Análisis del sexto capítulo de la octava temporada de Juego de Tronos.
Como cada semana, después del visionado del sexto capítulo de la octava temporada de Game of Thrones, que podéis comentar y valorar aquí, hoy es el momento de reflexionar con el análisis del mismo. De la mano de los Escribas Leales que se ofrecieron voluntarios para llevar a cabo esta tarea, hoy continuamos esta sección con un leal que ha decidido estrenarse en esta comunidad analizando el último capítulo de Juego de Tronos, @Fernando Morales, que se centrará exclusivamente en este episodio, pues como en la anterior temporada la reseña global correrá a cuenta de otro leal.
Nota: Como habréis podido comprobar, hoy el Escriba Leal se ha retrasado un poco más de la cuenta. Al parecer, los cuervos de Fernando han sido wargueados por el nuevo rey Bran I, el Tullido y nos han llegado con retraso. Iremos editando la entrada para darle el formato correcto1, pero antes, y como prometimos en el Llamamiento del Titán, el quebrantamiento de los votos supone una pena de escarnio público. ¡Unella, dale!
8×06: El Trono de Hierro
— Fernando Morales —
Pues sí leales. Se acabó. El camino que comenzó allá por 2011 ha terminado. Esas madrugadas sin poder dormir por los nervios esperando al nuevo capítulo y esa larga semana comentando, debatiendo y discutiendo sobre el mismo, esperando de nuevo al lunes, concluyeron. Ese larguísimo año de espera entre temporadas jamás lo volveremos a vivir. Pero si me pongo así de dramático no acabo ni en un milenio. Vamos a analizar la que es la última página de un total de 71 escritas a lo largo de estos 9 apasionantes años, donde se cierran etapas de muchos personajes, se apagan luces que brillaron quizás demasiado, se encienden otras ilusionantes…
El episodio comienza, cómo no, con la intro, nuestra intro. Como algo peculiar y único encontramos Desembarco del Rey destrozada, aquella fortaleza que jamás había sido expugnada, aquella ciudad que jamás había caído, reducida a millones de toneladas de escombro y cenizas.
La trama comienza con Tyrion entrando junto a Ser Davos y Jon Nieve a la desolada ciudad en la que se había convertido la capital. Contemplan cómo la furia de la reina ha abrasado miles de casas, miles de edificios, miles de vidas… El gnomo decide ir a buscar a sus hermanos solo, mientras que los espadachines se topan con Gusano Gris, a punto de ejecutar a los pocos guardias reales que quedan vivos. Se observa la primera división de Jon con su “bando”, intentando detener el asesinato de los que aún quedan de lado de Cersei.
El enano se adentra en el castillo rojo, donde contempla con pena los lugares donde se había criado de pequeño —de edad—, ahora devastados. Se adentra en las catacumbas, donde había pactado previamente el encuentro Cersei-Jamie, costándole esto casi su cabeza por traición. Cuando desentierra a sus hermanos de entre los ladrillos, muertos, juntos, la rabia le corroe. ¿Hizo bien eligiendo ese bando? Ahora se arrepiente de ello.
Volviendo extramuros, miles de Dothrakis e Inmaculados aguardan la llegada de la triunfadora de la tarde. Dicho número de soldados sobrepasa de forma ridícula el que creíamos que había sobrevivido a la batalla de Invernalia. Cosas de Poniente.
La entrada épica de la reina a lomos de Drogon y el símil de sus alas en ella es algo maravilloso. Por estas cosas hay que hacerle un monumento al equipo de post-producción de esta serie. En su discurso de victoria, entre arengas de guerra, atisbos de avaricia de territorios y felicitaciones varias, Daenerys nombra Líder de Guerra a su más fiel soldado de los Inmaculados, Gusanito Gris. Gran premio para la persona más leal a la Madre de Dragones hasta el último momento.
Tyrion es acusado de una traición que él mismo reconoce, arrojando la chapa de mano de su majestad por las escaleras. Claramente y cegada por su ira, el Lannister es su nuevo prisionero favorito.
En ese momento comienza el “comedero” de cabeza a Jon, que es en realidad hacerle abrir los ojos de que debe hacer lo correcto. Arya, la persona que mejor sabe distinguir los buenos de los malos, le anima a dar un golpe sobre la mesa, además de decir una verdad como un templo: no hay obstáculo más grande para una reina que el legítimo heredero al trono.
Jon, en el calabozo, entabla una conversación magnífica con Tyrion, haciendo un balance de lo ocurrido y una trayectoria a la carrera de Daenerys hacia el trono: asesina de habitantes de Astapor, Meereen, Qarth, entre otros territorios; invasiones crueles basadas en dolor y fuego… Un camino que deja ver lo que le importa realmente a la reina su Trono de Hierro, dejando atrás la compasión, el cariño, incluso el amor. Este amor es el que siente Jon por su reina, defendiéndola hasta en las situaciones en las que ninguna persona razonable lo haría.
