Hay muy pocas teorías que despierten tanta unanimidad entre los leales como la que expondremos a continuación. En esta ocasión, un famoso contrabandista de allende los mares se ha ofrecido a traérnosla a cambio de un buen cargamento de cangrejos afrodisíacos y del compromiso de la Compañía Libre de Braavos de defender los intereses del legítimo rey Stannis Baratheon. Así, la Mano del Rey @Lord Davos se complace en presentarnos una teoría indispensable para cualquier amante de Canción de Hielo y Fuego que se precie. Y sin más dilación, os dejamos con ella.
Muerte y renacimiento de Sandor Clegane: tres funerales para un Perro
— Lord Davos —
Se dice que el primer señor de la casa Clegane era el encargado de las perreras de la Roca. Un buen día, una leona estuvo a punto de matar a Lord Tytos y fue el encargado de sus perros quien lo salvó, perdiendo además una pierna. Lord Tytos, espléndido y generoso como era, lo nombró caballero hacendado y tomó a su hijo Gregor como escudero. No fue hasta la muerte de Lord Tytos y el ascenso de su hijo Tywin que la casa Clegane alcanzó el apogeo de su fama y se convirtió en un apellido temido y despreciado desde el Muro hasta las lejanas tierras dornienses.
Así, Gregor Clegane, caballero juramentado al servicio de la casa Lannister, pasó a ser conocido como la Montaña que Cabalga, y las historias sobre sus crímenes y atrocidades recorrieron el mundo entero. Su hermano Sandor, conocido como el Perro, nunca aceptó el juramento de caballero; pero siguió igualmente los pasos de su hermano como vasallo y servidor de la casa Lannister, ejerciendo un trabajo a medias entre el de matón a sueldo y guardaespaldas de la realeza.
Otras ocasiones habrá para tratar los pecados y hazañas de la vida Sandor Clegane. De simple guardaespaldas a Guardia Real, de Guardia Real a fugitivo perseguido por la justicia del rey; la última vez que vimos a Sandor Clegane en el texto estaba con Arya Stark, moribundo, y le pedía a ésta que le aplicase el don de la misericordia. Arya se negaba y lo dejaba allí abandonado para que muriera:
Aguja centelleó cuando se la sacó del cinturón.
[…]
Sandor abrió los ojos.
—¿Recuerdas dónde está el corazón? —preguntó en un susurro ronco.
—Sólo… iba a… —Se había quedado inmóvil como una piedra.
—¡No mientas! —gruñó—. Detesto a los mentirosos. Y a los mentirosos cobardes aún más. Venga. Hazlo. —Al ver que Arya no se movía entrecerró los ojos—. Maté a tu amiguito, el hijo del carnicero. Casi lo corté en dos y me reí. —Emitió un sonido extraño; Arya tardó un momento en comprender que estaba sollozando—. Y el pajarito, tu hermana, tu preciosa hermana… me quedé allí, con mi capa blanca, y dejé que la golpearan. Yo le arrebaté aquella canción de mierda, no me la dio. Y me la habría llevado a ella. Me la tendría que haber llevado. Me la tendría que haber follado hasta matarla, le tendría que haber arrancado el corazón antes de dejarla para ese enano. —Un espasmo de dolor le retorció el rostro—. ¿Qué quieres, loba, que te lo suplique? ¡Vamos! El don de la piedad… venga a tu amigo Michael…
—Mycah. —Arya se alejó de él—. No te mereces el don de la piedad.
El Perro la observó con los ojos brillantes de fiebre mientras ensillaba a Gallina. En ningún momento intentó levantarse para detenerla.
—Una loba de verdad remataría a un animal herido —le dijo cuando la vio montar.
«A lo mejor te encuentran lobos de verdad —pensó Arya—. A lo mejor les llega tu olor cuando se ponga el sol.» Así aprendería qué les hacían los lobos a los perros.
—No me tendrías que haber pegado con el hacha —dijo—. Tendrías que haber salvado a mi madre.
