negro, a lomos de Vhagar y en compañía de su amante, Alys Ríos, a la que había dejado encinta.

Tras unas palabras de “cortesía” (“Se han visto marineros en los burdeles de Antigua con más elegancia que estos dos.”), tío y sobrino montaron a sus dragones, las dos mayores bestias que tenía la Casa Targaryen, y emprendieron el vuelo mientras Alys contemplaba el aterrador espectáculo desde las torres de Harrenhal. Daemon lanzó a Caraxes contra el cuello de Vhagar, más vieja y lenta que “el Guiverno Sanguíneo”, y saltó desde su lomo al de Vhagar, espada en mano, incrustando Hermana Oscura en la cuenca vacía de Aemond el Matasangre. Los dragones y sus jinetes cayeron al Ojo de Dioses, y aunque se hallaron los restos de las dos bestias y Aemond, no se encontró rastro alguno de Daemon, lo que dio  a los trovadores material para sus canciones, en las que había huido de Poniente, para pasar lo que le quedaba de vida con su amada Ortigas.

La locura reinante en Desembarco del Rey

Brocheta valyria, por Rhaena Targaryen

En Desembarco del Rey, la reina Helaena Targaryen, loca de dolor, se suicidó arrojándose al foso seco desde el Torreón de Maegor, muriendo empalada en las estacas. Nadie sabe a ciencia cierta las razones que la llevaron a ello (no obstante, Hongo afirma que la causa fue que las violaciones del burdel la habían dejado embarazada…)5. . Según los rumores que recorrieron la ciudad, la amada reina Helaena había sido asesinada por orden de Rhaenyra.

Esto se unió al intenso odio que había hacia la soberana , y el temor colectivo a los dragones tras los sucesos de Ladera, detonando un gran tumulto contra Rhaenyra en su propia capital, dirigidos por una especie de profeta, manco y cubierto de harapos, llamado “el Pastor”, que clamaba contra la «reina antinatura que se sienta sangrante en el Trono de Hierro, con los labios de ramera relucientes y rojos por la sangre de su dulce hermana»6. El tumulto comenzó en el Lecho de Pulgas y se extendió rápidamente por toda la ciudad, reclamando justicia para el príncipe asesinado y su madre.

Los capas doradas se vieron sobrepasados por la muchedumbre, que empezó a asesinar a los cortesanos que hallaron. Con la intención de salvar a su dragón Tyraxes y de proteger a su madre, Joffrey Velaryon, Príncipe de Rocadragón, robó a Syrax, (el dragón de Rhaenyra) y se dirigió hacia la Colina de Rhaenys; pero Syrax solo reconocía a su dueña y, durante el trayecto hacia Pozo Dragón, se revolvió para liberarse del desconocido que lo montaba a horcajadas. Joffrey cayó y murió en las calles de Desembarco.  Así murió el último hijo de Rhaenyra y Laenor Velaryon7.

Pozo Dragón se transformó en un infierno ardiente. Al estar encadenados, los cuatro dragones que allí moraban no podían escapar volando, pero lucharon con cuernos, dientes, garras y fuego. Shrykos y Morghul, los dragones de los hijos gemelos de Aegon II, fueron los primeros en morir sin oponer mucha resistencia. Tyraxes, el dragón del príncipe Joffrey, murió encadenado en su jaula. Pero Sueñadragón, que había roto dos de sus cadenas tras la muerte de la reina Helaena, se liberó de sus ataduras cuando la muchedumbre se le acercó, matando a más hombres que los otros tres dragones juntos. Luego, tomó el vuelo dentro de Pozo Dragón y, en un último intento desesperado por escapar, derribó la cúpula que lo cubría, muriendo aplastados por los escombros el dragón, los asaltantes y la Guardia de la Ciudad que había acudido a reprimir los tumultos.