“El amor es la muerte del deber”. Palabra de Targaryen que viene que ni pintado. El punto de inflexión lo da el enano al hablarle de la remota posibilidad de ver a sus hermanas hincando la rodilla ante la reina. Jon se da cuenta de que si quiere preservar a la familia, debe desprenderse de lo más importante que tiene.
El momento clave de la temporada se produce en el Salón del Trono. Dany al fin se encuentra con su ansiado y perseguido trofeo, el cual le ha costado más de la cuenta, pero que al fin posee. Justo cuando dispone a tomar asiento como Reina de los Siete Reinos, su amado aparece para recriminarle los actos deshonrosos cometidos, además de pedirle el perdón de la muerte de su amigo. Nada más lejos de hacerle caso a Jon, la rompedora de cadenas le pide que se quede con ella, que ambos construirán el nuevo mundo… Pero no. Nada de esto ocurrirá. Daenerys muere asesinada por su sobrino, su amado. Por la espalda, a sangre fría, con pena. Mientras la besaba, mientras se reconciliaban.
Drogon aparece para llevarse a su mamá, no sin antes realizar el acto político más grande de la serie. Adiós al Trono de Hierro. Adiós al “Juego de Tronos”. Adiós a las guerras por sentarse en aquel frío y duro trono de metal. Quemado, reducido a cenizas, como todo lo que le rodea.
Cambiamos de tercio y nos vamos a Itálica, al Foso de Dragones, donde los grandes líderes y señores de Poniente debatirán sobre el futuro del último Lannister en pie. Al principio se divisan dos claros bandos: los seguidores de la difunta reina y los que no lo son tanto. Gusano Gris, fiel a su majestad, pidiendo la muerte de su asesino y de su traidor consejero. Ante semejante situación, el enano propone la elección del nuevo rey allí mismo. Los candidatos no tardan en salir. Se producen dos momentos cómicos que también nos hacen recordar que esta obra no es solo muertes: el tío de los hermanos Stark se ofrece humilde voluntario, a lo que Sansa le da una bofetada de realidad haciéndolo sentarse de nuevo, y Sam propone lo más parecido a un estado democrático en Poniente, lo que provoca las risas de todos.
Finalmente, Tyrion da el argumento que a la postre acabará con Bran en el trono: lo más poderoso del mundo son las historias, y de eso el tullido va sobrado. Todos los presentes —amigos y familiares del chico, también habría que puntualizarlo— están a favor de que Bran Stark se convierta en el primer rey tullido de la larga historia del reino.
El gnomo le da la noticia a Jon de que de nuevo será enviado a la Guardia de la Noche, o lo que quede de ella. Se produce la despedida entre ambos, pero todos sabemos que se volverán a ver en otro momento y lugar.
Concluyendo con cada personaje, cada uno de ellos opta por elegir su futuro acorde por fin a lo que desean y no a las necesidades que se les han impuesto.
Gusano Gris zarpa a la Isla de Naath, aunque sin su amada Missandei. Seguro que sabe vivir con ello. Es Gusano Gris, joder.
La casa Stark se divide definitivamente. Cada miembro de la manada opta por un camino. Sansa es proclamada como la legítima señora de Invernalia, el nuevo reino independiente de la corona, como lo ha sido desde hace más de un milenio. Merecido premio a una persona con tanto sufrido: vivir en paz en el lugar que debe estar. La pequeñina Arya se marcha a explorar terreno desconocido incluso por los que se dedican a explorar: se dirige al Oeste de Poniente, con sus naves personalizadas incluidas.
Mientras, Jon Nieve pone rumbo al Muro, su lugar. Se reencuentra con sus compañeros Tormund y Fantasma. Al final los amigos verdaderos son lo que te queda para siempre.
El nuevo Consejo Privado del Rey es de lo más entretenido y variado. Encontramos a un Gran Maestre renovado con la figura de Sam, el sin duda más cualificado para el puesto. El Consejero de la Moneda no es otro que el Señor de Altojardín, Bronn del Aguasnegras. No me fío mucho de su labor manejando dinero a su antojo. Ser Davos se consagra como uno de los mejores arquitectos navales y estratega, siendo el Consejero Naval de Poniente. Mientras, Brienne, que tuvo un momento para escribir las últimas hazañas sobre su amado Jamie en el Libro Blanco, toma el relevo del Matarreyes como Lord Comandante de la Guardia Real, la cual debe hacer un casting para reclutar soldados, porque se han quedado cortitos. Su fiel escudero Podrick la acompañará en su puesto como Guardia Real. Siempre juntos estos dos.
La serie concluye con Jon marchándose Más-Allá-del-Muro con todos sus amigos los salvajes, dejando atrás toda una dura vida, en la que vio morir a su padre joven, se enteró de que toda su infancia fue una farsa y aún así, se convirtió en uno de los hombres más respetados de los Siete Reinos.
Polémicas aparte por este final un tanto decepcionante para los fieles seguidores de las historias de George, tenemos que dar gracias por haber coincidido en el tiempo con esta obra de arte, de la cual echaremos mucho de menos y seguro que jamás volveremos a ver un fenómeno igual. GRACIAS DE CORAZÓN. Un cuervo se despide para siempre.
Debe estar conectado para enviar un comentario.