Hizo dar la vuelta a la yegua y se alejó de él sin volver la vista atrás.
tormenta de espadas, arya xiii
El Perro en Salinas: una bestia con piel humana
Pero, ¿fue este el verdadero final del Perro? Es más, ¿es este el final de Sandor Clegane? Lo cierto es que no. Aunque no volvamos a oírle hablar, sí volvemos a saber del destino del Perro cuando Brienne visita el monasterio de Isla Tranquila. Allí, el Hermano Mayor le relata la historia de los últimos momentos de vida del Perro, de cómo allí murió y cómo fue enterrado.
El Hermano Mayor dice que el Perro murió en Isla Tranquila. En cierto modo es verdad, pero sólo si aceptamos que fue también en Isla Tranquila donde el Perro resucitó. De hecho, varios testigos presencian cómo un hombre portando un yelmo con forma de perro participó en el atroz saqueo de Salinas junto con otros miembros de los Titiriteros Sangrientos. Este hombre no era, indudablemente, Sandor Clegane, sino un viejo conocido, Rorge, que había robado el yelmo del Perro y había usurpado su personalidad. Los rumores son constantes a lo largo de todo Festín de Cuervos:
Hablan de ello los soldados de Randyll Tarly:
[…] Tened cuidado, mujer. Puede que los próximos hombres que os tropecéis no sean tan honrados como mis muchachos. El Perro ha cruzado el Tridente con un centenar de bandidos; se dice que violan a toda mujer que se cruzan y luego le cortan las tetas para llevárselas como trofeos.
festín de cuervos, brienne iii
El propio Randyll Tarly en persona:
—[…] Si tenéis suerte, el único fruto de todas vuestras molestias serán magulladuras de tanto cabalgar. Si no, puede que Clegane os deje vivir después de que su manada y él terminen de violaros. Entonces podréis volver a rastras a Tarth con un bastardo de perro en la barriga.
Brienne hizo caso omiso del comentario.
—Si mi señor me lo puede decir, ¿cuántos hombres cabalgan con el Perro?
—Seis, sesenta o seiscientos. Por lo visto, depende de a quién preguntemos.
festín de cuervos, brienne iii
El septón Meribald:
—Creía que buscabais bandidos.
—También —dijo Podrick.
—Por lo general, los viajeros prefieren evitar a esa gente —señaló el septón Meribald—; vos, en cambio, los buscáis.
—Sólo nos interesa uno —dijo Brienne—. El Perro.
—Eso me ha dicho Ser Hyle. Que los Siete os amparen, chiquilla. Se dice que deja a su paso un rastro de niños asesinados y doncellas ultrajadas. He oído que lo llaman el Perro Rabioso de Salinas. ¿Qué puede querer una persona honrada de semejante criatura?
festín de cuervos, brienne v
Arwood Frey (enviado a investigar Salinas):
—[…] Y luego está el Perro. Asesinó a veinte hombres en Salinas.
[…]
—En Salinas hay un caballero —insistió Ser Arwood—. Se escondió tras sus murallas mientras Clegane y sus perros rabiosos asolaban la ciudad. No habéis visto lo que hizo, ser. Yo sí. […] Creíamos que era cosa de Lord Beric y esperábamos dar con su rastro. Lo único que queda de Salinas es el castillo; Ser Quincy estaba tan asustado que no nos abrió las puertas; sólo habló a gritos con nosotros desde las almenas. Lo demás eran huesos y cenizas. Una ciudad entera. El Perro pasó los edificios por la antorcha y a sus habitantes por la espada, y se marchó riéndose. Las mujeres… No os creeríais lo que hizo con algunas de las mujeres. No pienso hablar de eso en la mesa. Me entraron náuseas sólo con verlo.
—Yo lloré al enterarme —dijo Lady Amerei.
Jaime bebió un trago de vino.
—¿Por qué estáis tan seguros de que fue el Perro? —Lo que describían parecía más propio de Gregor que de Sandor. Sandor siempre había sido despiadado, desde luego, pero el verdadero monstruo de la Casa Clegane era su hermano.