Aunque los cuatro dragones perecieron en el asalto, muchos de los matadragones también murieron carbonizados por el fuedragón. Y Syrax, ya fuese por los rugidos de los dragones agonizantes o el olor a sangre y carne calcinada, descendió desde las alturas hacia la muchedumbre, arremetiendo con sus dientes y garras. La reina intentó restaurar el orden calle por calle enviando a sus caballeros, pero fue en vano. Esa misma noche Rhaenyra y su hijo Aegon el Menor abandonaron la ciudad con un pequeño séquito y se dirigieron hacia Rocadragón, pues allí podrían eclosionar más huevos mientras esperaban la llegada de refuerzos del Norte, las Tierras de los Ríos y del Valle de Arryn. «Ay que pena penita pena más grande me está dando». 

Al amanecer, un centenar de hombres la atendían en el salón del trono, pero uno por uno se habían escabullido o licenciado, hasta que tan solo sus hijos y yo quedamos con ella. “Mi fiel Hongo—me dijo su alteza—, ojalá todos esos hombres fueran tan fieles como tú. Debería nombrarte mi Mano.” Cuando repliqué que prefería ser su consorte, se rio. Ningún sonido fue jamás tan dulce. Me alegró oírla reír.»

fuego y sangre: la muerte de los dragones-rhaenyra destronada

 

La capital pronto fue ocupada por la mayor de las anarquías, surgiendo reyes en cada calle, que luchaban con los vecinos para morir en la misma noche en la que fueron coronados. El aparente vencedor, un tal Trystane Fuegoeterno, un supuesto bastardo del rey Viserys,se sentó en el Trono de Hierro tras hacerse con la Fortaleza Roja y liberar a sus prisioneros, entre ellos Lord Corlys Velaryon, Lady Alicent Hightower y Ser Tyland Lannister (que había sido torturado, cegado y castrado). Junto con el caballero errante Ser Perkin “la Pulga”, que hablaba en nombre del rey Trystane comenzaron a gobernar como si nada hubiera pasado. A estos se unió el misterioso Lord Larys Strong, que reapareció de entre las sombras para servir al nuevo “rey”. “Por la Madre y todos sus acólitos. Menuda reunión de ingenieros, como dicen en mi tierra. Solo de una locura como la Danza podía nacer semejante esperpento”. Mientras tanto, el Pastor reunía a sus fanáticos fieles en las ruinas del Pozo Dragón, y otro rey aparecía en un burdel de la Calle de la Seda, el niño Gaemon Peloblanco, pero pese a su origen, llevó a cabo una política, por lo menos, peculiar:

Gaemon dictó que, a partir de entonces, las hijas serían iguales que los hijos en cuestiones de herencias; que los pobres recibirían pan y cerveza en tiempos de hambruna; que los hombres que hubieran perdido miembros en la guerra debían en lo sucesivo ser alimentados y albergados por el señor por el que lucharan al producirse la mutilación. Gaemon legisló también que los maridos que pegasen a sus mujeres debían recibir una paliza asimismo, independientemente de lo que hubieran hecho sus esposas para ser acreedoras del castigo. Tales edictos, casi con total certeza, eran obra de una ramera dorniense llamada Sylvenna Arena, al parecer célebre por ser la querindonga8 de Essie, la madre del pequeño rey, si es que debemos dar crédito a Hongo.

fuego y sangre: la muerte de los dragones-rhaenyra destronada

 

«A ver cuando aprenden las reinas de Desembarco y empiezan a implantar leyes parecidas. Que pena que no esté aquí Hermione para decírselo y quedar como un caballero» 

La Segunda Batalla de Ladera

Addam Velaryon, Ulf el Beodo y Hugh el Martillo

Al sur de la capital, el ejército de los Hightower se impacientaba por avanzar hacia Desembarco del Rey mientras se hundía en lo peor para un ejército: el caos. A la falta de un líder claro tras la muerte de Ser Ormund, se unieron la falta de noticias del desaparecido rey Aegon II, la muerte de Aemond en el Ojo de Dioses y las continuas exigencias de los Dos Traidores, pues ahora Ser Ulf reclamaba nada menos que Altojardín, acusando de traición a los neutrales Tyrell.

