Cruzaba lentamente el lago verdoso en el atardecer con todos mis sentidos en alerta. Podían lanzarme un dardo envenenado en cualquier momento; sentía su mirada en mi cuello. Ellos guardaban el lugar de todo aquel que quisiera profanarlo. Llegué a la isla y amarré el pequeño bote. Caminé tres pasos y, arrodillándome, cerré los ojos y besé la tierra sagrada. Al abrirlos unos pies descalzos embarrados esperaban delante de mí. Me incorporé muy despacio. El hombrecillo se giró y empezó andar sin mediar palabra; era una invitación, debía seguir sus pasos. Entré en el inmenso bosque frondoso hasta que un pequeño claro apareció delante de mí. Alcé la mirada y giré a mi alrededor torpemente. ¿Cuántos había? Magníficos gigantes milenarios me observaban. Se alzaban sujetando un manto de sangre, sus ramas blancas se entrelazaban en un abrazo con sus enormes rostros tallados. Respiré hondo; era imposible no percibir su poder.
«Oso», susurró el viento con el crujir de las hojas.
—¿Quién anda ahí? —contesté mirando a mí alrededor, el hombrecillo había desaparecido.
«Dioses», respondieron los rostros al unísono. Un escalofrío helado recorrió todo mi cuerpo, mis rodillas temblorosas besaron la alfombra esponjosa de musgo y sangre. Las palabras en el viento seguían y seguían, brotaban de los troncos, desde las hojas, por todas partes. Mis manos empezaron a temblar, mi corazón estaba estallando en mis oídos… cuando una mano tocó mi hombro. Giré la mirada con temor y un rostro familiar me observaba.
—Es abrumador la primera vez cuando son tantos. Muchos han enloquecido. Levanta, ella te espera —se giró para que la siguiera.
Me levanté con dificultad. Fue un alivio salir de ese lugar; las palabras seguían repitiéndose en mi cabeza, estaba aturdido. Enseguida llegamos a un pequeño asentamiento con pequeñas cabañas de madera entre los árboles, cubiertas de grandes enredaderas que las ocultaban; solo en una surgía la luz de una hoguera. Nos paramos los dos antes de entrar y Dacey me miró con gran tristeza.
—¿Qué sabe? —pregunté sombrío.
—Demasiado. Vinimos aquí porque quería ver el lugar que Howland Reed le relató. Pensaba encontrar respuestas a sus preguntas, pero los dioses no mienten. Solo ha encontrado tristeza y dolor. Las lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas.
—¿Y tú qué sabes? —la miré con dureza.
—Soñé con madre hace seis días. Está de camino, ha reunido a nuestros hombres y cruza la bahía en dirección a Bosquespeso. Mi señor —El cuervo había llegado, los osos no iban a quedarse atrás.
«Mi señor.»
—Bien —suspiré aliviado—. No tienes porque llamarme así, tú no.
—Sí debo —bajó la mirada—. Perdóname, no tendría que haber dejado… —levanté la mano para parar su disculpa.
—Entremos, hay mucho de que hablar —esta locura tenía que acabar.
En el interior, sentada en el suelo delante de la hoguera, estaba Lyanna; a su lado, el pequeño lacustre. Ninguno nos vio entrar, pues sus miradas estaban perdidas en las llamas.
—Mi señora —dije en un susurro arrodillándome a su lado. Ella levantó su mirada lentamente.
—Jorah… ¿Eres tú? ¿O sois un sueño? —colocó una mano en mi mejilla.
—Sí, mi niña, soy yo en carne y hueso.
—Mi padre —empezó a balbucear—. Soñé con él, gritaba envuelto en llamas verdes, pero era un sueño. ¡Las llamas verdes no existen! Dime que no es cierto. Fue un mal sueño ¿verdad? —me apremió. Cogí su mano de mi rostro y la llevé sobre mi corazón.
—Vuestro sueño es cierto —suspiré buscando las palabras; Lyanna cerró los ojos y dos lágrimas se deslizaron por su rostro—. Vuestro padre y hermano fueron ejecutados por el Rey de la manera más cruel. Las llamas verdes proceden de la magia antigua de Valyria —abrió los ojos de pronto, retirando su mano de mi pecho.
—¿Qué más? ¡Dime! —cambiando la pena hacia la ira, la loba empezaba a volver— ¿Por qué? —gritó.
Relaté todo lo que yo podía saber: el cuervo desde Invernalia con la mentira intencionada, el lobo salvaje al que no pude detener a tiempo, el enfrentamiento y las amenazas al príncipe, al Rey, el engaño a Lord Stark, la locura, las ejecuciones. Lyanna me miraba sin pestañear. Su rostro, un solo reflejo en el hielo sin vida.
—Pero Lord Rickard sabía la verdad —dijo de pronto Dacey—. ¿Le entregaste la carta? —asentí con la cabeza—. Y supo de la traición del maestre Walys también, pero me hizo jurar que jamás hablaría de ello, a cambio de tu vida y de nuestro hogar. Lo hubiera dicho si no estuviera atado a un juramento.
—Él podía haber detenido la guerra… —siseó Lyanna despertando de su reflejo.
—No con éste Rey, mi niña, lo hizo por vos… todo lo hizo por vuestro honor.
—La mentira hiere, destruye, rompe y desgarra a los hombres. La ambición gana o nos pierde para siempre —dijo de pronto Howland.
Nos quedamos todos en silencio durante un tiempo, pero yo tenía una misión.
—Lord Eddard tomará como esposa a Lady Tully, en nombre de su hermano —miré a Dacey, que cerró los ojos con resignación.
—¡Más espadas!  —siseó Lyanna llena de furia.
—Se dirige al Norte a toda prisa. Vuestros abanderados ya preparan sus ejércitos. Todo norteño reclama justicia por su señor ante tan aberrante afrenta. —«El Norte recuerda», dijimos al unísono—. No estamos solos: el Valle, las Tierras de los Ríos y de la Tormenta levantan sus espadas también. Pero muchos señores están en rebeldía y los caminos se han vuelto muy peligrosos, sobretodo para vos. Robert, por deshonrar vuestro honor, pide la cabeza de Rhaegar. El Rey quiere atraparos como rehén para doblegarlos. Estáis en peligro. Juré a vuestro padre que os llevaría a salvo a Invernalia, mi niña.
—¡No! —gritó incorporandose de pronto la loba salvaje—. ¡Primero él responderá ante mí!
Las palabras volvieron a mí otra vez. Huargo, dragón y sacrificio, una y otra vez, una…y una…y otra vez.