—Lo vieron —señaló Ser Arwood—. Ese yelmo que lleva es inconfundible e inolvidable, y unos cuantos sobrevivieron para contarlo. La niña a la que violó, unos chiquillos que se escondieron, una mujer que encontraron atrapada bajo una viga, los pescadores que vieron la carnicería desde sus botes…
—No lo llaméis carnicería —pidió Lady Mariya en voz baja—. Es un insulto para los carniceros honrados. Lo de Salinas fue obra de una bestia disfrazada de ser humano.
«Vivimos en tiempos de bestias —reflexionó Jaime—. De leones, lobos y perros rabiosos; de grajos y cuervos carroñeros.»
festín de cuervos, jaime iv
Incluso del propio Gorrión Supremo:
—Algunos de mis gorriones hablan de manadas de leones que los saquearon… Y también del Perro, que era vuestro hombre. En Salinas mató a un anciano septón y deshonró a una niña de doce años, una chiquilla inocente que estaba consagrada a la Fe. Tenía la armadura puesta cuando la violó; la cota de malla le desgarró las tiernas carnes. Cuando terminó con ella se la entregó a sus hombres, que le cortaron la nariz y los pezones.
—No podéis hacer responsable a Su Alteza de todos los crímenes que cometan quienes sirvieron alguna vez a la Casa Lannister. Sandor Clegane es un traidor y un salvaje; ¿por qué creéis que prescindimos de sus servicios? Ahora lucha por el bandido Beric Dondarrion, no por el rey Tommen.
festín de cuervos, cersei vi
Las andanzas de este segundo Perro llegan a su fin cuando se cruza en su camino Brienne de Tarth. En la Posada de la Encrucijada se desata un combate de proporciones épicas, durante el cual Rorge es muerto y Brienne termina malherida, cayendo en un estado de inconsciencia tras enfrentarse a Mordedor.
Un relámpago rasgó el cielo hacia el sur mientras los jinetes se bajaban de los caballos.
Durante un instante, la luz se convirtió en oscuridad. Un hacha brillaba plateada; la luz se reflejaba en la armadura y en la coraza. Bajo la capucha oscura del primer jinete, Brienne alcanzó a ver un hocico de hierro que mostraba dientes de acero. Gendry también lo vio.
—Es él.
—No es él. Es su yelmo.
Brienne intentó evitar que el miedo se reflejara en su voz, pero tenía la boca seca como un pergamino. Tenía una idea muy clara de quién era el que llevaba el yelmo del Perro.
[…] y Brienne saltó contra él, con las dos manos en la empuñadura de la espada. El ataque directo lo llevó contra la punta, y Guardajuramentos atravesó la tela, la cota de malla, el cuero, más tela, hasta las entrañas, para salir por la espalda arañando la columna. El hacha se le cayó de entre los dedos inertes cuando chocaron, el rostro de Brienne contra el yelmo de cabeza de perro. Sintió el metal húmedo y frío contra la mejilla. La lluvia corría a chorros por el acero, y cuando el relámpago volvió a iluminarlo todo vio dolor, miedo e incredulidad al otro lado de las hendiduras de los ojos.
—Zafiros —le susurró, y giró la espada bruscamente con un movimiento que le provocó un último estertor.
Sintió su peso; de repente estaba abrazada a un cadáver bajo la lluvia negra. Retrocedió para dejarlo caer…
… y Mordedor se lanzó contra ella con un aullido.
festín de cuervos, brienne vii
El Perro en la Encrucijada: un hombre con rostro de bestia
Cuando despierta, Brienne descubre que ha sido capturada por miembros de la Hermandad sin Estandartes y que el yelmo del Perro ahora está en manos de Lim Capa de Limón. Las hazañas o atrocidades que este tercer Perro lleve a cabo portando ese yelmo es, de momento, terreno abonado para la especulación; y el futuro de Brienne es asunto para discutir largo y tendido pero en otra ocasión.