Pero la pretensión de Ser Ulf no era nada comparada con la de Ser Hugh el martillo, que al conocer la anarquía que reinaba en Desembarco del Rey, reclamaba para sí nada menos que el Trono de Hierro, pese a que muchos afirmaban que ahora debía apoyarse al príncipe Daeron como rey de los Siete Reinos. Cuando Jon Roxton el Osado exigió saber con qué derecho se postulaba como aspirante al trono, lord Martillo respondió: «Con el mismo derecho que el Conquistador: un dragón». Su ambición llegó al punto de que llegó a portar una corona de hierro negro. Cuando Ser Roger Corne le ordenó quitarse la corona, pero en respuesta Hugh le clavó tres herraduras en el cráneo, lo que colmó la paciencia de los demás nobles.

Los nobles del Dominio que lideraban el ejército (o al menos lo intentaban) se conjuraron para asesinar a estos bastardos, pero cuando comenzaron a ejecutar el plan, comenzó la Segunda Batalla de Ladera. Con el afán de demostrar que no todos los bastardos son unos traidores, Addam Velaryon reunió un ejército de cuatro mil hombres entre los restos de las huestes ribereñas (los Tully finalmente entraron en la guerra: «Un dragón en un patio hace maravillas para resolver las dudas», dijo ser Elmo.) y, en la oscuridad de la noche, atacó Ladera en su dragón Bruma. El ataque tomó completamente desprevenidos a los Verdes, paralizados por la inactividad desde hacía semanas, y más concentrados en las rencillas internas que en continuar la guerra.

El príncipe Daeron Targaryen murió durante el ataque cuando su pabellón fue consumido por las llamas (después el “mérito” fue discutido entre varios soldados). Los Dos Traidores murieron a manos de los comandantes que dirigían el ejército sureño: Hugh Martillo fue asesinado por ser Jon Roxton y Ulf murió envenenado por Hobert Hightower, quien se vio obligado a beber el mismo vino envenenado para no despertar sus sospechas.

Pero la verdadera carnicería comenzó cuando la batalla despertó a los dragones de los Verdes, a las afueras de la ciudad. De los cuatro que había en el campo de batalla, solo Bruma tenía jinete: ser Addam Velaryon había venido a demostrar su lealtad destruyendo el ejército de los Verdes y sus dragones, de modo que se enfrentó a ellos. Poco después de morir Bruma y ser Addam, también lo hicieron Vermithor y Tessarion; sólo sobrevivió Ala de Plata. Debe decirse que Ser Addam fue enterrado con honor en Marcaderiva; su tumba lleva por epitafio la palabra “leal”. “No, no estoy llorando, no…”9.

La muerte de una reina

La reina Rhaenyra, destrozada física y psicológicamente, peregrinó a lo largo de las Tierras de la Corona, buscando la manera de llegar a Rocadragón. Sus acciones le habían acarreado la pérdida del cariño que le profesaba su reino anteriormente; la pérdida de la capital y la muerte de Daemon hizo que el temor a traicionarla desapareciera. Más de una ocasión se encontró las puertas cerradas de quien antaño la apoyó. Con lágrimas en los ojos, tuvo que vender su corona para poder viajar en barco a Rocadragón con su hijo Aegon. Cuando llegaron a la antigua fortaleza de los Targaryen, se encontraron con un maltrecho Aegon II y su dragón agonizante.

