Antes de empezar, hagamos un poco de historia. La teoría de hoy nació como idea hace ya varios años entre comentarios del foro de la Wiki de Hielo y Fuego. Algo que podría haber quedado como mera gracia o anécdota, sin embargo, fue creciendo con el paso del tiempo alimentándose tanto de sospechosos datos vistos bajo una nueva luz como del tesón de un usuario que todos conocéis, @zagel, quien ya desde el primer momento supo ver su potencial.

El fandom de esta saga sabe muy bien lo que es la espera. Durante años hemos debatido y estudiado cada punto y cada coma de las novelas. A menudo parece que ya nada puede sorprendernos, que todas las posibilidades han sido explotadas hasta convertirse en caminos trillados. ¿Quién iba atreverse a explorar otras opciones? ¿No es todo ya tan evidente? Pero lo evidente es aburrido y no empezamos en esto para que nos aburrieran. Empezamos porque nos gusta que nos sorprendan, nos gusta la emoción de sentir cómo lo que creíamos suelo firme se hunde bajo nuestros pies, el vuelco en el estómago. Así que decidí seguir esa idea y ver hasta dónde podía llevarme. El resultado es este.


Davos, Príncipe de las Libélulas

— Wilma Deering —


Todo viaje empieza con un primer paso y, en el caso que nos ocupa, ese primer paso es la sospecha de que cierto personaje tenido por hombre ordinario y corriente quizás no lo sea tanto. Su primera aparición y descripción, de hecho, no podía ser más clara en este aspecto:

Davos era un hombre menudo, que llevaba la baja estirpe escrita claramente en el rostro. Se cubría los hombros con una capa verde muy usada, manchada de salitre y descolorida por el sol, y llevaba un jubón y unos calzones color marrón, a juego con su pelo y sus ojos castaños. Tenía la barbita corta salpicada de hebras grises, y ocultaba la mano izquierda mutilada con un guante de cuero.

choque de reyes, prólogo

 

Algunos son de la opinión de que la primera impresión es la que cuenta. Pues bien, parece que con Davos la primera impresión puede resultar terriblemente engañosa. Porque, poco después de ser rescatado del Aguasnegras, Melisandre le hace una proposición para la que no sirve cualquier hombre:

—Vaya, parece que al final habéis llegado a amar el fuego.
—Necesito la antorcha. —Abrió y cerró las manos. «No voy a suplicar. Eso, nunca.»
—Yo soy como esta antorcha, Ser Davos. Ella y yo somos instrumentos de R’hllor. Existimos con un único objetivo: mantener a raya la oscuridad. ¿Creéis lo que os digo?
—No. —Quizá debería haber mentido y responder lo que ella quería oír, pero Davos estaba demasiado acostumbrado a decir la verdad—. Sois la madre de la oscuridad. Lo vi bajo Bastión de Tormentas, paristeis ante mis ojos.
—¿Acaso el valiente Ser Cebolla tiene miedo de una sombra pasajera? No temáis. Las sombras sólo se pueden crear con la luz, y el fuego del rey apenas es una llama vacilante. No me atrevería a quitarle más luz para hacerle otro hijo. Eso lo podría matar. —Melisandre se acercó más—. En cambio, con otro hombre… un hombre cuyas llamas todavía ardieran vivas, calientes… Si de verdad queréis servir a la causa del rey, acudid a mis habitaciones una noche. Os proporcionaría un placer como no habéis conocido jamás y con vuestro fuego haría…
—Algo espantoso. —Davos se apartó de ella—. No quiero tener nada que ver con vos, mi señora, ni tampoco con vuestro dios. Que los Siete me protejan.

tormenta de espadas, davos iii

 

Esta escena tiene también su truco. Porque en el momento en el que ocurre, durante la primera lectura, todavía no sabemos de la obsesión de Melisandre por la sangre real y sus supuestas virtudes mágicos. Creemos, ingenuamente, que el intento de seducción de Melisandre no es más que eso: un intento hecho para atraer al escéptico y buen Davos a su terreno y hacer que deje de oponerse a ella ante Stannis. Pero los libros irían pasando. Salieron a la luz dos más y Melisandre no volvió a utilizar el truco de la sombra ni con Stannis ni con Davos ni con ningún otro hombre. Si tan necesitada estaba de ella, ¿por qué no utilizó nunca a algún pobre diablo de los que pueblan cualquier campamento? Parecía que la idea de las sombras había sido descartada.

Hasta que llegó Danza de Dragones y volvió a hacer su proposición… a Jon Nieve.

Melisandre y Fantasma por Eva Maria Toker

Vuestro Muro es un sitio extraño, pero aquí hay mucho poder para quien sepa usarlo. Hay poder en vos, y en esta bestia. Sería un error oponerle resistencia. Abrazadlo. Usadlo.
«No soy un lobo», pensó.
—¿Cómo?
—Yo puedo enseñaros. —Melisandre pasó un esbelto brazo alrededor de Fantasma, y el huargo le lamió la cara—. El Señor de Luz, en su sabiduría, nos hizo machos y hembras, dos partes de un todo más grande. En nuestra unión hay poder. Poder para crear vida. Poder para crear luz. Poder para proyectar sombras.
—Sombras. —La palabra sonó más siniestra cuando la pronunció él.
—Todo aquel que camina por la tierra proyecta una sombra en el mundo. Las hay delgadas y débiles, y largas y oscuras. Deberíais mirar hacia atrás, lord Nieve. La luna os ha besado y ha dibujado vuestra sombra en el hielo, una sombra de ochenta varas.
Jon miró a su espalda. Allí estaba la sombra, tal como ella había dicho, recortada por la luna contra el Muro.

danza de dragones, jon vi

 

La sombra de Jon es excepcional. Como su poder mágico potencial, el que todavía no se atreve a abrazar y utilizar. ¿Es ese el nexo de unión entre Stannis, Davos y Jon? ¿La sangre real? Una vez que la idea se planta en vuestras cabezas creedme si os digo que no va a parar de crecer y crecer cada vez más. Porque desde que Melisandre llega al Muro a todos ya les queda cristalinamente clara su especial obsesión con el tema.