Por tanto, sabemos que el Perro, encarnado por Sandor Clegane, murió efectivamente en Isla Tranquila, pero no así el Perro, la figura que había atemorizado a tantos habitantes de Poniente durante tantos años. Después de Sandor, su yelmo y su identidad cayeron en manos de uno de los hombres más salvajes y sádicos que han pisado Poniente y ahora ha pasado a un personaje contradictorio, a priori comprometido con el bienestar del pueblo llano. ¿Pasará la figura del Perro de ser un villano a convertirse en un héroe? ¿O por el contrario, será el yelmo el que terminará arrastrando a Lim al lado oscuro? ¿Acabará pagando Lim la factura del saqueo de Salinas y los pecados previos que pudo cometer Sandor en su vida como el Perro?
Uno de los hombres de sombras apartó a la chica a un lado. Llevaba una cota de malla oxidada y un cinturón tachonado del que colgaban una espada larga y una daga. Se cubría los hombros con una larga capa amarilla, sucia y empapada. Tenía encima de los hombros una cabeza de perro, de acero, que enseñaba los dientes en gesto amenazador.
—¡No! —gimió Brienne—. No, estás muerto, yo te maté.
El Perro se echó a reír.
—Al revés. Seré yo quien te mate a ti. Por mí te mataría ahora mismo, pero mi señora quiere verte ahorcada.
[…]
Eran cuatro, hombres duros de rostro demacrado, con cota de malla y prendas de cuero. Reconoció a uno: era el tuerto que había visto en sueños. El más corpulento de los cuatro vestía una capa amarilla sucia y andrajosa.
—¿Habéis disfrutado de la comida? —inquirió—. Espero que sí. Probablemente haya sido la última.
Llevaba barba y tenía el pelo castaño; era musculoso, y en algún momento se le había roto la nariz y se le había curado mal. «Lo conozco», pensó Brienne.
—Sois el Perro.
Él sonrió. Tenía unos dientes horrorosos, torcidos y negros de podredumbre.
—Supongo que sí. Mi señora se cargó al anterior. —Giró la cabeza y escupió.
Recordó los relámpagos, el barro bajo los pies.
—Fue a Rorge a quien maté. Él cogió el yelmo de la tumba de Clegane, y vos se lo robasteis a su cadáver.
—No puso ninguna objeción.
—¿Es verdad? —Thoros dejó escapar un gemido de desaliento—. ¿Llevas el yelmo de un muerto? ¿Tan bajo hemos caído?
El hombretón lo miró con el ceño fruncido.
—Es de buen acero.
—Ese yelmo no tiene nada de bueno, igual que no lo tenían los hombres que lo llevaron —dijo el sacerdote rojo—. Sandor Clegane era un ser atormentado, y Rorge, una bestia con piel humana.
—Yo no soy ellos.
—¿Y por qué te exhibes ante el mundo con su rostro? Salvaje, retorcido, gruñendo… ¿Eso es lo que quieres ser, Lim?
—Mis enemigos se asustan cuando lo ven.
—Yo me asusto cuando lo veo.
—Pues cierra los ojos. —El hombre de la capa amarilla hizo un gesto brusco—. Traed a la puta.
Brienne no se resistió.
festín de cuervos, brienne viii
¿Y qué pasó con Sandor Clegane?
—Salinas está al otro lado del agua —dijo el septón Meribald señalando hacia el norte—. Los monjes nos trasladarán en la barcaza por la mañana, cuando suba la marea, aunque me temo que sé qué nos vamos a encontrar. Disfrutemos de una buena comida caliente antes de enfrentarnos a eso. Los hermanos siempre tienen un hueso para el perro.
[…]
—¿Por qué la llaman Isla Tranquila? —preguntó Podrick.