—Decidme —le ordenó al tiempo que se acomodaba sobre los cojines—, ¿ha sido el Ursurpador?
—Sí. —El caballero le mostró un pergamino doblado—. Una carta para Viserys, del magíster Illyrio. Robert Baratheon ofrece tierras y un título de lord por vuestra muerte o la de vuestro hermano.(…)
—A vos y vuestro hijo —dijo ser Jorah, sombrío.

juego de tronos, daenerys vi

—Ya he sido señor, y por derecho de nacimiento. No me interesan los títulos vacios.

juego de tronos, tyrion vii

Mi canción va a despertar poderes antiguos y oscuros. Los muertos danzarán aquí esta noche. Ningún hombre vivo debe verlos.

En el interior de la tienda, las formas danzaban en círculos en torno al brasero y la bañera llena de sangre; eran sombras oscuras en las paredes de tela, y algunas no parecían humanas. Divisó la forma de un lobo grande, y otra que parecía un hombre en llamas.

juego de tronos, daenerys ix

—Las sombras también os tocaron a vos, ser Jorah —le dijo. El caballero no respondió.

juego de tronos, daenerys ix

Solo la muerte puede pagar el precio de la vida.

juego de tronos, daenerys x

—Precisamente a los hombres verdes quería conocer. De manera que se vistió con una camisa de escamas de bronce, igual que la mía, cogió un escudo de piel y un tridente, como el mío, y remó el Forca Verde abajo en un pequeño bote de piel.
[…]
—Pasó entre Los Gemelos de noche, para que los Frey no lo atacaran, y cuando llegó al Tridente, salió del río, se puso el bote en la cabeza y echó andar. Tardó muchos días, pero por fin llegó al Ojo de los Dioses, echó el bote al agua y remó hacía la Isla de los Rostros.

tormenta de espadas, bran ii

Las ratas grises leen y escriben nuestras cartas, incluso las de los señores que no saben leer, y ¿quién puede asegurarnos que no tergiversan las palabras para perseguir sus fines?

Danza de Dragones, El Príncipe de Invernalia

—Brandon. —Aquello hizo que Ned frunciera los labios con amargura—. Sí. Brandon sabría qué hacer. Siempre sabía qué hacer. Todo tenía que haber sido para Brandon. Tú, Invernalia…, todo. Él nació para ser la mano del rey y padre de reinas. Yo no pedí ocupar su puesto.

Juego de Tronos, Catelyn II

Para demostrar nuestra gratitud los acogemos bajo nuestro techo, les damos acceso a todos nuestros secretos y vergüenzas, aceptamos y seguimos su consejo… Y así, el señor se convierte en siervo. Eso fue lo que pasó con lord Rickard Stark. Su rata gris era el maestre Walys. Que listos son estos maestres, ¿no? Solo conocemos su nombre, aunque muchos tuvieran apellido antes de llegar a la Ciudadela. Así no sabemos quiénes son en realidad ni de dónde vienen… Pero no es imposible averiguarlo con un poco de astucia.

danza de dragones, el príncipe de invernalia

La madre de Walys Flores era una Hightower, y su padre, según se decía, un archimaestre de la Ciudadela.

danza de dragones, el príncipe de invernalia

—Han estado con vos día y noche, mi señor. Sansa reza en silencio, pero Arya… —Titubeó un instante—. No ha dicho ni una palabra desde que os trajeron. Es una verdadera fiera, mi señor. Jamás había visto tanta ira en una niña.

juego de tronos, eddard x

Al este, el Ojo de los Dioses era una hoja de azul martilleado por el sol que llenaba la mitad del mundo. Algunos días, mientras avanzaban despacio por la orilla cenagosa (Gendry no quería ni oír hablar de caminos, y hasta Pastel Caliente y Lommy lo veían lógico), Arya sentía como si el lago la estuviera llamando.

choque de reyes, arya v