«Dos reyes para despertar al dragón. Primero el padre y luego el hijo, y ambos morirán reyes. —Uno de los hombres de la reina había murmurado esas palabras mientras el maestre Aemon le limpiaba las heridas—. «Hay poder en la sangre de un rey —le había advertido el viejo maestre—, y hombres mejores que Stannis han hecho cosas peores»—. El rey puede ser duro e implacable, sí, pero ¿un recién nacido? Solo un monstruo entregaría un niño vivo a las llamas».

danza de dragones, jon i

 

—Si te niegas, quemarán al niño. Puede que no sea mañana, ni pasado mañana…, pero será pronto, cuando Melisandre necesite despertar un dragón, levantar viento o realizar cualquier otro hechizo que requiera la sangre de un rey. Para entonces Mance será un montón de huesos y cenizas; ella exigirá a su hijo para el fuego y Stannis no se lo impedirá. Si no te llevas al niño, lo quemará.

danza de dragones, jon ii

 

Para ser sinceros, todos recordaréis que el tema de la sangre de rey y su poder ya se utiliza en Tormenta de Espadas cuando Melisandre intenta convencer a todos de entregar a Edric Tormenta, bastardo real, a las llamas, ¿verdad? El secreto está de nuevo en que todavía no asociamos el hecho con la creación de sombras.

—Azor Ahai templó la Dueña de Luz con la sangre del corazón de su amada esposa —dijo Melisandre—. Si un hombre que tiene un millar de vacas entrega una a dios, no significa nada. En cambio un hombre que le ofrezca su única vaca…
—La mujer habla de vacas —dijo Davos al rey—. Yo estoy hablando de un niño, del amigo de vuestra hija, del hijo de vuestro hermano.
—El hijo de un rey, con el poder de la sangre real en las venas. —El rubí de Melisandre le brillaba en la garganta como una estrella roja—. ¿Creéis que lo habéis salvado, Caballero de la Cebolla? Cuando caiga la Larga Noche, Edric Tormenta morirá como todos los demás, esté donde esté. Morirá y también morirán vuestros hijos. La oscuridad y el frío se adueñarán de la tierra. Os entrometéis en asuntos que no podéis comprender.

tormenta de espadas, davos vi

 

Llegados a este punto, e incluso encontrando interesante la idea, podríamos sin embargo encontrarnos en un callejón sin salida. Porque, por lo que sabemos de los orígenes de Davos, nuestro contrabandista fue un niño huérfano del Lecho de Pulgas. Por lo tanto, y en apariencia, no habría manera de saber si puede estar emparentado con algún rey o príncipe. ¿Quizás descienda de algún príncipe Targaryen de los que les gustaba frecuentar los burdeles del suburbio por excelencia de Desembarco del Rey? Sería una posibilidad. Pero una posibilidad que no nos permitiría continuar avanzando en nuestro camino por aclarar el supuesto origen real del Caballero de la Cebolla. Entonces, ¿qué?

Entonces, vino El Mundo de Hielo y Fuego a poner en perspectiva algunos datos muy curiosos que en otras circunstancias no habrían pasado de simple anécdota.

Betha Blackwood, esposa de Aegon V

Aegon V se había casado por amor con lady Betha Blackwood, la enérgica -tozuda, según algunos- hija del señor del Árbol de los Cuervos, conocida como Betha la Negra por sus ojos oscuros y su pelo azabache. Cuando se casaron, en el 220 d.C., la novia tenía diecinueve años y Aegon, veinte, y estaba tan abajo en la línea de sucesión que nadie se opuso al enlace. Betha la Negra le dio tres hijos (Duncan, Jaehaerys y Daeron) y dos hijas (Shaera y Rhaelle).

el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, aegon v

 

Justo ahí fue que descubrimos el origen del nombre del barco de Davos Seaworth. Algo que ya sabíamos desde Choque de Reyes pero a lo que no habíamos dado ninguna importancia, el Betha Negra:

Su pequeño barco tenía el casco negro, velas negras, remos negros y la bodega abarrotada de cebollas y pescado en salazón. No era gran cosa, pero sí lo suficiente para mantener con vida a la guarnición el tiempo necesario para que Eddard Stark llegara a Bastión de Tormentas y rompiera el sitio.

choque de reyes, prólogo

 

¿Puede ser esto un guiño del autor o una simple coincidencia? El motivo del porqué del nombre está claro: como con Betha Blackwood, en ese barco predominaba el color negro. En este caso, para pasar desapercibido en las noches sin luna dedicadas al contrabando. De acuerdo, pero no hemos llegado hasta aquí para no ser atrevidos ahora. ¿Qué ocurre si vamos un poco más allá?

Si seguimos por esta línea, resulta que también podemos encontrar un posible guiño o coincidencia que relaciona a Davos con Aegon V. A este signo podemos llamarle el signo de los cuatro: Aegon V fue llamado el Improbable por ser el cuarto hijo de un cuarto hijo. Davos Seaworth obtuvo el título de caballero a la vez que perdía las falanges de cuatro de los cinco dedos de su mano derecha. Fue nombrado Mano del Rey después de perder a sus cuatro hijos mayores en la Batalla del Aguasnegras.

Una vez escogido el camino que nos puede unir a Davos con la realeza nos tropezamos de frente con la agitada historia de los desobedientes hijos de Egg y Betha:

Duncan, el mayor, príncipe de Rocadragón y heredero al trono, fue el primero en desobedecer. Aunque estaba prometido con una hija de la casa Baratheon de Bastión de Tormentas, en un viaje por las Tierras de los Ríos que hizo en el 239 d.C. se enamoró de una muchacha extraña, misteriosa y encantadora que se hacía llamar Jenny de Piedrasviejas. Vivía entre ruinas, casi como una salvaje, y aseguraba que descendía de los reyes de los primeros hombres. Las gentes de las aldeas vecinas se burlaban de tales cuentos y la tenían como una campesina medio loca, quizá incluso bruja.
Pese a que Aegon era persona muy cercana al pueblo llano y prácticamente se había criado como tal, consentir que el heredero al trono se casara con una muchacha de cuna incierta era demasiado hasta para él. Hizo todo lo posible por anular el matrimonio y exigió a Duncan que abandonara a Jenny, pero este, terco como el padre, se negó a obedecer. Cuando el septón supremo, el gran maestre y el Consejo Privado se aunaron para instar al rey Aegon a que obligara a su hijo a elegir entre el Trono de Hierro y la salvaje del bosque, Duncan renunció a la corona a favor de su hermano Jaehaerys y abdicó como príncipe de Rocadragón.

el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, aegon v

 