—Los que viven aquí son penitentes que quieren expiar sus pecados mediante la contemplación, la oración y el silencio. Los únicos que tienen permiso para hablar son el Hermano Mayor y sus personeros, y los personeros, sólo un día de cada siete.
festín de cuervos, brienne vi
El Hermano Mayor de Isla Tranquila es un personaje con interesantes paralelismos con el propio Sandor. No podemos dejar de tener en cuenta que él mismo relata su propia muerte en la batalla del Tridente… Y, a todas luces, parece tener bastante vitalidad para tratarse de un hombre muerto.
Parece claro que este hombre nos habla de una muerte metafórica: el hombre que era, un guerrero con varias muertes a sus espaldas, murió para darle la oportunidad a este hombre de iniciar una nueva vida, una vida en la que poder resarcirse de todo el mal causado en su vida anterior curando. Hay motivos fundados para sospechar que Sandor Clegane sigue vivo y reside en Isla Tranquila, ya que su muerte no es menos metafórica que la del propio Hermano Mayor.
Aunque Arya lo dé por muerto, no podemos pasar por alto que las heridas del Perro no eran mortales de necesidad si eran tratadas por alguien con experiencia previa en curaciones; y da la casualidad de que el Hermano Mayor bien podría ser ese hombre.
[…] Los Siete han bendecido a nuestro Hermano Mayor con unas manos que curan. Les ha devuelto la salud a muchos hombres que ni los maestres podían sanar, y también a muchas mujeres […]
festín de cuervos, brienne vi
Sandor Clegane no merecía morir abandonado de la forma en la que lo deja Arya. Era, como lo describe Jaime, un hombre “despiadado”, pero el mundo en el que vivía le exigía ser así y la casa Lannister le exigía ser así.
Sandor al final era ante todo una herramienta en manos de personas más poderosas que no querían ensuciarse las manos.
La propia Arya tiene que recordarse a sí misma que Sandor mató a su amigo para incluirlo en su lista, pues le llega a coger cierto afecto. De hecho, llegada la hora de la verdad ni siquiera es capaz de matarlo y tiene que justificarse diciendo que la golpeó y que no salvó a su madre (cosa que, sinceramente, Sandor no habría sido capaz de hacer). No sólo eso, sino que más tarde llega a lamentar esa decisión.
El Perro estaba agonizando cuando lo abandonó a orillas del Tridente; ardía de fiebre por culpa de su herida. «Tendría que haberme apiadado de él y haberle clavado un cuchillo en el corazón.»
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Realmente, Sandor merecía una oportunidad de redimirse ahora que por fin estaba dejando de actuar como un perro de presa de la casa Lannister y había empezado a tomar sus propias decisiones. Si en algo fue coherente Sandor Clegane a lo largo de toda su vida, fue en su absoluto rechazo a hacer los juramentos de caballería. Tiene sentido, en caso de que los dioses (George R. R. Martin) decidieran darle una segunda oportunidad, que su “nueva vida” se alejase mucho del papel que desempeñó en el pasado.
Hay cierta ironía en que el tipo que antes presumía de que lo que más le gustaba en el mundo era matar ahora se dedique precisamente a dar sepultura a la interminable marea de cadáveres que arrastra la corriente en la Tierra de los Ríos. El enterrador es, de hecho, un personaje demasiado enigmático y discordante como para tratarse de un mero personaje secundario que no tiene ni una sola frase en todo el libro. Es un hombre alto y corpulento con una marcada cojera que parece tener buena relación con los perros y que, en cierto modo, parece querer ocultar su rostro de los extraños que llegan a la isla.
Todo en el enterrador de Isla Tranquila nos invita a pensar que podría tratarse de Sandor Clegane: su envergadura, su cojera (consecuencia de las heridas sufridas previamente), la forma en la que oculta su rostro (su rostro quemado podría ser fácilmente reconocible) e incluso su buena sintonía con los perros (no en vano, su padre había sido el encargado de las perreras de los Lannister y el emblema de los Clegane son tres perros negros sobre campo dorado).
Brienne no lo reconoce porque los monjes llevan hábitos que les cubren casi por completo la cara y, además, porque el enterrador rehuye constantemente el contacto visual directo con ella.