Gracias a Lord Larys Strong el Patizambo –su consejero de los rumores–, Aegon II consiguió escapar de Desembarco del Rey durante la conquista de Rhaenyra, disfrazados ambos de humildes pescadores. Mientras que el rey se escondió en Rocadragón, con la creencia de que su hermanastra nunca lo encontraría en su propia fortaleza, sus hijos Jaehaera y Maelor fueron enviados a Antigua y Bastión de Tormentas respectivamente. De este modo, Aegon había permanecido escondido en la isla junto a su dragón, que misteriosamente había cruzado la Bahía de Aguasnegras a pesar de sus heridas, y calmando el dolor y las deformidades con vino.

La caída de Rocadragón fue rápida, pues incluso allí algunos guardaban rencor a su hermanastra y colaboraron con el invasor. No obstante, la princesa Baela, hija de Daemon y Laena Velaryon, escapó de los invasores en Danzarina Lunar y se enfrentó a Aegon, que descendía en su dragón Fuegosol para hacer una entrada triunfal en la plaza conquistada. Como resultado de la encarnizada lucha, Aegon se rompió las piernas cuando saltó desde su dragón y Baela sufrió graves heridas por las quemaduras. Poco tiempo después, se supo que Rhaenyra se aproximaba a Rocadragón. Aegon ordenó que se le diera “una cálida bienvenida”, y eso fue (literalmente) lo que se encontró en el patio de armas de Rocadragón:

—Querido hermano, esperaba que estuvieras ya muerto.

—Tú primero —contestó Aegon—. Eres la mayor.

—Me complace saber que lo recuerdas —respondió Rhaenyra—. Parece que somos tus prisioneros, pero no te creas que nos retendrás mucho tiempo. Mis señores leales darán conmigo.

—Si te buscan en los siete infiernos, tal vez —respondió el monarca mientras sus hombres arrancaban a Rhaenyra de los brazos de su hijo.

fuego y sangre: la muerte de los dragones-rhaenyra destronada

 

Enfurecido por sus piernas destrozadas y heridas, Aegon entregó a su hermanastra a Fuegosol, bañándola con una explosión de llamas. Y antes de que Fuegosol la devorase, Rhaenyra Targaryen tuvo tiempo para levantar su cabeza hacia el cielo y chillar una última maldición a su medio hermano.10. Todo ello fue presenciado por su hijo Aegon, que miraba horrorizado cómo su madre era carbonizada y despedazada viva por un dragón, el símbolo y orgullo de su propia dinastía, lo cual le marcaría para siempre. El príncipe Aegon fue hecho prisionero, y se vió obligado a regresar a la Fortaleza Roja junto con su tío, que deseaba dar a conocer su retorno y la muerte de su hermanastra.

El fin de la guerra: el breve reinado de Aegon II

La capital volvió a la paz del rey gracias a la llegada de las tropas del implacable Borros Baratheon; eso sí, tras una negociación a dos manos con Lady Alicent y Larys Strong, que ahora actuaba como consejero del “rey” Trystane Fuegoeterno. Tras dicha negociación, se acordó que Aegon y Lord Larys tomarían por esposas a hijas de Lord Borros, e indultaría a los seguidores del rey Trystane a cambio de ayudar a pacificar la ciudad.  Alicent pudo alegrarse de enterarse de que su nieta Jaehaera se hallaba sana y salva en Bastión de Tormentas. No obstante, aún quedaba por saber qué ocurriría con la Casa Velaryon, pero tres mentes tan pragmáticas no tardaron en ponerse de acuerdo al respecto:

—Tenemos que involucrar a la Serpiente Marina —cuentan que dijo lord Baratheon—. Puede que el viejo quiera una esposa joven; aún tengo dos hijas por apalabrar.

—Es un traidor y tres veces traidor —repuso la reina Alicent—. De no ser por él, Rhaenyra jamás habría logrado tomar Desembarco del Rey. Mi hijo no lo habrá olvidado; quiero su cabeza 11.