En cuanto a Jenny de Piedrasviejas -lady Jenny, como la llamaban por cortesía-, al final la aceptaron en la corte, y el pueblo llano de punta a cabo de los Siete Reinos le tomó un cariño especial. Jenny y su príncipe, que desde entonces fue conocido como el Príncipe de las Libélulas, fueron durante muchos años el tema favorito de los bardos.

el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, aegon v

 

Duncan y Jenny, debido a la decisión del príncipe de renunciar a la corona por amor, se convirtieron en leyenda. Pocos detalles más sabemos por ahora sobre cómo transcurrieron sus vidas. Entre los contados datos que tenemos destaca el que parece que fue Jenny quien llevó a la corte al Fantasma de Alto Corazón. Se da a entender que fueron sus visiones las que hicieron pensar al entonces príncipe Jaehaerys que de su estirpe nacería el Príncipe que Fue Prometido. Con esta idea fija metida en la cabeza, como buen vástago de la tozuda Betha, Jaehaerys no dudó en forzar la boda entre sus propios hijos, Aerys y Rhaella, a pesar de que él mismo había desobedecido a su padre a la hora de elegir esposa por seguir, como su hermano, sus propios deseos. A diferencia de Duncan, sin embargo, Jaehaerys pudo mantener su posición de heredero al trono y con el tiempo llegó a gobernar brevemente los Siete Reinos como Jaehaerys II.

Como puede verse, el aleteo de una libélula inició una reacción en cadena que desencadenaría décadas después una rebelión en Poniente. Pero volvamos al tema que nos ocupa. Los años fueron pasando y Egg cada vez perdía más el control de su familia y del reino. De alguna manera, siempre encontraba un obstáculo que le impedía imponerse. Algo que de seguro, empezó a pensar, no le ocurrió a sus antepasados, aquellos que montaban sobre dragones.

«Dragon first flight» por Julien Gauthier. El sueño de Egg

Aegon consumió sus últimos años de reinado en una investigación sobre la cría ancestral de dragones de Valyria, y se murmuraba que organizó expediciones a lugares tan lejanos como Asshai de la Sombra con la esperanza de encontrar textos y conocimientos que no se conservaran en Poniente.
El sueño de los dragones desembocó en una lamentable tragedia en un momento dichoso. En el fatídico año 259 d.C., el rey convocó a sus vasallos más allegados en Refugio Estival, su castillo favorito, para celebrar el inminente nacimiento de su primer bisnieto, un bebé al que llamaron Rhaegar, primogénito de sus nietos Aerys y Rhaella, los hijos del príncipe Jaehaerys.
Es una pena que la desgracia de Refugio Estival dejara tan pocos testigos con vida y que los supervivientes no quisieran contar qué sucedió. Una sugerente página de la historia de Gyldayn -sin duda, una de las últimas que escribió antes de morir– nos da algunas pistas, pero la tinta que se derramó encima por accidente la dejó casi ilegible.

DE LA HISTORIA DEL ARCHIMAESTRE GYLDAYN
…la sangre del dragón reunida en uno…
…siete huevos para honrar a los siete dioses, aunque el propio septón del rey advirtió…
…pirománticos…
…fuego valyrio…
…las llamas fuera de control… se elevaban… quemaban tanto que…
habrían muerto, de no haber sido por el valor del lord coman

el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, aegon v

 

Hasta aquí llega la historia oficial de Duncan el Alto, de Aegon V, del Príncipe de las Libélulas y de muchos más. Según los bardos la propia Jenny se salvó pero perdió la cordura, sobrepasada por la tragedia.

«En los salones de reyes que ya no están, Jenny baila con sus fantasmas…»

tormenta de espadas, epílogo

 

Sin embargo, hay un vacío de información en las vidas de Duncan y Jenny. Uno en concreto que, a poco que nos paremos a pensar, resulta muy sospechoso. ¿Tuvieron descendencia? Y si fue así, ¿qué pasó con ellos? Puede que la opinión general llegados a este punto sea que o bien no tuvieron hijos o bien murieron todos en la Tragedia de Refugio Estival: «En los salones de reyes que ya no están, Jenny baila con sus fantasmas…» En plural…

Pues bien, parece que el fragmento siguiente de la historia vendría a confirmar, de manera sutil, la segunda opción:

El nuevo rey ya había dado al reino un heredero, su hijo Rhaegar, nacido entre las llamas de Refugio Estival. Aerys y su hermana Rhaella aún eran jóvenes y se esperaba que tuvieran muchos más hijos. Se trataba de un asunto crucial, ya que las tragedias ocurridas en el reinado de Aegon el Improbable habían podado el noble árbol de la casa Targaryen hasta dejar apenas un par de ramas solitarias.

el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, aerys ii

 

Un par de ramas solitarias… Pero para el tiempo de Refugio Estival se entiende que las únicas ramas todavía fértiles sólo podían ser, aparte de Aerys y Rhaella, Jaehaerys y Duncan (y las que pudieran derivar de él). Jaehaerys siempre fue enfermizo y reinó muy pocos años tras la muerte de Egg, falleciendo en el 262 AC a la edad de 37 años. Solo quedaban Duncan… e hijos. Que por cierto, ¿nadie se ha preguntado nunca quiénes fueron esos misteriosos desconocidos que se salvaron gracias a la intervención de Dunk? Porque si el manuscrito de Gyldayn sufrió un oportuno “accidente” (y quién sabe si el propio Gyldayn tuvo una muerte no todo lo natural que cabría esperar) puede que fuera precisamente para ocultar la identidad de los que lograron escapar con vida gracias al último acto heroico de Ser Duncan el Alto.

Esto nos lleva a la siguiente cuestión: ¿Por qué? Porque se supone que la Tragedia de Refugio Estival fue solo un desdichado accidente, ¿no? A Egg, finalmente, le alcanzó la tara familiar. Se obsesionó con los dragones y con devolverlos a la vida y de ahí empezó a reunirse con y a fiarse de brujos, piromantes y demás charlatanes de mal vivir que le convencieron para llevar a cabo un peligroso ritual de fuego que los llevó a la fatalidad…

Pero si realmente la cosa fue así, ¿para qué tanto misterio? ¿Damos otro paso más y tratamos de averiguar qué pudo pasar? Veamos:

A estas alturas de nuestro camino se abren varias bifurcaciones ante nosotros y no todas excluyentes:

  • ¿Fue una conspiración de los maestres para evitar que los dragones volvieran a la vida?
  • ¿Fue una conspiración de la nobleza que quiso apartar a Jenny y a su descendencia plebeya de la corte una vez fallecidos Aegon V y Duncan?