Iban vestidos con los hábitos de color crudo de los monjes, con grandes mangas acampanadas y capucha puntiaguda. Dos de ellos se habían envuelto la parte inferior del rostro con trozos de lana, de modo que sólo se les veían los ojos.
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Además, el hombre es un novicio, lo cual quiere decir que ha debido ingresar al monasterio recientemente; lo cual encajaría cronológicamente como un guante con la llegada de Sandor. Es más, el Hermano Mayor dice que él mismo cavó y cubrió la tumba de Sandor, lo cual da a entender que no tenían un sepulturero hasta ese momento.
Mientras subían pasaron junto a una docena de monjes de la orden, hombres encapuchados con ropa parda que les lanzaron miradas curiosas pero no los saludaron en ningún momento. Uno llevaba un par de vacas hacia un granero bajo con techo de hierba y barro. Más arriba vieron a tres muchachos que pastoreaban unas cuantas ovejas, y al subir un poco más pasaron junto a un cementerio donde un monje más corpulento que Brienne cavaba una tumba. Por su manera de moverse, saltaba a la vista que era cojo. Cuando tiró una palada de tierra pedregosa a sus espaldas, parte de ella les fue a caer a los pies.
—Eh, ten más cuidado —le reprochó el hermano Narbert—. Casi le llenas la boca de tierra al septón Meribald.
El sepulturero agachó la cabeza. Cuando el perro se acercó para olfatearlo, dejó caer la pala y lo rascó detrás de las orejas.
—Es un novicio —explicó Narbert.
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De hecho, la edad y corpulencia del sepulturero es algo que desentona un poco con el resto de novicios, que por lo que observa Brienne son más jóvenes:
Cuando terminaron las lecturas, los novicios encargados de servir ya habían retirado los últimos restos. Casi todos eran niños de la edad de Podrick o aún menores, pero también había hombres, entre ellos el corpulento sepulturero que habían visto en la colina, que se movía con los andares torpes de un lisiado.
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El caballo de Sandor, un animal tan malo como su dueño, sigue en los establos de la Isla, como esperando a que su antiguo amo aparezca y decida volver a montarlo.
La propia historia personal del Hermano Mayor explica la conversión de este personaje y justifica el relato de la “muerte” del Perro. Sandor no está más “muerto” de lo que está el propio Hermano Mayor. Incluso cabría pensar que el Perro tenía que morir para que de sus cenizas renaciera Sandor Clegane, tal vez en paz consigo mismo por primera vez en toda su vida.
—Sansa Stark. —Pronunció el nombre en voz baja—. ¿Creéis que esa pobre niña está con el Perro?
—El dorniense me dijo que la niña se dirigía a Aguasdulces. Timeon. Era un mercenario, miembro de la Compañía Audaz, un asesino, un ladrón y un mentiroso, pero creo que en esto no mentía. Dijo que el Perro la había secuestrado y se la había llevado.
—Ya. […] ¿Puedo quedarme un momento? Tenemos que hablar.
—Como queráis. —Brienne se desabrochó el cinto, lo colgó de la segunda silla y se sentó en el jergón con las piernas cruzadas.
—El dorniense no os mintió —empezó el Hermano Mayor—, pero me temo que no le entendisteis. Seguís al lobo que no es, mi señora. Eddard Stark tenía dos hijas. La que se llevó Sandor Clegane era la otra, la pequeña.
—¿Arya Stark? —Brienne se quedó mirándolo boquiabierta, atónita—. ¿Estáis seguro? ¿La hermana de Lady Sansa sigue viva?
—En aquel momento, sí —dijo el Hermano Mayor—. A estas alturas… Ya no lo sé. Puede que estuviera entre los niños que asesinaron en Salinas.
Aquellas palabras fueron para ella como un cuchillo en el vientre. «No —pensó Brienne—. No, sería demasiado cruel.»
—Puede que estuviera… Así que no estáis seguro.