—Tardará poco en morir, en cualquier caso —respondió lord Larys Strong—. Vamos a hacer las paces con él y emplearlo en lo que podamos. Cuando todo esté atado y bien atado, si la casa Velaryon ya no nos resulta de utilidad siempre podemos echar una mano al Desconocido.

fuego y sangre: la muerte de los dragones-el breve y triste reinado de aegon ii

 

El misterioso Lord Larys Strong

Tras una “exhaustiva limpieza” («esa frase me recuerda a alguien”) de la ciudad por las tropas de Lord Borros, el rey Aegon regresó a la Fortaleza Roja, tras llorar la muerte de su espléndido dragón, Fuegosol, y poder atravesar en paz la flota de los Velaryon, que ahora volverían a servir al Trono de Hierro (de nuevo, tras imponer una serie de condiciones que indignaron a Lady Alicent, y permitirse rechazar a las hijas de Lord Baratheon). Se dice que el acuerdo tuvo lugar gracias a la habilidad negociadora de Larys Strong, y a la amenaza de decapitar a la nieta de la Serpiente Marina, Baela, que se hallaba en poder de Aegon.

Con la llegada del rey, comenzaron a ejecutarse a los falsos reyes que protagonizaron los tumultos que acabaron con Rhaenyra (Trystane, traicionado por Ser Perkin, solicitó que se le nombrase caballero antes de morir) y, pese a los consejos de Lord Corlys, Aegon se negó a indultar a los Negros (ahora en apoyo de Aegon, el traumatizado hijo de Rhaenyra, prisionero en la propia Fortaleza Roja). Al poco tiempo, se supo que se aproximaban a la capital poderosos ejércitos, provenientes de las Tierras de los Ríos, el Valle y el Norte. Según Hongo, fue tal la desesperación del rey que intentó empollar él mismo «un gran huevo violeta y dorado, pero para lo que sirvió, bien podría haber sido un zurullo violeta y dorado».

El Consejo Verde se encontraba dividido: Lord Corlys abogaba por la reconciliación y casar a Aegon con Jaehaera; Lord Borros, Lady Alicent, por la lucha a ultranza hasta la victoria (muy realistas estos dos, sí señor), y el deforme Ser Tyland, aconsejaba ejecutar al príncipe para dejar a los Negros sin causa por la que luchar, lo que horrorizó a la Serpiente Marina, que se hartó de oír las barbaridades de los Verdes después de haber oído las de los Negros: acusó al rey y al consejo de «necios, mentirosos y perjuros» antes de abandonar la cámara como una exhalación. Fue Lord Larys quien evitó que le ejecutasen:

«Matad a la vieja serpiente y perderemos a la nueva —dijo el Patizambo —, junto con sus excelentes y veloces navíos.» Lo que debían hacer, afirmó, era congraciarse cuanto antes con lord Corlys, para conservar la casa Velaryon de su lado. «Concededle ese compromiso, alteza —instó al rey—; un compromiso no es una boda. Nombrad heredero al joven Aegon; un príncipe no es un rey. Recapitulad y pensad en cuántos herederos, a lo largo de la historia, no vivieron para sentarse en el trono. Ocupaos de Marcaderiva a su debido tiempo, cuando hayáis eliminado a vuestros enemigos y vuestra buena estrella alcance el cénit. Ese día no ha llegado aún; debemos tratarlo con deferencia en espera del momento oportuno.»

fuego y sangre: la muerte de los dragones-el breve y triste reinado de aegon ii

 

El Patizambo se encargó de negociar con Lord Corlys y apaciguó su ira durante un tiempo, mientras el rey se distraía, ordenando la construcción de estatuas gigantescas y megalómanas de sus difuntos hermanos, y, según Hongo, ordenando a criados y caballeros acostarse con damas mientras él espiaba (ya que las quemaduras y piernas reventadas le impedían moverse, y más aún realizar el acto sexual), e ignorando el ejército de ribereños que se aproximaba a Desembarco del Rey.