Y la pregunta más inquietante:

  • ¿La Tragedia de Refugio Estival pudo beneficiar a alguien?

Pues parece que la respuesta a esta última pregunta puede ser sí:

La Tragedia de Refugio Estival significó el ascenso al Trono de Hierro de Jaehaerys, el segundo de su nombre, en el 259 d. C. Apenas coronado, la guerra estalló en los Siete Reinos. Los Reyes Nuevepeniques habían tomado y saqueado la ciudad libre de Tyrosh y se habían apoderado de los Peldaños de Piedra, desde donde atacaron Poniente.
Jaehaerys sabía que la Banda de los Nueve pretendía apoderarse de los Siete Reinos para cedérselos a Maelys el Monstruoso, que se había proclamado Maelys I Fuegoscuro. Sin embargo, al igual que su padre, había albergado la esperanza de que la confederación de forajidos zozobrara en Essos o cayera bajo alguna alianza de las ciudades libres. Pero no fue así. Aegon V y el Príncipe de las Libélulas ya no estaban, y el príncipe Daeron, espléndido caballero, había muerto años atrás. Solo quedaba él, el hijo menos guerrero de Aegon.

el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, jaehaerys ii

 

Es interesante comprobar cómo la Banda de Nueve aprovechó tan oportuno momento de debilidad para intentar atacar Poniente. Años atrás, recordemos, otro pretendiente también intentó hacerse con el trono presentándose como candidato en el Gran Consejo del 233 AC.

Barristan Selmy contra Maelys el Monstruoso

Barristan Selmy contra Maelys el Monstruoso, por José Daniel Cabrera Pena

En aquella ocasión, fue Brynden Ríos quien se encargó del pretendiente Fuegoscuro sin ningún tipo de miramiento. Por lo que no es descabellado pensar que esta vez Maelys intentara adelantarse disparando primero. No en batalla, sino de una manera más segura mediante una trampa que le allanara el camino hasta el trono. Teniendo en cuenta la naturaleza salvaje y violenta del último Fuegoscuro conocido por la historia, es una posibilidad digna de tener en consideración.

Sea como fuere, la realidad es que todo aquello no sirvió para nada. La quinta y última Rebelión Fuegoscuro finalizó cuando Maelys I Fuegoscuro se enfrentó a un joven Ser Barristan Selmy y murió.

Bien, me diréis, pero ¿qué pasa con Davos? ¿Qué relación puede tener o se le puede buscar en todo esto? Bueno es reconocer que existe una laguna en los acontecimientos: aquella que va entre la pérdida de la pista de los supuestos hijos de Duncan y Jenny y la aparición de Davos en el Lecho de Pulgas. La infancia de Davos puede ser la mar de interesante. Muy dura pero interesante. Por lo que parece, todavía guarda algunos vagos recuerdos de su madre. Pero ésta debió de fallecer cuando él todavía era muy pequeño, ya que lo siguiente que sabemos de su infancia es que fue un niño de la calle y que en ocasiones se vio obligado a depender de la caridad de algunos septones para sobrevivir:

Salladhor Saan apareció poco tiempo después.
—Tienes que perdonarme por el vino, amigo mío. Esos pentoshis se beberían sus orines si fueran tintos.
—Le vendrá bien a mi pecho —dijo Davos—. El vino caliente es mejor que una compresa medicinal, decía mi madre.

tormenta de espadas, davos ii

 

—Sacó a Lord Sunglass de las mazmorras —aventuró Davos—, y a los hijos de Hubard Rambton.
—Exacto. Y los quemó, de la misma manera que te quemará a ti. Si matas a la mujer roja, te quemarán en venganza, y si fracasas en el intento te quemarán por haberlo intentado. Ella cantará y tú gritarás, y morirás. ¡Si apenas acabas de renacer!
—Sólo por un motivo, para hacer esto. Para poner punto final a Melisandre de Asshai y a todas sus obras. ¿Por qué otro motivo me habría devuelto el mar? Conoces la bahía del Aguasnegras tan bien como yo, Salla. Ningún capitán inteligente llevaría nunca su nave entre los arpones del rey pescadilla, con el riesgo de destrozar el casco. La Baile de Shayala no debió acercarse a mí.
—El viento —insistió Salladhor Saan en voz alta—. Un viento desfavorable, eso es todo. El viento la desvió mucho hacia el sur.
—¿Y quién mandó el viento? La Madre me habló, Salla.
Tu madre está muerta… —El viejo lyseno lo miraba atentamente.

tormenta de espadas, davos ii

 

—Tu esposa te ha dado siete hijos varones y fuertes. ¿Acaso le rezas a ella? Lo que quemamos esta mañana no era más que madera.
—Es posible —dijo Davos—. Pero, cuando yo era niño en el Lecho de Pulgas y mendigaba una moneda de cobre, a veces los septones me daban de comer.

choque de reyes, davos i

 

Personalmente, me gusta la forma en la que las únicas referencias que se dan en los libros sobre la madre de Davos sean en conversación con Salladhor Saan. Me gusta también cómo, en la conversación, se mezcla el espinoso tema del rescate fabuloso de Davos. Primero de la Batalla del Aguasnegras y después de los Arpones del Rey Pescadilla, en la misma bahía. Es curioso que fuera precisamente una de las naves del pirata lyseno quien rescatara al contrabandista. Parece que la relación entre Salladhor Saan y Davos Seaworth va algo más allá de lo que el Caballero de la Cebolla y nosotros pensamos.