—Estoy seguro de que la niña iba con Sandor Clegane cuando pasaron por la posada de la encrucijada, la que dirigía Masha Heddle antes de que los leones la ahorcaran. Estoy seguro de que iban camino de Salinas. Aparte de eso… No. No sé dónde está, ni si aún vive. Pero hay una cosa que sí sé: el hombre al que perseguís ha muerto.
Aquello fue otro golpe.
—¿Cómo murió?
—Por la espada, igual que había vivido.
—¿Lo sabéis a ciencia cierta?
—Yo mismo lo enterré. Si queréis, os puedo decir dónde está su tumba. Lo cubrí con piedras para que los carroñeros no lo devorasen, y puse su yelmo encima del montículo para señalar el lugar donde descansaba para siempre. Fue un grave error. Algún otro viajero lo encontró y se lo quedó. El hombre que violó y asesinó en Salinas no era Sandor Clegane, aunque tal vez fuera igual de peligroso. Las tierras de los ríos están llenas de carroñeros como él. No diré que son lobos; los lobos se comportan con más nobleza. Y también los perros.
»Sé algo de ese tal Sandor Clegane. Fue el escudo juramentado del príncipe Joffrey durante muchos años; hasta aquí nos llegaban las noticias de sus acciones. Si la mitad de lo que nos dijeron era verdad, se trataba de un ser amargado y atormentado, un pecador que se burlaba de los dioses y de los hombres. Servía, pero no encontraba orgullo en ello. Luchaba, pero no encontraba alegría en la victoria. Bebía para ahogar el dolor en un mar de vino. No quería a nadie y nadie lo quería. Sólo lo impulsaba el odio. Cometió muchos pecados, pero nunca buscó perdón. Mientras otros hombres sueñan con el amor, la gloria o las riquezas, Sandor Clegane soñaba con matar a su propio hermano, un pecado tan espantoso que me estremezco con sólo mencionarlo. Pero ese era el pan que lo nutría, la leña que alimentaba su fuego. Por vil que fuera, la esperanza de ver la sangre de su hermano en su espada era lo que daba vida a esa criatura triste y furiosa… Y hasta eso le fue arrebatado cuando el príncipe Oberyn de Dorne hirió a Ser Gregor con una lanza envenenada.
—Habláis como si lo compadecierais —dijo Brienne.
—Así es. Vos también os habríais compadecido de él si lo hubierais visto en sus últimos momentos. Lo encontré junto al Tridente; sus gritos de dolor me llevaron a él. Me suplicó el don de la misericordia, pero he jurado no volver a matar. Le lavé la frente febril con agua del río, le di a beber vino y le puse una cataplasma en la herida, pero todo fue inútil; llegaba demasiado tarde. El Perro murió allí, en mis brazos. Tal vez hayáis visto el corcel negro que tenemos en los establos. Era su caballo de guerra, Desconocido. Un nombre blasfemo. Preferimos llamarlo Pecio, ya que lo encontramos abandonado junto al río. Mucho me temo que compartía la naturaleza de su difunto amo.
«El caballo.» Había visto el corcel, lo había oído cocear, y aun así no se había dado cuenta. Los caballos de combate estaban entrenados para morder y cocear. En la guerra eran un arma, al igual que los hombres que los montaban. «Igual que el Perro.»
—Así que es cierto —dijo con voz neutra—. Sandor Clegane está muerto.
—Ya ha encontrado el descanso. —El Hermano Mayor hizo una pausa—. Sois joven, niña. Yo ya he vivido cuarenta y cuatro días del nombre, así que tengo más del doble de edad que vos. ¿Os sorprendería saber que fui caballero?
—No. Tenéis más aspecto de caballero que de hombre santo. —Lo llevaba escrito en el pecho, en los hombros, en aquella mandíbula cuadrada, fuerte—. ¿Por qué renunciasteis a la caballería?