Fue Lord Borros quien se dirigió a enfrentarlos con un gran ejército de tormenteños, pero tal fue la destreza de Kermit Tully y Alysanne Blackwood, que el señor de Bastión de Tormentas y sus huestes fueron masacradas por sus flechas en la que se llamó “la Matanza del Barro”. Esta derrota dejó a los Verdes sin fuerzas suficientes para defender la capital, mientras sus aliados respondieron con evasivas y excusas a las peticiones de ayuda, y las naves de Lady Arryn bajaban por el Mar Angosto, y los norteños de Lord Cregan Stark descendían por el Cuello.

De nuevo, el Consejo se dividía: Lord Velaryon, intentando hacerle ver que estaba acabado, aconsejó al rey capitular y vestir el negro para que le perdonasen sus crímenes; Lady Alicent aconsejó cortar una oreja al príncipe Aegon para advertir de que su vida estaba en peligro, y esta fue la opción que escogió el rey, que incluso amenazó a Corlys con hacer lo mismo con Baela. Tras la audiencia, el rey montó en el palanquín en el que se desplazaba en presencia de dos Guardias Reales para dirigirse al septo de la Fortaleza Roja. Al llegar, Ser Gyles Belgrave le halló muerto, con una jarra de vino del Rejo en la mano y sangre en los labios.

Así murió el último hijo del rey Viserys y la reina Alicent, la cual durante la noche fue retenida por guardias en sus aposentos, mientras Lord Corlys se apresuraba para recibir al ejército de ribereños en presencia del nuevo monarca: Aegon, el tercero de su nombre. Tal y como ocurrió al llegar el segundo Aegon, los pendones del dragón dorado se recogieron y se sustituyeron por el dragón rojo de la Casa Targaryen. Al poco tiempo, el Septón Supremo casó al nuevo rey con su prima Jaehaera, unificando las dos ramas de la dinastía de reyes dragón, y dando fin a la guerra más cruenta que había conocido Poniente hasta entonces.12.

“La legítima reina” la llamaba el idiota de Cormac… si algo me había quedado claro después de la lectura era que el único Targaryen bueno es el muerto. La guerra no fue más que una sucesión de hechos deleznables, estúpidos y sin sentido. “Y por su culpa jamás veré a un dragón, siempre que los rumores de los marineros de los puertos sobre cierta reina dragón en la Bahía de los Esclavos no sean ciertos”. Acabé mi transcripción y mi cerveza y decidí volver a la Ciudadela mientras observaba las murallas que guardaban la ciudad. “¿De qué sirve tanta fortaleza y esplendor cuando el terror viene desde arriba?”

  1. No solo la plebe
  2. GUAPA. REINA DEL MARTES SANTO. No me negareis que solo por este momento merecía ganar la guerra una humilde servidora
  3. Sororidad, creo que lo llaman
  4. Cada vez me sorprende más la habilidad de gobernar de esta mujer. Igual de bien que tener hijos legítimos
  5. Mira que la quería eh, pero otra que me salió a medio cocer… un te de la luna habría bastado por dios. Al menos me valió para que la plebe insultase a la zorra esa
  6. Lo admito, algo cachonda me ha puesto. Entiendanme, en estas celdas una está muy sola y restregarse con las paredes no es muy eficaz.
  7. y Harwin Strong, querrás decir
  8. ni si quieraen mi época encontramos sentido a la palabra «queridonga». En Antigua las llamábamos «boyeras», que es más corto.
  9. Si me preguntas a mi también podrían haberle puesto de epitafio “bastardo de mierda”: su único mérito fue matar a mi pequenín
  10. Si me lo permitís, y si no también, voy a ponerme un copazo después de esto
  11. el tiempo me dio la razón. Si es que… que poco caso se le hace a una, por Rhllor bendito. Debería haber sido la Mano del tal Gaemon ese
  12. :Que conste que toda la culpa es del zorrón de Rhaenyra, que no tuvo mejor idea que intentar usurpar MI trono. Osea, el de mi hijo, claro…)