Davos rodeó varias mesas para llegar hasta la suya, y ocupó una silla. Antes de ser caballero a menudo había comprado cargamentos a Salladhor Saan. El lyseno también se dedicaba al contrabando, aunque al mismo tiempo era comerciante, banquero y pirata notorio, y se había nombrado Príncipe del mar Angosto.
«Cuando un pirata se enriquece mucho, lo nombran príncipe.» Había sido el propio Davos quien viajó a Lys para reclutar al viejo granuja para la causa de Lord Stannis.

choque de reyes, davos i

 

Visto así, es decir, desde el punto de vista de Davos, todo parece casual. Él y Salladhor se conocieron por cuestiones puramente “laborales” y parece que esa relación derivó también hacia algo muy parecido a la amistad. Sin embargo, ese aprecio aparentemente sincero de Saan hacia Davos no da la impresión de enteramente desinteresado si nos fijamos bien. El viejo pirata, también conocido como el “Último Valyrio”, muestra en Tormenta de Espadas un interés poco habitual por rescatar primero a Davos del Aguasnegras (hasta el punto de enviar a uno de sus barcos hasta los Arpones del Rey Pescadilla, aunque después eche balones fuera cuando Davos hace referencia a la peligrosidad de la zona) y por apartarlo de la idea de atacar a Melisandre después. De hecho, es gracias a Salladhor Saan que sabemos por primera vez de la leyenda de Azor Ahai y la forja de Dueña de Luz, en Choque de Reyes. Sabe, también, que la espada que Melisandre ha entregado a Stannis no es la verdadera. Parece estar muy bien informado de asuntos mágicos y, no pasemos por alto esto, ha tenido cierto trato con Illyrio Mopatis y sabe de Euron Greyjoy.

—Cierto pirata lyseno me dijo una vez que un buen contrabandista no se deja ver —replicó Davos con cautela—. Velas negras, remos envueltos en tela y una tripulación que sepa contener la lengua.
Una tripulación sin lengua es todavía mejor. —El lyseno se echó a reír—. Un montón de mudos fuertes que no sepan leer ni escribir.

tormenta de espadas, davos v

 

—Le vendrá bien a mi pecho —dijo Davos—. El vino caliente es mejor que una compresa medicinal, decía mi madre.
—Creo que también vas a necesitarlas. Abandonado todo este tiempo en uno de los arpones, qué horror. ¿Qué te parece ese magnífico butacón? Tiene las nalgas gordas, ¿verdad?
—¿Quién? —preguntó Davos entre dos sorbitos de vino caliente.
Illyrio Mopatis. Una ballena con patillas, te lo aseguro. Hicieron a medida esos butacones, aunque apenas los usa, ya que casi no sale de Pentos. Un hombre obeso siempre se sienta con comodidad, creo yo, porque lleva siempre consigo un cojín no importa a dónde vaya.
¿Cómo has conseguido una nave pentoshi? —preguntó Davos—. ¿Te has vuelto pirata de nuevo, mi señor? —Puso a un lado su copa vacía.

tormenta de espadas, davos ii

 

Pero el viejo y hábil pirata se sale por la tangente y elude dar respuesta a la pregunta de Davos por lo que, hasta ahora, desconocemos la verdadera naturaleza de la relación entre Mopatis y Saan. Aunque puede que no sea casual la similitud entre la muda tripulación de Ojo de Cuervo y los pajaritos sin lengua de cierto eunuco… Pero me temo que eso quedará para otra historia.

Otro detalle a tener en cuenta es su autoproclamado título de “Príncipe del Mar Angosto”. Los Peldaños de Piedra, el conjunto de pequeñas islas que se encuentran en lo que también se conoce como el brazo roto de Dorne, han sido tradicionalmente un nido de piratas. De hecho, la familia Saan es conocida por dedicarse a la piratería al menos desde la época de Aegon el Conquistador. Por aquel entonces parece que Sargoso Saan tenía su guarida en aquellas islas. Pero quien realmente nos puede interesar es otro Saan famoso: Samarro Saan, uno de los Reyes Nuevepeniques.

NOMBRES Y TÍTULOS DE LA BANDA DE LOS NUEVE, QUE CAUSÓ GRAN TUMULTO EN ESSOS Y EN LOS PELDAÑOS DE PIEDRA

La Vieja Madre: Reina pirata
Samarro Saan, el Último Valyrio: Infame pirata procedente de una infame familia de piratas de Lys, de sangre valyria.
Xhobar Qhoqua, el Príncipe de Ébano: Príncipe exiliado de las islas del Veranos que había amasado su fortuna en las Tierras de la Discordia y lideraba una compañía de mercenarios.
Liomond Lashare, el Señor de las Batallas: Célebre capitán mercenario.
Tom Pintas el Carnicero: Natural de Poniente y capitán de una compañía libre en las Tierras de la Discordia.
Ser Derrick Fossoway, la Manzana Podrida: Exiliado de Poniente y caballero de pésima reputación.
Nueve Ojos: Capitán del Mozos Alegres
Alequo Adarys, Lenguadeplata: Rico y ambicioso príncipe mercader tyroshi.
Maelys Fuegoscuro, el Monstruoso: Capitán de la Compañía Dorada, llamado así por el torso y los brazos enormes, por su aterradora fuerza y por su naturaleza salvaje. Del cuello le brotaba una segunda cabeza del tamaño de un puño. Le arrebató a su primo Daemon Fuegoscuro el mando de la Compañía Dorada en una lucha, en la que mató a su corcel de un puñetazo y a él le retorció la cabeza hasta arrancársela.

el mundo de hielo y fuego, los reyes targaryen, jaehaerys ii

 

Así pues, volvemos a cerrar el círculo al encontrarnos de nuevo con la última Rebelión Fuegoscuro. ¿Fue realmente Davos una víctima de la Tragedia de Refugio Estival? En cualquier caso, ¿qué puede desear Salladhor Saan, el Último Valyrio, de Davos Seaworth? Su relación con Illyrio Mopatis, un personaje cada vez más señalado, dada su conexión con Aegon y la Compañía Dorada, como relacionado con los Fuegoscuro parece también cada vez más estrecha a la luz de estos datos.

Melisandre por Nicholas Elias

Del mismo modo, ¿qué interés puede tener Melisandre de Asshai en la sombra de Davos? ¿Ha visto y sentido su pasado y su naturaleza en las llamas? De ser cierto, podríamos encontrarnos incluso con que dos personajes, de pasado desconocido, estarían unidos por la sangre y enfrentados por el destino.