—Porque no la elegí. Mi padre era caballero, como lo había sido el suyo. Y mis hermanos, todos ellos. Me entrenaron para la batalla desde el día en que me consideraron suficientemente mayor para sostener una espada de madera. Tomé parte en unas cuantas, y no me deshonré. También estuve con mujeres, y en eso sí que me deshonré, porque a algunas las tomé por la fuerza. Había una chica con la que quería casarme, la hija pequeña de un señor insignificante, pero yo era el tercer hijo de mi padre; no podía ofrecerle tierras ni riquezas, sólo una espada, un caballo y un escudo. Era un hombre triste. Cuando no estaba peleando, estaba borracho. Mi vida se escribía en rojo, con sangre y con vino.
—¿Cuándo cambió? —preguntó Brienne.
—Cuando morí en la batalla del Tridente. Yo luchaba por el príncipe Rhaegar, aunque él jamás llegó a conocer mi nombre. No sabría deciros por qué, excepto que el señor al que servía yo servía a otro señor que servía a otro señor que había decidido apoyar al dragón y no al venado. Si hubiera decidido lo contrario, yo habría estado al otro lado del río. La batalla fue sangrienta. Los bardos nos quieren hacer creer que todo se reducía a Rhaegar y a Robert luchando en el río por la mujer que ambos decían amar, pero os aseguro que otros hombres luchaban también, y yo era uno de ellos. Encajé una flecha en el muslo y otra en el pie, y mataron a mi caballo, pero seguí luchando. Aún recuerdo lo desesperado que estaba por dar con otro caballo, porque no tenía monedas para comprarlo, y sin caballo ya no sería caballero. Si he de decir verdad, no pensaba en otra cosa. No vi llegar el golpe que me derribó. Oí unos cascos a mi espalda y pensé: «¡Un caballo!» Pero antes de que pudiera volverme, algo me golpeó en la cabeza y me derribó en el río, donde lo normal habría sido que me ahogara.
»Y me desperté aquí, en la Isla Tranquila. El Hermano Mayor me dijo que llegué a la orilla desnudo como en mi día del nombre. Lo único que puedo imaginar es que alguien me encontró en los bajíos, me quitó la armadura, las botas y los calzones, y me tiró al agua. El río se encargó de lo demás. En fin, todos nacemos desnudos, así que era adecuado que llegara desnudo a mi nueva vida. Pasé en silencio los diez años siguientes.
—Ya veo. —Brienne no sabía por qué le contaba todo aquello, ni qué otra cosa podía decir.
—¿De verdad? —Se inclinó hacia delante con las enormes manos en las rodillas—. Si es así, renunciad a vuestra búsqueda. El Perro está muerto, y aunque no fuera así, no era él quien tenía a vuestra Sansa Stark. En cuanto a ese animal que lleva su yelmo, lo encontrarán y lo ahorcarán. Las guerras tocan a su fin; esos bandidos no sobrevivirán en tiempos de paz. Randyll Tarly les da caza desde Poza de la Doncella y Walder Frey desde Los Gemelos, y hay un nuevo señor en Darry, un hombre joven y piadoso que impondrá la paz en sus tierras. Volved a vuestro hogar, niña. Tenéis un hogar, que es más de lo que muchos pueden decir en estos tiempos que corren. Tenéis un padre noble que sin duda os ama. Pensad en cuánto sufriría si no regresarais jamás. Tal vez, cuando caigáis, le lleven vuestro escudo y vuestra espada. Tal vez los cuelgue en sus salones y los contemple con orgullo… Pero si se lo preguntarais a él, seguro que os diría que prefiere una hija viva a un escudo roto.
festín de cuervos, brienne vi
Eso nos deja tres Perros, un enterrador y una tumba vacía… Sólo los dioses conocen cuál será la resolución de esta historia.
¿Qué pensáis vosotros? ¿Sandor Clegane sigue vivo? ¿Participará en los eventos que están por venir o se limitará a quedarse en Isla Tranquila? ¿Creéis que Lim Capa de Limón terminará siendo poseído por la maldad que irradia de la figura del Perro? ¿Pensáis que ese yelmo aún tiene más dueños por los que pasar?
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