«Hielo y fuego. Negro y blanco. Oscuridad y luz —pensó. Davos no podía negar el poder del dios de la mujer. Había visto la sombra que salió reptando del vientre de Melisandre, y la sacerdotisa sabía cosas que no tenía manera de saber—. Vio mis intenciones en las llamas. —Se alegraba de estar seguro de que Salla no lo había vendido, pero la mera idea de la mujer roja escudriñando sus secretos en el fuego lo intranquilizaba muchísimo—. ¿Y qué dijo de que ya había servido a su dios y volvería a servirle?» Eso tampoco le gustaba en absoluto…

tormenta de espadas, davos iii

 

Hace bien Davos es desconfiar de las intenciones de Melisandre y de su interés hacia él. Pues parece que ese haber servido a R’hllor y volver en el futuro a servirle se esconde dentro del engaño más famoso descubierto a la sacerdotisa hasta ahora. Observemos este caso de cerca antes de concluir:

Cuando llegó a la celda estaba muy enfermo. La tos que lo había acosado desde la batalla no había hecho más que empeorar, y la fiebre no le bajaba. Los labios se le llenaron de ampollas sanguinolentas, y ni el calor de la celda conseguía que dejara de tiritar.
«No voy a durar mucho —recordaba haber pensado—. Pronto moriré aquí, en la oscuridad.»
Davos no tardó en descubrir que en ese punto, como en tantos otros, estaba equivocado. Recordaba vagamente unas manos afables y una voz firme, y al joven maestre Pylos mirándolo desde arriba. Le dieron para beber sopa de ajo y leche de la amapola para que se le quitaran los dolores y los escalofríos. La amapola lo hizo dormir y mientras dormía lo sangraron para sacarle la sangre podrida. O eso dedujo al verse las marcas de sanguijuelas en los brazos al despertar.

tormenta de espadas, davos iii

 

¿Eso dedujo? ¿Por qué duda ahora nuestro Caballero de la Cebolla? ¿Para qué más podrían haberlo sangrado con sanguijuelas?

Davos siguió las instrucciones. Los guardias que lo hicieron pasar le resultaban desconocidos. Estaban armados con lanzas, y en el pecho llevaban el blasón del zorro y las flores de la Casa Florent. Lo escoltaron, pero no hasta el Tambor de Piedra, como él hubiera esperado, sino que lo llevaron por un camino bajo el arco de la Cola del Dragón que bajaba hasta el Jardín de Aegon.
—Espera aquí —le dijo el sargento.
—¿Sabe Su Alteza que he regresado? —preguntó Davos.
—Y qué coño me importa. He dicho que esperéis.
El hombre se marchó acompañado por sus lanceros.
El Jardín de Aegon tenía un agradable olor a pino, y por todas partes crecían árboles altos y oscuros. También había rosales silvestres, altos setos espinosos y una zona más húmeda donde crecían arándanos.
«¿Por qué me han traído aquí?», se preguntó, intrigado.
Entonces oyó el tintineo de cascabeles y risas infantiles, y de repente Caramanchada el bufón salió de los matorrales arrastrando los pies tan deprisa como podía, perseguido por la princesa Shireen.
—¡Vuelve ahora mismo! —gritaba la niña—. ¡Vuelve, Manchas!
Cuando el bufón vio a Davos, se detuvo de repente, y los cascabeles que colgaban de su puntiagudo yelmo de hojalata tintinearon con más fuerza. Se puso a cantar, dando saltos ora sobre un pie, ora sobre el otro.
—Sangre de bufón, sangre de rey, sangre en el muslo de la doncella, pero cadenas para los invitados, cadenas para el novio, sí, sí, sí.
Shireen estuvo a punto de atraparlo en aquel momento, pero en el último instante el bufón saltó por encima de una mata de helechos y desapareció entre los árboles. La princesa lo siguió de cerca. Al mirarlos, Davos sonrió. Se volvió para toser en su mano enguantada cuando otra silueta pequeña salió corriendo del seto y chocó contra él, haciéndolo caer. El niño también cayó, pero se levantó casi al instante.
—¿Qué hacéis aquí? —preguntó mientras se sacudía el polvo. El cabello, negro azabache, le llegaba al cuello, y tenía los ojos de un extraordinario color azul—. No deberíais cruzaros en mi camino cuando estoy corriendo.
—No —asintió Davos—. No debería. —Mientras trataba de incorporarse, otro ataque de tos lo estremeció.
—¿Os encontráis mal? —El niño lo cogió del brazo y lo ayudó a ponerse de pie—. ¿Queréis que llame al maestre?
Es sólo tos —dijo Davos con un gesto de negación—. Se me pasará.
—Estábamos jugando a monstruos y doncellas —explicó el niño sin darle más vueltas a lo de la tos—. Yo era el monstruo. Es un juego infantil, pero a mi prima le gusta. ¿Tenéis nombre?
—Ser Davos Seaworth.
—¿Estáis seguro? —preguntó el niño, dubitativo, alzando la vista para mirarlo—. No tenéis pinta de caballero.
—Soy el Caballero de la Cebolla, mi señor.
—¿El de la nave negra? —Los ojos azules parpadeaban.
—¿Conocéis esa historia?
—Vos le traías a mi tío Stannis pescado para comer antes de que yo naciera, cuando Lord Tyrell lo tenía bajo asedio. —El niño se irguió en toda su altura—. Soy Edric Tormenta —le informó—, hijo del rey Robert.
—Es evidente.

tormenta de espadas, davos ii

 

Davos es llevado por los guardias hasta una zona de la fortaleza de Rocadragón que no esperaba y, aparentemente, tan solo para tener un encuentro fortuito con Caramanchada, la princesa Shireen y su primo, Edric Tormenta, antes de ser encerrado en las mazmorras. Pero ¿es realmente tan casual? Veamos:

—Pero sois amigo mío, eso también lo sabe. —Hizo un gesto a Davos para que se acercara más—. El chico está enfermo, el maestre Pylos lo ha estado sangrando.
—¿El chico? —Sus pensamientos volaron hacia Devan, el escudero del rey—. ¿Habláis de mi hijo, señor?
—¿De Devan? Buen muchacho, se os parece mucho. No, el que está enfermo es el bastardo de Robert, el muchacho que nos llevamos de Bastión de Tormentas.
«Edric Tormenta.»
—Hablé con él en el Jardín de Aegon.
—Como ella quería. Como ella previó.
—Stannis dejó escapar un suspiro—. ¿Os conquistó el muchacho? Es un don que tiene, lo heredó de su padre y lo lleva en la sangre. Sabe que es hijo de un rey, pero prefiere olvidar que es bastardo. Y adora a Robert igual que lo adoraba Renly cuando era pequeño. Mi regio hermano jugaba a hacer de padre amantísimo en sus visitas a Bastión de Tormentas; además estaban los regalos: espadas, ponis, capas ribeteadas en piel… Todo era cosa del eunuco. El chiquillo escribía mensajes de agradecimiento a la Fortaleza Roja, y Robert se reía y preguntaba a Varys qué le había enviado ese año. Renly era igual. Dejó la educación del crío en manos de castellanos y maestres, y él los conquistó a todos. Penrose prefirió morir a entregarlo. —El rey rechinó los dientes—. Aún me pongo furioso cuando me acuerdo. ¿Cómo se le pudo ocurrir que haría daño a ese niño? Elegí a Robert, ¿o no? Cuando llegó el momento duro de la decisión, elegí la sangre por encima del honor.
«Ya no llama al chico por su nombre.» Eso ponía muy nervioso a Davos.
—Espero que el joven Edric se recupere pronto.
—No es más que un resfriado.
—Stannis hizo un gesto con la mano como para disipar su preocupación—. Tose, tiene escalofríos y fiebre. El maestre Pylos lo curará enseguida. El chico en sí no es nada, como podéis entender, pero por sus venas fluye la sangre de mi hermano. Y ella dice que la sangre de un rey tiene poder.
Davos no tuvo que preguntar quién era «ella».

tormenta de espadas, davos iv

 

Como se puede observar, tras el encuentro “fortuito” en el Jardín de Aegon de los senderos que se bifurcan se produce un interesante intercambio. Edric Tormenta se contagia de la fiebre que había estado atormentando a Davos desde el fin de la Batalla del Aguasnegras lo que, digamos, permite a su vez que ambos terminen compartiendo los servicios de las sanguijuelas del buen maestre Pylos. Había sangre de rey en aquellas sanguijuelas, sí. ¿Pero de qué rey?

—Un hombre justo. —Stannis tocó con un dedo la bandeja de plata tapada—. Con sanguijuelas.
—Sí —dijo Melisandre—, pero tengo que deciros una vez más que no es así como debe hacerse.
—Me jurasteis que funcionaría. —El rey se enfureció.
—Funcionará… y no funcionará.
—¿Cuál de las dos cosas?
—Las dos.

—Decidme algo que tenga sentido, mujer.
—Cuando las llamas hablen con más claridad también lo haré yo. En el fuego hay verdad, pero no siempre es fácil de ver. —El gran rubí de su garganta parecía absorber el fuego del brasero—. Entregadme al muchacho, Alteza. Es la manera más segura. La mejor. Entregadme al muchacho y yo despertaré al dragón de piedra.

tormenta de espadas, davos iv

 

Parece que la propia Melisandre no lo tenía claro. Parece que deseaba a toda costa que su treta funcionara. Puede que viera las tres muertes en los fuegos. Pero puede, también, que viera algo más. Algo que la empujó a orquestar un engaño que le asegurara que ese día se utilizara sangre de rey de extraordinario poder. La sangre del dragón.

Pero ¿fue realmente así? ¿Qué vio y qué no vio Melisandre en las llamas? ¿Podemos llegar a deducirlo? Si vamos un poco hacia atrás en el texto, podemos comprobar que el encuentro entre Edric Tormenta y Davos en el Jardín de Aegon sí fue visto por la sacerdotista en el fuego:

—Hablé con él en el Jardín de Aegon.
Como ella quería. Como ella previó. —Stannis dejó escapar un suspiro—.

tormenta de espadas, davos iv

 

Queda pues la incógnita más importante: el Dragón de Piedra. ¿Ha visto Melisandre alzarse un dragón de la piedra realmente en sus visiones? ¿O esta idea proviene de algún otro lugar?

El viejo maestre miraba a Stannis y veía a un hombre. Vos veis a un rey. Ambos estáis en un error. Es el elegido del Señor, el guerrero de fuego. Lo he visto encabezando la lucha contra la oscuridad, lo he visto en las llamas. Las llamas no mienten, de lo contrario vos no estaríais donde estáis. También está escrito en la profecía. Cuando la estrella roja sangre y reine la oscuridad, Azor Ahai volverá a nacer entre el humo y la sal para despertar a los dragones de la piedra. La estrella sangrante llegó y se marchó, y Rocadragón es el lugar del humo y la sal. ¡Stannis Baratheon es la reencarnación de Azor Ahai!

tormenta de espadas, davos iii

 

—Si el rey hubiese muerto, ¿lo sabríais? —preguntó Jon a la sacerdotisa roja.
—No ha muerto. Stannis es el elegido del Señor, destinado a encabezar la lucha contra la oscuridad. Lo he visto en mis fuegos; lo he leído en una antigua profecía. Cuando sangre la estrella roja y reine la oscuridad, Azor Ahai volverá a nacer entre humo y sal para despertar a los dragones de piedra. El lugar del humo y la sal no es otro que Rocadragón.
Jon ya había oído todo aquello.
—Stannis Baratheon era el señor de Rocadragón, pero no nació allí, sino en Bastión de Tormentas, como el resto de sus hermanos.

danza de dragones, jon x

 

Lo interesante de estos fragmentos es ver cómo Melisandre distingue entre sus visiones en el fuego y la profecía de Azor Ahai. Ella insiste en que ha visto a Stannis encabezar la lucha contra la oscuridad pero no ha visto despertar a los dragones de la piedra. De hecho, podemos comprobar cómo en ocasiones hace referencia a dragones, en plural; pero en otras, como hemos visto antes, lo hace en singular. ¿Es que a esta mujer se le ha olvidado ya hasta contar?

—Decidme algo que tenga sentido, mujer.
—Cuando las llamas hablen con más claridad también lo haré yo. En el fuego hay verdad, pero no siempre es fácil de ver. —El gran rubí de su garganta parecía absorber el fuego del brasero—. Entregadme al muchacho, Alteza. Es la manera más segura. La mejor. Entregadme al muchacho y yo despertaré al dragón de piedra.

tormenta de espadas, davos iv

 

A lo que parece, Melisandre sigue ignorando que Daenerys Targaryen logró hacer eclosionar tres huevos de dragón fosilizados en el Desierto Rojo y cree poder traer a la vida los dragones de piedra inerte de Rocadragón. Salladhor Saan encuentra esta idea hilarante:

—Si la mujer roja les devuelve la vida el castillo se derrumba, creo yo. ¿Qué dragones irían por ahí llenos de habitaciones, escaleras y muebles? Y ventanas. Y chimeneas. Y desagües para los retretes.

tormenta de espadas, davos v

 

Ahora bien, ¿qué hay de la sangre real? ¿Sabe Melisandre reconocerla? Por su reacción ante personajes como Stannis, Jon… o incluso Davos si esta historia os convence, podríamos afirmar que sí. ¿Verdad? Pues os tengo que contar un secreto que ella ignora: Melisandre sabe reconocer el potencial mágico de alguien pero ¡no lo asocia a la sangre real!

—No es más que un bastardo, ¿qué vale su vida comparada con la de todos los niños y niñas de Poniente? ¿Contra la de todos los niños que podrían nacer en todos los reinos del mundo?
—El chico es inocente.
—El chico profanó vuestro lecho nupcial, de lo contrario tendríais hijos varones. Os humilló.
—Eso lo hizo Robert, no el chico. Mi hija se ha encariñado con él; además, es de mi sangre.
Es de la sangre de vuestro hermano —dijo Melisandre—. La sangre de un rey. Sólo la sangre de un rey puede despertar al dragón de piedra.
Stannis rechinó los dientes.

tormenta de espadas, davos iv

 

Melisandre con esto nos está diciendo que ella cree en la «literalidad» de las profecías y que por ello no busca ningún significado ni sentido más allá del de las palabras. Por ese motivo, Mance Rayder y su hijo son candidatos también a ser sacrificados en la hoguera de la que supuestamente podrían despertar los dragones de piedra y eso a pesar de que se le insiste en que el título no es hereditario entre los Salvajes. No reflexiona sobre el significado del término «sangre real». Para ella, todos los reyes son iguales independientemente de su historia familiar y del modo en que fueron elegidos para el cargo. Del mismo modo, desecha a aquellos con un parentesco real más lejano, como al propio Stannis.

El Jardín de Aegon, por Franz Miklis. Fantasy Flight Games ©

Sin embargo, la magia está despertando. Ella misma es capaz de sentirla y percibirla en otros. Sí. La sacerdotisa tiene poder. Pero ve y no comprende. Demasiada luz puede deslumbrar y las sanguijuelas funcionaron y no funcionaron. Edric Tormenta, el hijo del rey Robert y Davos Seaworth, el huérfano humilde sin pasado se cruzaron en el Jardín de Aegon:

—El fuego es un ser vivo —le había dicho la mujer roja cuando le pidió que le enseñara a ver el futuro en las llamas—. Está siempre en movimiento, siempre cambiando… como un libro cuyas letras danzaran y se movieran mientras intentáis leerlas. Hacen falta años de adiestramiento para ver las formas más allá de las llamas, y más años todavía para aprender a distinguir las formas de lo que será, de las formas de lo que puede ser o de lo que fue. Y aun entonces es difícil, muy difícil. Vosotros, los hombres de las tierras del ocaso, no lo entendéis.
Davos le preguntó cómo había hecho Ser Axell para aprender el truco tan deprisa, pero ella se limitó a sonreír con gesto enigmático.
—Cualquier gato puede mirar el fuego y ver ratones rojos.

tormenta de espadas, davos vi

 

—Hay mentiras y mentiras, mujer. Me parece que esas llamas resultan engañosas hasta cuando dicen la verdad.
—Una hormiga que oyera las palabras de un rey tal vez no comprendería qué dice —replicó Melisandre—, y todos los hombres somos hormigas ante el rostro llameante de dios. Si alguna vez he confundido una advertencia con una profecía o una profecía con una advertencia, la culpa es del lector, no del libro. Pero una cosa sí sé a ciencia cierta: los mensajeros y los perdones no os servirán de nada, igual que las sanguijuelas. Debéis mostrar al reino una señal. ¡Una señal como prueba de vuestro poder!

tormenta de espadas, davos v

 

—Entregadme al chico para R’hllor y la antigua profecía se cumplirá —insistió la mujer roja—. Vuestro dragón despertará y extenderá sus alas de piedra. El reino será vuestro.

tormenta de espadas, davos v

 

Pero los dragones de piedra ya están extendiendo sus alas sobre el mundo y la sangre de rey, la sangre antigua que se mezcló con la magia en la lejana Edad que conoció la Larga Noche, ha estado despertando y ganando posiciones para la nueva Batalla del Amanecer.

«¿Ya se ha alejado tanto?» Rezaba por que así fuera, y con ella el muchacho. La luna creciente entraba y salía de detrás de los jirones de nubes, y Davos contempló las estrellas que le resultaban tan conocidas. Allí estaba la Galera, rumbo al oeste, y el Farol de la Vieja, cuatro estrellas brillantes que acotaban una bruma dorada. Las nubes ocultaban la mayor parte de la constelación llamada Dragón de Hielo, sólo se veía el radiante ojo azulado que señalaba el camino hacia el norte. «El cielo está lleno de estrellas de contrabandistas.» Aquellas estrellas eran viejas amigas; Davos esperaba que le trajeran suerte.
Pero al bajar la vista del cielo hacia las murallas del castillo perdía toda seguridad. Las alas de los dragones de piedra proyectaban grandes sombras negras a la luz de la hoguera nocturna. Trató de decirse que no eran más que esculturas frías y sin vida. «Éste era su lugar. Un lugar para dragones y señores dragón, el asentamiento de la Casa Targaryen.» Por las venas de los Targaryen corría la sangre de la antigua Valyria…
El viento soplaba en la estancia y las llamas se agitaban en la chimenea. Se quedó escuchando los crujidos de la leña. Cuando se apartó de la ventana, su sombra lo adelantó, larga y delgada, y cayó como una espada sobre la Mesa Pintada.

tormenta de espadas, davos vi

 

Hubo una vez un príncipe Targaryen que fue escudero de un caballero errante. Aprendió mucho de él, el tipo de cosas que no acostumbran a enseñarse en palacio: cómo es la vida en los caminos y dormir a la intemperie bajo las estrellas pero, sobre todo, conoció con él cómo vivía el pueblo llano. Su propio hijo fue más allá, tanto que renunció a la corona para poder compartir su vida con una muchacha común. Los bardos todavía le recuerdan como el Príncipe de las Libélulas. Ahora se acerca de nuevo la Larga Noche y vuelven a soplar con fuerza los Vientos de Invierno. Ya no quedan Reyes Dragón en el Trono de Hierro. Pero sí un Príncipe de las Libélulas, surgido esta vez de entre las filas de los humildes.

—Ser Davos, ¿cuándo habéis vuelto? —saludó el maestre.
En lo más oscuro de la noche. Mi hora favorita.

choque de reyes, prólogo

 

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